Durante la primavera del 2018, mujeres de diversas generaciones, orientaciones e identidades sexuales unidas por el activismo feminista y transfeminista en la ciudad de Barcelona, tomaron la decisión de conformarse como cooperativa de vivienda. Fue el inicio de un proyecto casi utópico que, 4 años después, toma forma tangible.

En Roquetes (Nou Barris), barrio muy castigado por el incremento de los precios del alquiler, ha comenzado la construcción de un edificio que acogerá un modelo residencial comunitario feminista y LGTBIQ+. “Con la crisis de materiales y subidas casi vemos paralizado este momento. Pero por suerte hemos podido seguir adelante. Se estima que se pueda entrar a vivir en año y medio más o menos”, dice Maria Berzosa, socia de La Morada desde sus principios.

Más allá de un edificio

“Las personas que conformamos el grupo compartimos trayectoria activista en las últimas décadas, pero, sobre todo, nos vincula la necesidad de acceso a una vivienda en condiciones y el deseo de materializar un proyecto de convivencia con otras formas de organización y sostenimiento de la vida y los afectos”, explica Berzosa. Y es que La Morada es un proyecto colectivo que surge de la necesidad del acceso a un modelo residencial asequible y sostenible en un contexto de emergencia habitacional.

El punto diferencial con otros proyectos de vivienda cooperativa es que La Morada está integrada por mujeres, lesbianas, trans y otras identidades disidentes que apuestan por organizar la vida, los cuidados y los afectos más allá del modelo de la familia nuclear. Por lo tanto, el edificio va más allá de una oferta de vivienda, es una cooperativa comunitaria del sostenimiento de los cuidados: “en La Morada nos proponemos generar un modelo comunitario de redistribución de los cuidados y los afectos más allá de la imposición única del modelo familiar y de pareja”, dicen desde la iniciativa. Maria Berzosa concreta que, en un nivel material, el proyecto supone la colectivización de tareas, acompañamientos, atención a las necesidades cotidianas de alimentación e higiene, necesidades físicas y de salud, cuidado de animales, crianza… y supone también el respeto a la autonomía y la necesidad de soledad de cada persona. Más allá de ello, puntualiza un elemento importante para las socias: “La Morada es también una vía de escape para salir de la rueda de la especulación. Este solar era un suelo privado que serán viviendas protegidas, de HPO (Habitatge de Protecció Oficial)”. La Morada cuenta para este objetivo con el apoyo de la Xarxa d’Economia Solidària (XES).

La Morada está integrada por mujeres, lesbianas, trans y otras identidades disidentes que apuestan por organizar la vida, los cuidados y los afectos más allá del modelo de la familia nuclear

Para llevar a cabo la red de cuidados comunitarios y los valores de la propia iniciativa, la concepción de la arquitectura ha sido primordial. El diseño de los espacios va en la línea de poner en jaque la tradicional construcción de vivienda concebida para un modelo nuclear. Se han priorizado espacios de conexión a través de la vinculación de las cocinas entre sí a través de grandes cristaleras, galerías en cada planta que dirigen a espacios comunes como patios, terrazas, local polivalente y la cocina comunitaria. Dentro de lo que llaman “viviendas privativas”, los dormitorios y espacios de intimidad quedan más lejos de lo común, generando así un diálogo constante entre los espacios propios y los colectivos. El edificio ha sido diseñado por la cooperativa de arquitectos Lacol, que han buscado adaptar al máximo posible las necesidades de la iniciativa, la accesibilidad (para evitar una arquitectura capacitista) y las unidades de convivencia a largo plazo.

Diseño de futuros espacios comunes en La Morada | Lacol

Contra el uso especulativo del suelo

El proyecto de La Morada consta de 12 viviendas, las cuales explica María Berzosa que están todas están ya asignadas: “tenemos una lista de socias expectantes que en caso de que se quede libre alguna vivienda tendrán posibilidad de entrar en la cooperativa como conviviente, la cesión de uso del suelo donde se construirá La Morada es por 65 años”, puntualiza.

La Morada ayuda a recuperar suelo privado hacia la vía cooperativa y contribuye a hacer frente al uso especulativo del suelo: se edificará en un solar vacío que fue comprado del mercado privado por La Dinamo Fundación y que después cedió a La Morada a través de una convocatoria abierta. “El tema precios no deja de ser como una hipoteca tradicional, sólo que en vez de pedirla de forma individual es la cooperativa quien la pide. Y por supuesto en banca ética, en nuestro caso con Coop57. Cuando entras a vivir en la cooperativa es necesario poner una aportación inicial y después hay unas cuotas mensuales, que aún no están definidas del todo (seguramente hasta entrar a vivir no sabremos el precio final). Si en algún momento decides dejar la cooperativa ésta te devuelve tu aportación inicial pero no las aportaciones mensuales”, añade Berzosa, aclarando además que necesitan medidas públicas y una importante colaboración público-cooperativa ya que incluso estos modelos no son baratos, continúan siendo muy caros, al mismo precio de mercado.

Diseño de La Morada | Lacol

La exclusión residencial se ensaña con las mujeres

“La actual crisis de la vivienda también está atravesada por las desigualdades de género estructurales que sitúan a las mujeres, y a las personas LGTBI, en un lugar de mayor precariedad, incrementándose así las dificultades de acceso a la vivienda y las situaciones de vulnerabilidad”, explican las socias de La Morada. Según la Encuesta Anual de Estructura Salarial, publicada por el INE el pasado mes de junio, la brecha salarial efectiva en España se sitúa en un 18,7%. Los hombres cobran de media unos 5.175 euros anuales más que las mujeres.

Desde la fundación Arrels, apuntan que en la ciudad de Barcelona un 8% de las 5142 personas en situación de sinhogarismo, son mujeres. Concretando más, un 0,3% son mujeres trans y un 0,3% personas no binarias. Cabe destacar que la afectación diferencial es un elemento crucial a la hora de hacer una lectura sobre la situación concreta de las mujeres cisheterosexuales y LGBTIQ+.

Socias de La Morada en el solar donde actualmente se han iniciado las obras | Dinamo Fundación

La Fundación Atenea publicaba el estudio “los procesos de inclusión social desde la perspectiva de género”, donde a través de entrevistas a personas en situación de sinhogarismo, encontraba notables diferencias en el discurso entre hombres y mujeres. Cuando a ellas les decían que continuaran la frase “la calle es…”, algunos de los conceptos más repetidos fueron: “muy dura; con mis hijos/mi hija; mala vida; pasa de todo; es peligrosa; me ve todo el mundo; estuve un mes; han sido violadas; se sufre; sola; son cobardes; sufrimos insultos y homofobia; mayor riesgo; prostitución”. La percepción del peligro y la violencia patriarcal es transversal en la narrativa de las mujeres que acaban llegando a esta situación, por ello, una gran parte buscan protección en albergues o entidades para evitar dormir en la calle.

La exclusión residencial se ceba también en cuanto a las condiciones de vivienda, y es que la Encuesta de Bienestar psicológico y exclusión residencial que se publicaba en el estudio “Cuando la Casa Nos Enferma II”, muestra diversos factores que apuntan a una mayor precariedad habitacional entre las mujeres: “las personas que no cuentan con ascensor en su edificio son mayoritariamente mujeres (63,9%). El 2,1% de las mujeres ha llegado a quedarse sin suministros energéticos (agua, luz, gas) por problemas económicos, frente al 1,6% de los hombres; por lo que la pobreza energética y sus consecuencias impactan también en mayor medida a las mujeres. En último lugar, el 12,3% de las mujeres ha tenido alguna plaga en su hogar, frente al 8,9% de los hombres”.

La exclusión residencial se ceba también en cuanto a las condiciones de vivienda

El acceso a la propiedad es más difícil para las mujeres, en la ciudad de Barcelona un 25% viven en régimen de alquiler, cifra más baja para los hombres, que poseen un mayor porcentaje de vivienda en propiedad. Un 27,9% de los barceloneses y un 44% de las barcelonesas se encontrarían en situación de pobreza si tuvieran que sostenerse solo con sus propios ingresos, según datos del informe “el gènere en xifres” del Ajuntament de Barcelona. Este dato es clave para entender otro elemento de discriminación que facilita la feminización de la pobreza, y es que hay que tener en cuenta que aproximadamente 8 de cada 10 hogares monomarentales están encabezados por mujeres, según la Encuesta de Condiciones de Vida (INE, 2020). Además, en España, más de la mitad de estos hogares presentan dificultades económicas para hacer frente a gastos imprevistos relacionados con el acceso a la vivienda, frente al 35,4% del conjunto de hogares en España.

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