El terremoto devastador que ha afectado a amplias zonas del sur de Turquía, incluido el Kurdistán, y el noroeste de Siria ya ha provocado la estremecedora cifra de más de 17.000 mil muertos y miles de personas heridas. Para la población del noroeste de Siria, este desastre natural supone una catástrofe a la que deben hacer frente en un país que lleva doce años soportando una guerra que ha provocado más de medio millón de muertos y ha desplazado a más de la mitad de la población que tenía el país antes de 2011.
La situación de los habitantes de estas zonas es de una grave vulnerabilidad, especialmente los de aquellas áreas que no están bajo el férreo control del estado y que durante estos años de guerra se han visto forzados a huir de sus casas varias veces a causa de los bombardeos de la aviación rusa y de la lucha armada entre distintas facciones opositoras al régimen y grupos islamistas. Según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas la población del noroeste de Siria es de 4,6 millones, de los que 2,9 millones son desplazados internos de otras zonas del país y de éstos 1,8 millones viven en campos en condiciones altamente precarias.
Si alrededor de 4 millones de personas ya necesitaban ayuda humanitaria mucho antes de que el terremoto hundiese a los pocos hospitales, escuelas y edificios que aún no había arrasado la guerra, o que resistían de pie pese a la maldita guerra, este desastre natural lo ha acabado de hundir todo y hasta la fecha ha provocado la muerte de 2,800 personas y 5,092 personas heridas. Pero la cifra total será mayor sobre todo porque después de doce años de guerra muchos de los edificios están seriamente dañados y sufren defectos estructurales debido a los efectos de los bombardeos y los impactos de distintos tipos de armamento; cualquier réplica, por débil que sea puede provocar que edificios enteros se plieguen sobre sí mismos y haga aumentar el número de víctimas.
La situación de guerra empeora todos los pronósticos para una población que podría llegar a entender y quizá asumir las consecuencias de un desastre natural, pero nunca podrán entender ni mucho menos asumir por qué desde hace doce años están sufriendo las consecuencias de un otro desastre pensado, preparado, provocado y ejecutado por el hombre. Éste es mucho peor que un terremoto porque se habría podido evitar, pero como ocurre demasiado a menudo cuando estalla un conflicto armado, éste se alimentó con todo tipo de armas que han provocado cientos de miles de muertos, la aparición de diferentes grupos armados, el enquistamiento de la situación de conflicto y finalmente el olvido.
Desgraciadamente, sólo el alcance destructivo de un terremoto ha forzado al mundo entero a rescatar a Siria del olvido y está haciendo actuar a la comunidad internacional y movilizando a las agencias humanitarias de Naciones Unidas y otras organizaciones médicas y equipos de rescate. Urge que se establezcan todas las vías diplomáticas necesarias para que la ayuda humanitaria y médica, los equipos de rescate y más adelante la ayuda a la reconstrucción llegue a todas las regiones afectadas, muy especialmente a aquellas áreas que no están controladas por el régimen de Bashar Al Asad. De este modo, quizás, la gente corriente de Idlib, de Afrin y también de Alepo, Hama, Latakia y Tartus no se sentirán tan “dejados de la mano de Dios”.