A mediados del siglo pasado, Barcelona tenía más de un centenar de núcleos chabolistas formados por la oleada de migrantes en busca de la Tierra Promesa. Desde Andalucía, Murcia, Aragón o el País Valenciano, miles de personas llegan a la Ciudad Condal huyendo del franquismo o buscando un futuro que no tenían en su tierra natal.
El fenómeno de las barracas empezó a principios del siglo XX, aumentando exponencialmente en los años de posguerra. Crecieron los núcleos de barracas ya existentes, como el Somorrostro, el Camp de la Bota, la Barceloneta o Montjuic, y aparecieron otros nuevos, como los del Carmel, La Perona o la Verneda, entre otros. Rápidamente se extendió por barrios como el Guinardó, Can Dragó, Camp del Arpa, Sant Martí, Sants, Gracia, la Taxonera, Sant Gervasi o Collblanc.
Las condiciones de vida eran infrahumanas. Construyendo barracas por la noche para ocuparlas por la mañana y no fueran derruidas por las autoridades, garantizaban un techo donde resguardarse con grandes carencias básicas como agua y luz. Era el apoyo mutuo y sentimiento de comunidad el que dignificaba la vida en estos asentamientos.
El stock de viviendas nunca fue suficiente para asimilar a todos los emigrantes que llegaban. El Ayuntamiento no se daba cuenta que frente a la radiante Barcelona se estaba extendiendo otra Barcelona sombría. Con La Obra Sindical del Hogar (1939) empezaron a construirse grandes polígonos de viviendas a Bellvitge (Hospitalet), San Ildefonso (Cornellà), en Badalona y en los barrios de San Martín, Verdun, Santo Cosme, Barón de Viver o Buen Pastor. A menudo estas nuevas viviendas no dejaban de ser chabolismo vertical a causa de las condiciones en que se construían.
En 1949, el Ayuntamiento creó el ServIcio Municipal para la Represión de Nuestras Barracas. Un grupo de inspectores secundados por la Guardia Urbana censaron las chabolas, colocando una placa en cada puerta de entrada y controlaron que no se ampliaran ni construyeran más. Conocidos como ”Los Picos”, se dedicaban a echar las barracas de la gente que estaba construyendo con ladrillos y maderas.
Para reducir el chabolismo se empezó a controlar las llegadas de la Estación de Francia y la Estación del Norte pidiendo papeles a los recién llegados. Si no tenían eran internados en Montjuic, en el Palacio de las Misiones y en el Estadio hasta devolverlos a sus lugares de origen.
Para la celebración del Congreso Eucarístico de 1952, las barracas de la parte alta de la Diagonal se borraron del mapa y se urbanizó el barrio del Congreso, expulsando para lo cual se expulsaron a los barraquistas. Fueron trasladados al extrarradio: a Can Clos, el Polvorín, Verdum o las Viviendas del Gobernador en la Meridiana.
1957-1973, la época del alcalde Porcioles. Especulación y organización vecinal
Esta fue una época de impulso económico. El Gobierno de Josep Maria de Porcioles, continuidad por los alcaldes Enric Masó i Joaquim Viola, fomenta la Barcelona de la especulación inmobiliaria y las recalificaciones urbanísticas. Un gran negocio más allá de las grandes promociones del Instituto Municipal de la Vivienda o la Obra Sindical del*Hogar, con la construcción de barrios enteros, como por ejemplo Ciudad Meridiana o el Cerro de la Peira.
La edificación de barrios enteros tenía lugar sin atender a las necesidades de las futuras familias que los habitaron. No se instalaban escuelas, ni hospitales, ni servicios básicos. Calles sin asfaltar y falta de alcantarillado, estaban al orden del día. Viviendas construidas con materiales de mala calidad que, con los años, habrá que reformar o derribar por problemas de humedades, aluminosis. Al mismo tiempo, en torno a la Diagonal y las Cortes se edificaron bloques de mayor calidad, con zonas verdes para familias con mayor poder adquisitivo.
En 1966 desaparecieron las últimas barracas de la Barceloneta y del Somorrostro después de enviar a sus habitantes a barracones provisionales en el barrio de Santo Roc para después reubicarlos en otras zonas. Se construyeron nuevos barrios como el de la Mina (1972) o el Polígono Canyelles (1974).
Es este periodo cuando tiene lugar el nacimiento del movimiento de las asociaciones de vecinos, gracias a la nueva Ley de Asociaciones de 1964. Por no alarmar a los sectores más ultra del régimen se aprobó el jueves 24 de diciembre, vigilia de Navidad. Se continuaba así una costumbre según la cual, para minimizar las reacciones contrarias, las leyes más intolerables para la extrema derecha franquista se hacían públicas en fechas que el país registraba cierta paralización.
En su artículo. Antes de la FAVB, Jaume Fabre escribe: “La motivación principal de la nueva Ley de Asociaciones de 1964 era la adecuación de la legalidad asociativa al Concordato que había firmado el régimen franquista con el Vaticano el agosto del año 1953, dando un amplio margen a la Iglesia católica para crear y desarrollar su propio sistema asociativo y de formación de la juventud, que hasta entonces había monopolizado la Falange. Pero, al mismo tiempo, permitió que fueran autorizadas la creación y los estatutos de nuevas asociaciones de carácter laico. A pesar de que la última palabra la tenía siempre el gobernador civil, el hecho que existiera una regulación legal clara de cómo se tenían que constituir y funcionar las asociaciones, abrió ciertas posibilidades que la oposición clandestina supo aprovechar.”
Antes de 1964, las llamadas asociaciones de cabezas de familia, estaban controladas por falangistas y miembros otros grupos de ultraderecha hasta el punto que eran a la práctica sus delegaciones suburbiales. Su carácter no tenía nada de reivindicativo. Los círculos católicos vinculados a las parroquias mantenían un bar abierto donde dominaban los socios jubilados y por supuesto no había ninguna mujer entre ellos.Con la nueva ley, se crearon asociaciones de comerciantes, conocidas como bombillaires, que básicamente se encargaban de la ornamentación de las calles comerciales durante las fiestas de Navidad y la fiesta mayor del barrio.
Durante los últimos años del franquismo, las cosas empezaron a cambiar. Sobre todo se fue perdiendo el miedo y actuar en la defensa de las reivindicaciones vecinales era una manera de defender las libertades y el bien común. Fue la lucha de estas nuevas asociaciones vecinales medio clandestinas, la que lideró las movilizaciones que consiguieron construir barrios dignos con todos los servicios que inicialmente se habían negado.
El pasado 4 de julio, se cumplieron 50 años del nacimiento de la FAVB, Federación de Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona. Un hito histórico para una organización que fue punta de lanza en esta lucha ciudadana.
En Bangkok también hay ratas
Esta semana y hasta el domingo 10 de julio, el Teatro del Raval ofrece la obra de teatro ”En Bangkok también hay*ratas” a cargo de la compañía La Voz Ahogada. Un proyecto escénico ganador de la Filadora 2021 y enmarcado dentro del programa ‘Memoria de las luchas por la vivienda en Barcelona’.
Iván Campillo, director y actor de la obra la describe así: ”En Bangkok también hay ratas”, es la respuesta que dio el alcalde franquista Joaquín Viola a la comisión de urbanismo de la asociación de vecinos de la Verneda a Sant Martí, cuando fueron a quejarse de la suciedad y la insalubridad del barrio. La obra se ha escrito gracias a los testimonios de mujeres protagonistas de las luchas vecinales de los años 60 y 70 en Barcelona. Ellas nos han dado sus experiencias y su voz, que hemos condensado en dos personajes entrañables: la Rosi y la Mari. Con ellas llegaremos a Barcelona con el tren Sevillano, pasaremos por el chabolismo de la Perona, viviremos el crecimiento de las asociaciones de vecinos, raptaremos el autobús de la línea 12 para hacerlo llegar a nuestro barrio, ocuparemos espacios y haremos protestas para conseguir plazas públicas, escuelas, semáforos y, en definitiva, cambiaremos con ellas la historia de sus barrios y, por supuesto, la historia de Barcelona”.
Desde los campos de Andalucía al Ateneu de Nou Barris, Mireia Clemente, Laura Sancho e Iván Campillo, hacen un sentido homenaje a las mujeres que lucharon primero en clandestinidad, después a cara descubierta. Enfrentándose al franquismo y a una sociedad machista para construir barrios y vidas dignas. ”Hemos liberado a las mujeres de las fábricas para devolverlas al hogar donde son las reinas’, inolvidable el pasaje sobre la Guía de la buena esposa, editada en 1953 por Pilar Primo de Rivera y la Sección Femenina).
Combinando teatro con proyecciones de testimonios, la obra nos hace recordar de dónde venimos, qué somos y obliga a reflexionar hacia dónde queremos ir. ”Llevamos toda la vida en Cataluña, peleando por nuestros derechos, por la educación, por la lengua catalana, miedo nuestro barrio. ¿Cómo no vamos a ser catalanas? Yo soy una catalana nacida en León”. Y es que todas somos hijas, nietas o bisnietas de las Lolis y las Maris que abrieron camino y asentaron las bases democráticas por las actuales y futuras luchas vecinales para continuar defendiéndose de aquello que nos oprime.



