El 28 de octubre el pacifista Martí Olivella abrió un grupo de WhatsApp con el hashtag #paremos la guerra, veinticuatro horas más tarde ya se habían apuntado casi cien personas que tenían en común el deseo de hacer alguna cosa para detener las guerras y, urgentemente, la guerra de Ucrania. El grupo puso en contacto activistas por la paz de todo Catalunya de tal forma que una semana después ya se han coordinado acciones en Barcelona, Tarragona, Banyoles y Sabadell, y se planean de nuevas.
Para Olivella, la Guerra en Ucrania está convirtiéndose en una guerra mundial entre potencias que puede ser la chispa de una guerra nuclear. Y como dice en su manifiesto, “no se hacer nada para pararla es la respuesta más insensata ante la amenaza tan trágica como la de jugar con la muerte de millones de personas y arriesgarnos al exterminio”. Este pacifista recuerda que la destrucción directa la sufre Ucrania, pero que los demás países ponemos dinero, armas y ayuda militar. La consecuencia de todo ello está siendo el empobrecimiento y la pérdida de derechos y libertades por toda Europa.
En Catalunya como en el resto del mundo, están aumentando las voces que dicen que ya es suficiente, y que ha llegado el momento de detener la guerra en Ucrania. El movimiento pacifista se pone en marcha de nuevo. Aunque pocas y tímidas también crecen las declaraciones y los artículos de prensa que instan a nuestros gobernantes a comprometerse a negociar la paz y alertan de que si no se hace, sufriremos la violencia más destructiva y peligrosa que hayamos conocido nunca.
Aunque pocas y tímidas, están aumentando en todo el mundo las voces que dicen que ya es suficiente, y que ha llegado el momento de detener la guerra en Ucrania. También aumentan las declaraciones y los artículos de prensa que instan a negociar la paz y alertan de que si no se hace, sufriremos la violencia más destructiva y peligrosa que jamás hayamos conocido.
Después de ocho meses de guerra, de los avances y retrocesos de tropas de ambos bandos, de los sabotajes y represalias que hemos presenciado entre los combatientes, existen dudas de que Rusia o Ucrania puedan ganar la guerra. Sin embargo, según alertan varias voces, el uso de las armas nucleares para resolver el conflicto se ha convertido en un peligro real, con las consecuencias catastróficas que tendría por toda la humanidad. Quizás por eso, después de meses de pensamiento único en lo que nadie importante ha cuestionado la guerra, la palabra negociación empieza a abrirse camino. Eso si, por ahora, ese camino se paga.
El ministro de Defensa de Rumanía, Vasile Dincu, ha tenido que dimitir a finales de octubre por haber dicho que era necesario negociar con Rusia para poder terminar la guerra de Ucrania. Según Dincu, las negociaciones con el apoyo de los aliados internacionales son la única forma de conseguir una paz duradera en la guerra provocada por la invasión rusa. El presidente de su país, el jefe del ejecutivo y, seguramente, la OTAN de la que Rumanía forma parte, le han presionado para que se marchara. El país tiene 650 kilómetros de frontera con Ucrania y en su territorio Estados Unidos tiene parte del sistema de defensa de misil balísticos.
El caso de los 30 congresistas demócratas que la semana pasada le pidieron por carta al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que negocie con Rusia el fin de la guerra en Ucrania es paradigmático. Muestra que cada vez hay más gente que se da cuenta de la locura de esta guerra y la amenaza que representa. Al mismo tiempo, sin embargo, la inaudita reacción de la Administración Biden y el complejo industrial militar que han acallado a los congresistas deja claro que los halcones del Pentágono están dispuestos a continuar la guerra hasta donde sea posible y que no aceptarán deserciones en casa en su estrategia para recuperar la hegemonía mundial. Los actuales dirigentes americanos están dispuestos a aniquilar a Rusia aunque sea a costa de destruir Ucrania y de rebote a toda Europa.
Pese a que el Pentágono y las industrias de la guerra hicieran retractar a los 30 congresistas 24 horas después de que apareciera la carta, ha quedado claro que el sector progresista del partido del propio presidente disiente de su estrategia belicista. Este sector perteneciente al Caucus Progresista de la Cámara de Representantes de Estados Unidos se mostraba preocupado porque “en las últimas semanas el riesgo de guerra nuclear ha aumentado, hay una escalada de la guerra y la economía global es más insegura”, escribían. También aseguraban que evitar la prolongación del conflicto es en aras del interés de los Estados Unidos, de Ucrania y de todo el mundo.
Estos congresistas habían pedido al presidente Biden “sacar adelante esfuerzos diplomáticos directos” para buscar un acuerdo negociado que permitiera terminar la guerra en Ucrania. Según estos congresistas, Estados Unidos que tanto se ha involucrado en este conflicto, tiene la responsabilidad ahora de hacer lo necesario para encontrar una solución para ponerle fin de forma que sea aceptable por el pueblo de Ucrania. En su carta pedían al presidente Biden que acompañe al apoyo económico y militar que da a Ucrania con un esfuerzo diplomático por dibujar un panorama realista en lo posible el alto al fuego. “La alternativa a la diplomacia es una guerra prolongada con las incertidumbres y riesgos catastróficos y desconocidos que provoca”, escribían los congresistas antes de ser presionados a desdicirse. Y también aseguraban que evitar la prolongación del conflicto es en interés de Estados Unidos, Ucrania y el resto del mundo.
A pesar de la posición de las autoridades estadounidenses, una encuesta muestra que la mayoría de la población es favorable a negociar un alto el fuego en la guerra de Ucrania. Las encuestas también muestran el aumento de la preocupación por una escalada que lleve a una catástrofe nuclear y cada vez más americanos creen que debe reducirse el envío de armas a ese país. El propio partido republicano desde la oposición ya habla de reducir la ayuda a Ucrania, si está en sus manos. Estados Unidos ha dado desde el inicio de la guerra 60 billones de dólares a los ucranianos y se estudia dar otros 50.
Otra voz que en Estados Unidos aboga por la negociación para terminar el conflicto de Ucrania es el profesor de Richard E. Rubenstein profesor de Resolución de Conflictos en la prestigiosa George Mason University de Washington DC. En un editorial publicado en varios medios dice que cuando las partes están más lejos de negociar es cuando es mejor para ello.
Para Rubenstein, en esta guerra ninguna parte tiene esperanzas realistas de vencer a la otra y en cambio, el coste del conflicto no deja de crecer. Por ello considera que es el momento de comenzar las conversaciones de paz, y piensa que si no lo hacen, el siguiente paso será más violencia, situando al mundo un paso más cerca de la guerra total.
En España, un ex ministro del presidente Pedro Sánchez ha roto una lanza por la paz. En un artículo titulado “Tiempo de Negociar”, el ex ministro denuncia que la inflación y la crisis energética que esta guerra provoca son insostenibles. Asegura que las sanciones hacen mucho más daño a Europa que a Rusia y también nos recuerda que el conflicto ha enterrado parte de nuestra política contra el cambio climático, lo que lleva a una nuclearización y carbonización del continente.
El exministro Castells está convencido de que lo que creen las élites europeas de que Putin puede ser destronado es una falacia. En cambio, opina que el presidente ruso tiene interés en parar la guerra por salvar lo que le queda de poder. Dice que para acabar la guerra, tendría suficiente con mantener a Crimea y pactar un referéndum en el Donbass supervisado por las Naciones Unidas. Para el ex ministro, la clave la tiene la OTAN de que, si realmente quisiera mantener la paz en Europa, sería capaz de encontrar una salida digna por Zelenski que le permita salvar la cara.
En Cataluña, el ex consejero de la Generalitat, Santi Vila grita, “¡Parad de guerrear!”. En un artículo en “La Vanguardia” así titulado, expresa su incomprensión ante el “fatalismo y la resignación con que [los europeos] llevamos esta guerra civil entre europeos en Ucrania, que nos causa tanto daño”. Vila recuerda que en el conflicto ya han muerto más de 6000 civiles y 9000 resultaron heridos a los que hay que sumar los más de 40 mil soldados fallecidos en uno y otro bando. Todo esto dice que le resulta cada vez más injustificable e indigesto, así como la destrucción de las infraestructuras ucranianas y las terribles repercusiones en Europa, empezando por la inflación desbocada y el empobrecimiento de la gente.
Vila tampoco entiende que los progresistas españoles hayan aceptado tan fácilmente el aumento de los gastos de Defensa y asegura que “habría preferido un mal acuerdo diplomático con Rusia en febrero que una buena y victoriosa guerra sin fecha en el calendario y en la que al final todos habremos perdido”.
En Cataluña, el profesor emérito del IESE y doctor por la Universidad de Harvard, Pedro Nueno, también ha escrito en La Vanguardia sobre la necesidad de negociar para poner fin a esta guerra. Nueno muestra su preocupación por el hecho de que “nuestra sociedad tiene muchas cosas que preocuparse y muchas cosas que hacer antes del 2050 y no puede dedicar tanto tiempo y dinero a hacer una guerra en Europa”.
Este profesor del IESE muestra decepción porque las carísimas instituciones europeas que tenemos y la OTAN no han servido para resolver el conflicto entre Rusia y Ucrania. En su opinión, la única manera que ahora tiene que avanzar es negociante. Nueno cree que “la Unión Europea debería haber intervenido más negociando con Rusia y Ucrania, buscando cosas que pudieran ser positivas para ambos y dedicando mucho tiempo y muchos recursos a negociar, divulgar, conseguir que todos los rusos entiendan y aprueben el proceso”. En su artículo se muestra partidario de persuadir a Ucrania para que tenga un alto nivel de autonomía pero que siga bien relacionada con Rusia.
Nueno muestra su preocupación por el hecho de que “nuestra sociedad tiene muchas cosas que preocuparse y muchas cosas que hacer antes del 2050 y no puede dedicar tanto tiempo y dinero a hacer una guerra en Europa”.


