La crítica ha resaltado de estas páginas su calidad como texto de iniciación. Sin embargo, su efecto y atmosfera viran más hacia una pequeña gran suma de detalles sociales, inevitables en esa familia a la búsqueda de techo y medio desterrada a un pueblo de la periferia romana, donde Gaia alternará entre arquetipos de estas zonas e hijos de papá provenientes de su escuela. El contraste, si bien hecho, puede devenir una devastadora radiografía de un tiempo y un lugar.

Tras leer el libro da la sensación que para las personas de nuestra generación la palabra Progreso está vetada del diccionario.

El libro nace con la idea de tomar un caso complejo o extremo para explicar qué es la precariedad o la ausencia de expectativas de cara al futuro. Gaia no progresa durante la novela, y eso impide que esta sea de formación. No mejora, no se supera y más bien se autodestruye. Hay mucha dureza y he cargado las tintas para extremar la condición, pero la mayoría de los hechos están sacados de la realidad.

En la novela hay una imagen trampa, y es el parecido de la madre de Gaia con la Mamma Roma interpretada por Anna Magnani en la película de Pier Paolo Pasolini, pero mientras esta familia progresa, la de tu libro está como varada.

Gran parte de la cultura cinematográfica y literaria de ese momento histórico reflejaba un cambio socio-económico, en muchas ocasiones hablándonos del problema de la vivienda o de cómo tener una licenciatura era una promoción para el mañana. En cambio, hoy en día las posibilidades de sueldo en Italia son idénticas entre licenciados y los que no lo son.

Gaia es muy lúcida con relación a estos límites. Pese a ello, sigue lo marcado por el Sistema, en su caso los estudios, para simular un crecimiento.

Sí, y para dar a su madre la ilusión de continuidad y cumplimiento de su sueño. Por otra parte tampoco sabe bien qué hacer. Sacaba buenas notas en los estudios y tiene espíritu competitivo, inútil porque su excelencia no le reporta beneficios.

El caso de Gaia está llevado al extremo.

Quizá la radicalidad del libro esté en la conclusión de su trama, pero también en la violencia de Gaia. Acumula episodios de agresividad, cada vez menos justificados.

¿Evolucionan así por su paulatina frustración?

Sí, pero también por su intento de encontrar un lugar en el mundo, de plantarle cara y no sentirse marginada, redoblando la apuesta al ver cómo los intentos anteriores no han acarreado ningún tipo de penalización.

Normalmente se contempla el inicio de la precariedad actual en Occidente en la crisis de 2008, pero en El agua del lago nunca es dulce se ve cómo su comienzo es bastante anterior.

Empieza antes y desde 2008 se intensifica, hasta el punto de generar dificultades a las licenciadas de esa generación, como mi caso o el de Gaia. Cambiaron las ordenanzas curriculares, los créditos y un sinfín de detalles muy confusos para todos los implicados. Ha sido muy difícil encontrar trabajo después. La familia de Gaia, en realidad, al seguir este ideal para su hija, contempla un orden antiguo.

En realidad, la concepción de la familia de Gaia es como la de sus abuelos, mientras en nuestra época la aceleración del tiempo ha roto esta cadena de lógica antigua.

Tal cual. Buscan reproducir el modelo Mamma Roma en un momento donde los jóvenes tienen otras perspectivas y realidades. La ley italiana sigue con ideas de esa época. Es un gravísimo problema. Cuando me licencié me sentí en el puro vacío, con cursos gratuitos, pocas posibilidades de apoyo y mucha incerteza.

La ley italiana sigue con ideas de esa época

En Anguillara, el pueblo de Gaia, hay una poética muy fuerte, porque el espacio sólo muestra la clase adinerada y la baja, como si no existiera la media.

Ella se relaciona con personas muy ricas siendo muy pobre. La realidad del pueblo es así, con la problemática del lujo en esos adolescentes hijos de papá, con regalos y hábitos imposibles para los demás, sobre todo para sus compañeros con menos recursos económicos, creándose un contraste brutal.

Como decía, no hay término medio y lo que comentas acrecienta la sensación.

No hay mucho matiz en la novela, es algo intencionado, de los amigos de Gaia, como Iris o Cristiano, a los de su novio Luciano, todos con mucho dinero y esa barbaridad de caprichos.

Esta desigualdad tan manifiesta genera un mecanismo de rabia.

A lo largo de mis novelas me he preocupado mucho por lo que estamos hablando, pero sí es cierto que en El agua del lago nunca es dulce he acercado más la extrema pobreza con la extrema riqueza. Es una amistad complicada porque los pobres nunca pueden equilibrarse con sus amigos adinerados.

Y en la casa de Gaia no tienen televisión y su teléfono móvil es casi una reliquia, como si estuvieran fuera del Tiempo.

Eso se remarca más en Antonia, la madre. Para nuestra generación lo televisivo es la normalidad, un objeto que todo el mundo tiene en casa, casi parte de la familia. Para Gaia esto no es así, lo ve como una aspiración familiar. Con el teléfono, una antigualla, carece de los medios para renovarlo, y en un mundo de tendencia continua eso lo convierte en casi prehistórico.

Para nuestra generación lo televisivo es la normalidad

Y siendo italiana eso aún es más grave porque es bien conocido cómo tu país experimentó un boom con el teléfono móvil, el famoso cellullare.

Es que fue así, parecía casi un sacrilegio no tener un teléfono móvil hacia el año 2000. Por lo demás, para Gaia y la novela esos objetos tecnológicos tienen un valor simbólico del tiempo que corre sin que ella pueda seguirlo como sus demás coetáneos. Es como si fuera en otra dirección si hablamos del flujo económico, algo asimismo más reforzado por la madre, mientras ella querría meterse de lleno en su época.

Aquí me haces pensar en cómo Pasolini ya hablaba de la invisibilidad impuesta de la periferia, relacionada en nuestro tiempo por las voces de las redes sociales, un ínfimo porcentaje de la sociedad, con mucho predicamento sin poder dominar determinados aspectos de la realidad, omitidos, como los márgenes.

Aún prosigue esa invisibilidad pasoliniana. Emerge poco a poco esa crítica social, porque los provenientes de los estratos bajos no pueden acceder a ciertos ambientes, como por ejemplo el Cultural, donde el margen suele silenciarse. También cada vez se hace más evidente lo complicada que es la emergencia de escritores de clase social baja, entre otras cosas porque no tienen los engranajes dentro del mundillo que sí poseen los literatos de origen burgués.

Giulia Caminito | Noelia Olbés

Sólo he leído de tu obra este El agua del lago nunca es dulce, pero intuyo que vas más allá de oportunismos y que estas ideas son una constante en tu trayectoria.

Este discurso es omnipresente en todas mis novelas. Las dos primeras son históricas, una post colonial en Abisinia, mientras la otra es sobre los anarquistas de las Marcas.

¿Cómo se ve en Italia la posibilidad de crear una cultura de izquierdas desde la literatura?

La literatura se cierra en sí misma y el sector cultural más si cabe, sobre todo al no estar en diálogo con las fuerzas políticas, con la izquierda dimitida y el Partito Democratico muy deslegitimado pese a sus esfuerzos por integrar a elementos culturales, desilusionados porque mucho del ideario del PD está alejado años luz de su época.

Y tampoco existe ahora en Italia una izquierda a la izquierda.

No existe, y es eso, no hay comunicación entre cultura y política. Las editoriales italianas fueron muy activas en la posguerra con la formación ideológica del país, como Feltrinelli o Einaudi. Hoy lo editorial es mucho más comercial, los libros se ven como un producto y eso también causa cómo la clase literaria sólo hablé entre sí, desconectándose de la sociedad.

Pero no me parece tu caso, es como el episodio final del lago, una clara denuncia política.

En mi caso también es importante que haya estudiado filosofía política, aunque me cueste creer su impacto en la realidad, pues no afecta al resto de la sociedad, pero escribiendo volví a tratar estos temas. A través de los libros, desde puntos de vista distintos, se puede conseguir generar debate. Con El agua del lago se discutió desde la cuestión generacional porque los mayores se chocaron con la narrado.

Además en el libro se muestra un cambio a mi parecer muy importante, el de la violencia, que en nuestro siglo no sólo es física.

En el libro es mental, social y mucho más cotidiana. Solemos focalizar el tiro en la física, ejercida por Gaia, pero su familia, sin ir más lejos, sufre violencia burocrática, es decir estatal, muy fuerte por cómo afecta en lo mental. En Roma es un clásico que va más allá de las administraciones, es un caos crónico desde 2008, cuando perdió el alcalde Veltroni. La administración se ha ralentizado muchísimo en todos los sentidos, potenciándose esto por un descaradísimo nepotismo.

Por poner un ejemplo la familia de Gaia termina en Corso Trieste, para que nos entiendan los lectores un barrio como Pedralbes en Barcelona.

Sí, porque el Ayuntamiento tiene casas para repartir para las familias más necesitadas en lugares alucinantes. Pese a la densidad poblacional y los cambios ocurridos en las últimas décadas no han cambiado ni una coma de la planificación, por eso la familia de Gaia va a Corso Trieste, un barrio de ricos romanos. Esa adjudicación rompe el principio económico de realidad, también desde un punto de vista social, porque los vecinos del inmueble los rechazan por decoro.

El famoso decoro romano.

Que es sólo una cuestión de apariencia, sin que importen las consecuencias morales o sociales. Como son pobres les duelen, no en el alma, sino desde los ojos, es un rechazo de parcelación social.

En España es sorprendente ver estadísticas de cómo hasta en la izquierda italiana hay un rechazo mayoritario para con acoger a los inmigrantes, es un colapso de una idea de país.

Es un colapso absoluto. He estudiado la actualidad del tiempo de la novela. En los noventa teníamos albaneses y rumanos, pero no había preocupación. Con el paso de los años se ha acentuado el racismo y la izquierda no articula campañas coherentes con relación al tema, además esto conlleva un racismo interno de clase como consecuencia de una pésima gestión.

El racismo y la izquierda no articula campañas coherentes

¿Hay una solución a todo este desastre?

Desde mi punto de vista sería la refundación total y absoluta del principal partido de izquierdas, con nuevas voces y nuevos programas.

Que es un problema europeo, con una izquierda que no pondera las cuestiones sociales.

Gritarse a la cara no sirve para renovar, debe ampliarse la participación política y crear movimientos. La parálisis es crítica, y quizá es la generación joven la que pueda dar esperanza. Voy a muchas escuelas por el libro y se gesta un sentido crítico desde consideraciones colectivas.

¿Y la brevedad de los gobiernos?

Eso es dramático para la elaboración de proyectos, otra clave de la parálisis, pues la mayoría de gobiernos no duran lo suficiente para aprobar muchas carpetas, quedándose estancadas, como el país.

Share.
Leave A Reply