Nadie se esperaba que la reconfiguración del espacio puesto convergente iría para tan largo. Ha pasado tanto ya tanto tiempo que, de hecho, aquel espacio político hegemónico de la centroderecha catalana ya no existe, y los elementos que lo componían se han dividido en distintas partes. Algunas de estas se han integrado en otras formaciones políticas como ERC o el PSC; otras se han esfumado por completo y ya no volverán nunca más. Forman parte de la historia de Cataluña.
El barco se hunde, pero los tripulantes parecen no darse cuenta. El “gen convergente” perdura solo en el hecho de sentirse herederos del patrimonio e instituciones del país. Muestras de este recuerdo se pueden ver, por ejemplo, en las formas inquisitoriales de Francesc Dalmases gritando a periodistas que intentaban hacer su trabajo. Una forma de actuar que ejemplifica el sentimiento de impunidad que han heredado de años de control de las instituciones catalanas. Pero los tiempos han cambiado. El país era suyo, pero cada vez lo es menos.
1) Laura Borràs, una fuga adelante… y un precipicio al final
Que vaya siempre por delante la presunción de inocencia, derecho fundamental y punto de partida de todo procedimiento judicial. Esto es una cosa, y la instrumentalización política que se hace de un caso concreto es otro de muy distinta. Junts per Catalunya ha decidido abrazar a Laura Borràs y apostarlo todo a su carta en un gesto de peligrosas consecuencias.
Según Laura Borràs — y Junts por Catalunya —, la causa abierta por malversación y fraude administrativo es un montaje policial de las cloacas del Estado. Es cierto que las cloacas existen, y que de causas chapuceras y no tan chapuceras contra el independentismo ha habido muchas en los últimos años. El problema, pero, es que todo el mundo ha podido leer los correos electrónicos entre Borràs e Isaías Herrero (este último condenado a cinco años por un delito de narcotráfico y fraude). Es difícil darle la vuelta a eso.
Tanto la CUP como ERC tardadon muy poco en comunicarles a Junts que, en este caso, no cuenten con ellos para defenderlos. Muy claro lo han tenido que ver para poner tierra por el medio tan deprisa. Posiblemente, si Laura Borràs hubiera respondido a las preguntas que le formularon durante su entrevista en el programa FAQS de TV3— y que implicaron la posterior (presunta) ira de Dalmases—, habría podido aclarar algunas cuestiones. No lo hizo. Ahora, el movimiento de Borràs se envuelve de aroma trumpista. Declara — quizás anticipándose a una resolución desfavorable a sus intereses — que una cosa es la ley, y una de muy distitna es su palabra. Pero Cataluña is not Spain, y todavía menos es los Estados Unidos.
Una espada de Damocles reposa sobre la nuca de Borràs. La apuesta de vincular el futuro de Junts al suyo es una apuesta más que arriesgada que puede acabar perjudicándolos. En la sede de ERC, en la calle Calabria, ya preparan las palomitas.
2) Centroizquierda o Ayuso a la catalana
Durante los pocos años de existencia de Junts per Catalunya, han sido muchos los esfuerzos del partido para definirse como un partido de “centroizquierda” en un intento de situarse allá donde se ubica la media del electorado del país. Los nombres y las etiquetas son siempre importantes, porque funcionan más allá de su contenido real; si Junts per Catalunya ha podido definirse como “centroizquierda” es porque el debate sobre políticas sociales y económicas — aquello que afecta las condiciones materiales de la ciudadanía—, han estado ausentes del debate público en los últimos años. No han necesitado probar que no lo eran.
La independencia y la represión judicial lo ha eclipsado todo. Pero luego vino la covid-19, y después vino la guerra, y ahora, por lo que dicen los expertos, tiene que venir una nueva crisis económica. La independencia sigue allá, pero su poder para determinar la agenda se ha reducido considerablemente.
El Congreso de Junts era, pues, un escenario para presentarse ideológicamente ante su público con propuestas concretas. Damià Calvet — actual presidente del Puerto de Barcelona — fue el encargado de presentar la nueva propuesta económica estrella del partido que firmaría Isabel Ayuso a ojos cerrados: eliminar el impuesto de sucesiones.
Por supuesto, una formación política está en su derecho de hacer propuestas económicas regresivas que benefician a la minoría pudiente por delante de la mayoría ciudadana. El impuesto de sucesiones es uno de los pocos tributos que la Generalitat gestiona de manera íntegra y supuso, en el ejercicio anterior, 1.400 M€ de ingresos para la hacienda catalana.
¿Cuál es el problema? Que Junts quiere apelar a las grandes fortunas del país, y, de paso, volver a ganarse el favor de los principales poderes económicos mientras mantienen la apuesta por el discurso hiperventilado sobre la independencia. Y si una cosa ha quedado demostrada durante el proceso de fuga de empresas post-2017, es que estos dos discursos son incompatibles entre ellos.
Junts, al fin, se empieza a definir ideológicamente de manera pública. Al hacerlo a mediante estas propuestas, pero, ya no podrán decir que se sitúan al centroizquierda del espectro político.
3) La DUI que no se cree nadie
La tercera clave del discurso que Junts per Catalunya selló en su congreso, fue la apuesta para mantener el discurso estrictamente hiperventilado sobre la independencia, es decir: aquel discurso que afirma que la independencia unilateral es posible en el corto plazo, pero sin explicar cómo se hace posible. Se trata de acumular expresiones como “embate democrático” o “independencia o fascismo” que no significan absolutamente nada, esperando que el deseo de independencia se reactive por arte de magia.
La apuesta por este discurso parte de un razonamiento electoral, que es el siguiente: como que ERC ha renunciado al discurso hiperventilado, hay un espacio vacante dentro del votante independentista que espera a ser explotado. La diferencia, pero, es de contexto: ya no estamos en el año 2015, ni 2017, ni 2019. Hoy se sabe con claridad meridiana que la no – propuesta de Junts para hacer efectiva la República es inexistente.
Es por este motivo que las palabras que tendrían que sonar rodeadas de épica, suenan como un claxon estropeado en medio de un atasco. El discurso hiperventilado solo motiva a los convencidos, que son cada vez menos.


