Jaume Fabre ha estudiado la evolución del periodismo en Catalunya desde la posguerra civil. En “Periodistes, malgrat tot” analizó la profesión entre los años cuarenta, cincuenta y la primera mitad de los sesenta. Ahora, ha continuado este estudio entre los años 1966 y 1983, con la publicación de “Cròniques del fang. Cuando los periódicos dieron voz a los barrios”, editado por el Ayuntamiento de Barcelona. Antes también había escrito “Periodistes uniformats” y “Periodistes sota censura”. Licenciado en Periodismo e Historia Contemporánea, Fabre ha colaborado en muchos periódicos y revistas. A menudo escribió artículos y libros junto a Josep Maria Huertas Clavería, uno de los periodistas que más huella ha dejado en la Barcelona que nos presenta “Cròniques del fang”.

¿El fango del que se habla en el libro es más el que pisa Josep Maria Huertas Clavería en una calle sin asfaltar en la primera ilustración del libro o el de la corrupción de las administraciones del período entre 1966 y 1983?

Ambas cosas. El libro tiene dos bloques. Uno con capítulos largos y el otro son piezas cortas, como de diario, con pequeños recuadros, donde normalmente se habla de casos de corrupción. Algunos fueron muy sonados; el más importante es el caso del concejal Espona y las escaleras de la calle Mercedes. Ahora a la gente le suena a chino pero cuando ocurrió fue un gran escándalo. Trajeron a tíos de la ultra derecha italiana que acababan de poner bombas en Italia, con muchos muertos en una estación de tren. Hicieron una rueda de prensa, convocaron a periodistas. La policía no intervino para nada. Sólo se habló de ello en Destino, con unos muy buenos reportajes de Amparo Moreno pero en los periódicos a lo sumo alguno, cuatro rayitas. El gobernador civil hizo cesar al concejal por la presión popular de la gente, que es un caso único en la historia del franquismo en el Ayuntamiento de Barcelona. Este tío se cargó unas escaleras que había en la calle porque le molestaban para construir un edificio. Como éste hay bastantes. Otro caso es la desaparición del archivo de la OIU, la Oficina de Información Urbanística del Colegio de Arquitectos que montaron unos arquitectos progres, que recortaban todo lo que salía en los periódicos de luchas populares. Pero llegó a la presidencia Jordi Mir y se lo cargó todo. Es una lástima porque era un archivo extraordinario. A falta de eso utilicé mucho el archivo de Huertas, que también recortaba algunas cosas, pero no todas. De hecho, lo único que queda que sea una antología de las luchas populares son los siete libros que hicimos con Huertas de los barrios de Barcelona. Más que una descripción de los barrios era una descripción de las luchas que había en los barrios en esa época.

Jaume Fabre: “Ahora a la gente le suena a chino pero cuando ocurrió fue un gran escándalo. Trajeron a tíos de la ultra derecha italiana que acababan de poner bombas en Italia, con muchos muertos en una estación de tren” | Pol Rius

¿Cómo definiría “Cròniques del fang” en pocas palabras?

Es muy difícil, porque son muchas cosas. La mejor definición la ha hecho el editor, Eugenio Madueño, en la contraportada (“Este libro es muchas cosas a la vez. Es, sobre todo, un homenaje a Josep Maria Huertas y a todos los que, como él, practicaron el periodismo social en los años sesenta y setenta del siglo pasado (…). Se explican en el libro los cambios técnicos y empresariales de la industria periodística en este período y la consolidación de las secciones de información local gracias a la entrada de noticias de los barrios periféricos generadas por las entidades vecinales (…)”.

La edición de este libro es un trabajo enorme

Sí. Y también ha realizado un trabajo extraordinario Gemma Martí, la documentalista. Aunque hay material que estaba en el archivo Huertas, yo  sabía que habían existido otros materiales pero había que localizarlos y era un trabajo importante. Sin ella algunas cosas no se habrían encontrado. En algunos casos tuvo que buscar durante un año en un periódico para encontrar lo que buscábamos. Gemma Martí le dedicó muchas, muchas horas. El archivo de Huertas son setenta cajas que están en la Biblioteca de Catalunya. En su casa se hizo hacer, en una pared del despacho, unos cajones, donde tenía carpetas que después pusieron en cajas que todavía están clasificando. Es un fondo que está ahí y que yo miré pieza por pieza durante muchos días en la época del coronavirus. Me pasaba en la biblioteca desde las 9 de la mañana hasta que me echaban y me iban trayendo cajas. Luego está mi propio archivo y la ayuda que han dado otros periodistas, otros “huertamaros”. Sabía que si tenía cualquier duda podía llamar a un “huertamaro”. Son gente muy unida. Eugenio Madueño, el editor, realizó un capítulo entero sobre los corresponsales locales. Hay diez colaboradores en el libro y no todos son “huertamaros”.

Aunque hay material que estaba en el archivo Huertas, yo  sabía que habían existido otros materiales pero había que localizarlos y era un trabajo importante

Eran tiempo de escribir entre líneas

Por supuesto. Era la época en la que se escribía entre líneas,  un arte que se ha perdido. Es incluso peligroso hacerlo porque la gente no tiene el hábito de leer entre líneas se extraña de lo que escribes.

Mejor no tener que escribir entre líneas

No te creas. Hay cosas que aún deben escribirse entre líneas si no quieres complicarte mucho la vida. Hay temas en los que hay que tener cuidado. Puedes sufrir incluso agresiones físicas, según lo que digas. Hay pocos periodistas que escriban entre líneas porque no les han enseñado a hacerlo en la Facultad, ni se han encontrado con la necesidad de hacerlo. Ahora lo que hay son periodistas valientes que se complican la vida sin escribir entre líneas. A veces magnificamos el periodismo de aquella época. Nos lo pasábamos muy bien. En la presentación de libro, uno de los que intervino dijo que nos lo pasábamos muy bien porque hacíamos lo que nos gustaba hacer. Miras las fotos del libro y todo el mundo ríe. Esto no quiere decir que no hubiera periodistas chorizos y corruptos hasta la médula en nuestra época. La mayoría de redactores de local de todos los periódicos eran funcionarios del ayuntamiento. Recuerdo a un periodista deportivo que se vendía por un pollo que le regalaba el Barça en Navidad. Ahora sigue habiendo corrupción. En el periodismo económico y deportivo podríamos decir algunos nombres. O los que hacen publicidad, algo que antes era muy vigilado y limitado. Ahora, sin embargo, hay barra libre. Periodistas de gran prestigio hacen publicidad al tiempo que presentan el telediario o escriben en los periódicos.

Jaume Fabre: “En la presentación de libro, uno de los que intervino dijo que nos lo pasábamos muy bien porque hacíamos lo que nos gustaba hacer” | Pol Rius

¿Por qué Josep Maria Huertas Clavería se convirtió en prácticamente un emblema de esa generación de periodistas?

Antes de Huertas, los periódicos nunca hablaban de los barrios. Como mucho, la fiesta mayor de Gràcia o la de los palmones no sé dónde. Pero jamás de las reivindicaciones de los barrios. Hasta el punto de que algo tan bestia como fue la destrucción de la rambla de Sant Andreu, donde de un día para otro, sin previo aviso, entraron las excavadoras y se lo cargaron todo por decisión del alcalde Porcioles , los periódicos o hablaron de pasada o algunos diciendo que estaba muy bien porque se favorecía el tráfico. Del resto no salía nada hasta que Huertas publicó en El Correo Catalán una serie de dieciséis o diecisiete reportajes, barrio por barrio. Fue un caso insólito. Por primera vez los barrios de la periferia tenían presencia en los periódicos. Cuando Huertas hace esto, comienzan también a formarse las asociaciones de barrio. Se fueron uniendo y cambió mucho el panorama. Él estableció contactos enseguida con estas asociaciones e intentó colar en los periódicos las luchas de barrio. Al igual que intentábamos colar luchas laborales. Cuando trabajabas y conseguías colar por la noche cuatro líneas en un rincón de página en el periódico diciendo que los obreros de Laforsa habían hecho un paro de unos minutos lo considerabas una victoria. Entonces la policía mataba a un obrero de la Seat y no salía ni una raya. Coincide esto con que empieza a salir gente de la Escuela de Periodismo, como Maria Eugenia Ibáñez, Maria Favà, dispuesta a comprometerse y luchar y que, además, proviene de familias no del Upper Diagonal sino del Poblenou u otros barrios. Es gente de base popular.

Antes de Huertas, los periódicos nunca hablaban de los barrios

Se puso la etiqueta de “huertamaros” a muchos de estos periodistas. En el libro explica que el término se lo inventó el abogado Joan García Grau

Está la fake news que se lo inventó Joan de Segarra. Por mucho que yo vaya diciendo que no fue él, dentro de cien años se seguirá diciendo que fue Segarra, pero fue García Grau, a partir de los guerrilleros tupamaros de Uruguay, país que conocía bien. Huertas hizo un papel de maestría. Ayudó a que muchos de estos chavales que salían de la Facultad encontraran trabajo en los periódicos donde él estaba o en otros. Se va extendiendo una red. Los “huertamaros” parten sobre todo de un núcleo central de dos revistas, que son Quatre Cantons, de Poblenou, y Grama, de Santa Coloma de Gramanet, a las que Huertas estaba muy vinculado, junto a alguna otra revista de barrio. “Huertamaros” tiene un núcleo central muy de los amigos de él y después hay unos núcleos más amplios que hacen periodismo social o de barrios sin necesidad de seguirlo e incluso criticándolo. Hay periodistas, no voy a decir nombres, que han hecho un muy buen periodismo de barrio pero son muy críticos con él. Por eso seguramente no pusimos la fotografía de Huertas en la portada del libro. Lo valoramos mucho, pero el periodismo de barrio no sólo lo hicieron los “huertamaros”. Por ejemplo, Jordi Bordas, de La Vanguardia. Huertas decía que Bordas hacía la mejor información municipal. Y, como él, otros muchos.

Hay periodistas que han hecho un muy buen periodismo de barrio pero son muy críticos con él. | Pol Rius

¿Hay “huertamaros” hoy?

Hay algunos, gente que hace el periodismo de barrio de ahora. Hay algunos casos. Gente de mediana edad, por ejemplo Néstor Bogajo, actual director de la revista Carrer, que hace la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona. Es un “huertamaro” de unos treinta años.

Las revistas de barrio tal vez sean digitales ahora

Y en los pueblos. La gente que trabaja disfruta mucho haciendo esta información pero a la que quieren dar el salto profesional no pueden y nosotros sí pudimos. Lo tuvimos muy fácil porque se acababa la generación de la guerra y era necesaria gente joven en los periódicos. Los empresarios veían que se avecinaba un cambio y querían que los periódicos cambiasen un poco.

La gente que trabaja disfruta mucho haciendo esta información pero a la que quieren dar el salto profesional no pueden y nosotros sí pudimos

Se censuraban artículos, se cerraban medios, pero pocos periodistas pasaron por la cárcel

Huertas. En la posguerra muchos periodistas huyeron al exilio y los que cogieron fueron condenados a muchos años de cárcel. En la época del franquismo hay algunos incidentes, broncas del gobernador civil, encarcelamientos de un par de noches para asustarles un poco, y a veces más por anécdotas que por informaciones gruesas. En el tomo anterior a éste, que se llama “Periodistes, malgrat tot” y trata del periodismo de posguerra, explico casos como el de un periodista que hizo una crítica taurina que no gustó al gobernador civil que era un gran aficionado a los toros y lo envió a la cárcel. Por ejemplo, a uno que hizo algo sobre unas viviendas de tipo social que había promovido el gobernador civil y tituló “Casitas de papel”, el gobernador civil le llamó y le pegó una bronca monumental. Pero de la época de la que hablo el libro sólo fue a la cárcel Huertas: nueve meses y ocho días.

El periodista Josep Maria Huertas intenta en 1997 atravesar la calle de Lisboa enfangado, en el barrio de la Clota. | © Pepe Encinas
El periodista y autor de “Cròniques del fang” Jaume Fabre en 2022 por la calle Lisboa, en el barrio de la Clota | Pol Rius

Nueve meses y ocho días que deberían hacerse eternos y duros

Además, Franco murió cuando él estaba en la cárcel y no sabíamos si entraría gente de ultraderecha en prisión a liquidar a quien quisieran. Fueron momentos de pánico terrible.

Usted colaboraba con él cuando estaba en prisión

Hacíamos los libros de los barrios. Él estaba dentro y yo fuera. Dos de los tomos pudimos hacerlos de esta forma. Él descubrió que había una biblioteca en La Modelo, un mueble con cuatro estantes que nunca nadie había usado. Habían libros de antes de la guerra y él encontró el tomo de Carreras Candi sobre Barcelona, ​​el mejor libro que se ha hecho de Barcelona, ​​pero, claro, es de 1911. Gracias a esto, podía hacer el vaciado y él me decía que fuera a comprobar los datos. Yo ponía las piernas y él ponía la idea. Conseguimos que pudiéramos cartearnos. Sólo podía mantener correspondencia con su mujer y con problemas, pero, a través del maestro de la cárcel, logró que autorizasen que nos escribiéramos, pasando censura naturalmente. Estas cartas las guardo.

¿Quedó muy tocado Huertas por su paso por la cárcel?

Al salir de la cárcel, no; fue una alegría muy grande. Quedó tocado, sobre todo, en los primeros días que estuvo en prisión. Le cogió por sorpresa. Lo convocan a Capitanía, se va allí tan feliz y el juez militar, sin avisar a nadie, lo coge y directamente lo envía a La Modelo y lo tiene incomunicado allí tres o cuatro días.

Todo ello por una frase en la que decía que la mayoría de los burdeles estaban regentados por viudas de militares

Con él quisieron hacer un castigo ejemplar porque mucha gente se la tenía jurada por la información que hacía de los barrios y las cuestiones de tipo social que tocaba. Utilizaron esto como una excusa. Le hicieron un consejo de guerra, le condenaron a dos años de cárcel y cumplió sólo nueve meses porque coincidió con la muerte de Franco y la primera manifestación autorizada que se hizo en Barcelona, ​​que fue precisamente la de los periodistas para pedir su libertad. Quedó marcado, aunque él veía el lado positivo, haber conocido a los presos, hacerse amigo de algunos de ellos como el Vaquilla. El Vaquilla tiene un libro de memorias que escribió Huertas básicamente a partir conversaciones que tuvieron. Yo hacía de intermediario porque el Vaquilla tenía relación con una chica que vivía en un barrio de viviendas sociales, cerca de mi casa, en Girona. Huertas me daba cartas a mí, yo se las pasaba a esa chica que, a su vez, se las pasaba al Vaquilla en los bis a bis que tenían. Así se comunicaban entre los dos.

Con Huertas quisieron hacer un castigo ejemplar porque mucha gente se la tenía jurada por la información que hacía de los barrios

Había mucha complicidad entre periodistas comprometidos y dirigentes de las asociaciones de vecinos que iban naciendo y consolidándose

Las asociaciones de vecinos eran diferentes en muchas cosas a cómo son ahora. El espíritu de lucha que había, los partidos que se movían en ellas, la aparición de unos líderes indiscutibles, algunos de los cuales, cuando se montan los ayuntamientos democráticos, buscan rápidamente la forma de colocarse en ellos. La izquierda y la extrema izquierda tenían un peso en las asociaciones de vecinos que ahora no tienen. La inmigración que llega aquí en el primer franquismo, mayoritariamente y eso se ha dicho poco, era gente que se va de sus comunidades no sólo porque pasaban hambre sino porque todavía eran víctimas de la represión. Era gente que más o menos se había significado y tenía irse de allí y venir aquí. Hay trabajos como en las minas o la construcción de presas donde daban un nombre falso incluso para que no los identificaran. Maria Favà ha escrito un libro muy interesante sobre una explosión que se produjo en una mina del Berguedà, donde murieron cuarenta o cincuenta trabajadores. Nada se había dicho hasta ahora y ha encontrado que gran parte de las víctimas eran gente inexistente, lo que facilitó que las pocas indemnizaciones que hubo se las embolsara gente del régimen.

Jaume Fabre: “La izquierda y la extrema izquierda tenían un peso en las asociaciones de vecinos que ahora no tienen” | Pol Rius

¿Es un libro hecho por encargo del Ayuntamiento o es una iniciativa suya?

Este libro tiene un antecedente, que es ‘Periodistes, malgrat tot’, editado por el ayuntamiento de Barcelona, ​​que abarca la inmediata posguerra, la época de represión más dura, con los periodistas que se quedaron y los que se fueron a el exilio. Una vez hecho aquel libro, hicimos al ayuntamiento la propuesta de hacer éste, con el mismo formato, y tuvo buena acogida. Además, coincide con el quincuagésimo aniversario de la creación de la Federación de asociaciones de vecinos. Y salió adelante.

¿Cuánto tiempo ha tardado en hacerlo?

La investigación empieza justo antes de la pandemia. El trabajo de realizar el libro propiamente ha durado dos años. Yo ya tenía mis memorias y la biografía de Huertas. Había un bagaje previo.

Usted es protagonista de esa etapa pero sale poco en el libro y, cuando lo hace, es de forma muy discreta

Pero no porque no quiera comprometerme sino porque es una norma que he tenido siempre de no personalizar. Nunca encontrarás un artículo mío en el que hable en primera persona. Quizás ahora que me he hecho viejo y cuando te haces viejo estas cosas te pasan, pero he sido siempre contrario a personalizar y no quise que quedara como unas memorias mías. Evito personalizarlo salvo en aquellos casos, precisamente, en que debo comprometerme.

¿El hecho de vivir en persona muchos de los episodios que se citan en el libro ha sido una ventaja o un problema para hablar de ellos?

No soy de los periodistas de información local más significados. En la época en que pasa el libro, tuve una vena obrerista. Si hubiera sido cura habría sido cura obrero. Me hice periodista obrero y pedí en El Correo trabajar en el taller en lugar de la redacción. Me lo pasaba muy bien. Hice los libros de los barrios con Huertas. Por tanto, hago información de barrios a un nivel libresco, no del trabajo cotidiano del diario.

En la época en que pasa el libro, tuve una vena obrerista

Una dificultad en la reconstrucción de aquella etapa es que cada periodista, según explica usted, cada testigo tiene un recuerdo diferente

Estoy preparando un libro al respecto. Hice la prueba en una rueda de prensa que hizo Santiago Royuela sobre el caso Espona. Pedí a los siete periodistas que asistieron a ella que la describieran y no sólo dan versiones distintas sino que algunas son contradictorias absolutamente. Casos de éstos podría contar más de uno. La memoria es algo terrorífico. He perdido toda la fe en ella.

Sólo podemos fiarnos de las fotos, de los documentos escritos…

¡No te creas! Tampoco puedes fiarte por completo de los documentos oficiales, los de las herencias, las escrituras o comunicados de los partidos. Tienes que contrastar la memoria con los documentos, que a menudo se contradicen.

¿Se ha granjeado algún enemigo con este libro?

Pensaba que haría muchos pero, de momento, no. Quizás están ahí y no me lo han comunicado. No creo. Tengo el vicio de desmentir cosas. Huertas también lo tenía. Lo que cuento no deja de ser un libro de memoria. Puedo equivocarme.

Jaume Fabre y Siscu Baiges | Pol Rius

¿Ha callado alguna información para no herir a alguien?

No suelo hacerlo. Mi problema en la vida ha sido siempre que no he sabido callarme cosas que debería callarme. Digo lo que me viene a la cabeza y confío en que los amigos que me hacen entrevistas después tendrán sensatez y cuando vean que me perjudico a mí mismo serán prudentes como no lo he sido yo.

Da la impresión de que era más apasionante ser periodismo en esa época que ahora

Creo que sí. Trabajar en las condiciones que trabajan los chavales de ahora es jodido. No existe el subidón de poder publicar cosas como hacíamos en El Mundo Diario, El Correo Catalán, el Diario de Barcelona de la época de Pernau. Había una lucha permanente, la información de los barrios, las huelgas, las manifestaciones… es el momento de la transición en la que todo el mundo disfrutaba, no sólo los periodistas. Tenemos un recuerdo seguramente más bonito de lo que era en realidad porque ocurrieron cosas muy bestias en sentido negativo. Las redacciones no son lo que eran. Entonces estaban abiertas, en las mesas podías beber tanto alcohol como querías, había tertulias, entraba gente de fuera con toda libertad… Ahora tienes que entrar con tarjeta, permiso, cita previa. Hay un silencio absoluto. Antes había ruido, gritos…

Las redacciones no son lo que eran. Entonces estaban abiertas, en las mesas podías beber tanto alcohol como querías, había tertulias, entraba gente de fuera con toda libertad

Su trilogía termina en el 83. ¿No habrá un cuarto libro?

Es mi último libro. Quizás haga libros de manías mías, de esos que no se publican y se quedan en el cajón. Los errores de la memoria es un tema que me apasiona mucho pero si lo hago lo haré para mí. El tema del periodismo lo acabo aquí. Si otro quiere hacer del 83 en adelante, sería muy interesante.

¿A quién se le puede encargar?

Le insisto mucho a Maria Favà para que lo haga. La tengo casi convencida. Por el momento, está haciendo un artículo de siete folios.

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