En 1956, el científico estadounidense John McCarthy (1927-2011) acuñaba el término «inteligencia artificial» para referirse a la capacidad de utilizar los ordenadores como agentes racionales no humanos para reproducir precisamente los procesos de inteligencia humana. La intención era nombrar el ámbito de la ciencia en el que muchos científicos trabajaban en ese momento, un ámbito que la ficción ya hacía décadas empleaba, no con este término, sí con el ejemplo de personajes robóticos dotados de inteligencia, desde la primera robot en el cine, María de Metrópolis (Metropolis, 1927) dirigida por Fritz Lang (1890-1975), e incluso antes, con algunos cortos protagonizados por autómatas donde mostraban tener una cierta iniciativa propia.
También la literatura se había adelantado. El escritor sobre robótica por excelencia, Isaac Asimov (1920-1992), publicaba su primera recopilación de relatos cortos en el mítico libro Yo, robot (I, robot, 1950), donde presentaba las populares Leyes de la Robótica y en donde aparecía por primera vez el concepto de cerebro positrónico para hacer referencia a la técnica empleada para construir cerebros artificiales inteligentes. Ray Bradbury (1920-2012) exploró las posibilidades de la robótica y la inteligencia artificial en los relatos de Crónicas Marcianas (The Martian Chronicles, 1950). Y una década después de proponerse el nuevo término, en la novela La fuga de Logan (Logan’s Run, 1967) de William F. Nolan (1928-2021) y George Clayton Johnson (1929-2015), la primera de una saga de libros, una inteligencia artificial llamada el Pensador controla a los pocos humanos supervivientes de una guerra apocalíptica. La novela se adaptaría de forma bastante libre al cine en La fuga de Logan (Logan’s Run, 1967) y en una serie de televisión de catorce episodios con distinto elenco en la temporada 1977-1978.

Si bien el relato corto El centinela (The Sentinel, 1951) de Arthur C. Clarke (1917-2008) inspiró a Stanley Kubrick (1928-1999) para empezar a trabajar en el proyecto de hacer la película 2001, una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), en este relato corto no se hablaba de ninguna inteligencia artificial ya que sólo se convertía en la base lunar, en todo caso se hacía referencia a una presencia aparentemente extraterrestre en el interior de una pirámide, que más tarde cambiaría de forma en el cine por la del icónico monolito prismático.
En el libro The Lost Worlds of 2001 («Los mundos perdidos de 2001», 1972) publicado poco después de la novela (Kubrick no permitió que el libro se publicara antes de la película), Arthur C. Clarke relata anécdotas del proceso de escritura y reescritura del guion de la película y de la concepción de la idea, desde el inicio hasta la producción final, en sintonía con el director de la película, Stanley Kubrick (1928–1999), que era quien realmente iba haciendo las grandes aportaciones y los cambios drásticos. En este libro describe cómo estaba previsto que hubiera una voz masculina en la primera parte que sucede en la prehistoria, y una voz femenina para el ordenador central de la nave, un ordenador llamado Atenea, en honor a la diosa griega de la sabiduría y las ciencias.

También indica cómo Kubrick desestimó el hecho de tener un robot móvil que se moviera por la nave. Pese a su fascinación por la película Planeta prohibido (Forbidden Planet, 1956), no quería tener otro robot Robby y parecer inverosímil o, lo que era peor, no aguantar el paso del tiempo con la previsión de los avances tecnológicos que estarían llegar en el futuro. La solución fue mostrarlo visualmente como un cíclope omnipresente con ese ojo rojizo que se ha convertido en un verdadero icono popular.
Pero, vayamos por partes. Para la voz femenina Kubrick le hace grabar las frases a la actriz Stephanie Powers, que en ese momento era también la esposa del actor Gary Lockwood quien hacía el papel del astronauta Frank Poole, el personaje que acabaría teniendo una trágica muerte en el espacio. Pero también probaría otras voces de actores e incluso él mismo haría la réplica a los actores durante el rodaje mientras hablaba el ordenador. Kubrick decide eliminar la voz en off del inicio de la película, indica como superfluo e innecesario dar explicaciones de lo que estamos viendo. En la búsqueda del narrador descubre un documental de divulgación científica que le apasiona: Universe («Universo», 1960). Kubrick reconoce que la escucha casi cien veces, seducido especialmente por la voz del narrador: Douglas Rain (1928-2018), un reputado actor de teatro canadiense.

Una vez decidido eliminar el narrador y escogido el actor por la voz, se decidió bautizar el ordenador central con el nombre de HAL 9000. Por cierto, nada que ver con la leyenda de la relación del nombre con la empresa IBM (HAL se corresponde a las letras inmediatamente siguientes al alfabeto para cada una de las tres letras del nombre de la empresa informática), afirmación corroborada en el prólogo que el propio Clarke escribía en el cuarto libro de la saga titulado 3001: Odisea final (3001: The Final Odyssey, 1997), donde explicaba la anécdota de cuándo se disculpó con los directivos de IBM por la involuntaria referencia a ellos que aparecía continuamente en los medios, y la empresa le contestó que, al contrario, estaban muy contentos y agradecidos de la publicidad extra y gratuita que habían logrado sin haber hecho absolutamente nada. Pues eso.
Tampoco tiene nada que ver otra leyenda que asocia el nombre de Hal al personaje del Príncipe de Gales de la obra Henry IV (1597) de William Shakespeare (1564-1616), que más tarde sería Henry V, y que había interpretado en el teatro el actor Douglas Rain, con mucha experiencia en el teatro con los clásicos. La voz de Rain tenía un acento neutro (inglés de un canadiense) que era apreciado por Kubrick, pero además valoraba que su voz no era ni intimidatoria ni pomposa, características importantes para poner en boca de una máquina. El conflicto con HAL en la ficción surge precisamente cuando se le exige que se comporte como un humano, lo que hace que sea aún más entrañable su reacción cuando percibe que está a punto de morir a manos del astronauta Dave Booman, recordando incluso una canción que almacenaba en el fondo de su memoria en los primeros instantes en los que fue creado.
La canción que canta HAL mientras muere poco a poco fue una elección de Clarke que recordó la demostración que tuvo la oportunidad de contemplar del primer ordenador de la historia que cantó una canción. Fue en 1961 en los Laboratorios Bell, con un ordenador de la empresa IBM que, con una voz sintética, cantó la canción Daisy Bell, bicycle built for two («Daisy Bell, bicicleta hecha para dos», 1892), una canción popular escrita por el británico Harry Dacre, pseudónimo de Frank Dean (1857-1922), después de una anécdota de su primer viaje al continente americano. En la película se homenajea este hito al hacer entender que ese suceso está enraizado profundamente en los primeros recuerdos del ordenador HAL, dotándolo en cierta manera de credibilidad histórica verosímil como si de su infancia se tratara: HAL nació en la ficción el 12 de enero de 1992, el día que fue encendido.

La escena de la desconexión de HAL es visualmente una de las más impactantes de la historia del cine en general y de la ciencia ficción en particular, asociando el tono de voz ralentizado a la paulatina desconexión del computador. La película supuso una revolución en las siguientes producciones de ciencia ficción, en las que también influyó en la elección cuidadosa de la voz que representaría a uno de los personajes habitualmente claves en la trama de la película. Un ejemplo evidente es el caso de la voz de la actriz Helen Horton (1923–2009) en Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), en el papel de la nave central de la nave Nostromo, llamada MU-TH-UR 6000, y a la que los tripulantes se dirigían de forma cariñosa como Mother, en la versión inglesa por su similitud fonética, respetando la traducción «Madre» para mantener la intencionalidad original. Ridley Scott, en su película, recuperaba la idea original de Kubrick de una voz femenina como cerebro central de la nave espacial.
Se conservan las grabaciones de los audios del trabajo en el estudio de Douglas Rain con Kubrick, un trabajo de dos días realizado en diciembre de 1967 después de haber finalizado el rodaje de la película y sin que el actor hubiera visto realmente nada del material grabado. En las indicaciones y correcciones de Kubrick al actor de cómo debía ser la voz se oyen expresiones del tipo: «no tan emocional», «no tan humano», «más suave y profundamente amable, llegando a ser untuosa y condescendiente, con un tono relajante y neutro» (es decir, que no se percibiera el origen del actor, en este caso canadiense). Todas estas características se han convertido en una descripción de lo que podríamos considerar como un prototipo de cómo deben ser las inteligencias artificiales que veríamos en multitud de producciones… y en tu móvil.


