Los Pulitzer de 1995 premiaron las fotografías del equipo de Associated Press que retrató la violencia y la crisis humanitaria posterior al genocidio cometido en Ruanda, en agosto del año anterior. Este equipo lo formaban Jean Marc Bouju, Karsten Thielker, Jacqueline Arzt y Javier Bauluz. Bauluz, nacido en Oviedo en 1960, fue el primer fotoperiodista español en obtener ese galardón. Un buen puñado de prestigiosos premios ha reconocido su labor como fotógrafo, periodista y documentalista retratando e informando de conflictos y crisis en África, Oriente Medio, los Balcanes, Centroamérica y otras partes del mundo. Sus imágenes han aparecido en los principales periódicos, revistas y medios de comunicación de muchos países. Es lo que podríamos llamar una eminencia en el fotoperiodismo internacional. Hace unos días lo presentaban acertadamente en un acto en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona como una “leyenda” del fotoperiodismo.
¿Fotoperiodismo es una buena forma de definir lo que hace?
Para mí, sí. Yo lo que me siento es fotoperiodista, periodista que cuenta historias y las fotografía. Sin una de las dos cosas no es lo que hago yo. No soy fotógrafo. En mi trabajo es fundamental la forma, la parte fotográfica, y el contenido, que es la historia que cuento como periodista con las fotografías. Lo que intento es que ambas cosas queden balanceadas. Unas veces, la fotografía está mejor y otras veces, el contenido periodístico es mejor.
Yo lo que me siento es fotoperiodista, periodista que cuenta historias y las fotografía
Le dieron un Pulitzer de fotografía pero su escuela fue la calle, hacer fotos, empezando en Londres donde trabajaba lavando platos y en otros empleos que no tenían que ver nada con el periodismo
Las que yo considero mis primeras fotos las hice en Hyde Park, en Londres, cuando estaba de inmigrante ilegal. En su momento, me vine a Barcelona a hacer un curso de fotografía pero de repente descubrí que el curso era demasiado primario para mí porque yo ya había estado investigando y probando cosas. Y me iba a las Ramblas a hacer fotos.
Recomienda a los jóvenes con vocación de fotógrafos que hagan como usted o mejor que tengan una buena formación académica antes de lanzarse a hacer fotos profesionalmente
La técnica es necesaria. Hay que saber conducir para llevar un coche, pero lo fundamental es la mirada y la historia que quieres contar o resumir en una foto.

El premio Pulitzer de Fotografía lo recibió junto a sus compañeros de Associated Press en 1995. Fue el primer español que recibía ese premio. ¿Hay un antes y después muy claros en su carrera con ese premio?
A partir de ese momento yo era más alto, más rubio, con los ojos más azules y mis fotos en blanco y negro eran en color, directamente. La única diferencia que noté es que me hacían entrevistas y que tenía voz pública para ir más allá de las fotos y poder contar lo que pasaba en los sitios y lo que pienso del periodismo o del mundo mundial. Lo único que me dio es más voz.
El premio Pulitzer lo único que me dio es más voz
No parece que le dé mucha importancia a ese premio
Cuando me presento en los sitios digo: “¡Hola, soy Javier!”. No digo: “Hola, soy Javier Bauluz y he ganado un Pulitzer”. Me sigue poniendo nervioso cuando lo dicen. Me considero un señor de Asturias que hace fotos.
Es difícil pensar en una experiencia personal y profesional peor que la que vivió en Ruanda. Centenares de miles de muertos en pocos días. ¿Es lo más duro que ha vivido como fotoperiodista?
En un libro de Médicos sin Fronteras sobre el genocidio de Ruanda que se tituló “Amor en tiempos de cólera” escribí un texto en el que decía que allí se concentraron los cuatro jinetes del apocalipsis: la guerra, el hambre, la peste y la muerte. Era fantasmagórico, alucinante. No había acción. No había adrenalina. No había tiros. Había un millón y medio de personas tirados delante de ti que se estaban muriendo de cólera. Se morían en 12 horas. Fue después del genocidio cuando los hutus huyen de Ruanda porque la guerrilla tutsi les persigue y temen que hagan lo mismo que ellos hicieron: matar a 800.000 personas a machetazos en cien días. Ibas caminando por ese océano gigantesco y eras consciente de que muchas de esas personas que huían eran asesinos, que habían matado a machetazo a sus vecinos, niños, mujeres… Me sobrepasaba. Recuerdo que estaba haciendo una foto de una señora que estaba dando de mamar a una niña, sentada en el suelo con la cabeza de su marido entre las piernas, a un metro y medio de mi, o algo así. Oí el estertor del marido que se murió y la mujer, al darse cuenta, apartó la cabeza del marido y siguió dando de mamar a la niña.
Había un millón y medio de personas tirados delante de ti que se estaban muriendo de cólera
¿Cuál es su opinión en el debate sobre si se deben publicar fotos de las caras de las personas que sufren?
Si no sacáramos las caras de la gente no sabríamos lo qué es la humanidad. Las emociones universales que intento trasladar están en la cara. La cara es el espejo del alma, del corazón, de todo. Si no puedes fotografiar la cara no puedes saber si esa persona está riendo, si está llorando…
¿Y en los atentados? Cuándo hay cuerpos esparcidos y mutilados por el suelo ¿qué hay que enseñar?
Eso es otra peli. Hay muchas formas de contar las cosas. Yo hago fotografías que vayan al corazón o a la cabeza, no al estómago. Hay que mostrar la muerte pero hay muchas formas de hacerlo. El 90% de los muertos o pedazos de muertos que vemos los fotoperiodistas no salen publicados. Tienes que buscar una forma de contar que ahí han muerto unas personas pero que no provoque repugnancia o morbo sino que te haga pensar o sentir.

¿Había que enseñar la foto de Aylan Kurdi, el niño ahogado en la playa turca que conmocionó al mundo?
Sí. La de todos los Aylans Kurdis. Se veía que era un niño. En ese caso no tenía cara. ¿Cómo mostramos los niños que morirán poco después de hacer la foto? Hago la pregunta contraria, en plan gallego como mi madre: Imagina que con un clic nos borrasen todas las imágenes que hemos visto personalmente, en fotos, vídeos… ¿La Humanidad tendría el conocimiento que tiene? Otra cosa es respetar la dignidad de las personas, buscar que la historia informe sin caer en el morbo. No puedes poner unas normas absolutas. Tienes que hacerlo dentro de unos parámetros que dependen del profesional que hace las fotos.
¿Ha dejado a veces la cámara a un lado para ayudar a las personas que estaba fotografiando?
Sí, claro. Y otras veces he hecho las fotos y después he intentado ayudar. Depende de las circunstancias. Antes que periodista soy persona. Mi primera obligación es como ser humano y la segunda, como periodista. Si en un accidente de coche soy el único que puede sacar a las personas antes de que se quemen, evidentemente lo voy a hacer. Si están los bomberos o no es necesaria mi intervención porque hay otra gente que lo está haciendo, hago las fotos.
Mi primera obligación es como ser humano y la segunda, como periodista
¿Ha llorado o vomitado tras hacer unas fotos o mientras las hacía?
Sí.
¿Recuerda alguna de esas situaciones en especial?
Demasiadas. Hice unas fotos de soldados israelíes volando la cabeza literalmente a un chaval de unos 15 años porque les estaba tirando piedrecitas, a treinta metros. Esa foto y las del espanto de la gente alrededor, otros jóvenes, gritando de horror, las tengo muy presentes.
¿Hay que dotarse de una coraza para evitar que los sentimientos perjudiquen su salud o el trabajo de fotoperiodista?
Digamos que lo único que puedes hacer es que la cámara te sirva de protección temporal ante lo que estás viendo y poder concentrarte en el mero trabajo de fotografiarlo lo mejor posible. Los sentimientos están ahí y, por lo general, muchos quedan ahí siempre. Un exceso de dolor ajeno se te queda dentro y antes o después lo sacas. Me creía que lo llevaba más o menos bien y cosas que creí que ya no me iban a afectar me están afectando ahora.
Lo único que puedes hacer es que la cámara te sirva de protección temporal ante lo que estás viendo
¿Eso tiene tratamiento o hay que apechugar con ello?
Con tratamiento se mejora, con psicología y todas esas cosas.
También hay momentos buenos. ¿Cuál es la experiencia más gratificante que ha tenido a lo largo de su carrera profesional?
Cuando más contento me quedo es cuando hay fotos que veo que expresan lo que sucedía al hacerlas.
¿Más fotos que premios?
Sí. A mí, los premios me parecen muy bien pero en el trabajo diario no sirven para nada los que hayas tenido. En este oficio siempre se ha dicho que vales lo que vale tu última foto.
¿Hay alguna foto que sea su preferida?
Una que representa muchas cosas para mí es la de un joven palestino disparando con un tirachinas a un helicóptero militar israelí. Fue la portada de un libro del año 1992 que se llamaba “Sombras en combate”.
¿Son eficaces las fotografías para luchar contra la violencia, las injusticias, los abusos, las vulneraciones de los derechos humanos?
El fotoperiodismo debería estar contando ahora mucho más todas las violaciones de derechos humanos que estamos haciendo en Europa y en sus fronteras. Llevo unos 25 años cubriendo migraciones. Leí en un periódico que se hablaba de impermeabilización de la frontera en Ceuta y me pregunté qué quería decir eso. Estábamos empezando a construir la valla de Ceuta, en 1996. En ese momento no se moría nadie, entraban caminando. No había que atravesar los catorce quilómetros del Estrecho o los mil que separan Marruecos de Canarias. Cada vez que cerramos una frontera lo único que se produce es más dolor y más muerte. Parece que ya nos hemos acostumbrado a las muertes en el mar o las fronteras. La mayoría de los medios de comunicación no es que inviertan mucho en fotoperiodismo en general pero en este tampoco. Ahora mismo hay un montón de fronteras en Europa en las cuales se están violando los derechos humanos: palizas, deportaciones, ahogamientos causados por la falta de auxilio sabiendo que se están muriendo, etcétera, etcétera. Ya lo último, la mayor masacre de la historia de las fronteras españolas en Melilla y fascinantemente, tras dos o tres días de noticias absolutamente falsas difundidas por las autoridades españolas y marroquíes, ya pasó. Mentiras, impunidad absoluta de nuestro ministro del Interior negando en el Congreso cosas que yo he estado documentando y el 90% de los ciudadanos españolas se quedaron con que venían miles de negros violentos con armas para asaltar España. Dijeron que mataron a 45 policías marroquíes y ni de broma. No murió ninguno. Pasé varias semanas en Marruecos y hablé con los chicos supervivientes. Estaban abandonados de la mano de Dios, cabezas rotas, brazos rotos, ni una pastilla de paracetamol para el dolor… El gobierno de Marruecos dijo que hubo veinte muertos, las ONGs ya iban por cuarenta y esos chicos me hablaban de cien.

Podría deducirse que el fotoperiodismo fracasa a la hora de denunciar esas vulneraciones de los derechos humanos porque siguen produciéndose
No, no. No es un fracaso del fotoperiodismo. Es un fracaso de que los medios no publican buenas historias sobre eso o de que los políticos se pasan por el arco de triunfo todas las leyes y nadie protesta. Es nuestra sociedad la que podría ser de otra forma. Es fascinante que el gobierno actual ante la masacre de Melilla diera un discurso exactamente igual que el de Abascal. Que el señor presidente del gobierno saliera diciendo que las fuerzas marroquíes habían hecho un buen trabajo, que habían resuelto bien la situación, con un montón de muertos…
Es nuestra sociedad la que podría ser de otra forma
Luego dijo que le había faltado información
Pues te callas un poquito, no dices tantas tonterías y espera un poquito a ver qué pasa, que eres el presidente del gobierno.
Usted ha dicho que las imágenes “pueden ser utilizadas para mentir, engañar, meter miedo” y que “nos están llevando a nuevos fascismos”. ¿Quién hace ese uso de las imágenes y con qué fin?
Por ejemplo, en el caso del Brexit, una de las cosas fundamentales fue el miedo inducido y mentiroso de la extrema derecha y la derecha utilizando imágenes en vallas publicitarias de un grupo grande de inmigrantes oscuro y amenazador. Solo faltaba poner el eslogan: “Nos están invadiendo”. Ahora, por cierto, no tienen gente suficiente para trabajar después de cerrar las puertas a los inmigrantes. En el éxodo de refugiados de 2015 hacia Europa –yo hice ocho países caminando con ellos, desde Grecia a Alemania -a Inglaterra, según cifras oficiales, ese año llegaron 35.000. 35.000 en comparación con un millón y medio que entraron en Europa. El 90% era de sus colonias antiguas, no eran sirios o de otros países. 35.000 no es como para separarse de Europa. El veneno que hizo eso, y que venimos denunciando algunos desde hace muchos años, es el nuevo fascismo que está comiendo corazones, votos y almas a una velocidad de vértigo. El peligro no es solo que los grupos de extrema derecha estén creciendo sino que los partidos de derecha tradicionales asumen esas políticas y cuando lleguen al poder van aplicarlas. Lo vimos en Canarias. Me pasé siete meses documentando las ilegalidades y violaciones de derechos humanos de miles de personas que hacía nuestro gobierno progresista. Eso dio alas a la extrema derecha y, por primera vez en mi vida, vi manifestaciones de españoles pobres queriendo echar al mar a una gente que acaba de llegar en patera y que estaba encerrada en el muelle de Arguineguín. Eran 2.700 personas encerradas en un campo de concentración de migrantes, que no de exterminio, de 3.000 metros cuadrados. Cuando fotografié esa manifestación llamé a una amiga y le dije: “Acabo de fotografiar al monstruo”. Luego, en los barrios más pobres de Las Palmas se montaron concentraciones anti-inmigración y cacerías con coches y barras de hierro y cadenas a por chavalitos que iban por la calle tranquilamente sin haber matado a nadie.

Se ha jugado el tipo muchas veces. En Canarias le zarandearon, pero nunca ha pasado la cosa a mayores pese a que ha trabajado en situaciones muy peligrosas. ¿Suerte o prudencia?
Un poco de todo. Una de las cosas que aprendes en este oficio es a valorar el nivel de peligrosidad de cada situación. ¿Qué pasa si doy un paso hacia adelante, qué me puede pasar? ¿Que me digan que me vaya? Nada. ¿Que me den un porrazo? Bueno. ¿Que me den una paliza en la calle? Vale. ¿Que me den una paliza en la calle, me metan en un coche, me den otra paliza y en comisaría me den otra paliza? Bueno. ¿Que una vez en comisaría no se conformen con eso, sino que me torturen? ¿Que me corten en cachos? ¿Qué me maten? Tienes que valorar si merece la pena la supuesta fotografía o la información fotográfica que quieres sacar ante esos riesgos. De momento, estoy vivo.
Una de las cosas que aprendes en este oficio es a valorar el nivel de peligrosidad de cada situación
Tras todo lo que ha visto y vivido, ¿ha llegado a alguna conclusión sobre si el mundo avanza o retrocede, si es más justo hoy que ayer y si lo será más mañana?
Desde el 2015 que tengo la sensación de que cada día que pasa estamos más cerca de los años treinta. En Europa. Italia está donde está. La señora Lepen no ha ganado por los pelos. Y no existía Vox cuando empecé a decir eso. Cuando sacó 12 diputados en Andalucía la gente se sorprendió y yo les decía que se veía venir. Por suerte, Susana Díaz convocó las elecciones andaluzas antes de las generales. Si no llegan a avanzar las andaluzas, la sorpresa hubiese sido en las elecciones al Congreso. Mucha gente fue a votar en las elecciones generales al ver el resultado de Vox en las andaluzas para mirar de frenarlo. Si no hubiesen ido a votar, muy posiblemente hubiera habido ya un gobierno PP y Vox.
Pues las encuestas avisan de un probable gobierno PP-Vox en España
Bueno, pero se ha alargado unos años… Si un gobierno progresista no respeta los derechos humanos de los migrantes, de los refugiados, hace la misma política que la derecha.
Así las cosas, ¿recomienda a los jóvenes que se quieren dedicar al fotoperiodismo que lo hagan?
Si están locos, sí. Hay que estar un poco loco, en el buen sentido. Tiene que gustarte lo que haces, saber porqué lo haces. Fue la mejor idea de mi vida. No me arrepentiré nunca. Yo sigo feliz con lo mío.


