Sorprendía Aragonés en sesión parlamentaria afirmando que, finalmente, apoyará la propuesta de Salvador Illa (PSC) de construir la Ronda Nord, el tramo de la autopista B-40 que enlazará Terrassa con Sabadell: “El Govern ha decidido aceptar la Ronda Nord, a pesar de no ser nuestra opción predilecta. Lo hacemos porque es imprescindible que el país disponga ya del presupuesto más expansivo en diecisiete años.” Una decisión guiada por la voluntad de que este gesto (en política las decisiones que tienen implicaciones políticas en miles de personas a menudo se le llaman “gestos”) fuerce al PSC a aprobar los presupuestos de este año.

Las palabras de Aragonès dejaron fuera de juego a Illa. Hay que reconocer que la jugada, en un sentido táctico, fue inteligente: si ahora el PSC no cede, abocaran al Parlament a unas nuevas elecciones. En términos de relato, serán ellos los culpables. Inteligente a nivel táctico, sí: peligroso en lo ideológico, también. No cabe duda de que para gobernar es necesario navegar las contradicciones, pero si las navegas tanto que acabas perdiendo el rumbo, el trayecto puede acabar en naufragio. Transgredes tu identidad como partido (en este caso, de “izquierdas”), pierdes parte de las bases que te apoyan y, consecuentemente, retrocedes a las encuestas. Y recordemos que retroceder a las encuestas es, por un partido político, el equivalente a perder oxígeno de toda vida terrestre.

ERC necesita aprobar los presupuestos a toda costa. Lo necesita para demostrar que pueden gobernar el país, que pueden traer estabilidad a Catalunya. Que esta vez, a diferencia de las últimas experiencias de gobierno (escojan la que prefieran), ahora ya sí que son un partido serio, con mucho seny y poca rauxa. En definitiva, lo necesitan para convertirse en el partido hegemónico de Catalunya.

Pero, ¿a qué coste? ERC quiere la hegemonía progresista del país. Esto implica seducir parte del electorado que el PSC ha ido dejando de lado, situar a Junts per Catalunya a la derecha derechísima del hemiciclo, y mantener buenas relaciones con En Comú Podem. Si se caen demasiado hacia un lado, pierden la centralidad. Si caen hacia el otro, pierden el progresismo. Aceptar la propuesta socialista les resta, en este caso concreto, un saco lleno de credibilidad en el mundo “progre”.

Para hacer buena la jugada, es decir, para conseguir que llegue a ser justificable la construcción de la Ronda Nord — un proyecto incompleto de autopista que no sólo ha aglutinado a todas las entidades ecologistas habidas y por haber, sino que también ha contado con la oposición histórica de los republicanos —, ERC debe vender cara la piel del oso. Esto significa que Aragonés debe lograr que el PSC ceda en dos de sus exigencias: la de acabar con la Oficina de la Renta Básica, y la de construir el complejo turboturísticocapitalista del Hard Rock Café. Si no lo logra, el funambulismo estratégico puede terminar en traumatismo electoral.

¿Qué es lo más probable que ocurra? A menos que los spins doctors socialistas se iluminen y urdan una jugada mejor, el PSC hará lo propio y llegará a un acuerdo. En seriedad, a Salvador Illa, es difícil ganarle. Además, no debe perderse de vista la escena global, pues la relación ERC-PSC excede el marco autonómico. Los republicanos son una de las piezas que garantizan la estabilidad del gobierno de Sánchez. Con toda seguridad, si PP-VOX no alcanzan la mayoría absoluta, también serán necesarios para reeditar al gobierno socialista del Estado. Es decir, que ambos se necesitan mutuamente. ERC necesita al PSC para demostrar en Catalunya que pueden ser lo que quieren ser, y el PSOE necesita a ERC para mantener el gobierno del Estado. Y, sin embargo, el PSOE necesita un poco más ERC de lo que ERC necesita el PSOE.

Esta última batalla (táctica), la ha ganado ERC. Sobre política, la real, la que afecta de verdad a las personas, ya hablamos otro día.

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