En 1998, tras ganar 11 estatuillas en los Óscars por Titanic (1997), incluidas las de mejor película y mejor director, convirtida en la película más taquillera y vista de todos los tiempos hasta ese instante, cuando le preguntaron a James Cameron cuál sería su próximo proyecto cinematográfico después de alcanzar un éxito tan espectacular no tuvo ninguna duda en la respuesta, puesto que ya llevaba años trabajando: «Mi próxima película será Alita, ángel de combate».

Cuando el director mexicano Guillermo del Toro vio el anime Alita, ángel de combate (Gunnm, 1993), dirigido por Hiroshi Fukutomi y basado en el manga homónimo de Yukito Kishiro (publicado entre 1990 y 1995), no dudó en llamar a su amigo para recomendárselo. Cameron quedó fascinado por la historia y compró inmediatamente los derechos de la saga para su adaptación, una trama que iba más allá del anime realizado puesto que en él solo se mostraba el argumento de los dos primeros tomos del manga.

La protagonista del manga se llamaba Gally, pero para la distribución en el mercado americano de su adaptación al anime alguien decidió hacer algunos cambios, entre ellos uno fundamental: el nombre de la protagonista de la historia, que pasaría a llamarse Alita. Pero el nombre de Gally no era baladí, Gally era un diminutivo de Galatea, en una clara referencia al mito de Pigmalión. El mito aparece por primera vez en Las metamorfosis (Metamorphoseis, siglo I) del poeta romano Ovidio (43 a.C.-17 d.C.), inspirado en la mitología griega y fenicia. Frustrado por la infructuosa búsqueda de la mujer perfecta, Pigmalión, rey de Chipre, se dedica a esculpir en mármol estatuas de bellas mujeres. Enamorado de una de sus creaciones inertes, le pide a Afrodita que la convierta en humana, deseo al que accede finalmente y crea un ser vivo a partir del mármol. Con posterioridad se asignó el nombre de la estatua a la de la ninfa del mar, Galatea.

Avatar: El sentido del agua

Gally (o Alita, que es como finalmente se ha popularizado) era una joven adolescente en el manga, que es encontrada en un vertedero de desechos por un cirujano cibernético que, como si fuera un nuevo Geppeto, descubre vida de la chatarra que forma una cabeza estropeada y un tronco en mal estado, que es lo que era realmente Gally en ese momento. Del azar del hallazgo nacería la joven Alita, sin memoria en su cerebro humano, pero, a su vez, con una gran habilidad para el combate, eso sí, con un cuerpo artificial que le proporcionó su Pigmalión moderno, que le enseñó a entender cómo funcionaba su nuevo cuerpo robótico y a interactuar en su nuevo entorno.

Cameron se entusiasmó con la oportunidad de tener de nuevo una protagonista femenina, pero haciendo un camino inverso a Ripley o a Sarah Connor, personajes que encontraban su espíritu guerrero inducido por una situación singular de peligro y necesidad de supervivencia. En cierto modo, Alita realizaba un recorrido contrario, de introspección, para descubrir quién era realmente.

De nuevo, otra amistad, esta vez con el director Peter Jackson, hizo que Cameron se involucrara en los avances tecnológicos que supusieron hacer la saga completa de El señor de los anillos, sobre todo la proliferación de personajes creados por ordenador, en especial del personaje de Gollum interpretado por el actor Andy Serkis, al que vimos por primera vez en la producción estrenada en 2001. A pesar de la revolución tecnológica que supuso dicho personaje, Cameron decidió que esa experiencia no era suficiente para que su Alita fuera diseñada por ordenador siendo la protagonista de la película e interactuando con el resto del elenco que no tendrían efectos especiales y todo ello durante la totalidad del metraje. En ese momento, decidió, por motivos técnicos, que cuando el personaje fuera digital todo debía ser digital a su alrededor, lo que le llevó a guardar a Alita en un cajón y escoger otro proyecto para su siguiente película.

Avatar: El sentido del agua

En 2015, en una comida con otro amigo director de cine, Robert Rodríguez, este le preguntó, literalmente, si tenía alguna idea guardada en un cajón aparte de la secuela de Avatar en la que llevaba años trabajando. Cameron le sacó el guion escrito y acabado que se utilizaría en la película Alita: Ángel de combate (Alita: Battle Angel, 2019), dirigida por Rodríguez con guion y producción de Cameron. Pero eso es otra historia. La realidad es que la película Avatar (2009) se antepuso a su deseada decisión inicial por factores tecnológicos, pero la influencia de Alita en la nueva historia era evidente: el camino que seguía el protagonista de la nueva película estaba claramente inducido por la esencia de la historia de la joven Alita.

El protagonista de la saga Avatar, el exmilitar Jack Sully, interpretado por Sam Worthington, en la primera entrega decide aceptar el encargo de sustituir a su hermano gemelo fallecido, un científico que había participado en el experimento de crearle un avatar físico similar a los nativos del planeta Pandora a partir de tecnología genética. La decisión de aceptar el trabajo tiene que ver con su condición de paralítico tras un accidente en su vida civil y la imposibilidad de sufragar los gastos médicos que necesitaba para una operación en la columna que le podría dar la esperanza de volver a caminar. A la llegada al planeta Pandora, su nula formación científica le facilita la asignación de guardaespaldas del equipo investigador liderado por la Dra. Grace Augustine, interpretada por la actriz Sigourney Weaver.

La promesa por parte del coronel Miles Quaritch, interpretado por Stephen Lang, de cubrirle todos los gastos médicos en la sanidad privada al regresar, le convence para convertirse en un espía que facilite a la corporación, que está explotando los recursos naturales del planeta, los datos que necesitan de los nativos, información muy valiosa para continuar con la extracción de minerales y que la tecnología de inspección no era capaz de obtener por las barreras que ofrecía la propia naturaleza y el peligro de ser descubiertos. Cuando, por accidente, el avatar de Sully debe de pasar una noche en la peligrosa jungla de Pandora, este es salvado por Neytiri, interpretada por Zoe Saldana. La situación creada (la llegada de una visita inesperada al poblado), conlleva la decisión de la tribu de que esta actúe de cicerone del nuevo huésped, con la intención de que conozca la cultura, costumbres y tradiciones de su pueblo. En cierta manera, Neytiri se convierte en una especie de Pigmalión de Sully, mientras que, a su vez, este realiza un viaje a la búsqueda de su identidad, en un trayecto similar al que realizaba el personaje de Alita en el manga, en un nuevo cuerpo y en un nuevo entorno.

Avatar: El sentido del agua

James Cameron tiene el récord de ser la primera persona en llegar en solitario al fondo de la Fosa de las Marianas en el Pacífico, a más de once mil metros de profundidad. Lo hizo el 26 de marzo de 2012 como culminación de más de una década de trabajo, un gran éxito científico y tecnológico, que pudimos conocer y disfrutar en el documental James Cameron: Viaje al fondo de la tierra (James Cameron: Voyage to the Bottom of the Earth, 2012). Hay que recordar que, previamente, ya había viajado a las profundidades del Atlántico para contemplar los restos del Titanic, aventura que pudimos ver en el documental Los últimos misterios del Titanic (Last Mysteries of the Titanic, 2005).

Esas experiencias fueron fundamentales para marcar el rumbo del viaje de introspección que debía seguir el protagonista de Avatar, hacia una concepción ecológica de respeto al medio ambiente, de reconocimiento de los peligros de la acción humana, del riesgo de la sobreexplotación y del impacto sobre las personas. En especial, sobre los nativos del lugar a donde se va a extraer los recursos naturales, además de los efectos que provocarán en el entorno. Cameron nos alertaba, empleando la película como instrumento pedagógico, sobre los peligros de un sistema sustentado en una economía lineal insostenible, siguiendo un ciclo de extracción, transporte, transformación, consumo y desecho.

Y necesitó 2 horas y 41 minutos para mostrar ese mensaje, eso sí, en una apoteosis de efectos especiales inauditos hasta entonces que atrajo a millones de espectadores a las salas de cine en todo el mundo. En Avatar: El sentido del agua (Avatar: The Way of Water, 2022) ha necesitado 3 horas y 12 minutos. ¿Qué ha cambiado entre los trece años transcurridos entre la primera película y la segunda? Pues todo y nada, las preocupaciones relacionadas por los efectos del cambio climáticos son cada vez mayores y más evidentes sus efectos, mientras que la intolerancia, la incultura y la manipulación se abren hueco a lo largo y ancho del planeta. El viaje introspectivo del héroe ya estaba completado en 2009, pero el mensaje ecológico no ha disminuido un ápice su necesidad, de hecho al contrario, continua siendo muy importante. Pero había que añadir otros mensajes, también coetáneos con la sociedad actual.

Avatar: El sentido del agua

En esta secuela, en Pandora han trascurrido alrededor de tres lustros desde la primera parte. Los años suficientes para poder realizar un viaje de ida y vuelta del planeta ficticio de Pandora, situado en el Sistema Alfa Centauri, el sistema estelar más cercano a nuestro propio Sol, situado a poco más de 4 años luz en la realidad. Ida y vuelta suponiendo que existiera una tecnología que te permitiera viajar cerca de la velocidad de la luz y que pudiera mantener a los pasajeros hibernados durante el trayecto. En teoría, comunicar lo que estaba sucediendo en Pandora tardaría más de cuatro años en llegar las noticias a la Tierra.

En este tiempo trascurrido, la pareja formada por Jack Sully y Neytiri han tenido tres hijos y han adoptado a dos más, una joven con un extraño origen que suponemos tendrá importancia en el futuro, y un joven humano que resulta abandonado por la limitación tecnológica que los bebés no pueden criogenizarse para realizar el largo trayecto de vuelta. Y aquí aparecen varios mensajes subliminales, relacionados con la diversidad y el mestizaje, entre razas y entre especies. A lo largo del metraje se hará referencia a las diferencias físicas de los hijos de la pareja y la joven adoptada, visibles especialmente en los cinco dedos de las manos en contraposición con los cuatro dedos de las extremidades de los nativos. Y se apreciarán otras diferencias cuando viajan a una aldea sita en la costa, donde el color de la piel es distinto y tienen algunas diferencias físicas evidentes, como una cola más desarrollada para facilitar el desplazamiento bajo el agua, en una clara alusión a la evolución y capacidad de adaptación.

Cameron se inspira en su propia experiencia personal, padre también de cinco hijos, e insiste en una proclama repetida en varias ocasiones por los personajes: «La familia se mantiene unida, es nuestra mayor debilidad y nuestra gran fortaleza». Esta familia debe de huir de su aldea, acosada por la amenaza de los nuevos invasores, buscando asilo en una tribu apartada donde poder esconderse, en los arrecifes de la costa. Los refugiados son acogidos con respeto y, como ya ocurrió con anterioridad, con cicerones que les enseñan las costumbres e idiosincrasia del lugar, cambiando el escenario de la jungla y el cielo anterior por el mar y las profundidades.

Allí podremos observar las diferentes personalidades de los jóvenes recién llegados y de los jóvenes que los han acogido, así como la interacción que la tribu tiene con el entorno y sus seres vivos, en este caso, acuáticos. También contemplaremos el empoderamiento de los personajes femeninos en los diferentes roles en la ficción, de los que destaca, además de la ya mencionada Neytiri, la adolescente Kiri, interpretada por Sigourney Weaver, y la guerrera Ronal, encarnada por Kate Winslet, madre de varios hijos y embarazada de seis meses en la trama. En pocas películas de acción veremos a las protagonistas siendo madres o en estado y participando activamente en la batalla final.

, Mundos ficticios (Sur les terres truqueés, 1977)

Los pueblos costeros responden con lealtad ante los refugiados a pesar de los ataques feroces de los humanos hasta que finalmente es descubierto el escondite. Esta segunda entrega es más visceral que la primera, puesto que la venganza se convierte en el motor del antagonista principal, lo que le lleva a actuar de forma despiadada e imprudente. Un personaje que destila una masculinidad tóxica en su relación con su hijo abandonado y que se convierte en el instrumento ejecutor de la nueva organización llegada al planeta, que tiene, en esta ocasión, un liderazgo militar en contraposición de la primera parte, donde la dirección era ejecutiva por parte de la empresa, y los militares tenían una función de seguridad.

El discurso maniqueo es evidente en el argumento, y Cameron invita al espectador a tomar partido, pero nos condiciona en la elección al dedicar una gran parte del metraje a destacar las potencialidades de uno de los bandos y la mezquindad del otro. Para esa elección, es también es evidente que construye un marco mental sobre una ética determinada, no explicada en palabras (o casi, porque algunas de las frases de las películas serán recordadas en el futuro, buscado de forma intencionada y reconocido por el propio director), sino por el comportamiento de los diferentes personajes.

El poder del relato es primordial: las historias individuales condicionan y construyen los valores colectivos, interpelándonos continuamente para tomar partido, con la intención de que nos emocionemos en el tramo final, cuando el desenlace trascurre en un violento enfrentamiento en donde las agresiones a los personajes protagonistas son crueles, y no me refiero únicamente con los que tienen brazos y piernas. El marco mental construido y el lenguaje utilizado contribuyen a que, de forma inconsciente, tomemos partido por un bando y rechacemos el contrario. A mí ya me habían convencido antes de empezar, pero si tú te has dormido durante la película, te ha aburrido o piensas que no tiene guion… no te preocupes, no pasa nada, simplemente no has conectado con ese marco mental. Quizás, en algunos casos, los que deberíamos preocuparnos somos los demás.

Bienvenidos a Alflolol (Bienvenue sur Alflolol, 1972)

La aplicación de un marco mental al ámbito creativo probablemente se aplicó en todo su esplendor en el caso de un joven canadiense, el propio James Cameron, ávido lector compulsivo, que construyó su propio universo simbólico a partir de las numerosas novelas y cómics que devoraba. Y, con toda seguridad, una de esas lecturas fueron los volúmenes de la saga Valerian, agente espacio temporal creada por el guionista Pierre Christin y el dibujante Jean-Claude Mézières. En especial, seguramente leyó Bienvenidos a Alflolol (Bienvenue sur Alflolol, 1972), el tercero de la colección, en el que la trama trascurre en un planeta donde una empresa se instala para explotar los recursos naturales, expulsando a los nativos de su emplazamiento, unos nativos de tres metros de altura que tienen el poder de conectar mentalmente con otras personas, todo ello en un contexto con junglas, desiertos y mares por descubrir, plagados de animales salvajes de formas inéditas surgidas de la imaginación de los artistas.

Y, quizás, también leyó el sexto volumen, Mundos ficticios (Sur les terres truqueés, 1977), en el que el protagonista, Valérian, es clonado en una sala que evoca la zona de criogénesis de la nave espacial de la película. Los clones tienen una vida de tres horas pero tienen las facultades mentales del original, lo que les permite enfrentarse al peligro con la habilidad del protagonista, sabiendo que, en caso de muerte, se enviará al siguiente clon, todo ello coordinado por su compañera Laureline, que se encarga de explicar al siguiente clon lo que debe de hacer para no cometer los errores del anterior.

Es normal que la ficción construya marcos mentales que impulsen nuestra creatividad, modelen nuestra emoción y orienten nuestra opinión. Y la no ficción también emplea los mismos recursos, solo falta ver, escuchar o leer las noticias a diario.

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