¿Crear o cobrar?: “Parece que las vocaciones culturales no puedan ser remuneradas”

Hace menos de un año que se decidió a dejar los 1.300 euros asegurados a fin de mes. La jornada de 8 horas la dedicaba a gestionar proyectos sociales. La música, un tiempo extra. Ahora, la rapera Imane Raissali, conocida como Miss Raisa, ha conseguido poner los versos en el centro de su modus vivendi. “Ya no puedo hacer mil cosas gratis como he llegado a hacer, tengo que luchar por sobrevivir en el mundo del arte”, argumenta, ante los reiterados ofrecimientos de participar sin cobrar en acontecimientos y los intentos de rebajarle los honorarios. La inestabilidad económica se ha convertido en una constante con la que convive. “Teniendo una criatura ahoga un poco”, afirma. Asimismo, se siente afortunada de haber logrado definir su caché y poder vivir de la música. No es lo que, asegura Raissali, ocurre más habitualmente. “Hay lugares donde tratan fatal y pagan muy poco por tocar, pero igualmente se acepta para poder tener la experiencia”, lamenta la rapera. Dice que, la mayoría de músicos que conoce, el techo lo pagan con otros trabajos -“en restaurantes, bares o como personal de seguridad”,

Pintura, tejido y cerámica, por un lado. Clases a niños y encargos de diseño gráfico, por otro. Ha trabajado toda su vida diversos lenguajes artísticos, a la vez que ha trabajado de lo que le ha permitido sostenerse. Y ahora tener una pensión de jubilación suficiente. Consuelo Vallina , que ha presidido la Unión de Artistas Contemporáneos hasta principios de año, afirma que lo más frecuente entre artistas visuales es “ser mecenas de una misma”: “Esto no quiere decir que nunca ganes dinero con tus obras , pero normalmente con otro trabajo nos autofinanciamos los gastos de producción”, específica. “Como es un trabajo vocacional, aunque sea dificultoso, no te detengas”, añade enseguida.

Los oficios artísticos parten de una pasión y derivan en muchos casos en una precariedad laboral “esperable”. Según problematiza la ensayista e investigadora del Instituto de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC Remedios Zafra , “normalizar” las dificultades de sostener la dedicación a trabajos artísticos y culturales es consecuencia del escaso valor social que se les otorga, a pesar de ser los oficios que trabajan con lo que “nos permite hacernos preguntas, imaginar y romper rutinas”: “Controlar lo simbólico es controlar el imaginario y, de eso, los que saben mucho son la religión y el mercado ”, plantea Zafra.

La precariedad genera que el entorno artístico sea para personas privilegiadas, porque si quiero dedicarme al cine oa la música, puedo estar años antes de encontrar la salida, y si tienes pasta, puedes estarte moviendo tus proyectos”, explica José Sánchez-Sanz

José Sánchez-Sanz es compositor de clásico y ha realizado, sobre todo, música para cine. Detecta que son las normas de la industria las que “dominan en el entorno de la cultura” y considera que son las que provocan precariedad a las trabajadoras de los ámbitos artísticos. En el caso de la música, denuncia que, normalmente, las salas de conciertos no les reconocen la relación laboral: “O haces factura o en negro, a no ser que directamente debes pagar por alquilar la sala, aunque haya recibido financiación público para programar y dar oportunidades a la diversidad artística que existe en el país”, afirma el músico, portavoz de la Coordinadora de Músicas y Músicos de la CNT en Madrid.

La escala de condiciones laborales en la esfera artística y cultural tiene escalones de calidad muy diversa y las experiencias de quien transita son desiguales: hay quien se mueve con firmeza desde la infancia y hay quien hace equilibrios para poner los pies y no caer durante la vida. Ahora bien, la idea de que “ser creadora” implica anteponer la vocación a su vida ya las condiciones de trabajo, es una creencia que tiende a impregnar unas y otras. “El entusiasmo” de las trabajadoras y trabajadores artísticos y culturales es “instrumentalizado”, denuncia Zafra: “Se saca más trabajo por menos dinero, simulando que hay muchas personas en las mismas situaciones dispuestas a cobrar poco, o en ocasiones incluso a pagar, por prácticas que podemos considerar laborales”, detalla.

Sánchez-Sanz defiende que, si la cultura funciona, es por el “esfuerzo y la energía” que ponen las personas que trabajan en ella. Y que, otra cosa, es qué trabajo les aporta el dinero cada mes. En su caso, dar clases en la Universidad. “La precariedad genera que el entorno artístico sea para personas privilegiadas, porque si quiero dedicarme al cine oa la música, puedo estar años antes de encontrar la salida, y si tienes pasta, puedes estarte moviendo tus proyectos”, plantea .

Se saca más trabajo por menos dinero, simulando que hay muchas personas en las mismas situaciones dispuestas a cobrar poco, o en ocasiones, incluso, a pagar, por prácticas que podemos considerar laborales”, detalla Remedios Zafra

Una mayoría de las personas que pueden dedicarse a crear es porque tienen otros trabajos “muy diversos”. Es una de las conclusiones de la búsqueda de Remedios Zafra. También durante las entrevistas detectó que, en general, estas trabajadoras debían aceptar “todo lo que les llega” para continuar con su actividad creativa. “Su práctica suele venir de una vocación a la que han dedicado tiempo, ensayo, formación y energía y tienen por tanto expectativas a la hora de poder convertir esta potencia en trabajo, pero sólo las que cuentan con un apoyo familiar pueden pensar en la creación como único trabajo”, observa la investigadora cultural.

Entre las dificultades para hacer sostenible la actividad creadora, Ingrid Guardiola , investigadora cultural, identifica también una creciente demanda de “productividad y novedad en tiempos más cortos”. “Hay un período entre una creación y otra creación que es la investigación, que es intangible, ya menudo es la parte que cuesta más de entender que debería contar con financiación”, reclama. Ésta es una de las particularidades que se convierte en barrera para dedicarse a oficios artísticos “si no tienes asegurada la supervivencia” por vías paralelas. “Entre la gente que se ha podido dedicar firmemente a la cultura, hay en general un componente de clase social importante”, remarca Guardiola, actualmente, directora de Bòlit-Centro de Arte Contemporáneo de Girona.

Entre la gente que se ha podido dedicar firmemente a la cultura, existe en general un componente de clase social importante”, remarca Ingrid Guardiola

“Hacer lo máximo para tener un trabajo que te permita vivir dignamente”, ha sido una presión que, explica Raissali, ha sentido desde pequeña. Llegó a Barcelona procedente de Marruecos con 8 años. “Nada se te ocurre la idea de ser artista en un entorno familiar de escasos recursos, con dificultades para asumir el coste del material escolar o extras como las excursiones”, explica.

Las discriminaciones y el correspondiente desclase que implica migrar por muchas personas no occidentales, es una de las piezas para explicar la infrarrepresentación de la diversidad de orígenes dentro de instituciones y equipamientos culturales. Corregirlo es uno de los retos identificados en el último informe del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Catalunya.

Raissali nunca se ha formado en música. Estudió comercio internacional, trabajó de agente de aduanas dos años y después entró a gestionar proyectos sociales. El origen de Misa Raissa lo sitúa en el patio de la escuela, donde observaba a un grupo de chavales más grandes que rapeaban. Un día, la animaron a hacerlo también. algo bonito, sino de fomentar la empatía”.

Cultura entre equilibrios y privilegios

Miquel Barcelona se sabe privilegiado de haber contado con el apoyo familiar para formarse en danza y apostar sin distracciones por hacer carrera. Y es que el mensaje de “búscate un trabajo de verdad y, en el tiempo libre, te dedicas”, es habitual que lo reciban artistas y creadoras provenientes de familias de clases trabajadoras. “Quienes toquetean tecnología pueden convertir una afición en un trabajo e, incluso, se idealiza la figura en ‘el emprendedor de Silicon Valley’, pero a quien se dedica a la cultura se le dice que su trabajo es una afición”, expone Zafra.

Muy bien pagado, en ocasiones. Regalando el trabajo, en otros. Las condiciones laborales como coreógrafo y bailarín que Barcelona ha ido encontrando son muy diversas, afirma, y ​​las “jerarquías internas salariales” entre las figuras que participan en algunos espectáculos también. En cualquier caso, la inestabilidad es la carta que, como tantos otros profesionales de las artes escénicas, encuentra sobre la mesa. El área asistencial de la Fundación AISGE, la entidad de gestión que distribuye los derechos de propiedad intelectual de bailarines, actores, actores de voz y directores de escena en el Estado, destinó a lo largo del último año cerca de 4 millones de euros a programas de apoyo por artistas sin empleo o en condiciones precarias. La prestación para personas mayores de 60 años, para complementar las pensiones más bajas, es el programa al que destinan mayores recursos.

“Nunca he sabido de qué trabajaría más allá de dos meses y esto es una decisión de vida que no ha sido premeditada, sino fruto de sentir que éste es el lugar que puedo ocupar en la sociedad, que resulta ser bastante disidente”, plantea Barcelona . Hace cinco años, a través de una convocatoria de la asociación de profesionales de la danza, realizó su primer proyecto y ahora tiene su compañía. Está impulsando una obra que explorará “el centro de la cultura y la contracultura”. La fase de investigación para este proyecto es un proceso que durará meses, pero desde el inicio ha aparecido la relación de los trabajadores y trabajadoras artísticos con las instituciones, y el desequilibrio salarial en la estructura cultural. “La mayoría de dinero se queda en los intermediarios y con los que se intentan ahorrar dinero es siempre con los trabajadores de la danza”, denuncia el coreógrafo.

Nunca he sabido de qué trabajaría más allá de dos meses y esto es una decisión de vida que no ha sido premeditada, sino fruto de sentir que éste es el lugar que puedo ocupar en la sociedad, que resulta ser bastante disidente”, plantea Miquel Barcelona

También la artista y gestora cultural Montserrat Moliner , presidenta de la Plataforma Asamblearia de Artistas de Cataluña (PAAC), denunciaba hace unos meses , que la mayoría de la inversión pública “queda retenida en la complejidad de mantener las estructuras”, mientras que hay poca inversión directa en las personas creadoras. Sus ingresos, afirma Moliner, en su mayoría no exceden los 6.000 euros anuales.

Ser oficios vocacionales lleva implícita la consideración de que “la satisfacción de hacerlos es una forma de pago”, explica Zafra, que reivindica el margen de mejora de las condiciones de las trabajadoras “para poner en valor la cultura y conseguir que puedan regular la su práctica: seguridad social, derechos y obligaciones laborales”. Si bien es una precariedad que suelen protagonizar personas “activas y con estudios”, para la investigadora es importante no ubicarla en contraposición con la precariedad de quien “está al límite o habita la pobreza absoluta”: “De este modo, la presión recae sobre quien es más o menos pobre y olvida quien lo provoca”.

De dedicarse al arte y la cultura, el guionista y dramaturgo Yago Alonso destaca su incertidumbre y su persistencia. “Personas con talento hay muchas, pero esto es una carrera de fondo y, con lo que cuesta sacar adelante un proyecto, a veces piensas que la próxima vez quizás lo piensas dos veces”, reconoce. Remarca, a la vez, que la precariedad no es patrimonio de su terreno, sino que el problema es que una parte amplia de la gente viva instalada en trabajos infraremunerados y en el no llegar a fin de mes.

De personas con talento hay muchas, pero esto es una carrera de fondo y, con lo que cuesta sacar adelante un proyecto, a veces piensas que la próxima vez quizás lo piensas dos veces”, reconoce Yago Alonso

Las obras de Alonso plantan un espejo de humor para repensar situaciones que tocan, sin gracia, a buena parte de la población. Pero el sueldo lo gana “creando dentro del mainstream”, en televisión, explica. El teatro, lo define como vocación; como la vía que ha encontrado para contar las historias que quiere contar. “Genera unos sueldos incompatibles con el coste de la vida en una ciudad como Barcelona”, afirma el coautor de la exitosa Ovejas y otros como Instrucciones para enterrar a un padre . Las obras las escriben a cuatro manos con Carmen Marfà , con quien, también, “se roban las vacaciones” para poder hacerlo, afirma. “Espero que llegará un día en que sea nuestro principal empleo”, dice.

Multipremiada, con más de una quincena de obras a sus espaldas y casi treinta años de recorrido, Marta Sanz lleva solo siete viviendo de sus libros. “Parece que las vocaciones culturales no puedan ser remuneradas, que sean un don por el que tengas que estar agradecida a los cielos”, observa. Sanz reivindica la dimensión educativa y transformadora de las artes, pero detecta que socialmente tiende a verse la cultura como “la guarnición del solomillo”: “Pedir remuneración por personas que a lo que se dedican es a ‘complementar’ es aún más complicado”, plantea .

Zafra advierte que una cultura “precarizada” genera una “frustración dañina que contribuye a no cuestionar ni el poder ni el sistema de los verdaderos privilegiados”. “Pone en riesgo el contrapunto de resistencia y crítica”, alerta, mientras “muchos se lucran de este escenario”: “Este poder es, como en tantas situaciones, al que hay que exigir un mayor esfuerzo y responsabilidad a la hora de favorecer cambios”, defiende la investigadora.

Artículo original de La Fàbrica Digital