Desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzó la criminal invasión de Ucrania el pasado 24 de febrero, han muerto ocho periodistas escritos y visuales en esta conflagración bélica a fecha de 24 de agosto. Una veintena desde que el conflicto estalló en 2014 en el Donbas. Lo recuerda el director del festival Visa pour la Image de Perpiñán, Jean-François Leroy, en su editorial de esta edición (27 de agosto-11 de septiembre). Gracias al equipo de investigación visual del The New York Times, existe la prueba de la masacre de Bucha, al noroeste de Kíiv, por parte del ejercito de Rusia. Pero es el mismo equipo quien ha demostrado, verificando la autenticidad de un video, que soldados ucranianos también pueden ejecutar a prisioneros rusos.
Este es el trabajo del fotoperiodismo y de un festival como el Visa que, evidentemente, está encabezado este año por la guerra de Ucrania, pero que no olvida los otros conflictos en el mundo que pueden quedar sepultados. El mismo Leroy se refiere a la decena de periodistas muertos en México desde principios de año o el asesinato, según las pruebas y los testigos, por parte de un soldado israelí de la palestina Shireen Abu Akleh cuando trabajaba para la televisión Al Jazeera. Más de veinte exposiciones dan testimonio del estado del planeta, con algunas imágenes más ligeras, pero sin olvidar otro tipo de catástrofe, la del cambio climático. Y una especial incidencia en los océanos, que son un indicador de nuestro futuro.

“Durante más de quince días, fueron el único medio de comunicación internacional presente en la ciudad, los únicos periodistas en medida de transmitir videos y fotos al mundo exterior”, se lee en la presentación de la exposición Mariúpol, Ucrania, a cargo de los fotógrafos Mstyslav Chernov y Evgeniy Maloletka para la agencia Associated Press (AP) sobre su trabajo documental del asedio en esta estratégica población del mar Negro que acabó cayendo en manos rusas el 20 de mayo.
“Se encontraban allí cuando se produjeron los bombardeos en la maternidad… Se encontraban allí cuando hombres armados empezaron a recorrer la ciudad para perseguir a todos aquellos que pudieran probar que la versión de Rusia era falsa”, se relata en el texto. En este sentido, la embajada de Rusia en Londres publicó las fotos de AP rayadas con la palabra FAKE. Y, en el Consejo de Seguridad de la ONU, un alto diplomático ruso exhibió las imágenes de la maternidad afirmando que no eran auténticas. Estas imágenes mostraban la historia de bebés, adolescentes, mujeres, enterrados en fosas comunes porque no había tiempo de otras cosa antes del siguiente ataque.

Los dos fotógrafos ucranianos acabaron huyendo porque los mismos habitantes de Mariúpol les pedían que no se quedaran por el riesgo que los atraparan y, así, no poder mostrar lo que estaba pasando. “¡Enseñad esto a Putin!”, les gritó mirando fijo a la cámara un médico que llevaba a una niña de seis años en pijama al hospital llena de sangre y a quien intentaba reanimar. Chernov y Maloletka consiguieron huir con las imágenes. El primero es de Járkov, el segundo de Berdiansk; la primera ciudad sigue siendo bombardea por Rusia, la segunda fue ocupada solo empezar la guerra.
Las escenas que muestra Daniel Berehulak en Тут жили люди Hay gente que vivía aquí, su exposición sobre la masacre de Bucha para el diario The New York Times y la agencia MAPS, son igual de estremecedoras. La inscripción люди, que quiere decir gente, era para advertir de que los que vivían allí eran civiles. Cuando a principios de abril, las fuerzas ucranianas consiguieron liberar Bucha, se encontraron con este panorama desolador y Berehulak, australiano de origen ucraniano, pasó semanas documentándolo. “Cuerpos de civiles por todas partes, en las calles, en los jardines, en los sótanos y en los salones; algunos con una bala en la cabeza, otros con las manos atadas a la espalda”, se detalla en el texto aludiendo también a las mujeres que fueron violadas y a “las secuelas psicológicas de los supervivientes”.

Desde del punto de vista de estas consecuencias, el francés Lucas Barioulet para el diario Le Monde presenta el reportaje Ucrania: la guerra diaria, sobre el día a día de la población bajo el clima de guerra y que ha merecido el Visa de Oro de la Ciudad de Perpiñán Rémi Ochlik 2022. “Una vida en escondrijos bajo tierra o en vagones repletos, marcada por las sirenas, donde la muerte viene del cielo”, explica el mismo Barioulet, que ha ido de Lviv a Kíiv, pasando por Borodianka. “Está la espera, el aburrimiento, el miedo, la duda, la absurdidad, la vida, la muerte… Las imágenes solo representan, en definitiva, fracciones de segundo de lo cotidiano sobre el terreno, donde la guerra en su caso está presente en permanencia”.
De contexto histórico pero sin olvidar imágenes recientes, es Ucrania, de la independencia a la guerra, de Sergei Supinsky, un veterano fotoperiodista ucraniano que desde hace tres décadas ilustra para la Agencia France Presse (AFP) los convulsos cambios de este país que tiene que ganarse su soberanía vertiendo sangre. El redactor jefe Europa de la AFP, Karim Talbi, explica cómo ha sido su trabajo estos últimos seis meses: “Supinsky está a pie de obra para mostrar las primeras destrucciones causadas por los bombardeos rusos. Al día siguiente, está al norte y este de la ciudad donde tiene lugar la batalla de Kíiv. Sus fotos dan testimonio de los primeros soldados rusos muertos intentando tomar Kíiv. Desde entonces, Supinsky no ha parado de fotografiar”.
Desde la retaguardia

Desde las cancillerías, el objetivo de un político tendría que ser el de usar la diplomacia para evitar la guerra. Esto es lo que intentó el presidente francés, Emmanuel Macron, durante su primer quinquenio recibiendo hasta dos veces a su homólogo ruso, Putin, con el resultado final que ya sabemos. El amo del Kremlin había tomado su decisión desde hacía tiempo. El francés Jean-Claude Coutausse lleva cuatro décadas siguiendo entre bastidores el poder y la reacción de sus seguidores, lo que refleja en Baño de masas. Son fotografías de hombres políticos hechas para Le Monde, como antes lo había hecho para Libération. Y una advertencia sobre la estandarización de este ejercicio: “Trabajar para una redacción permite escapar de la presión de los comunicantes, aquellos que hacen del fotoperiodismo político un fotoperiodismo cautivo… Yo fotografío la política para no dejar la comunicación pasar por delante de lo real”.
Y, a veces, estos políticos se lavan las manos, como ha hecho Estados Unidos en Afganistán tras dos décadas en que fueron incapaces de desterrar a los talibanes. Y estos volvieron a recuperar el poder en agosto del año pasado. El australiano Andrew Quilty llegó allí por primera vez en 2013 y, desde entonces, ha visto como el país iba para atrás hasta la toma calamitosa de Kabul. Este desafortunado destino, con los errores que cometieron los mismos norteamericanos, es lo que se ve en El final de una guerra interminable para la agencia Vu’, que se cierra con las escenas de pánico en el aeropuerto de Kabul intentando huir y que se convertirá en libro a finales de año.
La junta birmana también utiliza la violencia para reprimir a la oposición desde el golpe de estado de febrero de 2021, pero esta se ha organizado en el ejército del llamado Gobierno en Exilio y ha unido sus fuerzas a los independentistas del Ejército Karenni en su lucha desde los bosques del Estado de Kayah, en el este del país, que hace frontera con Tailandia. El ítalo-británico Siegfried Modola se ha adentrado en la zona y ha efectuado el reportaje En el corazón de la rebelión birmana, que forma parte de un trabajo de largo recorrido sobre la resistencia del pueblo karenni desde 1947 contra el poder central. De allí, extrae testimonios de jóvenes rebeldes en campos de desplazados.


Otro veterano de las trincheras, el serbio Goran Tomasevic, del polvorín de los Balcanes a las Primaveras Árabes y la posterior represión en Siria y el fratricidio en Libia, pasando por otros conflictos en Asia y África, presenta Entre guerra y paz, las fotos que ha hecho desde los años noventa para la agencia Reuters. “Hoy en día, demasiado a menudo las palabras esconden la verdad, la fotografía sigue estando del lado de la realidad”, afirma Tomasevic en su introducción añadiendo que “una foto dice la verdad”.
Para hacer evidente el sentimiento de injusticia que se vive en el Líbano, Tamara Saade reúne en Sin descanso las multitudinarias manifestaciones de 2019 contra una casta política corrupta y la posterior demostración de esta nefasta gobernanza con la explosión, en agosto de 2020, de los depósitos de nitrato de amonio almacenados en el puerto de Beirut que causaron 200 muertos, 6.000 heridos y dejaron a 300.000 personas sin casa. “El Líbano ya no es un país en guerra; lo fue y, actualmente, es un país en conflicto, rodeado por la guerra y a merced de actores extranjeros”, define Saade que, pese a la quiebra de su Estado, quiere mantener viva la esperanza y también realiza instalaciones inmersivas para reivindicar su causa.
El coste de las migraciones

Los que han vivido en su propia carne la odisea de las migraciones pueden ser los mejores situados para transmitir al resto lo que significa abandonar su hogar para lanzarse a un trayecto con final incierto y que cuenta con las fronteras cada vez más cerradas de la Unión Europea. Lo sabe el sirio Sameer Al-Doumy, que tenía trece años cuando empezaron las protestas contra Bashar al-Ássad y, sin solución de continuidad, se acabó convirtiendo en fotógrafo bajo pseudónimo para la AFP. Su emigración fue regulada, porque desde 2018 trabaja en Francia para la agencia. Pero esto no quiere decir que haya dejado de interesarse por lo que le ocurre a sus compatriotas u otros emigrantes de países en guerra de Oriente Medio. Las rutas de la muerte, un título bastante elocuente, es un reportaje sobre la cada vez más mortífera travesía del canal de la Mancha, desde el puerto de Calais a la vecina Inglaterra.
En noviembre pasado, 27 inmigrantes se ahogaron cuando lo hacían con una de estas precarias barcas neumáticas en que más de 30.000 personas lo intentan cada año arriesgando su vida porque desde el Brexit todavía es más difícil conseguirlo por vías oficiales o colándose por el Eurotúnel. Pagan 3.000 euros por cabeza a sus barqueros, pero más allá del tráfico de personas el fracaso de la política migratoria europea que esto supone está claro. “Se puede temer que, después del Mediterráneo, el canal de la Mancha se convierta en un nuevo cementerio a cielo abierto”, escribe el mismo Al-Doumy que, con este reportaje, ha obtenido el Visa de Oro Humanitario del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Las discriminaciones en función de los orígenes no hay que irlas a buscar solo fuera de la UE, porque la comunidad gitana es un ejemplo y, especialmente, en Europa del Este. La italiana Selene Magnolia ha hecho una inmersión en el barrio de Stolipinovo de la ciudad búlgara de Plovdiv, en el centro del país, donde viven 80.000 gitanos de origen turco. Desde la caída del régimen comunista, sus habitantes perdieron el trabajo por la privatización de las empresas y han quedado socialmente aislados. Por eso, Magnolia lo encabeza como Zor. En el gueto gitano más grande de Europa. Y las fotos de la italiana reflejan esta miseria, pero también los momentos de fiesta con las bodas que implican a toda la comunidad. No hay que ir tan lejos porque el Convento de las Mínimas, donde se podrá ver la exposición, está al lado del barrio de Sant Jaume de los gitanos de Perpiñán, que también viven al margen del resto de ciudad.
Al otro lado del Atlántico, la venezolana Ana María Arévalo Gosen se ha interesado por la población femenina en las prisiones de su región en Días Eternos: Venezuela, Salvador, Guatemala (2017-2022). “Recordemos que, cuando se encarcela a una mujer, no es solo un individuo quien sufre sino todos los estratos de la sociedad”, reproduce la fotógrafa de una cita de la antropóloga ecuatoriana Lisset Coba. “En el siglo XX, la caza de brujas continúa: a las mujeres excluidas se las sigue castigando”. De entrada, la fotógrafa recuerda que en Venezuela no hay centros de detenciones específicos para mujeres o en El Salvador estos han sido pensados solo para hombres, sin separación por crimen o edad. A menudo, no hay ningún sector reservado para ellas y sus hijos y, en todo caso, cuando estos tienen entre tres y seis años, ya no los pueden guardar más. Ante estas condiciones, lo acaban compartiendo todo con las otras convictas y, de su propio cuerpo, hacen un espacio de resistencia con sus tatuajes. Arévalo Gosen, que actualmente vive en Bilbao, ganó el año pasado con este reportaje el Premio Camille Lepage.

Desde un punto de vista masculino, el italiano Valerio Bispuri también lleva trabajando desde hace diez años en el proyecto Encerrados en prisiones sudamericanas. En este Visa, sin embargo, presenta el trabajo que comenzó en 2018 en Zambia y Kenia sobre enfermos mentales, a quienes en estos países a menudo se los asocia con demonios, y que después ha continuado en Benín y Togo, con un paréntesis durante la pandemia en una clínica psiquiátrica italiana. Lo ha bautizado como Cámaras del espíritu, dedicado a lo que él denomina las personas invisibles. “Antes de tomar una foto, me espero, intento seguir el tiempo de la persona que tengo ante mí”, detalla Bispuri. “¿Quién es esta persona? ¿Qué siente? ¿Sufre mentalmente?”.
El decano de esta edición es el estadounidense Eugene Richards, ex Magnum y con dieciocho libros de fotografías detrás suyo sobre personajes marginales, los estragos de las drogas, los enfermos mentales, el coste de la guerra o el cáncer de una mujer. Hurgando en su archivo clichés que todavía no había enseñado nunca, ha construido Al margen, que es su mirada personal sobre la humanidad desde que empezó su trabajo a finales de los años sesenta. Ahora, él tiene 78 años. “Me parecía que, a excepción quizás de las fotos de guerra, las imágenes que se publican cada vez son menos naturales, y cada vez más puestas en escena, construidas, en colaboración con los temas”, se queja en la presentación sobre la falta de espontaneidad en estos momentos en el fotoperiodismo fustigando la palabra colaboración.
Visa pour l’Image 2022: exposiciones con acceso gratuito en Perpiñán del 27 de agosto al 11 de septiembre. Del 12 al 16 y del 19 al 23 de septiembre, las exposiciones se mantienen abiertas, con prioridad para los grupos escolares. En la Esplanade de la Villette de París, del 16 de septiembre al 30 de octubre, con dos proyecciones el 23 y 24 de septiembre a las 20h. En línia, la mayoría de exposiciones del 27 de agosto al 30 de septiembre www.visapourlimage.com


