El próximo ocho de noviembre, como cada dos años, se renovará toda la Cámara de Representantes y una tercera parte (34 escaños) del Senado de EE.UU. Treinta y seis estados elegirán a su gobernador. Cuando Joe Biden derrotó a Donald Trump en noviembre de 2020, los Demócratas recuperaron la mayoría en el Senado, que tiene cien senadores, y la mantuvieron en la Cámara de Representantes, que tiene 435 escaños. Pero en el Senado existe un empate a cincuenta senadores entre Republicanos y Demócratas que sólo se deshace a favor de los últimos con el voto de la vicepresidenta Kamala Harris. En la Cámara de Representantes la mayoría Demócrata es sólo de nueve escaños. Actualmente, 26 gobernadores son Republicanos y 22 Demócratas.

En las últimas décadas el partido que controla la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso siempre pierde escaños en las legislativas a mitad del primer mandato del presidente. Esto tiene lógica. Si uno de ambos controla tanto la presidencia como las dos cámaras del Congreso los votantes son más exigentes. Pero las diferencias entre el Senado y en la Cámara de Representantes son notables. Examinémoslas antes de profundizar en las posibilidades de cada partido.

Los mandatos de los senadores son seis años. Pueden pues ser más independientes con respecto a la línea oficial de su partido. Deben recaudar evidentemente dinero, pero no con la misma urgencia que los miembros de la Cámara de Representantes, que cada dos años deben someterse a la reelección. Los últimos deben pensar en recaudar dinero siempre. Oponerse a las medidas y líneas ideológicas de su partido es muy temerario cuando su esperanza de vida política es de tan sólo dos años.

A menudo se dice que todos cien senadores cuando se miran en el espejo se ven presidentes. Efectivamente, en los siglos XX y XXI los presidentes Harry Truman, John F. Kennedy, Lyndon Johnson, Barack Obama y Joe Biden fueron primero senadores. Pero Truman llegó a la Casa Blanca como vicepresidente de Roosevelt cuando el último murió en abril de 1944, Johnson cuando Kennedy fue asesinado en noviembre de 1963 y Joe Biden fue vicepresidente de Barack Obama durante sus dos mandatos. Diecisiete presidentes en la historia de EEUU ejercieron antes de senadores. Pero sólo tres (Warren Harding, John F. Kennedy y Barack Obama) accedieron a la presidencia directamente desde el Senado.

Ser gobernador es una plataforma más frecuente para lanzar un intento en la Casa Blanca o ser candidato a vicepresidente. Franklin Roosevelt (Nueva York), Jimmy Carter (Georgia), Ronald Reagan (California), Bill Clinton (Arkansas) y George W. Bush (Texas) fueron gobernadores antes de aspirar con éxito a la presidencia. De los 46 presidentes de la historia de EE.UU., sólo uno (James Garfied, 1880) ganó unas elecciones presidenciales siendo congresista. En cambio, 17 ejercieron antes el cargo de gobernador.

En las elecciones del próximo noviembre, la probabilidad de que los Republicanos recuperen la mayoría en la Cámara de Representantes es altísima, tachando en la certeza. Los analistas y expertos saben cuáles de los 435 congresistas actuales se enfrentan a reelecciones difíciles y cuáles tienen un contrincante débil, sea en las primarias de su partido (que se han celebrado ya) o en la elección de noviembre. Evidentemente, algunos senadores y congresistas no se presentan a la reelección porque se jubilan o aspiran a otros cargos. En las últimas décadas se ha acentuado una tendencia negativa.

Cada estado tiene dos senadores. El número de miembros de cada estado en la Cámara de Representantes depende de la población. A más habitantes se tiene más congresistas. California (53), Texas (36), Florida (27) y Nueva York (27) son los que más tienen. En el otro extremo siete estados sólo tienen un congresista. Las cámaras legislativas de los estados cada diez años, después de la realización del censo de la población, pueden reconfigurar las fronteras de los distritos electorales. Si Republicanos o Demócratas controlan ambas cámaras del legislativo de un estado, redibujan las líneas de los distritos para que engloben al máximo de votantes en principio leales y que los votarán.

Este fenómeno se conoce como gerrymandering. Ha creado circunscripciones electorales dentro de los estados con formas absurdas. El número de carreras competitivas es relativamente pequeño. Por eso los analistas pueden proyectar con mayor facilidad el resultado global final. En el Senado los Republicanos lo tienen bastante difícil para recuperar la mayoría.

Los posibles competidores de Trump

Será decisivo la dimensión de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes. El congresista líder de los Republicanos en la Cámara, Kevin McCarthy, de Texas, en enero de 2021 condenó en conversaciones privadas las decisiones de Donald Trump que resultaron en el asalto al Capitolio el seis de enero. Pero Donald Trump aún goza de mucho apoyo entre los votantes Republicanos. McCarthy dio marcha atrás y ahora no censura la actuación de Trump. La mayoría de congresistas republicanos (o candidatos a serlo en las primarias) han querido el apoyo de Trump, con distinto grado de interés. Por tanto, si los Republicanos consiguen una mayoría relativamente pequeña (de hasta máximo quince o veinte congresistas), las opciones presidenciales de Trump de cara al 2024 quedarán igual.

Pero el escenario muy preocupante es si se produce una onda Republicana y gran mayoría en la Cámara. En 1994 (primer mandato de Bill Clinton) los Republicanos obtuvieron una ganancia de 53 congresistas y en 2010 (primer mandato de Barack Obama) fueron 63. Si así fuera, Trump se atribuiría el mérito exclusivo y muy probablemente se decidiría a intentar un regreso a la Casa Blanca en las elecciones de 2024.

Hay Republicanos de prestigio y con posibilidades de derrotar a cualquier Demócrata en el 2024. El actual gobernador de Florida, Ron DeSantis, encabeza todas las listas. Ya ha recaudado más de 120 millones de dólares, pero de momento sostiene que es para la campaña de reelección a gobernador. DeSantis es un populista disciplinado. Nikki Haley fue una gobernadora popular de Carolina del Sur durante dos mandatos y embajadora de EE.UU. ante la ONU bajo Trump. Hija de inmigrantes de la India, es la opción más clara de los Republicanos para ampliar su base más allá de los votantes blancos. Mike Pomeo fue primer director de la CIA y después ministro de Asuntos Exteriores bajo Donald Trump.

Tanto Haley como Pompeo quieren presentarse. La primera condenó la actuación de Trump en enero de 2021, pero más tarde declaró que no se presentaría si Trump busca la nominación republicana. conservadoras, pero va demasiado por libre y no es popular entre los demás senadores republicanos. Pero ninguno de estos posibles u otros candidatos pondrán en marcha una campaña para la nominación republicana para las presidenciales del 2024 desafiando a Trump sin pensarlo mucho. Se requiere mucha financiación y viajes a los estados clave de las primarias.

Los gobernadores Republicanos Glenn Youngkin de Virginia y Brian Kemp de Georgia han demostrado que puede ganarse sin el apoyo de Trump. Youngkin no quiso la participación de Trump en sus actos electorales. Kemp derrotó al ex senador Sonny Perdue, el candidato de Trump, en las primarias del pasado 24 de mayo. Kemp es odiado por Trump porque no alteró el resultado de las elecciones presidenciales en Georgia en 2020 y fue objeto de ataques e insultos constantes por parte del expresidente. Pero esos dos ejemplos son una excepción. Si se quiere presentar, las encuestas muestran que Trump es todavía el favorito de los votantes Republicanos.

Las debilidades de los Demócratas y Republicanos

Los Demócratas tienen en su contra especialmente el alto nivel de la inflación. En junio volvió a alcanzar otro récord, alcanzando el 9,1%. Es el registro más alto desde 1981. A pesar de tres aumentos de tipos de interés de la Reserva Federal desde marzo, en junio la inflación interanual se aceleró respecto a mayo, cuando fue del 8,6%. Muchas familias estadounidenses deben escoger entre el gasto en comida, energía y vivienda (alquiler o hipoteca). El paro es prácticamente inexistente (3,6%), lo que permite a los empleados exigir salarios o remuneraciones horarias más altas. Pero este hecho también fomenta una mayor inflación. La Reserva Federal seguramente incrementará su tipo de interés en un punto en julio. No ha aumentado los tipos en 100 puntos básicos (un punto) desde principios de los años noventa. El entidad presidida por Jerome Powell había anunciado que quiere situar la tasa de fondos federales en el rango de 3,5%-3,75% a finales de año. Tras la cifra pésima de inflación de junio, las subidas previstas después de las reuniones de la Fed en julio y septiembre tendrán que ser más fuertes.

Evidentemente, las alzas de los tipos de la Fed conllevan incrementos de los intereses de las hipotecas nuevas (o de las existentes con tipos variables), de los préstamos para adquisición de bienes, de la financiación para compra de vehículos, de la deuda de las tarjetas de crédito y de los pagos para estudios universitarios.

La administración Biden ha estudiado medidas para aliviar el pago de la deuda universitaria. También se le presiona para suprimir o disminuir algunos de los 300.000 millones de dólares en aranceles sobre exportaciones chinas impuestos por Trump. La Casa Blanca propuso una suspensión temporal del impuesto federal sobre la gasolina. Estas tres medidas ayudarían a los consumidores. Pero irónicamente atenderían a la inflación al provocar más demanda. También tienen otros inconvenientes. El gobierno federal no puede obligar a las petroleras a trasladar la suspensión del impuesto federal a una reducción del precio en las gasolineras. Eliminar o recortar aranceles chinos debilita la posición negociadora frente a Pekín.

Este contexto evidentemente favorece a los Republicanos. El coste de la vida es, al fin y al cabo, más importante que cualquier otro tema. El índice de aprobación de Biden ha retrocedido hasta el 36%. Pero los Demócratas gozan de algunas ventajas relevantes. Las sesiones públicas del comité de investigación de la insurrección de 6 de enero de 2021 han sido retransmitidas por muchas cadenas de televisión en horarios de máxima audiencia. Los testigos de ministros o cargos muy leales a Trump describiendo sus decisiones, acciones y omisiones en las semanas anteriores al trágico asalto del día 6 han perjudicado su imagen.
Los Demócratas quieren que el ministerio de Justicia acuse a Trump de acciones criminales al organizar y alentar a un grupo violento con la intención de impedir la transferencia constitucional y pacífica de poderes al ganador de las elecciones, Joe Biden. Sin embargo, los expertos están divididos sobre la existencia de pruebas suficientes que aseguraran un veredicto de culpabilidad. E iniciar un procedimiento criminal contra Trump tan cerca de las elecciones es una táctica muy arriesgada. Podría hacerle aparecer como una víctima política no sólo a ojos de los votantes republicanos más incondicionales sino de los más moderados.

La carta que los Demócratas sí jugarán con mucha intensidad es la sentencia del Tribunal Supremo en relación al aborto. El 24 de junio por seis votos (conservadores) contra tres (progresistas), el Tribunal Supremo tomó la decisión Roe v. Wade de 1973. Desde entonces el aborto estaba permitido dentro de unos límites. Ahora serán los estados los que le regularán. Once estados gobernantes por los Republicanos ya han aprobado leyes prohibiéndolo o restringiéndolo drásticamente. Otros once preparan legislación similar. Lógicamente, en los estados gobernantes por los Demócratas esto no ocurrirá. Pero la Casa Blanca y los candidatos Demócratas destacarán una y otra vez que las mujeres con menos recursos no podrán desplazarse largas distancias para poder abortar en estados donde permanecerá legal.

Aún faltan casi cuatro meses para las elecciones de noviembre. Hechos imprevisibles pueden alterar todas estas consideraciones. Un repunte de Covid-19 con una nueva variante potente seguramente perjudicaría más a los Demócratas. En cualquier caso, las elecciones de noviembre en su conjunto serán tanto un referendo sobre los primeros dos años de Joe Biden como presidente como sobre la posibilidad de que Donald Trump se presente de nuevo en el 2024.

Share.
Leave A Reply