La vocación totalitaria de la actual política migratoria en Europa

Otro naufragio, otra insoportable ola de hipocresía de líderes y lideresas de la política europea y de los Estados miembros, otra vez artículos blanqueando a neofascistas, informaciones sesgadas, ayudando a hacer que la xenofobia y la necropolítica calen en nuestras sociedades. El tráfico humano, argumento comodín de la derecha y la socialdemocracia europea para exculparse de las más de 26.000 muertes en tan sólo diez años en el Mediterráneo. No es la causa de la salida de las personas de sus países. Huyen como pueden.

Todas las personas tienen el derecho a salir de su país de origen -art. 35 del Convenio de Ginebra. Consta también en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948 -art. 13. En los años 40 del siglo pasado, gran parte de la población europea huía de los horrores de la guerra y del totalitarismo que devastó el continente. Italia, España o la UE no pueden impedir que las personas salgan de otros países a través de los llamados “acuerdos bilaterales” y otros eufemismos de think tanks especializados como cooperación estratégica, la llamada externalización de fronteras.

La violencia a la que están expuestas las personas que se ven forzadas a migrar se está extendiendo y normalizando en nuestras fronteras. Los intentos de desviar de Grecia viniendo de Turquía se deben a la sistemática vulneración de derechos por parte de la guardia costera griega que muchas veces ataca a las personas migrantes y refugiadas, abandonándolas a su suerte en alta mar. Investigaciones apuntan a Frontex, agencia europea de control migratorio en fronteras, como cómplice y en algunos casos colaboradora de dichas vulneraciones de DDHH y del Derecho Internacional.

El fracaso del Pacto de Migración y Asilo de la UE se debe a que apuesta por la disuasión a través de la muerte, una promesa vacía de que fronteras más robustas y violentas terminarán reduciendo la migración a un mínimo manejable. Mienten. La UE y Estados miembros ignoran la realidad migratoria en las ciudades y pueblos de acogida. Les niegan el derecho a participar de la toma de decisiones con relación al Pacto; deslealtad institucional que somete a gobiernos locales a las consecuencias de la marginación social en sus territorios y desaprovecha el conocimiento respecto a la realidad migratoria en los municipios, que es donde están o por donde pasan las personas migrantes.

El desplazamiento de las fronteras hacia terceros países y la brutalidad que se está ejerciendo en las fronteras europeas, por activa y por pasiva, vienen acompañados de algunas consecuencias internas graves para la democracia liberal; la base del llamado, y frecuentemente aclamado, sistema de valores europeo. Cuanto más cala el discurso anti-migración, cuanto más aceptable se hace el poder de gobiernos para decidir quién vive y quién muere, más fértil se hace el terreno para que gobierne la extrema derecha (véase Italia, Grecia, Hungría).

Situarse al margen del Derecho Internacional relativiza la importancia de un marco legal para regular las relaciones entre países, pero también entre los seres humanos. La lucha por los derechos humanos es en última instancia la lucha por derechos. La defensa del derecho a migrar y el deber de acoger son también la defensa de la democracia. Si nuestras sociedades quieren vivir en democracia, deben alzar la voz e impedir que la barbarie en las fronteras se normalice.