No es fácil el ejercicio de explicar las escenas que se han vivido al descubrir la masacre de Irpín y Bucha, en la periferia noroeste de Kíiv. El 30 de marzo pasado, el presidente ruso, Vladímir Putin, dio la orden de retirar sus tropas alrededor de la capital para concentrar la guerra en el Dombás. Cuando las unidades ucranianas, seguidas de los periodistas, entraron en estas dos poblaciones se encontraron con un reguero de cuerpos de personas que habían sido ejecutadas a sangre fría durante la ocupación de un mes. Se calcula que al menos fueron 1.300 en la región, lo que se investiga como crímenes de guerra. El australiano Daniel Berehulak (Sídney, 1975), de origen ucraniano, fue uno de esos primeros fotoperiodistas en entrar en la zona para el diario The New York Times.
¿Por qué quisiste cubrir la guerra en Ucrania?
“Porque mis padres son de allí. Mi entorno familiar en Australia era casi todo ucraniano. Mis padres huyeron como refugiados durante la Segunda Guerra Mundial. Y a mis abuelos, durante los tiempos de Stalin, los deportaron a Siberia. Y, cuando regresaron, tuvieron que sobrevivir a la época de la hambruna (Holodomor, matar de hambre) entre 1932 y 1933… La actual guerra de Ucrania no es algo nuevo. La guerra del Dombás empezó en 2014, pero es consecuencia de lo que el poder ruso piensa sobre la identidad ucraniana. Creen que este territorio es parte de Rusia. Llevamos doscientos años peleándonos por nuestra propia cultura, por nuestra propia lengua”.
¿Con tu familia, hablabas ucraniano?
“Mi padre murió en 2005, pero antes regresamos a Ucrania. Había nacido en 1926. Era la primera vez que volvía a Ucrania, ¡después de 60 años!… Yo, en este sentido, crecí como un ucraniano, hablando ucraniano en casa, bailando el ‘kozachok’ ucraniano, cantando en un coro… Mi padre era del sur de la la región de Lviv, cerca de Drohóbych. Y mi madre es del Dombás, de Volnovaja (óblast de Donetsk, en manos rusas desde la guerra del 24 de febrero). Mis abuelos maternos trabajaban en las minas”.
Además ya habías hecho un trabajo fotográfico sobre Chernóbil para Getty Images en los años 2000…
“Pero en 2014, cuando estalló el conflicto en el Dombás, empezaba a trabajar para el ‘New York Times’. Y, en ese momento, no tuve el control de lo que me hubiera gustado hacer. Les dije que tenía una fuerte conexión con el lugar, pero estaba cubriendo la epidemia del Ébola en Liberia para el diario. Estuve allí más de cien días. No tuve la oportunidad de ir a Ucrania”.
Ahora sí…
“Me estaba recuperando de una operación en la rodilla derecha, en octubre pasado. Estaba al final de la rehabilitación. El 24 de febrero (cuando Putin lanzó la invasión de Ucrania) contacté con mis editores del ‘New York Times’ y volvimos a hablar de mi conexión con el país. Y el 19 de marzo me mandaron a Ucrania. Llegué a Kíiv y empecé a trabajar con nuestros reporteros para entender qué estaba pasando en la periferia de Irpín y Bucha. Vimos cómo los ucranianos hacían retroceder al ejército ruso. Nuestros primeros trabajos fueron con los médicos de las ambulancias y con voluntarios que ayudaban a la gente a escapar de estas dos poblaciones. También nos pusimos de acuerdo con soldados de las unidades militares Odín y Azov. Hasta que el 28 de marzo entramos en Irpín con dieciséis soldados del primer regimiento”.
La entrada en Irpín

¿Todavía había ataques rusos?
“Sí. Ocho soldados de la unidad se quedaron allí por la noche. Y cuando el resto estábamos saliendo, al cabo de diez minutos, hubo un intercambio muy fuerte, con tanques del otro lado. Creo que nos miraban cuando caminábamos. La batalla duró unos 55 minutos. El reportero, nuestro agente de seguridad y yo estábamos a un kilómetro, pero lo escuchamos todo. En ese momento, la unidad ucraniana hizo volar un dron para ver dónde estaban los otros soldados para ayudarlos. Incluso escuchamos disparos de morteros a menos de cien, doscientos metros. Entre nosotros, caminábamos a una distancia de tres metros. Los disparos de morteros los sentimos como si fueran en nuestro pecho. Entonces, saltamos para escondernos en un edificio. Allí esperamos como media hora. Fue entonces cuando tomé la foto del perrito que se puso a mirar por la ventana igual que el soldado que apuntaba”.
¿55 minutos es mucho respecto a otros conflictos que has cubierto?
“Depende… Si los soldados se sienten cómodos para salir, yo me siento cómodo también… Tengo ya una experiencia. Y ellos llevan ocho años luchando, desde 2014”.
En Irpín, todavía no habías visto ningún cuerpo…
“No”.
Fue a partir del 30 de marzo, cuando Putin decidió retirarse de los alrededores de Kíiv para concentrarse en el Dombás y el mar Negro…
“Sí, el 30 huyeron de allí”.
Y las primeras fotos de Bucha, con los cuerpos sin vida, son del 2 de abril…
“Sí, el 2 de abril entramos con la unidad Azov”.
¿Cuál fue la relación con los soldados de Azov, a quien se les identifica como milicias de extrema derecha?
“Tienen esta fama pero es un poco complejo. Tienen esa reputación, pero tampoco está cien por cien claro. Como hubo mucha gente que entró en ese batallón, había soldados de todo tipo y lugares. Esto también es una desinformación que los rusos hacen circular”.
En las fotos he visto que en estas unidades también había estadounidenses y británicos. ¿Con Odín?
“Sí, entre sus dieciséis soldados, había un británico y tres estadounidenses como voluntarios… No vimos franceses, pero hay de todas partes”.
Ejecuciones y torturas

¿Por qué entrasteis con los soldados de Azov en Bucha?
“Porque Bucha estaba cerrado. Había muchas minas y los soldados necesitaban tiempo para desactivarlas. Nosotros acabamos entrando con la unidad Azov para entender qué había pasado. Nos encontramos, en un pueblo, con gente con hambre. Los Azov repartían comida. La escena fue muy impactante, viendo abuelos, abuelas peleándose. No habían tenido pan durante más de treinta días. No podían cocinar porque, si salía humo, los rusos podían detectarlos. Y tampoco podían calentar sus casas”.
¿Incluso estando dentro?
“No. La gente estaba dentro de sus casas, y dentro de las escuelas. Y, si se veía humo, los rusos podían pensar qué allí se escondían soldados ucranianos”.
El periodista del New York Times igual no hablaba ucraniano, pero tú sí…
“Él habla ruso; yo hablo ucraniano. Ese día, solo entramos nosotros dos, no íbamos con traductor porque no nos permitían más de dos asientos en el camión. El periodista podía comunicarse con los soldados, y yo también. Estuvimos en Bucha dos o tres horas. No había comunicación posible por teléfono. Y, en el primer pueblo que entramos, ya encontramos el primer cuerpo. Y, después de cien, doscientos metros, dos más. En otra cuadra, dos o tres más tirados en la calle con disparos en la cabeza. Vi como cinco o seis así”.
¿Cuál fue tu reacción y la del periodista?
“Era como entrar en una escena de guerra, en que no sabes qué pasó. Iba pensado en qué más me iba a encontrar”.
¿Hacías las fotos directamente o te parabas a pensar?
“En ese momento, me pregunté si solo eran esos cuerpos o había más. Y el 4 de abril nos encontramos con una fosa, no sé, de 150 cuerpos de personas que los rusos habían matado. El primer día estuvimos como dos o tres horas y, después, regresamos diariamente para hacer entrevistas. Para investigar más y entender qué había pasado. Tomamos testimonios de los supervivientes. Fue un horror de historias”.
¿La gente con quien hablabais eran los que no se habían podido escapar?
“Claro, sobre todo los viejitos. Fueron testimonio de muchas ejecuciones por parte de soldados rusos que buscaban a personas con marcas, tatuajes, como símbolos de nacionalismo ucraniano. Si tenían un tatuaje o algo parecido en el cráneo, los ejecutaban”.
La identificación futura de los soldados rusos

Esto es un exterminio, ¿no?
“Sí, es un genocidio. Al cabo de dos semanas, entrevistamos a una familia que vio irrumpir el ejército ruso con una lista de objetivos, buscando a un abuelo y una abuela. Iban preguntando si vivían allí, a las cinco personas. Y nos cortaron historias de torturas. Cortaron la pierna de una mujer delante de su marido. Porque los consideraban patriotas, porque se habían manifestado a favor de la revolución de Maidán de 2014 por facebook. Los soldados rusos buscaban gente que consideraban que era un riesgo para ellos”.
¿De dónde salían estas listas?
“No las vi, pero lo oí de las personas que huyeron. Los soldados rusos disponían de nombres y direcciones, como una lista de veinte personas. La lista la podían haber dado gente que vivía allí como topos, que apoyaban a los rusos. Porque los soldados tenían información de dónde ir. Semanas, meses antes de la guerra, habían ido recopilando esta información”.
Por tanto, había una preparación desde hacía tiempo…
“Muchos testigos nos hablaron de que habían visto visto gente rara en Bucha. Uno o dos días antes, con acento del Dombás”.
¿Crees que se podrá llegar a identificar a los autores directos, a los soldados de esta masacre, aparte de Putin como máximo responsable?
“Sí”.
¿Cómo?
“Un tipo de seguridad el primer día me aseguró que los iban a encontrar todos. Yo le pregunté cómo lo iban a hacer. De hecho, los investigadores de guerra, que fueron a los sitios donde los soldados rusos tenían sus bases, hallaron documentos suyos que los habían dejado ahí”.
¿Salieron corriendo cuando Putin decretó la retirada en torno a Kíiv?
“Sí, salieron corriendo. Dejaron allí tarjetas de móvil, y así los pueden llegar a identificar. Había también documentos del ejército, pasaportes, carnets de identidad. Y los investigadores disponen de un documento general con todos los nombres. Y, a la vez, rastrean sus cuentas en facebook y en las redes sociales. Pueden saber a qué regimiento y brigada pertenecían. Además, están los vídeos de seguridad que pueden hacer reconocimientos faciales. Y, así, van construyendo los casos. Pero lo hacen con tiempo”.
Como la policía científica de otros países que les han ofrecido ayuda…
“Yo vi a los investigadores franceses trabajando con los cuerpos para hacer los análisis forenses”.
El difícil testimonio de las violaciones
En total, ¿cuánto tiempo estuvisteis en la zona?
“La primera vez, dos meses y medio. Yo, entre marzo y junio”.
¿Has vuelto?
“Sí, dos veces. Regresé de allí hace como un semana, después de estar seis semanas entre julio y agosto. Y, antes, había vuelto dos semanas para la revista ‘New Yorker’. La primera y la tercera vez fue para el ‘New York Times’”.
¿Qué diferencia has visto durante estos viajes respecto al primero? ¿La gente está superando el trauma o les va a quedar para toda la vida?
“Hablamos con una madre que su hijo murió y lo estuvo buscando durante tres, cuatro semanas. Lo buscaba caminando por las calles. Iba a menudo a la morgue. Y, por fin, lo encontró. Me dijo que no se iba a ir de Bucha porque su hijo ya se queda allí y que su vida está con él”.
En la introducción de la exposición también explicas que muchas mujeres fueron violadas…
“Encontramos el cuerpo de una mujer que había sido violada en un sótano con patatas. Había dos colchones. Y, debajo de las casas, nunca hay colchones. Hay papas y otro tipo de comida. La mujer estaba desnuda, con un abrigo de piel alrededor y con tres disparos en la cabeza. La mataron cuando estaban huyendo de ahí, creemos. Los investigadores encontraron condones usados…”.
Es muy siniestro imaginar estas escenas…
“Es lo peor. Hablamos con la jefa de investigación de derechos humanos de la ONU (Matilda Bogner). Y nos explicó que las mujeres que habían sido violadas todavía no quieren hablar con los psicólogos. Su trauma aún es demasiado fuerte. No pueden hablar. Y va a pasar muchísimo tiempo antes de que empiecen a compartir sus historias. También nos dijeron que hubo un lugar en Bucha donde encontraron a 25 mujeres vivas pero violadas. Preguntamos si había posibilidades de hablar con ellas y nos respondieron que no. Siguen sin querer hablar con los investigadores y los psicólogos”.
Cada vez que vais a Bucha, ¿dónde dormís?
“En Kíiv. Vamos y volvemos cada día. La primera vez a principios de abril, tardábamos entre una hora y media, dos horas para cada trayecto. En total, eran casi cuatro horas de viaje”.
¿Y cómo se puede dormir por la noche después de haber fotografiado tales barbaridades?
“Seguíamos editando el trabajo, pero me afectaba muchísimo. A veces, no podía dormir. A veces, tenía pesadillas. Al haber otros amigos periodistas y fotógrafos trabajando en Bucha, podíamos hablar entre nosotros. Sobre lo que encontrábamos, los detalles, cosas para entender y procesar la información. Y también para compartir emocionalmente todo ello”.
Entrevista completa en París/BCN



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FUI CURADO DEL VIRUS DEL HERPES SIMPLEX POR EL DR AGUA, EL GRAN HERBOLARIO.
Estoy muy feliz de compartir este testimonio con el mundo porque generalmente hay muchas dudas sobre la cura del virus HERPES simple. Esto es real, tómalo en serio, mi nombre es HENRIETTE AMUNAZO y estoy muy feliz de que hoy pueda dar este testimonio al mundo y también ayudar a las personas que han sido condenadas como yo. ¿Quién creerá que una hierba puede curar completamente el HERPES del cuerpo?, nunca creí que esto funcionara, he gastado mucho dinero en medicamentos del hospital para suprimir los brotes, llegó un momento en que todo lo que quería era la muerte por venir porque estaba arruinado y ya tengo fuertes brotes del virus del herpes. Un día, estaba navegando por Internet haciendo preguntas en línea solo para saber más sobre los últimos desarrollos en el sector médico para ver si todavía hay esperanza, entonces me topé con una publicación sobre este gran hombre llamado DR WATER a través de un amigo en línea que hizo públicamente un testimonio de cómo ella también fue curada del virus del herpes simple 2 por este médico herbal que es bien conocido por su antigua y fuerte práctica herbal para curar el HERPES, el VIH, las VERRUGAS y el CÁNCER. Al principio dudé tanto de la mujer como del médico, al igual que muchos de los que ven esta publicación dudarían porque médicamente se ha demostrado que es imposible, pero luego decidí intentarlo, así que le envié un correo electrónico. No le creía mucho, solo quería darle una oportunidad. Respondió mi correo y necesitaba información sobre mí, luego se la envié, preparó una medicina herbal (CURA) y la envió a través del Servicio de mensajería en línea para su entrega. Le dio mis datos a la Oficina de Correos. Me dijeron que en 3-5 días recibiría el paquete y después de recibirlo, tomé el medicamento como me lo recetó, al final de los 13 días que duró el medicamento, me dijo que fuera al hospital para una prueba, y yo Fui, sorprendentemente después de la prueba, el médico me confirmó que estaba libre del virus del herpes simple, pensé que era una broma, fui a otros hospitales y también me confirmaron que no tenía herpes, diré que fue como un milagro. Esperé para ver si volvería a tener brotes y han pasado 2 meses, no he experimentado ningún brote. Gracias señor por salvarme la vida, incluso si no puede ver esta publicación, nunca dejaré de testificar el impacto que tuvo en mi vida al restaurar mi vida cuando estaba siendo estigmatizado e incluso evitado por familiares y amigos. Te prometo que siempre daré testimonio de tus buenas obras. si tiene el virus del herpes simple, paciente con VIH, diabetes, virus del papiloma humano o verrugas genitales, comuníquese con él y estoy seguro de que se curará, comuníquese con él a través de:
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