Probablemente, una de las mejoras obras publicadas en España en 2022 fuera Hierba (Pul, 2017), publicada por el sello Reservoir Books de Penguin Random House Grupo Editorial, que cumple su octava edición en menos de un año. Y, probablemente, una de las mejoras obras publicadas en España en 2023 será La espera (Gidarim, 2020), que acaba de llegar a las librerías en castellano, también traducida por Joo Hasun, creando un involuntario (o no) díptico. Las dos novelas gráficas tienen dos nexos de unión: por un lado, dar voz a una generación que en la actualidad tienen más de ochenta y noventa años. Por otro lado, exponer la experiencia cruel y punitiva por la que tuvieron que pasar las mujeres que sufrieron los estragos de la guerra en mitad del siglo XX y las consecuencias posteriores.
Las dos novelas gráficas son obra de la autora coreana Keum Suk Gendry-Kim, nacida en 1971 en Corea del Sur. Cursó estudios de arte en Francia, donde vivió cerca de dos décadas, realizando diversas tareas como ilustradora y traductora. A su regreso a Corea se animó a publicar por primera vez novelas gráficas en 2011, con un estilo que ella misma califica de una mezcla de manga y cómic francés. A un ritmo de casi una novela gráfica al año, Hierba se ha convertido en un gran éxito internacional en el último lustro, traducida a catorce idiomas y editada en veinte países hasta la fecha.
En la entrevista realizada el pasado 12 de enero de 2023, la propia autora reconocía que el detonante de la decisión de trabajar en estos temas surgió en las conversaciones que tuvo con su madre, ahora ya nonagenaria, que no ha perdido aún la esperanza de volver a encontrarse con su hermana mayor, setenta años después de la separación de las dos Coreas. Después de enviudar en 1997, su hija la invitó a pasar una temporada en París donde trabajaba en aquel momento, para animarla y ayudarla a recuperar el ánimo y la fuerza, una energía manifiesta de una mujer que había parido y criado a ocho hijos. Con las dificultades propias de no hablar más idiomas que el coreano, la consecuencia fue una convivencia muy intensa madre e hija durante semanas con una gran oportunidad de conversar las dos solas tranquilamente, y con un desenlace inesperado.

Con el paso de los días, su madre le explicó la historia de su familia, inédita para la autora hasta ese momento, que tenía la suficiente madurez en ese instante como para comprender lo que le estaba explicando su progenitora. Y lo que le explicó fue su experiencia personal durante la guerra civil en Corea, de cómo tuvieron que huir hacia el sur y de cómo en el trayecto se separó de su hermana mayor cuando esta no pudo subirse al tren que los llevaría a una zona segura. Nunca más la volvió a ver. En cierta manera, el relato de la historia familiar era una liberación para una mujer que había silenciado durante décadas las penurias sufridas y la melancolía por la obligación de emigrar y la separación.
A modo de homenaje, la imagen de su madre es la de la protagonista de La espera, pero Gendry-Kim decidió que el relato de la novela gráfica fuera ficción, eso sí, inspirado en casos reales de conocidos y entrevistados. En La espera seguimos el devenir y las inquietudes de una nonagenaria que no ha perdido la esperanza de volver a encontrarse con su hijo, del que tuvo que separarse hace más de setenta años, mientras huían de la guerra, a semblanza de la experiencia real de su madre. En el relato se describen los reencuentros organizados que han proliferado en la última década, para un grupo selecto de familiares, ganadores de una lotería promocionada por la administración y los medios de comunicación. En la novela gráfica solo se hace referencia a dicha lotería, pero sin insistir en lo que se puede considerar una gran estafa y pornografía emocional, convirtiendo en espectáculo los sentimientos individuales y el drama colectivo que suponen los reencuentros.
La autora ficciona el encuentro de dos hermanas, una de ellas amiga de la protagonista, como si fuera el encuentro real que esperaba su madre. Ese capítulo nos permite a los lectores descubrir los detalles de la organización del evento tan largamente esperado. Por un lado, nos sorprende los recelos que aparecen en los familiares de Corea del Sur. Las personas mayores, protagonistas del reencuentro, deciden dar todos sus ahorros, además de ropa y comida a sus familiares, imaginando que deben de pasar grandes penurias en el norte. Pero esas mismas personas generosas se sienten dubitativas, puesto que al desprenderse de sus ahorros sienten que se lo están quitando a su familia directa, que viven ajenos al recuerdo de un familiar que nunca han conocido ni tenido noticias.

La representación de los cortos reencuentros son lo suficientemente explícitos en la novela gráfica como para comprender el control que por parte de los dos gobiernos ejercían sobre las familias, siempre rodeados de otras personas, imposibilitando la intimidad entre los familiares reencontrados después de tanto tiempo. El relato de estos sucesos es parco quizás por el temor a posibles represalias, pero contundente en el discurso.
Los recuerdos de la madre de la autora inspiraron la juventud de la protagonista de La espera, lo que sirve al lector para observar el papel de la mujer en la sociedad coreana en la década de los cincuenta. Una mujer educada en atender el hogar, sacrificándose en lo que sea necesario por su marido y sus hijos (que serían unos cuantos), sufriendo las penurias de la época, especialmente la falta de comida. Las niñas no iban a la escuela, puesto que las familias asumían que acabarían casándose y cuidando en el futuro, en realidad, a sus suegros y no a ellos, por lo que las bodas se convertían en una liberación para los padres, puesto que sería una boca menos por la que preocuparse. A la práctica, suponía, en muchas ocasiones, la pérdida de las raíces de las jóvenes al tener que desplazarse por los designios del marido.
Las páginas en blanco y negro, con una tinta estilizada, dotan de una gran capacidad narrativa a los diferentes capítulos. Para marcar el tempo de lectura y fomentar la reflexión del espectador de las diferentes escenas, la autora introduce en ocasiones páginas completas o viñetas de gran tamaño sin texto, con imágenes de paisajes donde prevalecen los árboles, empleando esa simbología visual para enfatizar un discurso asociado al anclaje a la tierra natal, evocando las raíces que se cortaron por imposición. Los pájaros que acompañan en ocasiones a los protagonistas evocan, en cierta manera, esa libertad conseguida al emigrar.
Este recurso gráfico y visual asociado al paisaje ya aparecía en su exitosa obra Hierba, un volumen también autoconclusivo, de extensión mayor que sus otros trabajos, con una implicación personal aún más intensa, al retratar un caso real y aparecer la autora del cómic como una más de los personajes, mientras narra la entrevista real a la protagonista de la historia. La novela gráfica está dedicada a uno de los pasajes más dolorosos de la historia coreana, de lo que supuso lo que se conoce con el eufemismo de «mujeres de consuelo», acontecido durante la ocupación japonesa durante décadas hasta agosto de 1945, coincidiendo con la rendición en la segunda guerra mundial.

Miles de mujeres fueron reclutadas o forzadas bajo falsas promesas para que trabajaran en burdeles militares. El pasado 27 de diciembre de 2022, moría a los 94 años de edad, Lee Ok-sun, de la que podemos leer su biografía en Hierba, una de las pocas supervivientes que todavía quedaban vivas. Junto a otras víctimas, en 2013, presentó una demanda a la búsqueda de las reparaciones y disculpas pertinentes que pudiera hacer el gobierno japonés. El Tribunal del Distrito Central de Seúl ordenó a Japón pagar 100 millones de won (78.940 dólares) a cada demandante en enero de 2021, como culminación a las protestas que se realizan semanalmente anta la embajada japonesa en Seúl desde el 8 de enero de 1992. En la actualidad, apenas sobreviven una decena de mujeres que fueron víctimas de dicha esclavitud sexual.
Hierba no es un alegato contra el gobierno japonés. El protagonismo absoluto es para Lee Ok-sun (1927-2022), tanto en el momento actual cuando se entrevista con la autora, como en las páginas del relato de su juventud, cuando era supuestamente adoptada por diferentes explotadores (en realidad, era vendida), hasta el relato de su experiencia en los burdeles japoneses en el territorio ocupado, y acaba con sus vivencias personales posteriores, también marcadas por las penurias de aquella época y las décadas posteriores.
El trabajo de Keum Suk Gendry-Kim está contribuyendo a dar visibilidad a unos sucesos y unos protagonistas que no acostumbran a salir en los libros de historia, a las víctimas colaterales de las decisiones de otros, que se encarnizan de forma singular en el caso de las mujeres. La misma autora nos reconocía que tenía la sensación de vivir en una guerra perenne en la que en cualquier momento puede pasar algo, solo bastaba con ver pasar los helicópteros militares cerca de la localidad donde vive ahora, o escuchar las detonaciones de las pruebas con armamento. Su obra gráfica, en especial Hierba y La espera, es una aportación de gran valor, tanto para las nuevas generaciones que desconocen en muchos casos su propia historia reciente, como para mostrar, a nivel internacional, la importancia de la tarea de recuperación de la memoria histórica.
