Menos nacimientos que nunca

En 2008, en Cataluña nacieron 89.024 niños. A partir de ese año, la natalidad ha ido disminuyendo cada año. En 2014, ya eran 71.000 los nacimientos. De 2016 a 2017 bajaron un 3%; en 2018, un 4,8%, y en 2019, un 3,1%. En 2020, el año que llega la Covid, se llegó a acumular un descenso de los nacimientos del 5% respecto al año anterior y, entre 2020 y 2021 la natalidad se estabilizó un poco, bajando sólo un 1, 3%.

Según los últimos datos del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat), el pasado año nacieron 57.704 niños. Esto representa un 1,3% menos que en 2020, y un 6,2% menos que la cantidad de nacidos en 2019. La tasa de fecundidad de los catalanes ha pasado de una media de 3,3 hijos año 1980 al 1,2 que indican los datos de 2021, pasando por el 2,4 de media de hijos por mujer registrado en 2010.

El Hospital de San Juan de Dios y la Maternidad del Hospital Clínic, los dos mayores centros de maternidad públicos registraron entre 2013 y 2021 un descenso del 8,6% de nacimientos. En el Sant Joan de Déu pasaron de 3950 de 2020 a 3441 a 2021 (un 12,9% menos). Mientras que en la Maternidad del Hospital Clínic nacieron 3245 niños en 2020 y 3134, en 2021 (un 3,4% menos). “Este año ya lo estamos notando también, como ha continuado el descenso. En nuestro hospital -San Juan de Dios- siempre crecíamos un poco, porque es un centro de referencia donde se derivan casos de partos que se pueden complicar o embarazos de mayor riesgo, como pueden ser, por ejemplo, los de las mujeres mayores, que cada vez son más y son más susceptibles a complicarse más. En cambio, durante el primer semestre de 2022 hemos tenido un 10% menos de partes”, declara Lola Gómez Roig, jefe del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Sant Joan de Déu, un importante indicador de nacimientos, como hospital de referencia en Cataluña en número de partos asistidos.

Desde el Departament de Salut señalan que en los hospitales públicos de Cataluña se atienden alrededor de 45.000 nacimientos al año (2015: 49.505 nacimientos; 2021: 42.562 nacimientos). Y detallan que los hospitales del Sistema Integral de Salud, donde existen 43 hospitales con servicio de maternidad, se organizan por niveles de atención a la complejidad. Así, las mujeres son atendidas en el lugar adecuado según su tipo de embarazo, que puede ser desde un embarazo normal hasta un embarazo de alto riesgo.

Del total de nacimientos registrados en el Idescat en Cataluña en 2021, según datos de Salut, “el 62.90% corresponden a mujeres de 30 a 39 años y el 10.26%, a mujeres de 40 o más años de edad”. La misma fuente también destaca que “la edad en el parto es un factor importante que determina el tipo de riesgo, y que se puede asociar a otros factores que pueden incrementar la complejidad de la atención al nacimiento”.

Reproducción asistida

Según las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), 2021 fue el año en el que se registraron el menor número de nacimientos en España desde que se contabilizan. De los 338.532 nacidos, un 0,6% menos que en 2020, un 9% de los niños llegaron gracias a un tratamiento de fertilidad, y la edad media de las madres fue de 39 años.

Según el informe hecho público este año por la ONU sobre Perspectivas de población mundial , el año pasado, el índice medio de la fertilidad en el mundo ha sido 2,3 nacimientos por mujer, cuando en 1950 este índice era el 5. Y en 2050 prevén que se situará en el 2,1.

Tal y como explica el presidente de la Sociedad Española de Fertilidad, Juan José Espinós, dado que la edad de máxima fertilidad de la mujer se sitúa entre los 20 y los 30 años. A partir de los 30 comienza a bajar la fertilidad, ya partir de los 35 suelen iniciarse los problemas de reproducción. Aunque la franja ideal para quedar embarazada, rigiéndonos por el criterio de calidad de sus ovocitos, de los 20 a los 30, la mayoría de mujeres en esta edad no planifican todavía su maternidad hoy en día, por lo que, preservar los sus óvulos entre los 30 y los 35 sería lo más recomendable si en un futuro se desea activar el proyecto reproductivo.

Pero no sólo que las mujeres tengan más edad tiene que ver con que haya mayor dificultad para la concepción. Las investigaciones y estudios clínicos apuntan también a los factores ambientales que contribuyen mucho a la progresiva reducción de la reserva ovárica. La contaminación atmosférica, por ejemplo, afecta tanto a la fertilidad de las mujeres como a la de los hombres. También el consumo de tabaco y alcohol, trastornos de la alimentación, como la anorexia, así como determinados tratamientos con corticoides o quimioterapia.

En realidad, la población mundial crece gracias al bajón de las mortalidades. La expectativa de vida en 2019 ya era de 72,8 años, casi 9 años más que en 1990. Y se espera que en 2050, la media global de esta expectativa de vía se sitúe en los 77,2 años .

El mismo informe de la ONU sobre expectativas demográficas en el mundo también apunta que más de la mitad del aumento de población proyectado a nivel global, hasta 2050, se concentrará sólo en ocho países: República Dominicana del Congo, Egipto, Etiopía , India, Nigeria, Pakistán, Filipinas, la República Unida de Tanzania. También señalan que India podría superar a China como país con más población, ya el próximo año.

Precariedad económica e incertidumbre

La falta de perspectivas sólidas sobre el futuro laboral de las futuras madres, y parejas, explica, en parte, que la maternidad -paternidad- se descarte como prioridad de vida en una extensa franja de edad, justamente la que coincide con más y mejores posibilidades de fecundidad natural en el cuerpo de la mujer.

Y, tal y como expone la jefa del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital San Juan de Dios, Lola Gómez Roig, uno de los otros factores que frenan los nacimientos es que “en los países mediterráneos, en general, las políticas de apoyo a la maternidad son mucho menores respecto a las de otros países”. También -introduce la ginecóloga- el cambio social tiene mucho peso en esta cuestión. “La mujer se empodera, elige sus prioridades, y entre éstas destaca su carrera y autonomía económica, antes de plantearse tener el primer hijo”. Y –añade- “aunque somos una sociedad más sana, que hace más deporte y lleva una mejor alimentación, el envejecimiento de la mujer cuando tiene el primer hijo lleva a embarazos de mayor riesgo, porque la mujer puede que ya tenga o sea más vulnerable a sufrir patologías como hipertensión o diabetes”.

“La crisis mundial, el cambio climático, preguntarse qué mundo se dejará a los hijos, también desmotiva mucho a las posibles madres”, puntualiza Lola Gómez Roig. Sin olvidar igualmente que “la covid no ha ayudado tampoco. Infecciones, guerras y cambio climático crean mucha incertidumbre e inseguridad a la hora de plantearse ser madres. Y debe contarse también con el cambio de modelo de familia en nuestra sociedad. No siempre se quiere una pareja estable, o cuesta mucho tener –a la vista de tantas separaciones- y la mujer con todo esto va retrasando su maternidad”.

Precariedad laboral e incertidumbre

Desde el Grupo de Trabajo de Psicología Perinatal del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, su coordinadora, Mireia Lanaspa, psicóloga general sanitaria, subraya también que la desmotivación de muchas posibles maternidades tiene mucho que ver con la carencia de prestaciones sociales. “Las 16 semanas de permiso actual de maternidad está congelado desde 1989. Y las semanas de los padres –a quienes cuesta todavía mucho cogerlas- no son transferibles a la madre. Además, muchas madres no pueden contar con esta prestación porque no trabajan. El 35% de las mujeres no puede acceder al permiso porque no cumple con los requisitos de cotización. La precariedad laboral de las mujeres es mucho mayor que la de los hombres. La tasa de desempleo es mayor. Ante la falta de seguridad y estabilidad, hasta que no se pueden permitir ser madres, llegan ya a los 35 años”, expone. “Entre hacer la carrera, especializarse, encontrar trabajo y plantearse tener un niño pueden pasar muchos años, y, según sus trabajos, no tienen ni tiempo de planteárselo”.

La psicóloga también recuerda que la discriminación a las mujeres en el ámbito laboral, por la cuestión maternal todavía está presente. “En muchas entrevistas de trabajo todavía se pregunta si se quiere ser madre o si se tienen hijos y muchos contratos no se renuevan por este motivo, pero queda camuflado”. Esta inseguridad y precariedad, además, no desaparecen cuando las mujeres están ya embarazadas, lo que hace crecer el riesgo de los problemas de salud mental durante la gestación y en el postparto.

Precisamente por eso Lanaspa pone el foco en la necesidad de “atender a la mujer embarazada desde la gestación hasta el posparto, porque en uno de cada cinco de estos casos se puede desarrollar un trastorno mental. Depresión y ansiedad, sobre todo. Y si previamente existe ya un trastorno mental, es la gestación y posparto son momentos de gran vulnerabilidad que incrementa el riesgo, hace posible que se desencadenen episodios de trastorno, y no lo que desde fuera se acostumbra a ver de la maternidad como un momento dulce”, puntualiza el especialista. Todo su grupo -unos 60 profesionales de la psicología- están especializadas en acompañar todo el proceso, desde que una mujer quiere ser madre, naturalmente o con tratamiento de fertilidad, cuando desisten porque no lo consiguen, el duelo perinatal… Trabajan todo lo del que no se habla del embarazo, como la violencia obstétrica en un embarazo que quizás hace que una mujer no quiera tener más hijos”. Y Mireia Lanaspa también precisa que en la primera infancia cuidar tanto a la madre como al niño son una parte muy necesaria para la prevención de posibles trastornos mentales. “Actualmente estamos viendo mucho más bien trastornos que antes no veíamos hasta la adolescencia”, declara. Por eso, ella también remarca que es un tema de corresponsabilidad social y dejar de infravalorar los cuidados a las personas y la crianza, que en nuestra sociedad son invisibles y no remuneradas”. “Actualmente estamos viendo mucho más bien trastornos que antes no veíamos hasta la adolescencia”, declara. Por eso, ella también remarca que es un tema de corresponsabilidad social y dejar de infravalorar los cuidados a las personas y la crianza, que en nuestra sociedad son invisibles y no remuneradas”. “Actualmente estamos viendo mucho más bien trastornos que antes no veíamos hasta la adolescencia”, declara. Por eso, ella también remarca que es un tema de corresponsabilidad social y dejar de infravalorar los cuidados a las personas y la crianza, que en nuestra sociedad son invisibles y no remuneradas”.

De hecho, los trastornos mentales perinatales (TMP) han sido destacados, en los últimos años, como un importante problema de salud pública, por su impacto sobre la salud y calidad de vida de las mujeres y de sus hijos e hijas en corto y largo plazo y se ha señalado la necesidad urgente de mejorar su detección, prevención y tratamiento especializado.

En este sentido, desde el Departamento de Salud explican que se ha impulsado la incorporación de las últimas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para una experiencia positiva durante la atención al nacimiento con distintos protocolos. El Protocolo de seguimiento del embarazo en Cataluña y el Protocolo para la atención y acompañamiento al nacimiento , además de la última evidencia científica que incluyen las últimas recomendaciones de la OMS para los cuidados intraparto para una experiencia positiva del nacimiento, así como otras adaptadas a nuestro contexto que son fruto de un trabajo de consenso junto a sociedades científicas y asociaciones de mujeres.

En Barcelona, ​​el Hospital Clínic ha consolidado ya su dispositivo de salud mental perinatal con la puesta en marcha hace cuatro años del Hospital de Día Mare-Bebè (HDMB), liderado por la psiquiatra de la Unidad de Salud Mental Perinatal de el Hospital Clínic, Alba Roca. Nacido bajo la coordinación de la Dra. Lluïsa Garcia-Esteve, psiquiatra del Clínic-IDIBAPS, fue el primer hospital de estas características de todo el Estado. El 50% de las madres atendidas tenía un episodio depresivo mayor. El centro ofrece atención integral que logra la contención de conductas de riesgo y permite detectar e intervenir sobre las dificultades en los cuidados y vínculo con los bebés.