En toda práctica profesional existe una dimensión que no se aprende en clase. Se lee, si acaso, entre líneas, en el día a día, observando el resultado de lo que se hace y lo que no se hace. En hospitales y CAPs, cada lección aprendida con un paciente es un bien para la salud de todos y todas. Como un poso de café, lo que queda al final del día, al final de un año, de una carrera profesional, de una vida dedicada a curar ya procurar salud a los demás, cada sutil nuevo saber que suma valor en un profesional sanitario, es patrimonio común. Pero, ¿dónde va a parar ese ‘know-how’ cuando médicos y enfermeras se jubilan? Porque nuestro sistema de salud pública no prevé su aprovechamiento.

«Un buen médico es algo más que saber mucho de medicina. Están todos los intangibles, más allá de los diagnósticos médicos, como el trato al paciente. En ningún sitio nos enseñan herramientas de comunicación, a ser asertivos, como dar malas noticias y saber llevar ciertos momentos. Y esto es difícil transmitirlo. También deben ponerse ganas de aprenderlo o saberlo captar. Yo he tenido la suerte de tener grandes referentes para aprender cómo hacer de médico», expone Josep Maria Cots. Tiene 63 años y lleva 35 ejerciendo de médico de familia y profesor en la Universidad de Medicina de Barcelona. “Siempre he tenido residentes y los he formado, pero toda la transferencia de experiencia es imposible traspasarla”, considera. Ahora ya se plantea jubilarse, en los 64 o en los 65.

«Me hace ilusión hacer otras cosas, pero pienso que el sistema sanitario público podría contemplar una forma de, quien quisiera, poder dedicarse a hacer este traspaso de los intangibles en medicina, un día o dos a la semana, para contar cosas a los residentes y aconsejarles desde la experiencia aprendida. Esto no existe. En medicina de familia, al menos, de un día a otro, pasas de dar el 100% de tu tiempo, a no dar nada el día que te jubilas», expone Cots.

«Cómo se resuelven determinadas situaciones, cómo se afrontan conflictos éticos, morales, hándicaps en situaciones más complicadas, cómo se tolera la incertidumbre, se contagia la empatía y se compagina la necesaria capacidad de frustración con el ánimo para seguir dando el mejor, cómo se ejercita la comprensión de las emociones personales… nada de todo esto se enseña en la universidad», afirma Antoni Sisó, presidente de la Asociación catalana de medicina familiar y comunitaria ( CAMFIC ). Por eso considera que «en medicina de familia, proponer la figura del emérito sería muy interesante. Hace 30 años, la edad de jubilación eran ya los 65 años, y la esperanza de vida ha cambiado mucho», dice Sisó.

«Los gobiernos, autonómicos y estatales, deberían valorar la posibilidad de que, quien quiera, pueda seguir aportando valor al sistema público, sin penalizarlos fiscalmente. Procurar un marco jurídico laboral a los trabajadores públicos que se encuentren en plenitud para hacer cosas, que puedan elegirlo como favor a la sociedad. Así daríamos oxígeno a los mayores que puedan y quieran durante un par o tres más de años dejar algo más de su bagaje. Como ahora, no existe un traspaso de conocimiento organizado y sería muy interesante como sociedad científica poder proveer de ese mentoraje tan valioso».

Cómo se resuelven determinadas situaciones, cómo se afrontan conflictos éticos y morales, hándicaps, cómo se contagia la empatía, cómo se ejercita la comprensión… nada de esto se enseña en la universidad.

El currículum oculto

«Aprender el oficio de médico es un trabajo de por vida», afirma el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, ​​Antoni Trilla. Y, por tanto, con la jubilación, una importante sabiduría acumulada se pierde. Lo que no se ve, pero que hace mejor la salud y confortabilidad del paciente, «cómo tratas a la gente, cómo gestionas una situación difícil, como sonríes, el currículo oculto», dice Trilla. Él es uno de los profesionales de la salud pública que en los próximos cinco años podrán jubilarse. Se calcula que lo harán unos 6.000 médicos en Cataluña, lo que representa un 20% aproximadamente de los actuales colegiados. El legado de todos ellos, nuestros gobernantes no tienen previsto la forma de transmitirlo.

El doctor Antoni Rafecas se jubiló el pasado mes de abril. Llevaba 37 años trabajando como cirujano y profesor en el Hospital Universitario de Bellvitge, y antes fue médico del Hospital de Manresa. Explica que a medida que se acercaba a los 65, y más a los 70, tenía la sensación de que su experiencia y experiencias vividas las había podido ir compartiendo, como profesor y en el hospital, con los residentes. «Enseñaba la técnica quirúrgica, los puntos… Pero, cómo cómo dar una mala noticia cuando hay una enfermedad grave, o cómo hacerla mejor noticia porque hay un tratamiento que, sí, es duro, pero tenemos una solución para el paciente… cómo nos pondremos en su sitio, a su lado, para que pueda entenderlo de la mejor manera, dándole ánimo, que se sienta acompañado… todo esto yo he tratado también de transmitirlo», declara.

«La humanidad, la proximidad, el aspecto social, la equidad, el actuar siempre éticamente, los valores de la medicina no deberían olvidarse, y quiero pensar que los que vendrán detrás lo intentarán transmitir, como yo lo he hecho. Porque los jóvenes sí, son más digitales, dominan la cirugía robótica, toda la tecnología. Yo les diría, disfrútala, aprovéchala y usadla bien, pero tenga también presente que siempre tendrá un paciente con angustias, ¡cuidado con esto!, un paciente con dudas y miedos que, si el caso se complica, ha tenido que estar a su lado», expone el dr. Rafecas. Él considera que «lo ideal sería que todos los profesores universitarios trabajaran en el hospital, porque el día a día es el asistencial».

Transmitir el conocimiento es intrínseco en el código deontológico de los médicos, pero el papel de quien comienza es fijarse en los buenos y malos ejemplos. Es necesario tener los ojos bien abiertos

Reconocer, valorar, proteger y facilitar la transmisión de este ‘know-how’ más humano, este valor añadido en el cuidado al paciente, no se hace a nivel de las mismas instituciones, depende de cada residente, médico, enfermera, del esponja que sea. Tal y como afirma el epidemiólogo y decano de los médicos Antoni Trilla, «transmitir el conocimiento es intrínseco en el código deontológico de los médicos, pero el papel del que empieza es fijarse en los buenos y malos ejemplos. Hay que tener las orejas limpias y los ojos bien abiertos». Y eso es lo que -dice Trilla- tratan de transmitir a los alumnos, y que hagan muchas preguntas. Él hizo su residencia en medicina interna y reconoce que era «una carcoma preguntando». Pero, como jefe de guardia, cuando era él quien debía responder a las preguntas de los residentes admite: «Prefería que me frieran a preguntas y no que tomaran decisiones sin decir nada. En la Facultad decimos a los estudiantes que nunca deben avergonzarse de decir no lo sé, y eso quiere decir que deben buscar la ayuda de un colega».

Antoni Trilla también es partidario de aprovechar mejor a los profesionales veteranos. «Todos recordamos a alguien que nos ha enseñado algo en concreto y nos ha hecho sentir que de mayor queríamos ser como ellos, explorar u operar igual», dice Trilla. «Yo recuerdo al dr. Valentí Valls, cardiólogo ya jubilado, que nos enseñó a mi generación a leer electrocardiogramas, en los años 80-85. Lo habíamos aprendido a hacer teóricamente, pero hasta que alguien te lo pone en contexto en la práctica… Ahora iría a él aún si tuviera una duda. Para mí era y es un referente». Y, globalmente, explica que en su trayectoria, en infecciosas, epidemiología, preventiva y salud pública, ha aprendido a hacerse responsable del paciente, a implicarse en una atención multidisciplinar.

A pesar de ser muy consciente de que no todos llegan con el mismo estado físico, psíquico y anímico a la edad de jubilarse, Trilla siente que «hay una experiencia acumulada, personal y profesional, que puede ser muy buen complemento para la formación de los que comienzan. Los mayores jubilados en buenas condiciones a los que les gusta el trabajo y sienten la voluntad de ser útiles, podrían ser de mucha utilidad. Por el talento y veteranía serían muy aprovechables, y un residente podría disponer más de ellos. Pero debería encontrarse una fórmula digna porque esto no está resuelto, y está claro que mantener cierto talento supondría un beneficio para todos».

El dr. Trilla cree que esto «sería de gran ayuda en esta profesión que se construye a base de un gran conocimiento de experiencias, y que requiere mucha resiliencia, te tumban y vuelves a levantarte, continuamente». Y le viene a la cabeza la figura del médico emérito, pero no la ve tampoco bien definida. En la sanidad privada -dice-, esto no ocurre, dependiendo del estado de la persona, pueden hacer mentorajes o seguir trabajando. «En la pública, en general, la tendencia es a jubilarse, y convendría ponerle un marco lo suficientemente flexible como para aprovechar al profesional que quiera y valga la pena, que también sería un estímulo para mantenerse al día a la persona» .

Acto de despedida de profesionales jubilados del Hospital del Mar, 2019 | Hospital del Mar

El potencial de los jubilados

Antoni Sisó estima que muchos médicos de familia llegan con una plenitud de conocimientos muy importantes que pueden resultar muy útiles para las personas enfermas. «Está claro que con 63, 65 o 67 años no puedes ejercer por igual, sobre todo con el volumen que atendemos ahora no es lo más seguro para los atendidos, ni sensato ni deseado por los profesionales. Se necesitaría una adaptación. Hay muchos que si les propusieran algo atractivo, continuarían. Podrían hacer tutorías, consultoría, mentoraje, y más teniendo en cuenta la carencia de profesionales que tenemos por delante. Aquel país que se lo plantee le aplaudiremos».

El emérito -dice Sisó- «es interesante, pero hay que poner transparencia. Yo no conozco los criterios para su designación». Y explica que desde CAMFIC crearon una vocalía nueva: la sección de médicos jubilados, «para impulsar proyectos de mentoraje, con este tipo de médico que proporcionan valor, nivel alto de profesionalidad y altamente vocacional, que puede transmitir todo lo que forma parte del core de nuestra profesión, pero no se explica en ningún aula».

En el Hospital de Mar, justo antes de la pandemia, se inició un programa piloto en Enfermería. Viendo que hasta 2030 se jubilaría más del 30% de la plantilla, un 22 o 23% en posiciones de mando, prepararon un plan de relevo y, gestionando el conocimiento a traspasar, surgió el programa Deja tu legado . «De forma voluntaria, un año antes de la jubilación se prepara todo el traspaso identificando conocimientos clave, estableciendo con una entrevista con la persona metodologías para la adquisición de los conocimientos por parte de la persona que tomará el relevo y creando guías de funcionamiento de cada departamento. Es un legado que se pone también a disposición de todos los sanitarios en la plataforma de e-learningdel hospital. Nuestra idea es hacer cultura del compartir, que lo útil en un sistema, lo pueda conocer otro», explica Cristina Fresno. Ella es la responsable del programa Deja tu legado junto con el director de Recursos Humanos del Hospital del Mar, Pau Gomar y el jefe de la Unidad de Formación Continuada, Jesús Escribano. Juntos organizaron esta iniciativa que es, además, una forma de reconocer al personal senior.

Uno de los materiales fruto de esta iniciativa sobre el legado sanitario son unas guías de conocimiento práctico del puesto de trabajo donde se incluyen descripciones y consejos para el desarrollo de sus funciones, así como de la gestión de situaciones, para compartir con el relevo y con el resto del servicio. «Los valores ya establecidos desde dirección de enfermera del hospital los hacemos extensivos a toda la institución. Son intangibles. Por eso quisimos sistematizar y medir qué transferencia de conocimiento se hacía. Hasta ahora, se realizaban reuniones y traspaso de documentación, pero no un procedimiento como ahora. Somos conscientes de que cada marcha conlleva pérdida de conocimiento y saber hacer», explica. Cuentan, eso sí, con el compromiso de dirección para que pueda destinarse tiempo a ello.

Somos personas que nos debemos a personas, y nuestro compromiso es dejar lo mejor de nosotros en vida, como compromiso ético y moral

Documentar todo

Paloma Garcimartín fue una de las enfermeras participantes en el programa piloto. «Me sirvió para estandarizar la información de cada tema: el rol de cada uno en una comisión, los medios intermedios, el marco laboral, la formación… Ahora bien, de cómo se funciona en el día a día no suele hacerse, es un aprendizaje a lo largo de la vida. Son intangibles que necesitarías estandarizar. La mayoría no sabemos cómo transmitir ese otro tipo de conocimiento que, más bien, se obtiene observando y haciendo. Los intangibles son muy difíciles de transmitir. El saber de cirujanas expertas en una técnica, eso sí, pero la competencia inconsciente es algo que tienes integrado y es más difícil. No estamos preparadas para transmitir en todos los ámbitos. Quien llega debe estar abierto y quien transmite debe ser generoso. En mis 40 años en el hospital,

Gemma Martínez es jefe de Enfermería del Hospital Clínic. Allí tienen un sistema organizado de relieve generacional, pero no sólo pensando en las jubilaciones. «Es muy importante que el conocimiento no esté en una persona y hay que ir acompañando a quienes llegan. Por eso es muy importante que todo lo documentemos y lo dejemos escrito. Tenemos protocolos estandarizados de trabajo en los roles más complejos, para realizar el traspaso de conocimiento. Yo personalmente no lo tuve, me encontré con un vacío informativo». También ella habla de la generosidad, incluso con los consejos. «El conocimiento que tú has generado es un compromiso tuyo dejarlo como legado. Yo siempre he estado muy agradecida con lo que me he encontrado sembrado. En enfermería, dentro de lo que cabe, esto se cuida. A la gente joven siempre les digo: si cuando llegas a un sitio lo has encontrado de una manera, debes pensar que es por alguna razón. A partir de ahí, averigua por qué es así y si hay margen de cambio. Si puedes mejorarlo, le harás un regalo al que se va y al equipo, pero siempre desde el respeto y la construcción. Al fin y al cabo, estamos en este mundo gracias al que otros han construido antes», dice.

La jefa de enfermería explica que “una enfermera de rol avanzado, si se jubila, lo deja todo escrito para que la siguiente pueda basarse en todo lo que has construido. Yo siempre digo a mis alumnos: pregunte, todo tiene un razonamiento que, si lo aprendes, nunca se olvida y lo puedes adaptar a cada enfermo. Y si no tiene el razonamiento, debe buscarlo. Cuestionándote las cosas es cómo mejorarlas».

Gemma Martínez reconoce que cada día aprende algo. «He reflexionado mucho en cómo dejar mi legado, por si me ocurre algo mañana. Todo lo que yo manejo, la información está toda digitalizada y los intangibles les intento transmitir cuerpo a cuerpo con mis equipos. Si te preguntan una duda, la resuelvo, pero también te cuento lo que no está escrito». También -dice- «facilita el aprendizaje de que las personas sean receptivas, que escuchen mucho. Yo siempre digo a los veteranos: deben ser generosos con las nuevas generaciones. Si no, el problema lo tendrán sus enfermos. El entorno saludable debemos generarlo nosotros, lo que no sabes tú, lo sé yo. Si no, lo buscamos. Somos personas que nos debemos a personas, y nuestro compromiso es dejar lo mejor de nosotros en vida, como compromiso ético y moral. Siempre hay quien lo guarda pero el currículum, en la tumba, no es nada. Si no lo aplico y lo comparto, ¿de qué sirve?».

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