Pascal Rabaté es un autor francés nacido en 1961, reconocido por su obra como guionista y dibujante de cómics y, también, como director de cine. Su obra destaca por su compromiso social y su habilidad narrativa, donde sobresale especialmente su capacidad para dotar a sus páginas de un lenguaje visual cinematográfico, con unos encuadres, un tempo y una iluminación sublime. Todo ello lo podemos ver en su obra Sota els còdols, la platja [Bajo los guijarros, la playa] (Sous les galets, la plage, 2021), que ha publicado en enero de 2023 la Editorial Finestres, con traducción en catalán realizada por Marta Marfany.
La historia acontece a finales del verano de 1963, en un pueblo costero, en Loctudy, en la Bretaña francesa, que, después de la segunda guerra mundial, había evolucionado desde una intensa actividad agrícola y pesquera a una más relacionada con el ocio marítimo… y hasta hoy. Rabaté reconoce en sus entrevistas que la trama se le ocurrió paseando en otoño per la ciudad, repleta de segundas residencias, todas vacías, como si de una ciudad fantasma se tratara, eso sí, todas las casas y calles impecables, rezumando una alta calidad de vida de sus dueños. También pensó en las críticas habituales que hacen referencia a que los jóvenes, en la actualidad, no tienen inquietudes sociales y no se comprometen por nada. Evidentemente, ni es cierto ni está de acuerdo con esa afirmación, y pensó, a su manera, homenajearlos con una historia que, en cierta manera, parece un relato modesto y en la periferia de la sociedad, pero con la suficiente fuerza narrativa para poder desembocar, cinco años más tarde, en las protestas del mayo francés de 1968. Es como si contempláramos el aleteo de una mariposa conociendo su efecto final dilatado en el tiempo.

La elección del año 1963 es esencial para contextualizar el relato. Han trascurrido exactamente dieciocho años desde la finalización de la segunda guerra mundial, la edad de los protagonistas del cómic. Aparentemente, es una generación que no ha sufrido una guerra (a semblanza de los jóvenes de ahora), no ha conocido la ocupación nazi, pero son víctimas colaterales de sus consecuencias. La experiencia vivida por dos de ellos es tremendamente dura… aunque es mejor no destripar demasiado lo que acontece en las páginas del cómic. Es importante no hacerlo, porque el autor nos muestra el viaje interior de su protagonista y es fundamental que lo podamos acompañar sintiendo y descubriéndolo conjuntamente, para comprender las decisiones que se van superponiendo.
En cierta manera, Rabaté escoge un momento histórico singular, puesto que pocos meses antes había acabado la Guerra de Argelia, en donde podría haber participado el padre del protagonista del cómic (con lo que supone la sensación de derrota y de derrumbe del imperio). Albert está estudiando en la academia militar para seguir los pasos del padre de familia. Sus padres y sus hermanos pequeños se vuelven a la ciudad y se queda en la casa unifamiliar durante dos semanas, a la espera del inicio de las clases en la universidad, en compañía de sus dos amigos y vecinos, estudiantes a su vez de derecho y de comercio, como si nos mostrara el autor una imagen simplificada de la casta de la alta sociedad (empresarios, jueces y militares), puesto que cada uno de los tres estudia lo mismo que su padre respectivo. El objetivo es pasarlo bien, bebiendo alcohol, escuchando música, salir por la noche (en una solitaria playa), hasta que la aparición de una joven de su edad les cambia los aparentes tranquilos planes que tenían.
El cómic es una historia romántica, incluye el despertar sexual del protagonista y lo que parece su primera relación, una atracción de dos personas socialmente muy diferentes. El conflicto surge en la lucha de clases, por tomar conciencia de lo que representa la tuya, hasta descubrir, en una historia escrita con un estilo maniqueo, que los buenos no eran tan buenos ni los malos tan malos. La casta queda retratada por su machismo, su violencia, sus valores, su poder, sus reglas, sus leyes… su sensación de impunidad. Burguesía y patriarcado en su máximo esplendor. Contemplamos atónitos la decadencia de una época, de una sociedad desmoronándose, eso sí, con la esperanza de que debajo de los adoquines está la naturaleza.

Rabaté hace un juego de palabras en el título de su cómic, rememorando la célebre frase utilizada como eslogan durante el mayo francés: «Sous les pavés, la plage!» [¡Bajo los adoquines, hay una playa!], acuñada por el activista estudiantil Bernard Cousin, en colaboración con el experto en relaciones públicas Bernard Fritsch, una frase especialmente relevante cuando, en los disturbios en las grandes ciudades, se construían barricadas levantando el pavimento urbano. Los adoquines estaban colocados sobre arena, lo que dotaba de una gran simbología la frase de denuncia escogida, con una crítica despiadada al modelo de urbanidad y de construcción de la sociedad del momento.
En Sota els còdols, la platja, el autor decide comenzar con una cita del filósofo, político y revolucionario anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), que dice así: «La propiedad es el robo». Proudhon fue el fundador de la teoría económica mutualista, una corriente del pensamiento anarquista, que se podría simplificar como una economía basada en intercambios que beneficien a las dos partes, a partir de abolir los derechos y privilegios que la clase acomodada goza de manera exclusiva, con el objetivo que no existan ninguno de los dos extremos, ni burguesía ni proletariado, evitando los errores del modelo capitalista, pero con instrumentos diferentes de los modelos en los que el estado tiene un papel decisivo. Albert, el joven militar que permanece solo durante unos días en su gran casa de veraneo, descubrirá el mutualismo paseando por el pueblo fantasma plagado de segundas residencias vacías.
El protagonista de la historia tiene una ventaja, su nombre empieza por la letra A, y cuando la escribe en la arena y la rodea con un círculo, su inicial tiene un significado mayor. Rabaté concluye su peculiar homenaje a la rebeldía de los jóvenes recordándoles que no se conformen, que no se resignen, que no cedan ante los poderes de la sociedad, y lo remarca visualmente con el símbolo de la anarquía, como si un grito mudo de ánimo se tratara. Nosotros, además, le agradecemos a la Editorial Finestres que publique esta obra en el país con más pisos vacíos de la Unión Europea.
