Los altos precios del alquiler y las hipotecas, no solo son la consecuencia de una media de casi cincuenta mil desahucios anuales, también son la causa de que pretender acceder a una vivienda para crear proyectos de vida, sea una misión imposible.

Lo más habitual es plantearse la pregunta ¿comprar o alquilar?, para ella nos han educado, pero existe una tercera vía al alza: la vivienda cooperativa en cesión de uso. Un modelo alternativo, cuya paulatina implantación puede pasar desapercibida, que ya cuenta con una dilatada trayectoria a través de los años. En los últimos tiempos podemos observar su fuerte implantación en Cataluña y en especial en la ciudad de Barcelona, sobre todo, gracias a la articulación del sector social, de entidades de la Economía Social y Solidaria y la colaboración de las administraciones públicas que deciden aportar por este modelo de vivienda.

Funcionando al margen de las dinámicas especulativas del mercado, esta es una fórmula con lo mejor de la propiedad y el alquiler: la cesión o derecho de uso, que procura estabilidad y facilita una mayor accesibilidad y movilidad, sin cargas financieras, con una propiedad colectiva del inmueble que permanece tras la construcción o rehabilitación. Un modelo transformador cuyo principal logro consiste en impedir la especulación y contribuir a crear un parque de vivienda más asequible a largo plazo. La vivienda cooperativa en cesión de uso, se basa en la aportación de un capital inicial, por el 20% de la promoción, retornable en caso de salida, y un canon mensual similar al alquiler, pero muy por debajo de los precios de mercado.

En una sociedad como la nuestra, forjada bajo la cultura del ladrillo y la propiedad como reconocimiento de éxito, puede parecer un modelo revolucionario o ‘’una locura’’. La realidad es que la vivienda cooperativa en cesión de uso cuenta con un amplio desarrollo internacional. Surge en los años setenta, con la idea de vida comunitaria en Dinamarca  que evolucionó a un modelo de cooperativa de cesión de uso denominado Andel. Fue su exportación a EEUU lo que acuñó el nombre de cohousing.

Algunas de sus ventajas residen en que la propiedad del inmueble es colectiva y recae siempre en la cooperativa. Sus habitantes tienen la condición de socios/as de la cooperativa y pueden vivir de por vida. La toma de decisiones pasa por la asamblea general, su principal órgano soberano. El bloqueo de la posibilidad de especular consta en no permitir que el socio/a pueda vender o alquilar el piso. Se apuesta por el valor de uso en lugar de un bien de consumo o valor de cambio, tal como suele ser concebido y como nos han adoctrinado para ello. 

Podríamos decir que estamos ante la reinvención del derecho a la vivienda gracias a la creación de nuevas fórmulas de acceso y la gestión comunitaria. 

Las bases principales se encuentran en que las encargadas de gobernar el proceso y decidir sobre el proyecto de forma colectiva son las socias de la cooperativa. La fórmula de cooperativa sin ánimo de lucro ofrece un modelo de organización democrático, horizontal, transparente y participativo que pone a las personas y sus necesidades, y no el capital, en el centro de la actividad. Esta autoorganización suple la figura del promotor y comercializador, permitiendo reducir costes y el precio final de la vivienda, al tiempo que diseñar el edificio se hace de acuerdo con los intereses y voluntades de las personas usuarias finales.

El gasto de la promoción se financia a partir de las aportaciones iniciales de capital de las personas socias habitantes, cerca del 20 % del total. El resto con financiación externa que se pide a entidades financieras públicas o solidarias, bancas éticas u otros inversores privados. Los proyectos que se están llevando a cabo en la actualidad en Barcelona contemplan unas aportaciones iniciales de 20.000 €, de media, y unas cuotas mensuales de unos 500 €. Durante los primeros años gran parte de la cuota se utiliza para devolver los préstamos que ha firmado la cooperativa.

La propiedad del conjunto del edificio es de la cooperativa, generando un patrimonio común e irrepartible. Al tratarse de un sistema no especulativo, se imposibilita la generación de plusvalías o lucro individual. El solar puede ser propiedad del Ayuntamiento o de una entidad del tercer sector, que vela por el uso social de las viviendas.

El acceso a la vivienda se hace a través de un derecho de uso y las personas socias  pueden hacer uso indefinidamente de una vivienda y de los espacios comunitarios. Si la  socia habitante decide abandonar la cooperativa, recupera la aportación del capital inicial y  la cooperativa asigna la vivienda a otra socia con las mismas condiciones.

Juanjo Ramón

Un proyecto colectivo que permite desarrollar proyectos de convivencia comunitarios, participativos y solidarios

La propiedad colectiva del edificio permite transformar la concepción del espacio doméstico y generar maneras de vivir más comunitarias. Esto puede variar en función de la definición de los espacios privados y los espacios comunes. Hay proyectos donde la vida se desarrolla principalmente de forma comunitaria. Otros donde los espacios compartidos únicamente se destinan a algunos usos concretos y la vida se desarrolla principalmente en cada vivienda.

Existen muchos valores positivos como la posibilidad de compartir espacios (covivienda) que ayuda a la convivencia y a reducir costes económicos y permite disponer de espacios que normalmente no tendríamos en viviendas privadas, como una sala polivalente, un taller, habitaciones para invitados, etc. Al mismo tiempo, vivir en comunidad puede permitir establecer relaciones de apoyo mutuo para combatir la soledad no deseada o compartir algunas de las tareas reproductivas, como cocinar, la crianza de los niños o hacer la compra.

Este tipo de convivencia busca formar comunidades más eficientes y sostenibles, mediante diferentes estrategias tipológicas. Se combate la desigualdad, la subordinación o el desequilibrio que se pueda vivir por parte de las personas usuarias, ayudando a desenmascarar las tareas o jerarquías sociales que equívocamente se han atribuido a las mujeres en los espacios domésticos. No hay transformación social sin romper los roles de género tradicionales, sin colaboración y sin solidaridad entre vecinos y vecinas. 

Un estudio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, muestra que vivir en una cooperativa de vivienda puede llegar a mejorar la salud y el bienestar, entre otras cosas gracias a la tranquilidad, paz y disminución de la ansiedad que te puede generar vivir en una vivienda convencional. «Para mí la palabra más significativa es estabilidad, seguridad y acompañamiento. O sea, te sientes segura porque no va a venir el dueño del piso y te va a decir que se te ha acabado el contrato, márchate.» (Testimonio del estudio).

Otra de las características de las cooperativas en cesión de uso es fomentar el arraigo de las personas y el proyecto en su entorno. La estabilidad de la vivienda permite que las personas residentes se impliquen y se relacionen en proyectos y espacios del entorno residencial a largo plazo. Los espacios comunitarios abiertos al barrio pueden favorecer las relaciones entre el vecindario y el fortalecimiento de la red comunitaria. 

Algunos ejemplos de proyectos cooperativos que han incorporado iniciativas de retorno social y relación con el barrio son La Borda y Cirerers, que acogen en sus locales la cooperativa de consumo ecológico L’Economat Social. La Balma ha ofrecido una de sus viviendas a jóvenes extutelados, a través de la entidad Punt de Referència. O La Xarxaire que quiere crear un «escaparate-ventana» en la planta baja del edificio para hacer visible y poner en valor la economía del barrio de la Barceloneta.

En resumen, la sostenibilidad, la igualdad y los cuidados son los ejes centrales para avanzar hacía un futuro donde la vivienda no sea uno de los principales problemas sociales que enfrenta nuestro país. Actualmente, es uno de los mayores generadores de desigualdad y exclusión social. La vivienda cooperativa en cesión de uso sin ánimo de lucro es un motor de cambio, la tercera vía de la vivienda, surgida de la innovación social. En la Economía Social y Solidaria hay una apuesta clara por este modelo de vivienda.

Gran parte de este artículo está basada y extraído de la exposición “Vivir en comunidad en las cooperativas de vivienda en cesión de uso en Barcelona”, que puedes visitar en Coòpolis, el Ateneu Cooperatiu de Barcelona, ubicado en Can Batllò. Comisionada por la cooperativa de arquitectura Lacol y el Ayuntamiento de Barcelona, el 28 de febrero, la exposición contará con una visita guiada, a cargo de uno de los arquitectos del proyecto y miembro de la cooperativa de vivienda La Borda. Una buena ocasión para conocer mejor este modo de acceso a una vivienda digna y alejada de las reglas del mercado capitalista.

Juanjo Ramón
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