El senador Demócrata Raphael Warnock derrotó al aspirante Republicano Herschel Walker el seis de diciembre. Otorgó así al partido del presidente Joe Biden una mayoría de 51 a 49 en la Cámara Alta. El líder de los Demócratas en el Senado, Chuck Schumer, celebró eufórico el hito. Ya no se necesitará a la vicepresidenta Kamala Harris para deshacer el empate a 50 senadores en cada votación. Los Demócratas tendrán la mayoría en todos los comités, mientras que desde 2020 cada uno tenía diez miembros de cada partido. Los Republicanos lo tendrán muy difícil para bloquear o retrasar en el Senado la obligada ratificación de jueces o altos cargos del ejecutivo designados por la Casa Blanca. Pero la alegría completa de los Demócratas duró tres días. La senadora de Arizona Kyrsten Sinema anunció el 9 de diciembre que abandonaba el partido Demócrata. Sinema se convertirá en el tercer miembro autodeclarado independiente del Senado, junto a Bernie Sanders de Vermont y Angus King de Maine. Sanders y King votan casi siempre a Demócrata. Sinema debe presentarse a la reelección en el 2024 en un estado (Arizona) donde los Demócratas han ganado mucho terreno. Katie Hobbs es la nueva gobernadora Demócrata de Arizona, tras derrotar a la aspirante Republicana (Kari Lake) y sucediendo a un gobernador Republicano. El segundo senador de Arizona es el Demócrata y ex astronauta Mark Kelly.

Sin embargo, hace cuatro años tanto el gobernador como los dos senadores (John McCain y Jeff Flake) de Arizona eran Republicanos. La delegación actual de Arizona en la Cámara de Representantes está integrada por cinco Demócratas y cuatro Republicanos. En la terminología política de EE.UU., Arizona es un estado púrpura, que significa que no es ni un bastión Demócrata ni Republicano. Sinema no quiere complicarse la reelección en 2024. Es progresista en relación con el aborto o derechos de la comunidad LGBTQ. Pero la gran cantidad de financiación que ha recibido de la industria farmacéutica condiciona sus votos en materia fiscal y presupuestaria. Rechazó la creación de un impuesto mínimo de sociedades del 15% para las multinacionales de EE.UU. con beneficios de 100.000 millones de dólares.

Junto con el senador Demócrata conservador Joe Manchin, Sinema redujo tanto el tamaño como las partidas de los paquetes de rescate económico (American Rescue Plan, marzo 2021) y del de inversión en tecnologías verdes, energías renovables y lucha contra el cambio climático (Inflation Reduction Act, IRA, agosto 2022) que los Demócratas con muchas dificultades aprobaron en el Congreso. Sinema también se opuso a la pretensión de Schumer de eliminar al llamado filibuster para poder ratificar legislación en el Senado con 51 votos en lugar de 60. La agenda legislativa de los Demócratas ya tenía menos perspectivas principalmente para que los Republicanos arrebatasen al partido de Biden la mayoría (que es de siete escaños) en la Cámara de Representantes.

La mayoría exigua Demócrata en el Senado impedirá a los Republicanos aprobar legislación dañina para el país como una prórroga de la reducción de impuestos para los más ricos decretada bajo Donald Trump, una prohibición federal del aborto o intentos de derogar al IRA. Éstas son algunas de las medidas que los Republicanos hubieran promovido en el Congreso en caso de haber obtenido la mayoría en el Senado. Pero tampoco se hubieran convertido en ley para que Biden las hubiera vetado. Se necesitan sesenta senadores para superar un veto presidencial. En definitiva, teniendo en cuenta la mayoría Republicana en la Cámara de Representantes, la incertidumbre sobre los votos de Kyrsten Sinema y Joe Manchin, es improbable que ninguno de los dos partidos logre aprobar legislación sustancial hasta las elecciones presidenciales de 2024. Tampoco es previsible que haya colaboración entre los Demócratas y Republicanos a la hora de dirigir los grandes retos a los que se enfrenta EE.UU.: el cambio climático, la criminalidad y medidas para restringir la compra de armas, la inflación, cómo detener la inmigración ilegal, el aumento del coste de la vida, la política energética y la magnitud de la ayuda que se otorga a Ucrania. Existen precedentes de “cohabitaciones” fructíferas entre un presidente Demócrata y un Congreso Republicano. Bill Clinton trabajó con una mayoría Republicana en el Congreso para alcanzar un superávit presupuestario y reformar las excesivamente generosas prestaciones del programa de welfare (ayuda para personas con pocos ingresos) de las que se abusaba. Incluso durante los primeros dos años de Biden, algunos congresistas y senadores Republicanos votaron a favor de iniciativas de los Demócratas: 13 congresistas y 19 senadores Republicanos apoyaron en 2021 el paquete de un billón de dólares para financiar la modernización y reconstrucción de infraestructuras y 24 congresistas y 14 senadores Republicanos lo hicieron el pasado julio por el CHIPS Act, que invierte en investigación y producción de semiconductores en EE.UU. Hay ámbitos en los que ambos partidos podrían trabajar juntos, tales como las restricciones respecto a China. Pero especialmente en el caso de los Republicanos, el ala más radical del partido tiene una influencia desproporcionada sobre su actuación y posicionamientos. Una primera prueba se producirá en enero, cuando el nuevo Congreso debe autorizar el aumento del techo de endeudamiento de EE.UU. Manchin ya ha anunciado que puede oponerse (como harán casi todos los Republicanos) si no hay reducción del gasto.

El partido Republicano no logró una mayoría más amplia en la Cámara de Representantes y los Demócratas mantuvieron el control del Senado por la nefasta influencia de Donald Trump. Seleccionó, apadrinó e hizo campaña por candidatos radicales llamados “deniers”, que todavía afirman que el triunfo de Biden en las elecciones de 2020 fue fraudulento. Estos candidatos estaban obsesionados con investigar los negocios de Hunter Biden, negar o relativizar el peligro de los grupos que asaltaron el Congreso y destituir a ministros del gabinete de Biden mediante votos de censura. El senador republicano por Florida, Rick Scott, dirigió la campaña de su partido en el Senado. Reconoció que su partido se centró demasiado en criticar a Biden y sus medidas y no propuso alternativas sólidas. Algunos cargos electos Republicanos han empezado a criticar abiertamente a Trump, circunstancia impensable antes de las elecciones del pasado 8 de noviembre. Se refieren a la poca “calidad” entre los candidatos Republicanos, un eufemismo del papel desastroso jugado por Trump. Muchos enfatizan que los Republicanos deben abandonar el discurso del victimismo y de agravios pasados ​​que sigue propagando Trump.

Pero a la hora de la verdad, ninguno de los rivales que podría derrotar a Trump en las primarias Republicanas ha anunciado formalmente su candidatura. El ex presidente, en cambio, sí lo ha hecho y no carecerá de financiación ni tendrá necesidad de darse a conocer entre los votantes. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, derrotó a su contrincante Demócrata por diecinueve puntos y recaudó 172 millones de dólares, de los que aún le quedan más de sesenta. Pero parece querer esperar al término de la sesión legislativa de Florida en mayo para anunciar oficialmente su candidatura. El ex ministro de Asuntos Exteriores Mike Pomeo, la ex gobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley y el gobernador de Virginia Glenn Younkin quieren presentarse pero tampoco dan un paso firme adelante. Alcanzar la nominación presidencial exige un esfuerzo titánico en recaudación de financiación mediante actos públicos y entre los donantes más influyentes, viajes a los estados donde se celebran las primarias decisivas y presencia en los medios. El ex vicepresidente Mike Pence y el gobernador de New Hampshire, Chris Sununu, han concedido bastantes entrevistas. Pese a haber exitoso en la reelección a gobernador por cuarta vez y pertenecer a una dinastía política, Sununu tampoco se acaba de decidir.

La excesiva cautela de estos posibles contrincantes de Trump para la nominación del partido Republicano en las presidenciales de 2024 se explica por el 30% de los votantes del partido que aún apoyan al ex presidente. Pero la última encuesta llevada a cabo por USA Today y la universidad de Suffolk muestra una fuerte erosión de la popularidad de Trump. Entre los votantes Republicanos o que se inclinan por los Republicanos, sólo un 31% es partidario de la campaña de Trump, mientras que un 61% quiere a otro candidato. Dos terceras partes de los encuestados favorecen una candidatura de Ron DeSantis, que ganaría a Trump por 56% a 33% de acuerdo con el sondeo.

Los mencionados rivales han decidido pues probar las aguas (nadar) pero asegurándose guardar muy bien la ropa. Pero esta táctica es arriesgada. Permite a Trump ser el objeto de mucha atención mediática, aun por los canales de televisión, radio y diarios que le son hostiles. Se refuerza así el círculo vicioso mediante el cual en los ojos de ciertos grupos demográficos (especialmente los blancos sin estudios universitarios) Trump es atacado por el actual gobierno, las élites, los tribunales y otros poderes fácticos porque lucha por los intereses de los maltratados por el sistema. Trump puede ser acusado criminalmente por el ministerio de Justicia para violar la ley de Espionaje, posesión de documentos secretos y obstrucción de una investigación federal. El mismo ministerio quizás también lo acusará por su papel en el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021. En el estado de Georgia, Trump también podría ser acusado por sus intentos de presionar varios altos cargos diversos para cambiar el resultado de las elecciones. En el estado de Nueva York, la fiscal general Letitia James ha investigado – en este caso en el ámbito civil — la fundación de Donald Trump y otras empresas suyas. El septiembre acusó formalmente Trump de tergiversar documentos financieros para obtener préstamos o pagar menos impuestos. El fiscal del distrito de Manhattan Alvin Braggs ha obtenido condenas contra empresas de Donald Trump. Concretamente, la Trump Corporation y la Trump Payroll Corporation fueron condenadas el pasado diciembre de diecisiete delitos de fraude, evasión fiscal y falsificación de documentos mercantiles a raíz del testigo de su exjefe financiero, Allen Weisselberg.

Aunque sean necesarias, estas actuaciones convierten a Trump en un “mártir” político a los ojos de sus incondicionales. Muchos analistas creen que, aunque alcanzara la nominación Republicana, Trump perdería las elecciones frente a Joe Biden (por 47% a 40% según la encuesta de USA Today) o el candidato que obtenga la nominación Demócrata. Al fin y al cabo, según esta línea de análisis, demasiados votantes Republicanos se han cansado de su agresividad y de las acusaciones a las que se puede enfrentar. Su hija Ivanka (que fue asesora presidencial) no participará en la campaña. Pero infravalorar a Trump y al populismo de derechas es temerario. Lula da Silva sólo se impuso por una diferencia mínima (50,9% frente a 49,1%) a Jair Bolsonaro en las presidenciales de octubre en Brasil.

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