El 28 de junio de 1969 tuvo lugar una revuelta popular, espontánea en el Greenwich Village de Nueva York, en el Bar de Stonewall Inn, que se tradujo en una acción de autodefensa ante una redada policial. Supuso la constitución del día del orgullo LGTBI+ a escala global y sobre todo, creó un imaginario colectivo de emancipación que todavía hoy perdura; un patrimonio inmaterial de lucha por la liberación, una efeméride que desde lo combativo, lo performativo y lo conmemorativo, articuló una idea que aún perdura:

“Lucharon por nosotros, para poder SER y para poder ESTAR, asumiendo todos los riesgos que esto comportaba, hay que estar orgulloso de ello, para así, poder TRANSFORMAR”

Stonewall ha quedado en el recuerdo como un catalizador de la defensa moderna de los derechos LGTBI+, pero fue mucho más. Stonewall significa la creación de un imaginario colectivo que vehiculó y cristalizó la lucha emancipatoria del colectivo LGTBI+. Fue un acto de autoconciencia que tejen alianzas y complicidades desde su vulnerabilidad. Articularon un espacio de luchas compartidas, se organizaron y crearon una conciencia colectiva que nos permitió romper el armario impuesto, nos permitió ganar y conquistar lo público. También fue un punto de ruptura, una iconoclasta forma de crear existencia, desde la disidencia, pero sobre todo, desde la interseccionalidad.

La interseccionalidad podría ser definida como aquella forma de ser consciente, que permite mantener relaciones recíprocas desde diferentes fuentes estructurales de desigualdad (Platero, 2014). Este concepto nos permite generar una asociación teórica y práctica, entre la lucha de los colectivos LGTBI+ y la lucha por los derechos sociolaborales que el sindicalismo confederal y de clase de las Comisiones Obreras disputa en la empresa y en toda la sociedad.

Una primera praxis real y material de la interseccionalidad la vivimos en la Europa post 1968, después de la disfunción de Bretton Woods, en Gran Bretaña de las políticas neoliberales y ultraconservadoras impulsadas por el thatcherismo. Margaret Thatcher, atacó con violencia derechos sociales y servicios públicos, generando un clima de confrontación y represión posterior, que afectó de lleno al colectivo LGTBI+ y al conjunto de la clase trabajadora británica. Estos dos espacios quedaron intrínsecamente unidos en la importante huelga de mineros que tuvo lugar en el norte del país y una comunidad LGTBI+ que tomaba conciencia de su situación practicando una respuesta unitaria y combativa.

CCOO desarrolla su praxis en la mejora material de las condiciones de vida y trabajo y, a su vez, se constituye como catarsis interseccional que, teniendo como clave de vuelta de su pensamiento y acción el factor de clase, analiza y cuestiona las estructuras sociales de opresión desde una postura disidente. El sindicalismo de clase es un elemento de resistencia en el centro de trabajo, un mecanismo de contrapeso social y un actor legítimo en el diálogo social. El espacio físico y emocional en el que las personas trabajadoras se unen para defender sus intereses de parto y que organiza la acción reivindicativa colectiva.

Un factor clave para entender cómo se moldea, de forma resiliente el sindicalismo organizado en las mutaciones de los sujetos y de los entornos, lo encontramos en el feminismo, en la emancipación LGTBI+ o en el antiracismo. Son espacios de lucha que nos llevan a plantear que la composición, la construcción ideológica, la epistemología del sindicalismo como espacio transversal y frontispicio de lucha contra la discriminación en un marco común construido desde la interseccionalidad.

El sindicalismo construye su interseccionalidad al incorporar la emancipación del colectivo LGTBI+, el antiracismo y feminismo como pilares de las luchas que ejerce en este cruce de la opresión, entendiendo que, en primer término, es necesario crear comunidad para enfrentar las opresiones, es imprescindible entender que, al crear comunidad, luchas por la socialización del riesgo enfrentándote a la desintegración y la atomización.

Es imprescindible pues encuadrar las fórmulas de participación del colectivo LGTBI+ en el sindicato para que no sea una suerte de cajón excluido de la cotidianidad de la acción sindical, que la perspectiva LGTBI+ intervenga en el working progres de la organización, repensar los actuales espacios no orgánicos del colectivo LGTBI+ dentro del sindicato para llevar a todos los espacios de la concertación, el diálogo social y la acción sindical.

El sindicalismo debe tener como gran objetivo recomponer el pacto social, a partir de su deconstrucción, desde la convicción de que su composición diversa y profundamente plural, le permite ser un nexo activo, que aglutine luchas para transformar realidades cercanas y cotidianas. Esta actitud ofensiva debe seguir permitiéndole ser un motor de cambio de marcos mentales y de imaginarios colectivos, desde una voluntad de acción internacionalista y global y, sobre todo, creando alianzas en la vulnerabilidad, como fue Stonewall ahora hace más de 50 años.

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