Las dificultades de la mayoría no pueden ser las alegrías de una minoría, esta frase del presidente Pedro Sánchez ha marcado el Debate sobre el estado de la nación. Como si se tratara del desenlace de la última temporada de Borgen (Reino, poder y gloria) que se acaba de estrenar, Pedro Sánchez, a lo Birgitte Nyborg, ofrece un nuevo giro que busca contentar a sus bases. Un giro o gesto, que no es lo mismo, que le devuelva a lo que debería ser el lugar de un partido que se define como socialdemócrata. Un giro o gesto que busque responder a la demanda de medidas decididas para responder a los efectos de las diferentes crisis que afectan a amplios sectores de la sociedad. Un giro o gesto que le acerque a Unidas Podemos, para cohesionar el gobierno o para taparles el crecimiento que puede significar el proyecto Sumar.
Pedro Sánchez introducía esta declaración en un momento clave de su intervención, cuando se disponía a anunciar las principales medidas para enfrentar los malestares crecientes que se están agudizando por las diferentes crisis que vivimos y que se van acumulando desde como mínimo 2008. El presidente Sánchez decía: Este Gobierno no va a tolerar que haya empresas o individuos que se aprovechen de la crisis para amasar mayor riqueza a expensas de la mayoría. Porque las dificultades de la mayoría no pueden ser las alegrías de una minoría. Y por eso vamos a poner en marcha, como quiero expresarles a continuación, un impuesto sobre los beneficios extraordinarios de las grandes empresas energéticas, que recaudará 2.000 millones de euros al año durante los próximos diez años. Un impuesto excepcional a las grandes empresas energéticas que estará en vigor en el año 2023 y el año 2024, que afectará a los beneficios extraordinarios obtenidos en el año 2022 y el año 2023 por los grupos dominantes en el sector eléctrico, gasista y petrolero.
¿Será un giro o un gesto? Esta por ver. Lo que es significativo de estas sesiones es la constante apelación a las personas que lo están pasando mal. Los tres partidos mayoritarios se dirigieron a la clase trabajadora. Lo hizo el PSOE, el PP y VOX. Sánchez, Gamarra y Abascal se presentaron como defensores de la clase trabajadora. La oposición lo hizo criticando que el gobierno actúa en su contra y Sánchez diciendo que la oposición representa los intereses de una minoría poderosa del 5%. El gobierno se presenta como el defensor del 95% de la sociedad. Seguramente por eso, a diferencia de Gamarra y Abascal que hablaron de la clase trabajadora, Sánchez uso el concepto “clase media trabajadora”.
Parece evidente que tenemos algún problema con el uso del concepto “clase social”; no porque hayan desaparecido las clases sociales, más bien porque determinados políticos utilizan muy poco este concepto y cuando lo consideran necesario tal vez cuesta hacerlo. En cualquier caso, en esta campaña perpetua que ya se prepara para las elecciones generales previstas para 2023 la clase trabajadora está en disputa. Las elecciones recientes en Andalucía mostraron una vez más la incapacidad de movilizar a los sectores sociales que más malestares sufren para que vayan a votar. El PP y VOX quieren crecer gracias a unos sectores que tradicionalmente no han sido sus votantes. El PSOE, como ya hizo tras el 15M quiere señalar que es la izquierda y continuar disputando el centro-derecha a un PP escorado a la extrema derecha para tapar el crecimiento de VOX.
Sánchez, siguiendo al premio Nobel Stiglitz que hablaba del 1% contra el 99%, habla ahora del 5% contra el 95%. Sánchez, siguiendo la campaña laborista del For he many, no for the few (para los muchos, no los pocos), habla ahora de las dificultades de la mayoría y las alegrías de una minoría. Desde Unidas Podemos hay muestras de satisfacción y agradecimiento. Es una evidencia más que demuestra su afirmación sobre cómo de diferentes serían las cosas si ellos no estuvieran en el gobierno, sobre cómo estiran del PSOE para llevarlo a posiciones que establezcan como prioridad los malestares de la mayoría. Mientras hay quien insiste en hablar de Unidas Podemos como un proyecto a la izquierda del PSOE que lo arrastraría a la extrema izquierda, habría que fijarse en cómo lo están llevando a la centralidad de las problemáticas existentes hoy para el conjunto de la población. Jaume Assens (UP) dedicó buena parte de su intervención a exponer la distopía que se viviría si la moción de censura contra Mariano Rajoy no hubiera sido exitosa y gobernaran el PP y VOX. Lo hizo como si de los capítulos de una serie distópica se tratara y al acabar lo contrapuso con lo que se ha hecho desde el gobierno en los últimos años. Contrapuso que las políticas de Rajoy para hacer frente a las crisis de 2008 provocaron “precariedad y devaluación salarial, recortes y privatizaciones, despidos y desalojos masivos” mientras que “ahora hay un Escudo social que protegió a millones de personas con nuevos derechos como los ERTES…”. Asens y Echenique pidieron más.
Gabriel Rufián (ERC), desde la oposición y el apoyo pidió también más al gobierno. Su intervención fue dura y exigente, con un episodio que molestó especialmente al presidente Sánchez. Pareció que era más grave traer al Congreso los casquillos de balas disparadas en la valla de Melilla, recogidas por su compañera de escaño María Dantas, que haberse disparado. Asens también se había pronunciado al respecto y había dejado una reflexión de profundidad, a lo Judith Butler, que es posible que pase por alto y no debería: ¿qué vidas merecen un minuto de silencio en el Congreso de los diputados? La sesión había empezado con el PP pidiendo un minuto de silencio en recuerdo de Miguel Ángel Blanco, no siguiendo el trámite previsto al no hacerlo en la Junta de Portavoces. Asens valoró positivamente que la presidenta del Congreso hubiera aceptado, no hubo controversia, pero si señalo otras muertes que no merecieron el minuto de silencio. Mujeres que sufrieron violencia de género o las mismas personas muertas en la valla…
El giro o el gesto que ha presentado el presidente Sánchez está por ver las repercusiones que tendrá, pero ya deja constancia de algo significativo. No se puede y no se quiere ocultar que las crisis que vivimos no afectan por igual, incluso hay a quien le benefician. Cuesta leer y escuchar información sobre como esta es una sociedad que se enriquece y empobrece a la vez. Cada vez hay más personas que sufren pobreza y algunas de ellas de manera más aguda, mientras que otros pocos sectores se enriquecen. No se puede y no se quiere ocultar que las políticas públicas destinadas a hacer frente a las crisis pueden ser muy diferentes y dependiendo del objetivo que tenga tendrán unos resultados u otros. Salvar bancos o salvar personas, volvemos a los debates de 2008, 2009, 2010…
Están por hacer los estudios que permitan valorar los efectos de las diferentes políticas públicas contra la acumulación de crisis vividas en los últimos años. Pero en este Debate se volvía a poner de manifiesto que más allá de hablar en nombre de la clase trabajadora o de la clase media trabajadora a lo que hay que atender es a las medidas aplicadas. El PP que dice estar en defensa de la clase trabajadora es el que niega la existencia de pobreza que muestran los rigurosos informes de Caritas. El PP que dice estar en defensa de la clase trabajadora es el que plantea becas para personas con ingresos hasta 107.739 euros porque como dice Ayuso “también lo están pasando muy mal”. La clase trabajadora acostumbra a estar muy lejos del poder, aunque el poder se presente como su defensor y hable en su nombre.
Las medidas anunciadas en el Debate muestran que hay otros caminos a recorrer en el objetivo de hacer frente a las crisis y evitar los malestares existentes en nuestra sociedad: los nuevos impuestos, las nuevas gratuidades en el transporte, el aumento de becas… Hay una hegemonía discursiva que está en disputa y puede haber victorias como la de este Debate, pero la hegemonía efectiva que permita garantizar derechos y libertades es otra cosa. ¿Son suficientes las medidas anunciadas sumadas a las ya existentes? Hay indicios para pensar y afirmar, como ya saben las personas y colectivos que están en la defensa de estos derechos y libertades, que esta es una carrera de fondo, una lucha constante, para desplazar las políticas de los gobiernos hacia estas necesidades.


