¿Sabéis quién era Al Capone o Elliot Ness? Seguro que sí y, quizá, les estáis poniendo cara de Robert de Niro y de Kevin Costner, respectivamente. ¿Y sabéis quién era James Big Jim Colosimo o Johnny Torrio? Los más aficionados al género negro seguro que han oído hablar y los han visto en series de televisión y películas, especialmente las relacionadas con los años antes y durante la Ley Seca, en vigor entre el 17 de enero de 1920 y el 6 de diciembre de 1933, toda una época inmortalizada por el cine clásico en blanco y negro. ¿Y sabéis quién era Alice Clement? Esta es una pregunta muy difícil… si no habéis leído el cómic de Marc Tinent y Pablo M. Collar, claro.
La señora de Chicago. Un caso de Alice Clement (2022), publicado por el sello Evolution de la Editorial Panini, ficciona un caso hipotético del personaje real de Alice Clement (1878-1926), que fue una de las primeras mujeres de la policía de Chicago, y la primera en convertirse en detective de la policía en 1913 (llegó a ser sargento primero). A finales del siglo XIX, Chicago fue de las primeras ciudades de Estados Unidos en incorporar a las mujeres a la policía, eso sí, sin uniforme propio (que no lo tuvieron hasta la década de los cincuenta del siglo XX, hasta entonces se distinguían por la placa en un lugar visible, en parte porque no estaba bien visto que llevaran pantalones, y no es broma). La primera mujer se incorporó en 1893 y la primera mujer afroamericana en 1918. En la década de los veinte había una treintena de mujeres de una fuerza de 600 efectivos, desde el principio se potenció su entrada pensando que las mujeres podían tener más empatía con las mujeres y niños y solucionar con mayor destreza los posibles delitos que pudieran tener relación con este perfil, y suponiendo que, probablemente, estas profesionales de la seguridad serían mujeres robustas y, seguramente, solteras o viudas.

Clemente no lo era, ni lo uno ni lo otro, de hecho, tenía tres hijos. Ahora sabemos que fue de las primeras mujeres en pedir el divorcio (en aquella época, en 1914, lo normal era que lo pidiera él), alegando «deserción e intemperancia» del marido… tardó cuatro años en que un juez le diera el divorcio. Y volvió a casarse poco después, siendo ya detective. Pero sí que es verdad que, en primera instancia, la pusieron a controlar los robos de carteristas en grandes almacenes, y los resultados fueron notables: en los periódicos de la época se habla de más de mil detenciones en un año, y no sólo de ladronzuelos. Hizo una verdadera cruzada contra los adivinos fraudulentos, que se convirtieron en una auténtica plaga, especialmente para las mujeres que dilapidaban sus fortunas para poder hablar con los espíritus de sus seres queridos.
Destacó en la persecución de los acosadores en lugares públicos (especialmente en los cines y tiendas), hombres que actuaban de manera lasciva contra las mujeres, interpelándolas de forma grosera, frotándose físicamente o metiendo mano directamente, muchas veces haciendo ella misma de cebo. Los adivinos y sus cómplices intentaron hacerle la vida imposible, incluso hay acreditada una paliza que le dieron entre varios a la salida del juzgado. De los acosadores, en cambio, tuvo a menudo en contra las costumbres machistas de la época, especialmente jurados de todos hombres o jueces (también hombres) que daban la razón al acusado cuando se defendía indicando que ella se le había insinuado previamente. Por no hablar de los propios compañeros (y sí, también hombres), que se burlaban de estos logros.
Sus resultados con la delincuencia y su carácter en las entrevistas le valieron diferentes apodos en los periódicos locales: «la Sherlock Holmes femenina», «la némesis de los acosadores», «la maravilla del mundo policial», «el terror de los culpables» o «la salvadora de las almas», por su énfasis en ayudar a mujeres jóvenes descarriadas. Se sabía que se disfrazaba a menudo, pero cuando no actuaba como agente infiltrada destacaba por su elegancia en el trabajo: se mostraba con collares de perlas, vestidos parisinos, zapatos de tacones, abrigos de pieles y sombreros distinguidos, eso sí, sin dejar su pequeño revólver calibre 32, escondido en su bolso, del que presumía dormir con él debajo de la almohada. Un arma que se cree que nunca utilizó, cabe decir que era experta en el arte marcial jiu jitsu.
Esta imagen y comportamiento la convirtió en muy popular en su época, una popularidad que rivalizaba con la de una estrella del escenario y se extendía mucho más allá de las fronteras de la ciudad, hasta el punto de protagonizar su propia película: quien mejor que ella podía interpretarse a sí misma. Desgraciadamente, de la película Dregs of the City (1919) (se podría traducir como Escorias de la ciudad), sólo quedan cuatro fotogramas, y sabemos que la junta censora de películas prohibió su proyección en la ciudad de Chicago, donde el propio responsable de policía apoyó la decisión afirmando que daba una imagen irreal de la ciudad de Chicago… ¡UNA PELÍCULA! En fin, la cuestión es que sí pudo realizar una gira por todo el país, siendo un éxito de público y crítica, reforzando aún más su popularidad. Curiosamente, Clement se quejaba de las mujeres que estaban en la junta y que fueron muy críticas con la película.
La trama de la película consistía en rescatar a una ingenua joven de un cabaret de actividades más que sospechosas (juego, drogas, alcohol, prostitución), haciendo lucir a la protagonista, evidentemente, por eso era también la productora del largometraje. Y, probablemente, fue la gota que colmó el vaso, después de una década de misoginia entre los compañeros y la sensación de ser una especie de títere en manos de los periodistas, que relataban sus aventuras en el límite del sarcasmo y exagerando y alterando los relatos que llenaban las páginas de los periódicos.
Marc Tinent es el guionista de La señora de Chicago, quien en verano de 2018 descubrió casi por casualidad a este desconocido personaje real. Atraído por la gran cantidad de noticias aparecidas en los periódicos durante años se adentró a fondo hasta pensar que sería buena idea convertirla en protagonista de nuevo, más de un siglo después de los titulares en los periódicos de la época, y más de cien años de ostracismo. Hace pocos años que la propia policía de Chicago reconocía que no tenía nada en sus archivos que tuviera relación con la detective Clement.
El carácter tanto visual de la época y del propio personaje, y la experiencia previa como guionista de cómics, le hizo pensar en primera instancia en hacer el guion de un cómic, como así fue, con una historia inventada y empleando a personas reales en los papeles principales (al final del cómic hay un pequeño dossier explicativo que sitúa al lector en el contexto de los personajes y de la situación histórica del momento). Y el dibujante lo encontró… en Instagram: Pablo M. Collar tenía un estilo que podía encajar con el proyecto teniendo en cuenta sus trabajos previos. Una vez creado el equipo artístico, ambos pudieron preparar una presentación en una editorial a finales de 2019, unas pocas páginas que daban una idea del diseño de personajes, la ambientación, el estilo y el color escogidos.
La aceptación del proyecto por parte de la editorial permitió desarrollar el trabajo durante 2020 y parte de 2021, justamente coincidiendo con la pandemia. La obra terminada se publicó finalmente en abril de 2022, lo que da una idea del trabajo titánico que hay detrás de un cómic de esta magnitud. Además de la calidad técnica y artística, el trabajo de ambos autores permite visibilizar a pioneras como Alice Clement, contextualizándola en su época y presentando al personaje con rigor y respeto. El trabajo de ambos autores permite identificar el talante del personaje y contemplar su empuje a partir de la expresividad corporal y las decisiones que va tomando para resolver el complejo caso planteado.

Una historia autoconclusiva de ficción que acontece en 1917, en este caso en un cómic, nos ha permitido conocer el personaje real a través del dossier del mismo cómic y de la historia narrada y dibujada, recuperando el protagonismo que tuvo Alice Clement en los medios de comunicación, pero esta vez sin distorsionar su aportación como policía y como mujer, marcada siempre por una sociedad machista con la que tuvo que reivindicarse una y otra vez, especialmente con sus superiores en la policía. En 1926, Alice Clement fue trasladada a una comisaría de las afueras de Chicago, tomándoselo como si fuera un castigo por sus continuos enfrentamientos. Pocos meses después, se agravó su salud por la diabetes que sufría, que había mantenido a escondidas de todo el mundo hasta entonces. Tras varios meses de baja y un rápido empeoramiento, murió el día después de navidad de 1926 a los cuarenta y nueve años. Su muerte ocupó pocas líneas en los periódicos, ya no era noticia.
La ficción durante el resto del siglo XX se olvidó de Alice Clement, como ha sucedido a tantas otras mujeres que tuvieron una contribución fundamental en su momento. Nosotros nos congratulamos de la iniciativa de dos autores de llevar adelante el proyecto, de poder disfrutar del talento y la destreza que emanan de su trabajo que, conjuntamente con la complicidad de la editorial, han contribuido a que descubramos el personaje real. Y nosotros se lo agradecemos con acciones de divulgación de su obra con este texto… y leyendo el cómic, claro.






1 comentari
Interesante, gracias.
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