Toni Orensanz (Falset, 1970) y Rafa Marrasé (L’Ametlla de Mar, 1974) son dos periodistas tarraconenses que se propusieron algo que hasta entonces no había hecho nadie: escribir un libro “La gran explosión” sobre el complejo petroquímico del Camp de Tarragona, el mayor del sur de Europa. A partir del grave accidente de la empresa IQOXE del 14 de enero del 2020, que causó tres muertes, uno de ellos a causa de una bola de fuego que sobrevoló dos kilómetros y medio para impactar en un piso del barrio tarraconense de Torreforta, Orensanz y Marrasé investigan sobre el peligro que supone la industria petroquímica para la gente que vive en los municipios del entorno y para el medio ambiente, y la responsabilidad que tienen las empresas y la administración en la situación de inseguridad todavía existente.

Ha dicho en varias ocasiones que el libro nos alerta de que el rey va desnudo. Que en la seguridad de las empresas petroquímicas del Camp de Tarragona no todo está controlado tal y como nos han venido diciendo siempre las empresas y la administración. ¿Realmente va desnudo el rey?

Toni Orensanz.- Sí, va desnudo. Nosotros tomamos el accidente de IQOXE como punto de partida, porque el accidente nos permite saber qué ocurre dentro de la empresa y qué ocurre durante un accidente. Y en una Tarragona en la que se implantó el primer plan de seguridad química de España, y en el que te has cansado de sentir que todo está controlado, si algo queda claro es que nada funciona. La empresa no cumplió los requisitos de seguridad mínimos porque no tenían a nadie que hiciera la vigilancia visual, tampoco llama a Protección Civil ni avisa a las administraciones; Protección Civil tarda 25 minutos en localizar a la empresa accidentada, los bomberos entran en la empresa sin saber qué ha pasado, ni qué está ardiendo, las administraciones no saben qué deben hacer, los alcaldes tampoco son conscientes de cuál es su responsabilidad , y un largo etcétera. Por tanto es obvio que esta certeza de tranquilos tarraconenses desaparece cuando miras lo ocurrido por la noche y la noche del 14 de enero de 2020 en el Polígono Químico de Tarragona con el accidente de la empresa IQOXE.

Muchas de las certezas que teníamos como seguras han desaparecido…

T.O.- Exacto. Y nos hace plantear cómo puede que en estas alturas todavía no sepamos qué respiramos, o que estemos debatiendo todavía sobre lo que se considera distancias seguras entre la petroquímica y las poblaciones, cuando la realidad es que una plancha de hierro salió proyectada desde ‘IQOXE y recorrió dos kilómetros y medio para ir a impactar en el comedor de un piso de Torreforta matando a una persona, Sergio Millán.

Lo que demuestra el accidente de IQOXE es que el mensaje de seguridad que se ha dado durante décadas está vacío

Rafa Marrasé- Ciertamente, el mensaje a la ciudadanía, no sólo desde las empresas sino también desde las administraciones ha sido siempre que todo está bien. Ha sido siempre un mensaje de tranquilidad que vemos ahora que no tiene contenido. Lo que demuestra el accidente de IQOXE, lo que demostramos en el libro, es que ese mensaje que se ha dado durante décadas está vacío, sin contenido, y que el plan de seguridad química, aunque fuera el primero del Estado, era papel mojado porque el día que debes ponerlo en práctica no funciona. Pero no es sólo eso. La noche del accidente se producen muchas contradicciones en lo que se refiere a los mensajes que se dan. En el libro recordamos a un tuit del entonces consejero de interior y máximo responsable del Plan de Seguridad, Miquel Buch, que decía «Se puede salir a la calle con tranquilidad pero recomendamos a todo el mundo que hoy se quede en casa». Y ahora sabemos que no había nada que sustentara este mensaje de tranquilidad porque en aquellos momentos ni Protección Civil, ni los bomberos, ni las administraciones sabían qué había explotado, ni el compuesto químico, y por tanto la toxicidad o no de aire que se respiraba en las poblaciones del entorno de la empresa accidentada.

Y ahora que lo sabemos, ¿qué se está haciendo?

R.M.- Existe un proceso judicial.

T.O.- Que ya veremos cómo acaba. Ya veremos hasta dónde llegan las responsabilidades dentro de la empresa. Creemos que debe haber dos niveles de responsabilidad. Uno debe ser el de la responsabilidad judicial sobre la empresa, que ya veremos dónde llegará, pero el otro debe ser el de la responsabilidad institucional. Y ésta nadie le ha asumido, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera habido ningún error ni equivocación. Lo que sí es evidente es que Protección Civil está implantando una serie de medidas consciente de que ese día las cosas no fueron bien y que el plan no funcionó. Pero si hablamos de responsabilidades institucionales, no las ha habido.

R.M.- Y uno de los hechos que explica muy bien la falta de responsabilidades institucionales es que meses después del accidente existe una comisión parlamentaria para investigar qué ha pasado. Entonces el conseller ya no era Miquel Buch, sino Miquel Sàmper, y Sàmper informa en aquella comisión parlamentaria, que se hacía por videoconferencia ya que estábamos en medio de la pandemia, que la Generalitat tenía previsto instalar sensores para controlar la calidad del aire. Pero, punto y seguido, dice que no hay presupuesto para poner ninguna. Así de literal.

¿Quizá suponía un gran gasto?

R.M.- Ellos lo cifraban en 1,2 millones de euros, aunque después Protección Civil dijo que iba a costar mucho menos. Además, 1,2 millones de euros para la Generalitat, y para controlar las emisiones de las mayores empresas del Polígono químico del Sur de Europa, tampoco era una inversión desmedida. La cuestión es que si después de meses del accidente anuncias que vas a poner aparatos para medir la calidad del aire, y luego dices que no tienes presupuesto para hacerlo, lo que estás indicando es hasta dónde llega tu responsabilidad institucional y el respeto hacia las víctimas del accidente. Aparte, que admites que nunca ha habido instalado ningún sensor que midiera las posibles emisiones tóxicas de las empresas.

R.M.- Y uno de los hechos que explica muy bien la falta de responsabilidades institucionales es que meses después del accidente existe una comisión parlamentaria para investigar qué ha pasado| Pol Rius

¿Y ahora ya hay sensores?

R.M.- Hay sensores que miden concentraciones gigantísimas en el aire y que sólo sirven para una emergencia y no para el día a día, donde respirar aquellas emisiones continuamente a medio y largo plazo puede comportar sufrir graves enfermedades.

Escribir este libro después de tantos años de oscurantismo y secretismo en lo que se refiere a la actividad de las empresas petroquímicas, y tras el accidente de IQOXE, puede poner luz a la oscuridad. ¿No os parece?

R.M. Es una cuestión que algún día debía explicarse de manera periodística, y el accidente abre un resquicio para poder hacerlo. Cuando empiezas a profundizar dices hostia, y cuando lees el sumario judicial te da un poco de miedo.

La mayor parte de la información que disponemos sobre la industria petroquímica en el Camp de Tarragona está condicionada por quien realmente tiene la información, los datos y el saber, que no es otro que la propia industria química

T.O.- Existe la necesidad de contextualizar una serie de preguntas que realmente no dejan de ser curiosas, como por ejemplo, como puede que haya casas tan cerca de una industria química tan peligrosa. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Y con el libro pretendemos iluminar una situación que realmente ha sido y sigue estando bastante oscura. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la información que hoy en día disponemos sobre la industria petroquímica en el Camp de Tarragona es una información muy de parto, condicionada sobre todo por quien realmente tiene la información, los datos y el saber, que no es otra que la propia industria química.

¿Y cómo es que hasta ahora no se había hecho?

R.M.- Entre otras cosas porque es una cuestión compleja y muy técnica, y si no eres especialista te cuesta entrar. Incluso algún químico que ha venido a las presentaciones nos ha dicho que varias cosas que contamos en el libro las desconocían. Porque lo que ocurre dentro de cada empresa, se queda dentro de la empresa.

Pero, ¿que no se haya explicado hasta ahora se debe sólo a una cuestión de complejidad?

R.M.- No sólo es la dificultad de la temática, sino también existe la autocensura, porque en el Camp de Tarragona la industria petroquímica da ayudas y promociona actividades de medios de comunicación, clubes de fútbol, ​​entidades sociales, asociaciones vecinales, ayuntamientos. Todo el mundo recibe ayuda económica. Fiestas mayores, concursos de castells, y por tanto toda esta infiltración en el tejido social hace que sea mucho más difícil que se hable de manera clara y directa de la industria petroquímica.

En el libro se refiere varias veces a esta autocensura…

T.O.- Entiendo perfectamente que las empresas tengan políticas de responsabilidad social corporativa, pero lo que más me cuesta entender es que este tejido social y político no tenga suficiente músculo como para no levantar el dedo o la voz en determinados momentos. Es decir, cuando tú interpretas que te dan dinero por no decir nada entonces tenemos un problema como sociedad. Por tanto, insisto, que no es tanto un problema de que las industrias den dinero, sino que estas ayudas económicas condicionen la información que se da sobre su actividad. Y no es sólo un problema de los medios de comunicación, sino un problema de todos, de la sociedad civil organizada que no levanta el dedo, no pregunta y no planta cara. No se trata de ser un revolucionario, sino simplemente levantar el dedo.

Jordi Navarro (a la derecha) con los autores del libro | Pol Rius

¿Y esto ha pasado siempre?

T.O.- Es curioso ver que desde el mismo momento de inicio de la actividad industrial en el Camp de Tarragona, en los años 60, y de nuevo en los años 80 con los primeros ayuntamientos democráticos, la petroquímica vive como una agresión siempre que alguien, y también la administración, intenta poner límites a su crecimiento y actividad.

R.M.- El problema es quien tiene el control de lo que ocurre, el control del relato. Y el control lo ha tenido siempre la empresa generadora de la actividad, y la hipotética generadora de la contaminación. O sea, los únicos que saben realmente si lo que están fabricando o si las emisiones al aire son tóxicas o no es la industria, y lo que no quieren en modo alguno es que haya un relato diferente. Quieren mantener el monopolio de la verdad.

¿Se puede llegar a entender que las industrias no quieran compartir el relato, sin embargo, y la administración?T.O.- Cuando ves que los primeros ayuntamientos de la democracia en Tarragona tenían muy claro que había que hacer estudios epidemiológicos y de calidad del aire, y de eso estamos hablando de los años 80, y ves cómo estamos hoy no puedes por menos que decirte, hostia, han pasado cuarenta años y no hemos hecho nada. Y preguntarte cómo es posible que desde la administración no se hayan realizado todavía estudios de calidad del aire, epidemiológicos y de afectación sobre el medio ambiente cuando en los años 80 existía un amplio consenso político para hacerlos .

¿Por qué?

T.O.- Pues porque se opta por mirar hacia otro lado, se prefiere no saber. Y aquí creo que hay que contextualizar históricamente y ver que hay un pecado original.

Hablamos pues de este pecado original…

T.O.- La existencia de la industria petroquímica en el Camp de Tarragona arrastra un pecado original que es el de todo vale para que esta industria se instale aquí. Esto ocurre a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Aquellos alcaldes franquistas de Tarragona estaban dispuestos a todo, a saltarse la legalidad y lo que conviniera para que la industria petroquímica viniera a Tarragona. Y ese pecado original de no molestar a una industria que es fundamental para la economía y la sociedad del Camp de Tarragona sigue existiendo. A menudo se ha optado por el pacto con la industria, el pacto de no entrar en el choque, de no cruzar determinadas fronteras para que la industria nunca pueda llegar a decirte que se va.

¿Y esto tiene solución?

T.O.- Tiene difícil solución. Desde un punto de vista de mediciones ambientales no tanto, pero desde un punto de vista de riesgo es difícil porque tú tienes unos barrios a la vuelta de la esquina, y unas personas que llevan 60 años viviendo allí, y se han acostumbrado, aquél es su paisaje, su mundo, y encima gracias a la industria química se han ganado la vida. Y tienes también cerca un gran parque de atracciones, Port Aventura, a un kilómetro y medio de industrias tóxicas y muy tóxicas. Es decir, uno de los polos turísticos más importantes de Europa está instalado a menos de dos kilómetros de una industria tóxica, muy tóxica y peligrosa según la normativa internacional.

Orensanz y Marrasé investigan sobre el peligro que supone la industria petroquímica para la gente que vive en los municipios del entorno y para el medio ambiente | Pol Rius

¿Cree que el libro está teniendo repercusión?

T.O.- Fuerza, no sólo en los medios de Tarragona sino también en los nacionales. Creemos que es posible que al menos provoque algunas reflexiones en la administración. Nos consta que el libro se está leyendo con lo que quiero pensar que algún tipo de reflexión habrá. Espero que pase, sobre todo de los representantes políticos a los que quiero exigir y me gustaría esperar algo. Por lo que respecta a la industria petroquímica, creo que ellos también se han leído el libro. Lo sabemos porque nos han llegado…

¿Cuáles?

T.O.- Pues que nos aseguran que no sabían que en Cataluña no existía normativa específica para el óxido de etileno, que es el principal compuesto que produce IQOXE.

Suena raro…

T.O.- Sí, pero quizás indica que las químicas reconocen que hay un recorrido de mejora.

¿Un recorrido de mejora que promoverán las mismas industrias?

T.O.- No creo que opten por comandar grandes transformaciones de puertas adentro, pero posiblemente sí que en un determinado momento puedan comandar algunos cambios, aunque debe ser la administración quien debe tirar del carro y hacer los deberes para hacer los grandes cambios.

R.M.- Personalmente, eso que dice Toni del cambio de opinión de las industrias no lo espero, porque al final es un negocio. En cualquier caso, y volviendo a tu pregunta de si el libro tendrá repercusión, te diría que sí porque nos estamos encontrando con gente experta en la materia que lee el libro, y de gente de pie de calle que no conoce este mundo, o que tiene familiares trabajando en la química y que nos dicen que el libro les ha abierto los ojos. Creo que es una herramienta que servirá para concienciar sobre la petroquímica en el Camp de Tarragona.

Una concienciación que debe pasar no sólo por las empresas y la administración, sino también por la ciudadanía, como explica en el libro, ¿no?

T.O.- Sí, toca ser crítico también con la sociedad tarraconense. No se trata de proclamar una revuelta, se trata de levantar el dedo y preguntar y mostrar preocupación. Porque es verdad que existe una relativización del riesgo. Es la fuerza de la costumbre. Una relativización que también tiene que ver con la falta de información. Si tú no sabes qué respiras, si tú no tienes ninguna señal de alarma, si la administración siempre te dice tranquilos, que está todo controlado, a la fuerza te tranquilizara o te anestesias. Si durante años te dicen que todo está controlado y que tienes que estar tranquilo al final te llegas a creer. Pero el rey va desnudo, ha ido siempre.

Libro sobre la explosión de la petroquímica IQOXE
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