El 3 de septiembre de 2013, el periodista Marc Marginedas fue secuestrado en Siria. Estuvo en manos de terroristas de Estado Islámico durante seis meses formando parte de un grupo de 19 personas, la mayoría periodistas y cooperantes internacionales. Fue el primer secuestrado en ser liberado, el 2 de marzo de 2014. Seis de los miembros del grupo, los que tenían nacionalidad británica o de Estados Unidos, fueron asesinados. Un documental, ‘Retorno a Raqqa’, dirigido por Albert Solé y Raúl Cuevas, reconstruye este duro episodio de la vida de Marginedas y sus compañeros de secuestro. Se estrenó en los cines el pasado 27 de enero. Se podrá ver en Movistar+ y TV3.

En Wikipedia, lo primero que sale en la entrada de Marc Marginedas es la información sobre su secuestro. ¿Qué marcas ha dejado en su carácter, en su forma de ser esos seis meses que estuvo secuestrado?

En Wikipedia se habla mucho del secuestro pero es sólo un capítulo de mi vida y es por eso que he intentado siempre dosificar un poco la exposición mía cuando se trata de hablar de ello. Ahora me expongo porqué hay una película que está muy bien, pero el secuestro no deja de ser un accidente laboral. Por supuesto, un accidente laboral puede ser muy traumático. Es decir, si te caes de un andamio o de un quinto piso cuando estás haciendo un trabajo de construcción, hay traumas, pero no es lo mismo que ser víctima del terrorismo. Una víctima de terrorismo es un consejero del País Vasco que lleva una vida normal y, de repente, le secuestran y lo meten en un zulo.

El secuestro me ha hecho un periodista más maduro a la hora de asumir los riesgos y de gestionar los silencios

Esto es un trauma porque es algo que no te esperas. Sin embargo, en mi caso, ser secuestrado entra dentro de las cosas posibles. Además, el hecho de haber estado, como periodista, expuesto a la violencia, hace que seas más capaz de afrontarlo. También, le veo mucho sentido. O sea, yo no me arrepentía de haber ido a Siria. Tenía muy claro porque había ido a Siria, porque había visto unas atrocidades que me parecían totalmente inaceptables en el siglo XXI. Mucho más incluso de lo que hay ahora en Ucrania. Y, además, con mucha menos empatía por parte de la sociedad. Lo valoré como un accidente laboral. Hice mi terapia. Pienso que me ha hecho un periodista más maduro a la hora de asumir los riesgos y gestionar los silencios. Gestionar los riesgos, por ejemplo, significa tener que salir de Rusia cuando las cosas empezaron a ponerse difíciles. Entendí que mi posición en Rusia era ya difícil de mantener y que quedarme era demasiado arriesgado, para mí y para la gente de mi alrededor. Hay cosas que tú sabes, pero debes esperar el momento adecuado para decirlas. Primero, porque pueden tener un efecto negativo o porque la opinión pública no esté preparada para ello. Yo pienso que ahora, en estos momentos, la opinión pública está mucho más preparada para que se le explique qué ha pasado con Estado islámico, de dónde surgió, de dónde vino, cuáles fueron las fuerzas que permitieron que aquel grupo de radicales conquistara un territorio tan grande y gobernase ocho millones de personas.

Ha estado en zonas de conflictos como Argelia, Irak, Afganistán, Sudán del Sur, las primeras árabes… ¿Qué falló en Siria para que le secuestraran?

Las atrocidades que había visto en los años anteriores eran tan grandes que incluso cuando empezaron a haber señales de que el movimiento rebelde estaba montando una monstruosidad, para mí prevaleció dar a conocer al mundo una violencia que nunca había visto en mi vida, incluso en Argelia. Me parecía que algo así, tan brutal, que podría compararse perfectamente con lo que hizo el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial en Europa Oriental, no podía quedar en silencio. Ese deseo de contar me hizo que, a pesar de las señales que ya había, yo me arriesgara. Otra cosa que falló es que el proceso de mutación de la rebelión fue muy rápido. Y no pude entender bien lo que había en aquellos momentos, qué era lo que estaba sucediendo allí.

Cuando quedó en libertad, no quería hablar del secuestro. Albert Solé, con quien había trabajado en ‘El Periódico’, le dijo de hacer el documental, y usted le contestó que si tenía que hacerlo con alguien tenía que ser con él. Valora mucho la amistad

Cuando salí había muchísimas presiones empresariales para realizar todo tipo de productos, audiovisuales y no audiovisuales. Albert me daba unas garantías absolutas. Primero, que sería un trabajo de calidad. Después necesitaba una persona con la que yo confiara y que entendiera que había ciertas líneas rojas, como no dar a conocer cosas amarillas, muy personales, que en cierto tipo de programas podían tener mucho recorrido. Eso no lo quería. Otro tema es la seguridad; es decir, de un secuestro, hay ciertas cosas que es mejor no hablar, porque no tendría ningún efecto positivo y que deben mantenerse en secreto cara al futuro. Al final, la historia de este secuestro, tan impactante, tan mediática y que prácticamente todo el mundo conoció, tarde o temprano se convertirá en una película. Pero para hacer bien una película necesitas mucho presupuesto y unos medios que aquí en España yo no creo que estén. Ha habido una película que se hizo en Dinamarca con la historia de Daniel, pero a mí me parece que es bastante limitada. Daniel es el último que sale liberado. Le fue de muy poco que no le mataran.

Marc Marginedas y Siscu Baiges | Pol Rius

¿El tiempo lo cura todo? Cómo se digiere el secuestro con el paso de los años. Han pasado casi diez

El tiempo lo pone todo en su sitio. La experiencia no te la quita nadie, pero a la vez te hace crecer como periodista. No tuve fue malos sueños. No creo que tuviera estrés postraumático. Para mí, el gran problema de ese secuestro, de gestionar el secuestro, fue especialmente que todos los ojos del mundo, literalmente del mundo, se concentran en ti. Y cómo gestionar todo esto era muy complicado. Había mucha gente que quería muchas cosas distintas. Yo era el primer secuestrado que había sido liberado, el primero que traía noticias, las familias venían aquí en busca de la información y querían después mantener el contacto. Pero eran veinte familias. Además había muchas presiones internacionales. Gestionar todo esto fue muy complicado, muy difícil.

¿Cuándo tardó en volver a trabajar?

Volví a trabajar al cabo de un mes porque era para mí una parte de la terapia, de volver a la normalidad. A mí me daba muchísimo miedo que nunca volviese a ser lo mismo, que nunca volviese a ser periodista, a convertirme en una especie de figura mediática y que esto afectara a mi actividad como periodista. Entonces, ir a trabajar a la redacción fue una terapia para mí. Y después tardamos un año en publicar la información sobre el secuestro, una vez que sabía que ya no podía tener ningún efecto negativo sobre la gente que se había quedado atrás, porque o habían sido liberados o ejecutados. Fue un proceso. De todos modos, para mí lo importante era volver a ser periodista e ir a Rusia, porque quería ir a Rusia para buscar respuestas.

¿Qué relación mantiene con los compañeros con los que estuvo secuestrado y con los familiares de quienes mataron?

Tengo muy buena relación con mucha gente. Por ejemplo, nos reencontramos en abril, durante el juicio que se hizo en Washington, con la familia de James Foley, con la familia de Steven Sotloff,… también estuvo Daniel, Federico Motka, Edouard Elias… Pero después también hay secuestrados de los que yo he visto una parte de su personalidad, quizás ellos la han visto en la mía, con la que no me interesa mantener el mismo contacto.

Marc Marginedas | Pol Rius

Hay gente que ha salido muy tocada

Cada uno ha gestionado el tema a su manera. Con todos los que mantengo contacto veo que, más o menos, han remontado de una u otra forma. Ricardo García Vilanova, Javier Espinosa y yo seguimos haciendo periodismo. Los demás pienso que no. Daniel sigue siendo fotógrafo pero no en zonas de guerra, Federico Motka dejó de ir a zonas complicadas como trabajador humanitario. Con los que tengo contacto somos amigos para siempre. Tengo muy buena relación con la familia de Foley y Sotloff.

En la película, una de las intervenciones que más impresiona es la de los padres de uno de los secuestrados que fue asesinado. Usted explica que le costó mucho escribirles una carta cuando ejecutaron a su hijo

Tardé un año y pico en escribirles la carta, cuando yo ya estaba en Moscú. No me atrevía a llamarles. Era una tragedia tan increíble. Habíamos estado en contacto antes. El mejor amigo de Steven Sotloff había venido a Barcelona para recabar información. Recuerdo que su madre pidió que le diéramos detalles de cómo era su hijo en cautiverio. En la primera carta le expliqué que sentía mucho no haber podido darle el pésame. Había sido mi mejor amigo. Es imposible. ¿Qué le puedes decir a una persona en una situación así? ¿Lo siento mucho? Es una persona que no sólo ha perdido al hijo, que es una tragedia muy difícil de superar, sino que lo ha hecho de esta forma, ante los ojos de todo el mundo.

Su fe religiosa dice que le ayudó durante el cautiverio. Es una fe especial, porque mezcla Biblia y Corán en sus plegarias

Mi educación es católica y si he de adscribirme a alguna religión, me adscribo a la católica, pero he tenido mucho contacto con el islam también. Lo que la religión me da, sobre todo, es la capacidad de aceptar las situaciones y ver un sentido a todo. Sigo rezando muy a menudo, voy a misa, aunque no comulgo, porque para mí es un apoyo necesario y fundamental. Si no, no… Veo un sentido y un plan, si lo podemos decir así, en la vida. Lo veo claramente en mi vida y cómo actúa Dios en mí, un poder superior, sí, sí. Esto me ayudó a entrar en una situación de aceptación, de decir esto es lo que hay, como un enfermo que tiene una enfermedad de la que sabe que es posible que muera. Cuando tienes esta aceptación, ya no hay negatividad. La negatividad viene de no aceptar algo. Pero cuando lo aceptas, todo fluye más, es más fácil. Es decir, no hay esa rebelión interna que piensas, ¿por qué estoy aquí? Tú has hecho lo que has querido en tu vida, has conseguido lo que siempre soñaste… Aceptas las consecuencias y aceptarlas está muy bien. No todo el mundo tenía esa actitud de aceptación.

En la película dice que hizo las paces con la muerte

Exacto. Hacer las paces con la muerte significa que la idea de la muerte no crea una negatividad. No significa que aceptes, que quieras cometer suicidio, o que te guste la idea de la muerte, que te guste morir, no. Es entender que la vida es aceptar esto. Daniel, que era joven, muy joven, tenía también mucho una actitud así. Tenía veinte años y pico y decía que la vida es así, y a mí me ha tocado pasar por eso, y lo acepto. Otros, en cambio, no lo veían así. Esto hacía que pudieras perder un poco la compostura frente a los secuestradores y a los secuestradores nunca debes mostrarles tu lado débil. Tienes que tener una relación fría y distante con ellos. Apelar a la piedad no tiene sentido, y sólo haces que humillarte a ti mismo, porque ellos no tienen capacidad de empatizar con tu sufrimiento.

A los secuestradores nunca debes mostrarles tu lado débil. Tienes que tener una relación fría y distante con ellos. Apelar a la piedad no tiene sentido

También dice que había uno de los secuestradores que les trataba mejor que los demás

Había dos tipos de secuestradores. Había quienes gestionaban la operación, que eran los Beatles, que les llamábamos así porque cada vez que entraban nos golpeaban (beat up, en inglés) y después había guardas. Los Beatles, normalmente, excepto n la casa del río, nos visitaban y los que estaban a cargo de nosotros eran unos guardas diferentes. Uno de esos guardas era un yihadista que hablaba francés, que era de origen belga. Fue el hombre que se hizo estallar en el aeropuerto de Bruselas y provocó 14 muertes. Por lo que he podido leer después de su personalidad, era la típica persona que estaba a la sombra de su hermano, que era un importante campeón de deportes, y que tenía que hacer algo para llamar la atención y para ser alguien en su familia.

¿Ha reflexionado sobre la maldad humana después de sufrir las torturas de los Beatles? ¿Cómo se explica que haya gente capaz de torturar, ser insensible al dolor de los que torturan y al de los familiares que sufren por su secuestro?

Ahora, por ejemplo, se ve muy claro en el caso de la guerra de Ucrania. En ese caso es el jefe de un estado, una persona que tiene un trastorno de la personalidad, narcisista. No soy psicólogo, pero, por ejemplo, el que nosotros llamábamos George pero que para la prensa era jihadi John tenía muchos rasgos de narciso, era muy cobarde cuando estaba con gente que pensaba que era superior a él, era tramposo… Putin es igual, tratar con él es muy complicado, porque es un personaje que no ve a los demás. Son grados de egoísmo que hacen que piensen que sea normal tener veinte personas inocentes secuestradas y vestidas con monos naranja.

Pese a todo, ha vuelto a trabajar como enviado especial

El primer viaje que hice como enviado especial fue aquella misma primavera cuando derribaron el avión malasio en Ucrania. Me liberaron en marzo y creo que fui en junio. Las evidencias de que había sido una acción rusa eran abrumadoras. Fue un acto muy grave. Un año después del secuestro fui a Rusia porque lo pedí y desde allí hice muchas veces de enviado especial.

Marc Marginedas |Pol Rius

En algunas entrevistas e intervenciones públicas suyas ha dicho que le preocupa la gente que sufre las guerras. Los periodistas van y vienen, pero la gente que las sufre vive allí. Siria está todavía en guerra, pero aquí ya no hablamos de ella

Una de las cosas que tiene buenas este documental es que recupera la guerra siria y la enlaza con la guerra ucraniana. No se puede entender una sin otra. Son prácticamente los mismos actores. Además, existe otro precedente que es la guerra de Chechenia. La guerra de Chechenia es un conflicto que la comunidad internacional asumió como interno y no reaccionó pese a que Putin había convertido a Chechenia en una especie de gueto de Varsovia. Cuando el ejército ruso se apoderó de todo el territorio, seguía habiendo atentados. Cuando había uno, el ejército, al día siguiente, hacía lo que denominaba una operación de limpieza, rodeaba el pueblo de al lado, filtraba a toda la gente y desaparecían normalmente 20 hombres. Se convertía en una especie de gueto de Varsovia, literalmente. Y se le permitió hacer esto. Se le permitió ir a Siria y que su aliado utilizara armas químicas sin que hubiera respuesta alguna. Todo esto empoderó a un personaje como Putin. Y entonces, a mí lo que me parece muy interesante de este documental es que aparece en un momento en el que la guerra de la que se habla es la de Ucrania, pero invita a la persona que lo ve a entender que sin una guerra no habría habido la otra.

¿Quién se preocupa ahora de la gente de Siria?

Nadie. Ha habido un terremoto y en la zona controlada por los rebeldes del norte de Siria no existe solidaridad internacional. Es peligroso porque es un país en guerra. Y luego hay otra cosa, que para hacer entrar ayuda humanitaria se necesita el visto bueno del régimen sirio y el régimen sirio no lo da. Rusia puede forzar a su aliado a darlo, porque al fin y al cabo Rusia es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero Rusia también es parte aquí. De todos los puestos fronterizos por donde podía pasar la ayuda sólo queda abierto uno. Rusia va despacio, poco a poco, aislando y forzando que todo el apoyo humanitario, en lugar de ir directamente a las zonas controladas por los rebeldes, pase por Damasco. Esto da a Damasco un poder brutal, que dará ayuda a los pueblos que le apoyen y no lo dará a las zonas que no le apoyen.

Marc Marginedas y Siscu Baiges| Pol Rius

La gente que vea el documental, ¿qué aprenderá? ¿Qué mensaje se le quiere hacer llegar?

Primero, hacer accesible un secuestro muy mediático. Convierte al espectador prácticamente en un participante porque el documental lo que tiene es la capacidad de cogerte e introducirte en la pantalla del cine. Lo hace muy bien. Recuerdo que en el estreno hubo gritos de “bravo, bravo”. Tiene ese efecto, te atrapa. Esta es la diferencia entre este documental y otros que se han hecho, no en España, porque no se ha hecho ninguno aquí, pero sí en el extranjero. Es ir a ver una película de muchísima calidad con imágenes inéditas, testigos inéditos, y que además reivindica dos cosas: la profesión de periodista y que España haya podido sacar a sus rehenes de Siria en una de las crisis de rehenes más importantes que ha habido en los últimos años. Esto debería enorgullecernos.

¿Aspirar a un mundo en paz es soñar despierto?

Yo creo que sí. La vida la da el proceso. El mundo, de todos modos, es un sitio mejor del que había, por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial cuando desaparecieron seis millones de personas porque había una persona que tenía la personalidad muy similar a Putin, y fuerzas que también incitaban mucho al resentimiento. Pero yo pienso que sobre todo, lo que hacemos nosotros, los periodistas, poco a poco, es ayudar a cambiar el mundo. Un conflicto mundial en Europa hoy en día parece muy difícil de pensar y eso está bien, esto quiere decir que la Humanidad avanza y avanza con pequeños esfuerzos como el que hace este documental.

¿No tendremos este mundo en paz nunca, en 200, 300, 400, 1.000 años?

Creo que es posible que las guerras tengan efectos menos devastadores.

Aspirar a un mundo en paz es soñar despierto pero es posible que las guerras tengan efectos menos devastadores

Como periodista, ¿qué retos se plantea ahora?

Primero, cubrir la guerra en Ucrania, cubrir historias derivadas de la guerra en Ucrania. Hace poco fui a Bulgaria, donde expliqué cómo era un país próximo a la Unión Soviética durante la época de la Guerra Fría y sus servicios secretos están muy vinculados y que está jugando un papel de caballo de Troya dentro de la Unión Europea. He propuesto un viaje a Chipre para explicar cómo Rusia blanquea dinero. Éstos son mis retos inmediatos. Un reto a largo plazo es explicar por qué Estado Islámico logró la fuerza que acabó consiguiendo y cuáles son las fuerzas que estaban empujándolo por detrás.

¿Hay alguna sensación comparable al abrazo con familiares y amigos en el aeropuerto cuando volvió liberado?

Fue un momento muy feliz de mi vida. Lo que ocurre es que ese secuestro tenía tanto interés que al día siguiente fue un no parar. Lo que he aprendido con el secuestro es a valorar a la familia, que nunca la tenía demasiado presente. Éramos un poco ignorantes unos de otros porque nos dedicábamos a cosas totalmente opuestas. El recibimiento en el aeropuerto hace que mi familia se reencuentre a sí misma y yo soy más capaz de entenderme con ellos y ellos de entenderse conmigo.

El recibimiento en el aeropuerto después de ser liberado hizo que mi familia se reencontrase consigo misma

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