A menudo todas las administraciones tienen formas estrambóticas de resolver problemas complejos. Es lo que sucede con la llamada transición energética, lo de sustituir los combustibles fósiles por energías renovables provenientes del Sol. La inercia ha sido importante, la política se ha resistido a aceptar lo que hace años iban diciendo los científicos sobre el cambio climático, no se ha actuado y ahora todo el mundo reconoce que ya vamos tarde, no para evitar el cambio climático sino incluso a que quede situado en unos escenarios de calentamiento compatibles con la pervivencia de la vida en la Tierra.

Personalmente, creo que el convencimiento unánime de casi todos los políticos obedece más a razones económicas que ecológicas. Es decir, el agotamiento de los recursos que hasta ahora hemos utilizado (carbón, petróleo, gas pero también uranio) que hace que su producción mundial haya empezado a disminuir (los llamados peaks, que en el caso del petróleo parece que ya se ha producido) nos lleva a una situación de tensión entre demanda y oferta que dadas las leyes, inexorables e injustas, del mercado llevará a un encarecimiento difícilmente llevadero por parte de una sociedad carbono-dependiente. Si además, Putin cierra el grifo del gas que durante tantos años ha sido la base del mix energético europeo, estamos ante una tormenta perfecta que hace reaccionar a los gobiernos, más por el miedo por la crisis económica que no por la climática.

Ahora todos los gobiernos quieren recuperar el tiempo perdido, como aquel estudiante que ha hecho el vago durante todo el año y cree que estudiando la última semana conseguirá superar el curso. Y puestos a buscar las causas de este retraso, nadie quiere aceptar que han sido sus políticas vacilantes y erráticas el elemento principal y acusan a todo el cuello de botella creado por las tramitaciones ambientales de los proyectos de energías renovables . Y los grandes lobbies (tecnológicos e inversores), que ven una oportunidad de negocio a corto plazo (aunque hay muchas incógnitas de futuro) se quejan amargamente de los años que pasan entre que manifiestan sus intenciones y finalmente logran facturar energía.

Dado que a menudo los gobiernos son sensibles a los lamentos de los grandes lobbys y las llamadas puertas giratorias suelen funcionar al final de la vida política (podría poner muchos ejemplos, pero sólo uno: la cúpula del Departamento de Medio Ambiente del gobierno de Marcelino Iglesias en el Aragón ahora forma parte de Forestalia, una empresa que llena de placas y molinos todos los paisajes de Teruel), los gobiernos han decidido lo de “muerte el perro, muerta la rabia”. Si vamos retrasados ​​con la transición ecológica y los empresarios dicen que es por culpa de las exigencias ambientales, fuera evaluaciones de impacto ambiental. Barra libre.

Esto ha hecho recientemente la Unión Europea, con un reglamento para acelerar la tramitación de algunos proyectos de energías renovables, a costa de reducir las garantías ambientales. Y el gobierno del estado ha reaccionado también rápidamente, con un Real Decreto en plenas fiestas navideñas, que a semejanza del reglamento europeo, permite que los proyectos de renovables (y por un plazo de entrada de dos años) no tengan que pasar por evaluación de impacto ambiental, con algunas excepciones (como son los proyectos situados en la Red Natura 2000 o bien los de eólica marina). No se pierdan el título de esta norma: “medidas de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra de Ucrania, y de apoyo a la reconstrucción de la isla de La Palma y otras situaciones de vulnerabilidad”.

Es decir (y sin salir al título), entre La Palma y Ucrania se han cargado la ley que obligaba a una evaluación ambiental de todos los proyectos renovables. Ahora mismo, tal y como queda la cosa, si quiero hacer una granja para 2000 cerdos, debo seguir una complicada tramitación ambiental a la que obliga el Anexo I de la Ley y, en cambio, quiero construir un parque eólico de 500 MW en el Matarraña, no sólo necesitaré menos papeleo sino que los plazos serán mucho más breves. Incongruente, ¿verdad?

Estamos en medio de un proceso demencial: cada día leemos nuevos inventos (que si aerogeneradores sin palas, que si baterías sin litio), que si tenemos la fusión nuclear a la vuelta de la esquina, que si han encontrado unos yacimientos inmensos de tierras raras en Suecia, que si haremos tubos para llevar hidrógeno hasta Marsella, que si podremos hacer millones de toneladas de hidrógeno verde con bacterias o adaptando la fotosíntesis , que si tendremos suficiente sólo con biometano, que si España será el hub decisivo en Europa para hacerle la butifarra a Putin, etc.

Casi nadie se pone a reflexionar en dos temas que considero fundamentales: si el modelo que estamos desplegando es viable a medio plazo y podrá disponer de todos los materiales necesarios para capturar la luz y el viento en los niveles que se quiere hacer; si vamos abocados a un decrecimiento basado en un menor consumo de energía (aunque sea renovable) habría que pensar con tiempo este nuevo modelo para poder diseñarlo adecuadamente.

El futuro deben construirlo sólo aquellos que tienen conocimientos y capacidad para hacerlo y no a toda prisa, bajo la presión a corto plazo de los poderes económicos. ¡Nunca las prisas a costa de la biodiversidad!

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