A las elecciones de Francia o a las de Andalucía hemos vuelto a ver la ausencia a las urnas de diferentes sectores de la sociedad. Las personas jóvenes, las personas con menos recursos… Personas que parecen necesitar de la ilusión para ir a votar. Lo hemos visto en otras convocatorias electorales. Lo hemos visto a diferentes sociedades. Hemos visto también qué pasa cuando hay alguna ilusión que se extiende por una sociedad: de repente sectores que hacía tiempos que no votaban lo hacen y se pueden producir cambios. Parece que no hay nada más poderoso que una ilusión. Parece que si tu proyecto no puede ser el de la ilusión el objetivo será que no lo sea jefa otra.

Vivimos tiempo de carencia de ilusiones, incluso podíamos decir que son tiempos de resignación y desesperación. Cuando más falta nos hacen las ilusiones más las echan de menos. La pandemia nos tenía que servir para pensar en que nos había llevado hasta ella para evitarlo y para salir mejor. Pero ya no lo había conseguido hacer la emergencia climática que sufrimos. La guerra ha llevado a hablar de más inversión militar, de nuevos frentes de batalla, de enemigos a vencer, y a pasar página rápidamente de todas aquellas necesidades sociales que la pandemia había contribuido a situar en primer plan. Nos vuelven a hablar del OTAN como futuro, como solución a unos problemas que están causados por el militarismo.

El “No hay alternativa” de Margareth Thacher (TINA: There is no alternative) siempre hay quién lo quiere hacer funcionar. Lo hace de manera explicita o implícita, nos lo demuestra con palabras y hechos o solo con hechos y utilizando palabras que escondan la realidad. No hay alternativa en la guerra. No hay alternativa en la OTAN. No hay alternativa en las fronteras donde matamos a quién quiere entrar a nuestro país. No hay alternativa a los desahucios. No hay alternativa a los precios de los alquileres que nos hacen marchar de nuestras localidades. No hay alternativa a la precariedad laboral. No hay alternativa a la crisis ecológica. No hay alternativa a las violencias y opresiones que vivimos. No hay alternativa a que no te hacemos caso…

Una parte de estas personas que ya no van a votar lo hacen asumiendo o resignándose al “no hay alternativa” o dedo de forma más próxima: “es el que hay”. El crecimiento de la extrema derecha se tiene que entender también en este escenario. La extrema derecha aporta ilusiones. También el Proceso aportó ilusiones, y el 15M, y el Brexit… En el ciclo anterior de las ilusiones muchas personas votaron y participar activamente en favor de aquello que las ilusionaba. Las ilusiones pueden comportar desilusiones. En una reciente entrevista Gabriela Serra era autocrítica y crítica con las ilusiones generadas desde el Proceso. Necesitamos ser críticas y autocríticas siempre con las ilusiones. No caer en engaños y tampoco tirar la criatura con el agua sucia. Hay que valorar aquello que se consigue en cada oleada ilusionada que consigue producir cambios.

No me llames iluso porque tenga una ilusión” cantaba La Cabra Mecánica. Francisco Fernández Buey, que dedicó mucho más que una obra a las ilusiones y las utopías, decía que había que distinguir entre tener ilusiones y hacerse ilusiones. Necesitamos tener ilusiones, que hay que fundamentar bien y que no dejaremos de trabajar. Ilusiones que mucha gente nos dirá que son irrealizables, utopías, tortillas soñadas. Estas ilusiones serán utopías, no en el sentido negativo que se ha ido imponiendo para hablar de realidades imposibles. Estas ilusiones serán utopías en el sentido de aquello que todavía no es pero que mejorará nuestra sociedad cuando sea. Estas ilusiones serán utopías como lo fueron antes de que existieran los derechos que ahora tenemos. Aquellos derechos que mucha gente dijo que nunca serían, que nunca podrían ser. Los derechos de hoy fueron utopías ayer y las ilusiones de hoy, las utopías de hoy, serán los derechos de mañana.

Esta semana tiene lugar una nueva edición de la UPEC y dedica la decimoctava Universidad Progresista de Verano de Cataluña a la posibilidad del pensamiento utópico, a la necesidad de abrir nuevos horizontes…. No es un mal lugar donde ir a encontrarse con gente diversa y plural para generar y hacer crecer las ilusiones que necesitamos que sean realidades.

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