Si viajan a Japón se encontrarán, ahora mismo, exactamente con la misma situación descrita en esta novela de 2014, de la suficientemente conocida escritora y librera japonesa Miri Yu (1968), aunque sitúa la acción en la época de las olimpiadas de Tokio, en 1962. Se trata de los sin techo japoneses, que pueden verse en los parques públicos de las grandes ciudades. Son sin techo muy diferentes, en general, a los de nuestro país ya que las autoridades permiten que se instalen en un orden perfecto y sólo los desalojan, provisionalmente (tal y como se describe en el libro) cuando hay un evento social o político importante que pide su invisibilidad ante las cámaras. Con sus chozas improvisadas, quien tiene tienda, con tienda, etc, son como pequeños poblados.

La razón de esta permisión, en un país bastante estricto en lo que se refiere al orden ciudadano, es que muchos de ellos sin techo no han llegado a serlo por marginales, sino por una cuestión de honor. Incapaces de mantener a las familias como es debido, muchos hombres son expulsados ​​de casa (o se van directamente) porque son una rémora o una vergüenza. Algunos optan por suicidarse. Pero a veces es peor. La burocracia japonesa, por ejemplo, cobra a los deudores los gastos originados de haber provocado que un tren haya tenido que detenerse por culpa del suicidio. La solución más recomendable es “desaparecer”. Y así van creciendo esos campamentos urbanos con sus habitantes. De estos ocupantes, muchos tienen trabajo, a menudo precario, otros acaban recogiendo chatarra, en fin, la casuística de estos campamentos de miseria es muy diversa.

El libro de Miri Yu, en este sentido, al recorrer el trayecto vital de uno de estos hombres, con mucha sencillez y mucha sensibilidad, nos acerca al fenómeno. Y de paso, evidentemente, nos cuenta la historia de una familia, tocada por la fatalidad, pero muy interesante para entender la forma de ser japonesa. Con un estilo directo, con el tono misterioso y poético que caracterizan a estos relatos japoneses de costumbres, vamos siguiendo el destino de este protagonista, su progresiva desgracia, su familia abandonada en el campo, los hijos prácticamente desconocidos y el intento de sobrevivir en la gran ciudad, de la forma que sea. El hecho de colocar la acción en el campamento situado junto a la gran estación de Ueno, en Tokio, pone de manifiesto el contraste de vidas y destinos en momentos de gran progreso: el primer tren bala, los juegos olímpicos…

Es especialmente bello todo el fragmento provocado por el provisional regreso a casa del protagonista a causa de la muerte prematura del hijo. La brecha social que muestra el libro no es interesante por sí misma, existe en todos los países occidentales, sino porque es la forma japonesa de mostrarla. “Tokio, estación de Ueno” mereció el National Book Award de 2020 a la mejor obra traducida.

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1 comentari

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