La crisis económica global desencadenada en el año 2008 convirtió en un éxito de ventas la nueva edición de una novela clásica que le costó la vida a su escritor, Takiji Kobayashi (1903-1933). El libro Kanikosen. El pesquero (Kanikōsen, 1929), publicado en 2010 en castellano por la Editorial Ático de los libros (con traducción de Jordi Juste y Shizuko Ono), narra las penurias de los empleados de un barco cangrejero («El cangrejero» sería la traducción literal del título original), sometidos a un maltrato físico y mental a lo largo de la travesía durante meses, por parte del encargado, que actúa de forma extremadamente exigente y violenta, alentado por los accionistas de la promesa de una recompensa si consigue unos determinados resultados.

En enero de 2023, la editorial Gallo Nero ha reeditado el manga Kanikosen (2006), de Gô Fujio, autor del dibujo y del guion adaptado de la novela de Kobayashi, una publicación gráfica que también tuvo un éxito destacado durante la crisis económica de una hace una década, aunque, evidentemente, no fue concebida con esa intención (la primera edición en castellano del manga fue en 2014, con traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés). El éxito simultáneo de novela y manga en Japón fue impulsado porque muchos trabajadores se sintieron identificados con los personajes de la historia original, adaptando la situación a las empresas de la actualidad: duras condiciones de trabajo, una presión desmedida sobre los resultados, despidos y amenazas de todo tipo, largas jornadas de trabajo y un trato inhumano por parte de las organizaciones. Los empleados del siglo XXI se veían reflejados en la cruel experiencia del Hakuko Maru, el barco en el que Kobayashi situó una trama donde se criticaba la explotación de los trabajadores y, a la vez, se criticaba el colonialismo del gobierno japonés del momento (están faenando en una zona muy próxima a la frontera rusa, incluso invadiendo su espacio marítimo, todo ello bajo la protección de un destructor japonés).

 

Kanikosen

Pero no solo destaca por ese osado planteamiento. En la historia narrada se aprecia perfectamente el desgaste progresivo tanto físico como mental de los empleados, y observamos las conversaciones entre ellos que provocan un inesperado desenlace para el opresor: una huelga para reivindicar las mejoras en las condiciones laborales. La rebelión acaba siendo repelida por el ejército, que acude a la ayuda de la empresa explotadora del viaje, que es a quién realmente protegían. El motín se gesta ante la sorpresa de los ejecutivos, puesto que estaban seguros de la docilidad de los seleccionados, hombres y mujeres necesitados de dinero, algunos incluso estudiantes, algunos incluso endeudados para poder pagar algunos de los trámites, casi todos ellos provenientes de zonas rurales muy pobres. Una individualidad necesitada que, con el paso del tiempo, se convierte en una fuerza colectiva contra el patrón abusador.

La exposición pública de la explotación y humillación continua, magistralmente descritas tanto en palabras en la novela como en imágenes en el manga, y la conciencia de clase adquirida por los proletarios, su reorganización, su identidad colectiva y su rebelión contra el sistema explotador, le costó la vida a su autor con tan solo 29 años, después de ser detenido por la mañana por la policía japonesa y encontrado muerto por la tarde del mismo día con claras evidencias de haber sido torturado de forma salvaje. La obra del novelista se ha reivindicado también con sendas adaptaciones homónimas al cine en 1953 y en 2009.

Kanikosen

 

Que los japoneses se sintieran identificados con esa forma de explotación no es ajeno a nosotros. Solo hay que recordar que, el 15 de noviembre de 2022, una Inspección de Trabajo llevó a cabo una actuación coordinada y simultánea en cuatro de las compañías más importantes de consultoría del país, para vigilar el cumplimiento de las jornadas laborales máximas, la regulación sobre horas extraordinarias y el registro horario, tal y como obliga a todas las empresas la ley que entró en vigor en 2019, después de décadas de reivindicación por parte de expertos y sindicatos.

El resultado de esta operación fue descubrir numerosas horas extras sin pagar, jornadas extensas de más de doce horas diarias sin retribuir correctamente, ausencia de control de horarios y abusos de todo tipo, todo ello con un objetivo: aumentar los resultados de la empresa apostando por una gran productividad del asalariado. En realidad, se trataba de una productividad engañosa, puesto que el resultado del empleado aumentaba manteniendo el coste laboral, pero falseando el tiempo empleado sin pagar. Efectivamente, la productividad era alta, pero por no pagar las horas realmente trabajadas, además de tener que realizar la labor en un ambiente laboral tóxico.

Kanikosen

 

Las consecuencias de ese abuso de forma continuada en el tiempo puede provocar resultados devastadores. En la novela gráfica Cuando el trabajo mata (Le travail m’a tué, 2019), con dibujo de Grégory Mardon y guion de Arnaud Delalande, podemos ver un caso real ficcionado, a partir de la investigación sobre el acoso laboral realizado por Hubert Prolongeau. La obra, publicada en castellano en 2022 por la editorial Garbuix Books, con traducción de Montserrat Terrones, convierte el trabajo de los tres miembros del equipo creativo en una denuncia del acoso sistemático llevado a cabo en la empresa automovilística Renault durante años, aunque sin citarla expresamente. 

Inspirado en un caso real, el suicidio de un ingeniero informático que, a pesar de entrar en la empresa muy motivado e integrado en la organización, con el paso del tiempo, el trabajo se convierte en una pesadilla, con cada vez más exigencias, objetivos imposibles, presión por los resultados y los plazos, largas jornadas de trabajo y la sensación de estar dirigidos por auténticos inútiles, con planificaciones despiadadas y menosprecios continuos. La novela gráfica muestra perfectamente estos cambios con el tiempo. También como se percibe ese impacto física y emocionalmente en el protagonista, con las ojeras, dolores y el cansancio propio de no dormir o, incluso, de tener miedo de lo que le puedan llegar a decir por su trabajo realizado o por su nueva tarea a desarrollar.

Cuando el trabajo mata

Asistimos en el relato al quehacer de responsables intermedios que supuestamente reportan hacia la dirección, desconociendo muchas veces el trabajo real del departamento, fichados por unos motivos espurios en la mayoría de los casos. El objetivo de estos mediocres directivos radica en realidad en presionar para aumentar la productividad del técnico, sea como sea, y en el plazo más corto posible. Muchas veces, ni ellos saben realmente lo que están pidiendo o el motivo último, pero siempre se rezuma una intencionalidad de explotar al trabajador en todo lo que se pueda, al mínimo coste posible, algo evidente cuando vemos al protagonista viajar a las fábricas de Argentina o Rumania y comprobará de primera mano que, quizás, el problema de la baja productividad en esos países radica en la altísima rotación del personal provocado por las malas condiciones laborales.

El cansancio, las horas de trabajo, el trabajo en casa o las largas estadas de los viajes tienen un impacto directo en la vida personal del ingeniero, en su relación con su pareja, con sus hijos, con sus amigos o con su familia, mientras vive obsesionado continuamente por el trabajo. Las discrepancias en la oficina se mezclan con la culpabilidad en casa, aumentando la irascibilidad que permanece de forma perenne y que perjudica, a su vez, a las relaciones personales, favoreciendo el aislamiento, alentando una disminución de su confianza y su motivación. La carga mental es insoportable. La condena a Renault France y la difusión de la sentencia consiguió que muchas empresas reflexionaran sobre sus métodos de trabajo.

Cuando el trabajo mata

En la misma época que los sucesos acontecidos en Renault, algo parecido sucedía en la empresa France Télécom donde, entre 2007 y 2010, hubo más de sesenta suicidios entre sus empleados. Muchos se mataron en el mismo lugar de trabajo saltando por la ventana, y habría que sumar las decenas de tentativas y la gran cantidad de casos de enfermedades ocasionadas, especialmente las relacionadas con la salud mental, como la ansiedad y la depresión. La obsesión por los resultados económicos provocó el despido de 22.000 empleados y cambios en más de 14.000. La fiscalía de París culpó en su momento a varios directivos por acoso moral en el trabajo. 

Realmente, la actual Orange (antigua France Télécom) tiene complicado justificar algunos de los métodos empleados por la compañía para, literalmente, acosar a los empleados para que se marcharan por ellos mismos, evitando tener que pagar una indemnización como, por ejemplo, ofrecer bonificaciones a los jefes que consiguieran más bajas, lo que implicaba acciones del tipo: cambiar repentinamente el puesto de trabajo, modificar continuamente los objetivos, dejar al empleado sin silla ni mesa durante semanas o colocar la mesa directamente en puestos denigrantes, denegar cualquier petición del empleado, aislarlo en el trabajo, prohibir ningún tipo de disentimiento o, directamente, infravalorar al personal desde un punto de vista profesional con humillaciones públicas de desprecio. Uno de los últimos suicidios fue un empleado que se inmoló en el aparcamiento de la empresa.

Corporate

La ópera prima del francés Nicolas Silhol, Corporate (2017), se inspira en esta década negra de France Télécom, sin hablar directamente de esta empresa. La película plantea una situación parecida (el propio director conocía de cerca el caso real, su padre trabajaba en la compañía), con un suicidio al inicio, navegando a partir de ese momento a través de los procedimientos administrativos a seguir en estos casos, con el control de los inspectores de trabajo, y el dilema moral de la responsable de recursos humanos que se siente responsable de lo ocurrido. El relato nos muestra lo desamparados que estamos como personal de una gran empresa, utilizados como títeres de usar y tirar, sin ningún tipo de escrúpulos ni remordimientos por parte de la organización. Silhol alerta en su guion sobre el acoso sistémico, mucho más peligroso que el personalizado, que es más fácil de combatir.

En definitiva, la novela, el manga, la novela gráfica y las películas citadas evidencian situaciones ilícitas en un entorno laboral nocivo que distinguimos fácilmente a nuestro alrededor, aceptando como si fuera normal la impunidad con la que las organizaciones creen que pueden actuar. La pregunta que deberíamos hacernos no es si es difícil poder denunciar un caso de acoso laboral sistémico y sostenido en el tiempo por la dificultad de tener pruebas, sino que la pregunta que deberíamos hacernos es que no debería ser necesario que te suicides para que puedas ganar al denunciarlo ante un juez.

Kanikosen-El trabajo mata
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