En este artículo no defenderé, obviamente, el uso ideológico de la escuela como herramienta de adoctrinamiento; pero sí la necesidad de una escuela capaz de explicar las distintas ideologías y formar ciudadanos con conocimientos políticos adecuados para el buen funcionamiento de la democracia. Una formación que implica conocer las ideologías políticas que conforman los valores y referencias sobre las que se ha construido el edificio democrático que hoy parece tambalearse.
¿Qué es una ideología política?
Lejos del simplismo que identifica las ideologías políticas con el origen de todos nuestros males, éstas juegan un papel crucial en nuestras sociedades. Partiendo de su definición etimológica –la ciencia de las ideas–, el término ha sido usado de formas muy diversas. Marx identificaba ideología con las ideas hegemónicas de la clase dominante, mientras que Popper la interpretaba como un sistema cerrado de pensamiento que reclama el monopolio de la verdad. Más interesantes resultan las aproximaciones de Oackeshot y Macridis & Hulliung. El primero considera las ideologías como un conjunto de ideas que simplifican –a la vez que distorsionan– la realidad política para intentar explicar lo que, francamente, es bastante incomprensible. Los segundos, en cambio,
Por tanto, una ideología política es lo que nos facilita la comprensión de la sociedad y que nos invita al actuar para mejorarla. Capacidad de entender y capacidad de incidir, dos capacidades que hoy necesitamos de forma casi desesperada y que las ideologías políticas nos pueden proporcionar. Dicho al revés, la ausencia de ideologías colapsa tanto la comprensión como la acción. De hecho, es el vacío ideológico actual que nos arrastra al desconcierto y también, muy perverso, al miedo. Un vacío que nos paraliza ante una realidad que nos desborda. Sin ánimo cuando más necesitamos actuar. Atemorizados, desconcertados, paralizados y, déjenme que lo exprese así, sin el apoyo de ninguna ideología que nos ayude a leer el mundo y nos incite a actuar para darle forma. Las ideologías llenan el vacío que provoca el miedo y son el antídoto frente a la impotencia.catalán cabreado– pero se trata de un cabreo que no nos lleva a ninguna parte. Una pataleta infantil.
¿Qué ideologías?
Evidentemente, las ideologías son plurales y, más allá de proporcionar una perspectiva para conocer el mundo y actuar en consecuencia, ofrecen interpretaciones diferentes y conflictivas. Las ideologías son diversas y chocan entre sí. Ésta es una constatación que hoy no es percibida con simpatía. Políticos que sólo se pelean, debates en los que todo el mundo habla sin hacer nada. Preferimos verdades objetivas, no sometidas al sesgo que genera el hecho de observar la realidad desde distintos ángulos. Pensamos que este enfrentamiento ideológico distorsiona lo que todos vemos y nos aleja de lo que todos sabemos habría que hacer. Sin embargo, se trata de una falsa percepción, puesto que sin la distorsión ideológica la realidad es simplemente incomprensible e inalcanzable. La distorsión nos ayuda a entender de forma parcial, efectivamente;
La escuela democrática es aquella que habla de política, que explica las ideologías y que presenta las diferentes formas de entender el mundo y de actuar para transformarlo
De esta forma, la diversidad y el choque entre ideologías políticas son los fundamentos de una sociedad democrática, siempre formada por miradas diferentes y en conflicto. El choque entre perspectivas no es el problema sino que, por el contrario, representa el potencial democrático. Si no somos capaces de entenderlo y, sobre todo, enseñarlo en las aulas, no tendremos una sociedad democrática. Tal y como ha sido tradicionalmente reconocido, la democracia no se basa en una idea cierta sino en el principio de la tolerancia; esto es, en la capacidad de aceptar perspectivas alternativas. La tolerancia es un principio pasivo que desde ópticas deliberativas más recientes ha sido complementada con el principio activo del reconocimiento. Tolerancia y reconocimiento, en todo caso, dos aprendizajes transversales sin los que no dispondremos de ciudadanos preparados para vivir en democracia. Y recordemos que la democracia no identifica la verdad sino que construye equilibrios, y que esto debemos explicarlo.
¿Politizar la escuela?
Para finalizar esta breve reflexión, sólo subrayar que la escuela adoctrinadora –si es que existe– no es aquella que habla de política sino aquella que pretende explicar el mundo sin considerar la diversidad de miradas políticas. La escuela democrática, expresándolo ahora en positivo, es aquella que habla de política, que explica las ideologías y que presenta las diferentes formas de entender el mundo y de actuar para transformarlo. Sólo incorporando la política en las escuelas formaremos ciudadanos con capacidad para vivir en democracia y aprovechar todo su potencial.
Es necesario politizar la escuela. Lo expreso de una forma contundente, quizá incluso radical. Cierto, y lo hago desde el convencimiento de que necesitamos esa contundencia y esa radicalidad. Al inicio del artículo me refería a una democracia que se tambalea, mientras que ahora añado –supongo que muchos estaríamos de acuerdo– que esta democracia caerá como un castillo de arena si no cambian mucho las tornas. Y desde la óptica pedagógica, esencial para la democracia, no podemos inhibirnos. Si no somos capaces de corregir la actual inopia que caracteriza a los conocimientos políticos del alumnado que sale de nuestro sistema educativo, la democracia no tendrá futuro. El grado de ignorancia política de nuestra sociedad puede ser interpretado por algunos positivamente –“ joven, haga como yo y no se meta en política”, que decía el general Franco–; pero no deberíamos dejarnos llevar por la demagogia anti-política y sí, en cambio, reconocer que la ignorancia política es lo que nos incapacita para abordar los retos de la sociedad actual. Maestros, por favor, hable de política.
Contribución de Quim Brugué en el Núcleo Paulo Freire de la UdG


