A pesar de que no me considero experto en la materia, pero visto el alboroto que ha generado el anuncio, hace unos días, que la Instalación Nacional de Ignición del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore en California había conseguido con éxito, una reacción de fusión nuclear con una ganancia neta de energía, creo que estoy en condiciones de situar la noticia en un contexto de realismo. Lo obtenido después de más de sesenta años de trabajo, con la participación de unos diez mil científicos y con la inversión de muchos miles de millones de dólares, es provocar una rección mediante un láser gigantesco obtener un 20% más de la energía empleada en el proceso. Es decir, es necesario poner de entrada 100 de energía “tradicional” para alcanzar 20 de fusión.
Es decir, se ha contradicho aquel viejo principio de que la energía no se crea, sólo se transforma. En este caso se ha logrado imitar al Sol a una escala muy pequeña y da esperanzas, según hemos leído en la prensa, que por fin la humanidad podrá disponer de una fuente limpia e inagotable de energía. Bien, en esta afirmación está la primera contradicción. El Sol no es inagotable y los físicos y astrónomos sostienen que acabará extinguiéndose, como han hecho y todavía hacen muchos cuerpos solares. Ahora bien, si se quiere decir que a escala humana la fusión nuclear puede, teóricamente, abastecer de mucha más energía que la humanidad necesita durante mucho tiempo, mucho antes de que el Sol se apague, podría estar de acuerdo.
Después de alegrarme por un descubrimiento tantos años deseado, quisiera situar las cosas en su punto justo. Es sólo un experimento de laboratorio, y a menudo las cosas controladas a escala de laboratorio no funcionan cuando deben pasarse a la escala productiva. ¿Cuántos fármacos han sido un gran éxito en el ámbito del laboratorio, pero nunca han llegado a las estanterías de una farmacia? ¿Cuántos desengaños se han creado en enfermos que ya necesitan ahora este medicamento y que nunca llegan a disponer de ellos? Y esto sucede porque no es lo mismo trabajar en ratones que pasar después los resultados al hombre oa la mujer, sin olvidar las limitaciones económicas: quizá sea tan caro el paso del experimento a la realidad que no hay quien invierta para hacerlo posible. ¿A qué precio saldría el Kw de energía de fusión nuclear? Lamentablemente, las leyes del mercado condicionan nuestra vida.
Les daré unas cifras. El consumo mundial de energía es de casi 600 exa-juolas (un exa es un trillón, es decir un uno seguido de dieciocho ceros). El experimento de Lawrence Livermore logró 2,5 megajoules limpios (2,5 seguido por seis ceros). Es decir, se necesitarían 240 billones (240 seguido de 12 ceros) de experimentos idénticos para sustituir toda la energía que actualmente consume anualmente el planeta para poder finalmente decir que disponemos de una energía ilimitada. Esto es lo que supone pasar del laboratorio a la realidad. Si me permite la comparación, es como haber fabricado el primer tomate en el laboratorio, después de décadas de trabajo, y ahora hubiera que hacer un billón.
Cuesta imaginar que disponemos de los recursos económicos y de los materiales necesarios para lograr dar el salto. Y dado que los recursos económicos son limitados, ¿qué partidas debería reducirse (sociales, de investigaciones médicas, de infraestructuras, etc.) para aumentar significativamente la producción energética de fusión? Siempre podemos confiar en que la tecnología cambie y lo que hoy cuesta tanto hacer, se pueda lograr de una forma sencilla. Yo no creo en los milagros, ni siquiera los milagros tecnológicos, y en todo caso los principios de la física y de la termodinámica son tercos; del motor continuo de los textos de Santo Tomás de Aquino hace muchos siglos que se habla de ellos y, por ahora, está por obtener.
Y una reflexión final, que para mí es quizás la más importante. Supongamos que disponemos de los recursos para hacerlo; pero, ¿cuánto tiempo se tardaría en dar el salto? Es decir, realizar una producción energética a escala industrial, fuera del laboratorio. Los más optimistas hablan de 40 años; otros lo retrasan hasta finales del siglo XXI. Ni en uno ni en otro caso se llegaría a tiempo para convertir la fusión nuclear en la herramienta principal de lucha contra el cambio climático y garantizar la sustitución de los combustibles fósiles, ya que habría que expandir y replicar el caso de éxito casi en el infinito para la sustitución de todos los demás combustibles.
El IPCC avisa que este cambio es urgente y de hecho todo el mundo habla de que es necesario obtener la neutralidad del CO2 en el año 2050. Por tanto, confiar en la fusión nuclear para hacer la transición energética es totalmente irreal porque la situación en la Tierra será muy comprometida si a finales del siglo XXI, si no hemos logrado eliminar por completo el uso de los combustibles fósiles. Y obtener los logros que nos hemos marcado para 2030 y 2050, pienso que casi imposibles de alcanzar (a menos que se intensifique la voluntad de los gobiernos), debe hacerse a base de un estricto ahorro energético y un despliegue con sensatez de las energías renovables, que no se haga a coste de la biodiversidad y aprovechando las generaciones de proximidad.
En resumen: la fusión nuclear no estará lista para la lucha urgente contra el cambio climático, que es la principal tarea que tenemos ante este siglo XXI. La fusión y la transición tienen distintos calendarios. Por tanto, utilizamos las herramientas que hoy por hoy tenemos el alcance, no desviamos la atención de los ciudadanos con esperanzas inciertas y lejanas y cuando llegue (si llega) la fusión nuclear, que sea para colaborar en una generación energética totalmente respetuosa con nuestra Tierra.
Debemos ganar la guerra (contra el cambio climático) antes de hacer la revolución (de la fusión nuclear)…