Decía Walter Benjamin que lo más preocupante para la filosofía es la síntesis.
Desde su aparición, la tarea de la filosofía consiste en ofrecer al mundo un conjunto estructurado de conceptos que permitan encarar los males que nos afligen. Ello requiere trabajo, mucha lectura y mucha escritura. La filosofía recurre a la escritura como medio para señalar lo que le pasa al mundo, desde la crítica y no desde la complacencia. Por lo general esta tarea de escritura suele materializarse en una obra extensa y apta sólo para especialistas. Lo que en el siglo pasado podían ser gruesos volúmenes casi enciclopédicos hoy son millones de artículos académicos que saturan la web. Pero la constante es que la crítica filosófica tiene necesidad de una escritura extensa.
Sin embargo, Walter Benjamin nos enseña que la escritura extensiva no es la cuestión primera de la filosofía. También la realizó, y varias de sus obras coinciden con la imagen clásica del filósofo académico que escribe largos tratados. Pero el reto real para la filosofía es ser capaz de producir grandes síntesis de alta calidad y efectividad. Hay un segundo momento en toda escritura que consiste en hacer visible el pensamiento a través de una imagen breve e impactante. Walter Benjamin las llamaba “imágenes dialécticas”. Con ellas podía presentar una estructura conceptual de manera ágil y con capacidad de difusión, para que fuera operativa políticamente. Al modo de los buenos refranes populares que, llegados del pasado, condensan grandes dosis de conocimiento y reflexión en una o dos frases, Benjamin buscaba y construía imágenes conceptuales que dieran efectividad a su pensamiento. Que provocaran una acción. Este tipo de imágenes son, para el filósofo, lo más difícil de obtener, donde se juega su pensamiento y obra. Su aparición es consustancial a la creación de la filosofía y sin ellas cualquier trabajo de escritura es estéril. Las suyas más famosas, las que crea para explicar el mito de progreso, son las de la locomotora de la historia y la del Angelus Novus. Este gesto doble hace su obra especialmente valiosa, y nos ofrece un aprendizaje vital sobre la tarea de la filosofía.
En esa tradición, Laura Llevadot ha conseguido un resultado óptimo. Publicado por Tusquets este año, el libro Mi Herida existía antes que yo, Feminismo y crítica de la diferencia sexual es una obra de filosofía exquisita, pues sabe hacer ese doble gesto, de rigor filosófico y efectividad política que tanto valoraba Benjamin. Ofrecido como un estudio del dispositivo sexo/género, hace de la construcción de imágenes conceptuales parte fundamental de su proceso de escritura.
Uno de los referentes de peso de esta obra es Jaques Derrida, que inventó para la filosofía la deconstrucción. Ella consistiría en señalar que en toda cadena de pensamiento o escritura hay un roto o una herida que desfonda el texto y hace surgir por allí el monstruo o el momento traumático de su fundación. Y entiende que ese monstruo no es nada concreto -que no hay objeto fundacional- sino principalmente la herida en sí, la falta. Que la ley y el orden que estructuran un texto, una sociedad o un vínculo están rotos por la ruptura misma de su afirmación, que abre así el texto a su alteración. La ley es pues el gesto de afirmación allí donde se puede perder y la posibilidad de perderse allí donde se afirma.
Desde aquí, Laura analiza la diferencia sexual como un dispositivo que atraviesa todo Occidente. Encuentra cómo ordena lo social separando de un lado lo heteronormativo y de otro “la mujer” y cómo nos afecta a todos, pero no a todos por igual -y eso justamente quiere decir estar atravesado por él. El trabajo de Laura analiza las luchas presentes y pasadas del feminismo, señala aciertos, errores y estrategias fallidas y trata de ofrecer esperanza en el porvenir.
En la estela de la deconstrucción, el dispositivo sexo/género es comprendido como una violencia que se aplica repetidamente sobre cada cuerpo, actualizándose a cada momento. En el espacio de esa actualización, Laura busca “operar” filosófica y políticamente, contraefectuar. Contraefectuar es impedir al dispositivo sexo/genero reconstruirse allí donde trabaja para someter, allí donde se lo ha cuestionado, allí donde nos hiere. Laura señala que es en el marco que el dispositivo ha diseñado donde se entabla la batalla pues, antes que nada, somos la herida que su violencia ha puesto en el mundo. Contraefectuar es evitar su reproducción desde la lucidez que otorga saberse instalado y sometido ahí, pero nunca atado del todo. Contraefectuar es la tarea política de la filosofía y de la vida, que sólo puede realizarse desde la vida misma, desde la herida propia que es la de todos.
Laura contraefectua mediante esta obra, atravesada de imágenes -por ejemplo, la del círculo que no cierra- que nos permiten hacerla nuestra y sentirla viva. Es este un texto lleno de ritmo, rigor y pasión, que se rebela ante una injustica y una ignorancia que nos atenaza. Una lectura para disfrutar de la filosofía en todo su potencial.


