Blai Felip es un periodista nacido en Sabadell en 1961 que trabaja desde 1996 en La Vanguardia. Antes, lo hizo en medios de comunicación de su ciudad natal y en El Observador, El Periódico o TV3. En el diario del grupo Godó ha desarrollado varias responsabilidades y actualmente trabaja en la sección de Cultura. En el Magazine del diario publica relatos mensualmente. Sus relatos han recibido varios premios. Ahora ha reunido 27 en su primer libro: “No et facis il·lusions” (Columna Edicions).
Todos los títulos de los 27 relatos son palabras con una ele geminada. Dice que le cautiva esta letra. ¿Por qué?
Me fascina. Cuando tenía unos cuentos escritos me di cuenta de que tenían como una doble realidad. Hay como una especie de juego entre lo que se enseña y lo que se esconde. O hay varios puntos de vista sobre un mismo hecho, y hay algunos que tienen incluso tres posibles lecturas. Entonces pensé que la ele geminada, de algún modo, es como un espejo, es un punto que queda allá volando. Son dos letras, no forma parte del abecedario, tiene un punto ácrata, libertario, no tiene normas demasiado claras. Hacía como de espejo, el puntito éste, que no sabes si sube o baja, que queda ahí colgado. Me iba perfecto. Muchos de estos cuentos tenían otros títulos, y entonces pensé, que la ele geminada tenía que ser el hilo conductor, el hilo que lo cosiera todo, porque lo que quiero demostrar es eso, tratar un poquito de forma absurda la realidad y darle una especie de verosimilitud al mismo tiempo. Le das un punto absurdo o incluso surrealista pero necesitas que pise también con los pies en el suelo. Y la ele geminada me iba muy bien, aparte de que era como una especie de homenaje a una particularidad que tenemos en la lengua catalana. En algunos relatos ya estaba dentro la ele geminada y me iba perfecto para ponerla en el título y en otros sí que fui a buscarla.

O tiene un conocimiento de la lengua muy grande o ha tenido que echar mano del diccionario de vez en cuando. Hay palabras que no conocía
Yo tampoco, ¡eh! Como es un proyecto que arranqué hace muchos, muchos años y he ido escribiéndolo, reescribiéndolo, retocándolo y trabajándolo muchísimo, acabé escribiendo al Diccionario de la Lengua Catalana del IEC, el DIEC. Antes no existía la posibilidad que ahora hay de buscar cualquier palabra, cualquier combinación dentro del diccionario. Pero en ese momento no. Tuve que escribir un correo electrónico al DIEC y me enviaron un listado donde hay mil y pico de palabras con eles geminadas, muchas de ellas vinculadas al mundo científico, botánico y ámbitos así.
Se portaron bien en el DIEC
Sí, se portaron muy bien. Me enviaron el listado y entonces fui mirando e hice hallazgos fantásticos; la de hàl·lux, por ejemplo. Hàl·lux es el dedo gordo del pie. La putada de la ele geminada es que o la conoces o puedes equivocarte. Me hacía gracia, me permitía proponerle un juego al lector.
Le obliga a ir al diccionario
Sí. Y esto está bien. Quizás haya gente que se enfadará. A mí me gusta hacer esto de ir al diccionario. Lo consulto en el ordenador. Antes, iba a buscar una palabra en el diccionario y quizás me entretenía con una palabra y leía dos, tres o cuatro palabras que iban por delante o dos o tres que iban por detrás. Me acuerdo que hacía mucha lectura del diccionario. Ahora, no; buscas la palabra y ¡pam!, te sale esa. No ves más. Ves esa. No tienes perspectiva. Si no tienes perspectiva, no tienes contexto. Esa palabra se ha quedado allí sola, pobre, huérfana.
El primer relato -“Paral·lel”- es fuerte, muy triste. Prepara al lector para un libro duro. Luego alterna humor, ironía, situaciones chocantes, algunas terribles… ¿Por qué eligió éste para empezar?
Porque era muy impactante. Es un alegato antibelicista. Mucha gente de la que ha leído el libro me dice que es el más les gusta. Tengo otros que quizás me gustan más, pero éste yo creo que era muy impactante. Y corto.

Los hay cortos, los hay largos, ¿de qué depende su extensión?
No me gusta hacer relatos demasiado largos. Si haces un cuento de 70 o 80 páginas, es casi una novela corta. Quizás también es el hecho de que, por cultura periodística de tantos años de trabajo, estamos acostumbrados a escribir corto y a eliminar. O sea, cuanto más quitas, a veces queda mejor. No hace falta, a veces, otros dos folios si en cuatro lo puedes explicar bien. Si en cuatro lo puedes explicar bien no hace falta escribir seis. Por lo menos creo que queda todo mucho más redondo. Aunque a veces cuando escribes te sabe muy mal eliminar cosas. A mí me ocurre. Estoy escribiendo y esas frases que me parecen que han quedado guapas pero que quizás hacen el relato demasiado recargado o algo ampuloso, las dejo abajo de todo, pero no las elimino. A veces me las pasaba a una especie de carpeta, para guardarlas, como si eso tuviera que inspirarme. Al final las borras y piensas que has acertado borrando. Creo que menos es más. A veces no siempre.
¿En qué tipo de gente piensa cuando escribe? O sea, ¿a qué lector cree que le puede gustar lo que escribe?
No pienso en ello. Escribo unos relatos que son algo difíciles en el sentido de que no son habituales. Algunos son muy extraños, incluso, y tienen un punto surrealista. No pienso en ningún lector. Pienso en contar algo, algún hecho. Me inspiro a partir de cosas que veo, paseando, en el tren, yendo por la calle, aquí mismo si estuviera un rato ya seguramente me apuntaría cosas y me vendría alguna a la cabeza para escribir… Le voy dando vueltas y vueltas con el tiempo, hasta que no empiezo a escribir primero a mano.
¿A mano?
Sí, primero a mano. Necesito arrancarlo a mano, una frase o el inicio. Y después lo paso al ordenador. Necesito empezar a mano los tres o cuatro primeros párrafos. Es como muy periodístico. Necesito el lead. A partir de ahí me hago un pequeño guión de las cosas que quiero decir, y entonces, sí, me voy al ordenador.
También dice que hay amigos que le han sugerido algún relato
Sí, sí, algunos relatos han surgido de conversaciones con compañeros. Por ejemplo, un compañero del trabajo, con el que estaba teniendo una conversación algo surrealista, me preguntó: “¿tú qué prefieres ser gota de agua o grano de arena?”. Y, ¡pam!, a los dos o tres días le envié un cuento de los que sale en el libro. Luego lo he ido puliendo.
Es muy quisquilloso y pulcro antes de dar un relato por definitivo
Sí, sí. Esto es un trabajo de años. En el libro hay 27 relatos y quedaron otros fuera. Hice esa selección y ese orden. Son muchos años de trabajo. No quiere decir que trabajase cada día. Quizás tres o cuatro meses sin tocar los relatos. Tiempo con desánimo porque no había forma de publicarlos. Si se los enseñaba a algún amigo y me decía que le gustaban nunca sabías si lo hacía por la amistad… Cuando iba a las editoriales, pinchaba. O no me daban respuesta, me decían que no era el momento, que lo del cuento, del relato, no tira…

Al final Columna se ha animado. Usted dice que le supuso mucho empuje el hecho de ganar el Premio Calders del ayuntamiento de Gurb
Esto fue en 2017, un sábado que había desconectado el teléfono un momento, porque estaba haciendo quince minutos de siesta. Me dejaron un mensaje. Primero entendí que había sido seleccionado y que aún debía elegirse el ganador. Cuando respondí me dijeron que había ganado. Y me acuerdo de que lloré. ¡Hombre, es que eran muchos años, enviando cuentos! Vi que alguien, más allá del círculo de mis amigos, decía: “Eso que ha hecho este chico tiene interés”. Y eso me dio mucho aire. El esfuerzo que hacen los ayuntamientos, como el de Gurb, es extraordinario, porque es gente con pocos recursos, municipios pequeños, que se gastan un dinero para un premio, y, además, el ambiente cultural que crean en el pueblo. Generalmente, hacen un acto, convocan a la escuela de música del pueblo y los alumnos actúan, cantan allí, tocan los instrumentos, hacen una exposición, o leen algunos de los relatos. El trabajo que hacen estos ayuntamientos es extraordinario.
Ha ganado varios de estos premios municipales
Sí, sí. Me fui presentando, animando, vi que lo que hacía podía tener algún interés para determinada gente. Faltaba el salto a una editorial.
¿Y cómo ha sido el salto?
De churra. Fue una carambola absoluta. Magí Camps, de mi diario, presentaba su libro de relatos Sucamulla en el Museo de Arte de Sabadell. Se lo presentaba Montse Barderi, que es escritora de Columna, ganadora del Prudenci Bertrana, y nos conocíamos de hacía sólo un mes y medio o así, aunque ambos somos de Sabadell. Cuando acabó la presentación, mientras charlábamos y comíamos unas pastas, mi mujer le dijo que “mi marido tiene una recopilación de cuentos”. Me hizo como de manager. Montse Barderi me dijo que se los pasara. No lo hice porque pensaba que mi mujer, con toda la buena voluntad del mundo, la había puesto en aprietos. Al cabo de unas 3 semanas o un mes, ella insistió y me dijo que enviara la recopilación de cuentos a su editora, Glòria Gasch. Le gustaron tal y como estaban, en el orden que estaban, con el título que tenía. No han tocado nada.
¿Por qué esos 27 relatos? ¿Cuándo consideró que era el número que tocaba, que el libro estaba acabado, que debía ser así?
27 es un número extraño. ¿Por qué no 25 o 30? Pero pensé que todos los cuentos tienen un punto de extraño y de desconcierto cuando los lees; pues, 27. Es un número absurdo. Me pareció uno bueno.
La línea común a todos los cuentos es la absurdidad, una mezcla de humor y situaciones que hacen sufrir
Existe un punto de ironía en algunos de los cuentos. En realidad muchos de los personajes lo pasan mal o muy mal, no acaban de conseguir lo que pretenden. Escribo con un punto de mala leche y de crítica de la sociedad en la que vivimos, en algunos casos clarísima. Un personaje pide a las mujeres que no vivan tanto porque así no gastarán el presupuesto público con sus pensiones. Curiosamente, el otro día, Quim Monzó dedicó un artículo de los que escribe en el diario sobre unas propuestas serias de un ministro japonés al respecto.
Monzó es uno de sus referentes. Dice que ha leído mucho y recomienda que se lea mucho.
Monzó claro que me ha influido, Sergi Pàmies, también Mercè Rodoreda con sus cuentos, Caterina Albert, cuyos cuentos también son brutales, Lucia Berlin, que tiene un punto de solidaridad, Anna Murià, Manuel de Pedrolo, hay muchos. Referente, referente como tal, no, pero supongo que he ido inconscientemente sorbiendo de todos. Me siento muy a gusto con la ironía fina de Pere Calders. Lo he leído y releído. Si tuviera que elegir alguno sería Calders. Hay gente que me dice que mi estilo le recuerda al de Pere Calders.
Me siento muy a gusto con la ironía fina de Pere Calders
Este libro es de difícil traducción al castellano, con esta cuestión de la ele geminada
Esperamos que se traduzca. Supongo que deberían buscar la fórmula los traductores, que son muy buenos. Me lo dijeron el día de la presentación. Yo nunca esperaba que se llegase a publicar en catalán y pensar que alguien lo traduciría me quedaba un poquito como lejos. Se debería poner el título que se acerque más en castellano y explicar en algún lugar cómo está escrito en catalán, todo esto de la ele geminada. Hay que esperar.
Los traductores no lo tendrán fácil. Está escrito en un catalán muy trabajado
Cierto que está muy trabajado. Otra cosa es si yo consigo lo que pretendo, que es sorprender, tocar la fibra, que el cuento te sacuda un poquito y te incite a pensar. En un cuento hablo del hombre más rápido del mundo y trata de la absurdidad de los récords. El afán de superación es bueno, pero no puedes llevarlo al límite. Esto es lo que pretendo que quede también, aparte de la historieta. Cuando escribo, el proceso mental que sigo es buscar una situación que sea algo absurda pero que me sirva para contar otras cosas de la vida cotidiana.
¿Tiene ya el segundo libro de relatos en marcha?
No. Voy escribiendo relatos. Hago uno cada mes en el Magazine de La Vanguardia. Estoy intentando una novela, pero necesito organizarme de otra forma. Para hacer un relato, tengo una idea en la cabeza y lo empiezo a escribir a mano. Sé que eso serán 5 o 6 folios. Si por lo que sea no puedo ponerme con él durante dos semanas y tengo sólo escrito un folio no quedo descolgado de aquella historia, porque sé lo que quiero decir. Lo puedo recuperar muy rápido. Pero una novela requiere que, si no todos los días, cuatro o cinco a la semana, le dediques aunque sea una hora. Es un proceso de escritura continuada. Si tienes 70 o 80 folios y entonces lo dejas 3 o 4 meses, es un problema. Soy más propenso a hacer relato corto.
¿El próximo libro de relatos tendrá un nombre más optimista?
El nombre también se las trae. ¿Qué pensará el que compre el libro? “No et facis il·lusions” es una expresión que utilizamos a menudo. Está bien tener ilusiones por las cosas porque te permiten arrancar proyectos o intentar sacar adelante cosas que tenías en la cabeza, pero si son excesivas y no puedes concretarlas te pueden provocar auténticos momentos de desencanto, de desánimo o, incluso, si es muy acentuado, puedes terminar deprimido. Ilusiones sí, pero las justas.
Ilusiones sí, pero las justas
Ilusiones sí pero las justas puede ser algo contradictorio con el título de libro, ¿no?
Totalmente contradictorio. Hacer esta entrevista me hace mucha ilusión pero la vida es contradicción total, continuamente. Tenemos que intentar vivir con las contradicciones siempre que no nos hagan perder las principales convicciones.