Este 20 de noviembre es el Día Internacional de la Memoria Trans. Un día dedicado a la memoria de aquellas personas que han sido asesinadas a causa de la transfobia, es decir, el odio y el miedo a las personas trans. Una fecha que también recuerda la violencia que aún sufre la comunidad LGBTIQ+ en todo el mundo.
Raras no tan Raras es una colectiva de mujeres LBT del caribe colombiano que utiliza el arte y la música como herramienta de participación política. Pero también de resistencia en el territorio ante la violencia que viven, especialmente la comunidad trans, que conmemora este 20 de noviembre el Día Internacional de la Memoria trans.
En Colombia la música, el grafiti, la danza, el canto, las batucadas y los performances son artes usadas como herramientas de transformación social, política y cultural. Por medio de manifestaciones masivas y campañas, su objetivo es incomodar, tejer nuevas narrativas y saberes en un país marcado por la violencia. “La percusión y la música han sido un dispositivo para transformar y transportar nuestro discurso de mujeres lesbianas, bisexuales y trans, participando políticamente en un espacio artístico”, afirma Mayré Rivero, presidenta de Raras no tan Raras, una colectiva que integra mujeres lesbianas, bisexuales y trans de los departamentos de Atlántico y Bolívar, en el caribe colombiano. “Confío en la capacidad que tiene el arte de ablandar los discursos de odio. La música conecta a la gente con el mundo”.

Rivero también es arquitecta y activista lesbotransfeminista caribeña, y destaca que, para esta colectiva, las acciones públicas se hacen desde la resistencia de sus propios cuerpos mediante expresiones libres, fuertes y desenfadadas, que puedan generar empatía, conectar y reconstruir el tejido social y local. “Es importante para nosotras participar de los espacios artísticos y del folclor, tan masculinizados y heteronormativos. Y es muy emancipador que las maricas lleguemos a estos escenarios, porque nos permite desbaratar lo que está precedido, especialmente para quienes piensan que las mujeres no tenemos la fuerza y las habilidades para tocar la percusión”.
La activista habla desde Barcelona, mientras expresa su inconformidad por la discriminación y violencia que vivió al llegar al aeropuerto por tener un pasaporte colombiano. En su participación en el Primer Encuentro Internacional de colectivas LBT, organizado por Cooperacció, contó cómo la idea de la construcción de la colectiva nació en 2017, cuando unas compañeras hicieron un encuentro de mujeres feministas en Vokaribe, una radio comunitaria de la ciudad de Barranquilla, en el departamento de Atlántico. Ahí, decidieron crear un espacio LBT (mujeres lesbianas, bisexuales, trans y personas no binarias) con un enfoque de género donde analizaban, entre otras cosas, cómo viven la ciudad de una manera diferente. “La ciudad es totalmente distinta desde la perspectiva de la utilización de un parque por una pareja heterosexual y una homosexual”. Así fue como nació uno de sus primeros proyectos como colectiva, ‘Ojos en la Calle’: “Vimos cómo los mercados son unos contextos muy complicados e inseguros, donde la cantidad de intersecciones que coexisten los convierten en zonas difíciles para las mujeres y comunidad LBT”.
Porque el Caribe es una región, como dice la activista, marcada por el machismo y la violencia de género. Una discriminación que viven con mayor intensidad quienes forman parte de la comunidad LGBTIQ+. Y es que, hoy en día, los cuerpos disidentes sexuales y de género sufren una violencia y una vulneración de derechos sistemática. Si a eso le sumamos los factores sociales y culturales, las opresiones no son iguales para todas.
Datos que no conocen fronteras
En Colombia, cada semana es asesinada una persona de la comunidad LGBTIQ+. Según datos de Una Radiografía del Prejuicio, informe de derechos humanos de personas OSIDG–LGTBI de la Defensoría del Pueblo, durante el año 2021 hubo 45 asesinatos y hasta junio de este año la cifra ascendía a 33. En el caso de la población trans, entre enero de 2021 y junio de 2022, 48 personas han sido asesinadas. La mayoría con crueldad y sevicia, características propias de los crímenes de odio. Los departamentos donde se presentan estos homicidios son Antioquia y los que comprenden a la región del Caribe. Organizaciones como la Corporación Caribe Afirmativo, que trabaja de la mano de Raras no tan Raras, registró 38 casos de homicidios y/o feminicidios de personas LGBT en la Región Caribe durante 2021.
Un aumento de los asesinatos que, según la Corporación, es constante desde 2017. Y mientras que en los homicidios hacia las personas trans existe un factor común que es la visibilidad de las víctimas en los territorios -especialmente en los casos de mujeres trans que se dedican al trabajo sexual-, tal y como destaca Caribe Afirmativo los asesinatos y feminicidios a mujeres lesbianas y/o bisexuales suelen ser invisibilizados, silenciando la orientación sexual de las víctimas. Pero lo más alarmante de estos asesinatos, como describe la organización, es la ausencia de investigación, con más del 93% de los casos impunes.

Sin embargo, estos crímenes de odio no se dan solamente en Colombia y según Amnistía Internacional, las amenazas a la vida de las personas del colectivo LGBTIQ+ son especialmente preocupantes en Mesoamérica. Concretamente en México y los países del triángulo norte -Guatemala, El Salvador y Honduras-. Y a nivel mundial, todavía existen 11 países que condenan la conducta homosexual con la pena de muerte. Además, 69 Estados miembros de la ONU criminalizan los actos sexuales consensuados entre personas del mismo sexo, tal y como corrobora el informe Homofobia de Estado de diciembre de 2020, de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (IGLA por sus siglas en inglés).
“La violencia es un proceso circular. El hecho de que yo hable aquí de una experiencia personal, de que me echen de un centro comercial por ser marica, avala los demás tipos de violencia: que me griten en la calle o me digan que busque a Cristo. Y así hasta llegar a la muerte. Entonces este primer tipo de violencia va dando pie a otros, conectando con la expresión máxima de no querer respetar nuestras reexistencias. Nos quieren tan desaparecidas que nos matan”, recalca Rivero. Una violencia que, en Colombia, lamentablemente como dice la activista, está normalizada debido al conflicto armado. Y que viene ejercida por el poder: “Quien tiene el poder lo utiliza sobre nuestros cuerpos, que son cuerpas visiblemente disidentes o feminizadas, para mandar su mensaje sobre quién manda aquí. Lo hacen mediante la violencia sexual o violaciones con fines correctivos hacia las mujeres lesbianas o la comunidad trans”.
La verdad es arcoíris
Fruto del Acuerdo de Paz firmado por el gobierno colombiano y las FARC-EP en noviembre de 2016, se creó el sistema de Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición (CEV), con el objetivo principal de reconocer y narrar lo vivido durante el conflicto armado en todos sus ejes, perspectivas y diversidad en voces y relatos. Uno de ellos fue la comunidad LGBTIQ+ que históricamente ha sido violentada, perseguida y revictimizada por actores armados debido a sus identidades, orientaciones sexuales y expresiones de género no normativas.

El informe de la CEV se entregó el pasado 28 de junio y en el capítulo Mi cuerpo es la verdad se enmarcó la sección LGBTIQ+, ‘La verdad es arcoíris’, donde se especifica que entre 2017 y 2022 la Comisión tuvo conocimiento de 369 víctimas, de las cuales 321 dieron sus testimonios. Entre las principales modalidades de violencia destacan las amenazas, los desplazamientos, el exilio debido a la persecución y la violencia sexual. Y en cuanto a la responsabilidad, nombra a los grupos paramilitares, guerrilla y fuerza pública.
“El proceso de paz para nosotras ha significado la deuda histórica de la verdad”, afirma Rivero. Una deuda que para la activista culmina con la elección de Francia Márquez como vicepresidenta de Colombia. “Siempre ha habido esta actitud de infantilizar a las mujeres y su presencia en los espacios de poder, por eso me parece muy poderoso que Francia exista. Esta también era una deuda histórica que tenían, tanto la derecha, como la izquierda de este país”. Y añade: “Sueño con que la próxima presidenta de Colombia sea una mujer. Pero también sueño con un país en el que no me cueste la vida ser quien soy”.


