Probablemente, uno de los libros más influyentes del siglo XX haya sido El arte del pensamiento (The Art of Thought, 1926), de Graham Wallas (1859-1932). Wallas fue profesor de Ciencia Política en la Universidad de Oxford y fundó los primeros consejos y organismos educativos en Gran Bretaña, a finales del siglo XIX, así como la London School of Economics. Preocupado por el proceso de aprendizaje, y basándose en los trabajos filosóficos de Platón, Poincaré o Helmholtz, formuló su propia teoría sobre el pensamiento creativo en su libro, escrito en la plenitud de su carrera, identificando cuatro fases vitales: información, incubación, iluminación y verificación.

Para Wallas, la creatividad es consecuencia del proceso de incubación, una etapa consciente en la que la mente analiza y reorganiza la información, la sintetiza y la evalúa, convirtiéndose en una habilidad fundamental para los creadores de cualquier ámbito. El proceso subconsciente de reunión de nuevos pensamientos conduce hacia una nueva idea, que Wallas calificaba como «un camino no solamente hacia la belleza y la felicidad, sino también hacia esa cualidad que podemos describir como la verdad». El proceso de saber cuándo una idea llega, de reconocerla y de ser capaz de representarla o explicarla es parte fundamental del sistema de aprendizaje de todas las personas, y la forma de representarlo visualmente es a través de la luz, de ahí la denominación de «iluminación» para la tercera fase del pensamiento creativo, que tendrá su culminación con la etapa de verificación, en la que deberemos examinar la consistencia de esa idea que ha irrumpido en nuestra mente.

Pascual Ferrándiz (Barcelona, 1961), que firma su obra como Pasqual Ferry, es uno de los autores de cómic más prestigiosos en el sector, a nivel nacional e internacional. Ganador en 1987 del premio al autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona, su carrera se catapultó al mercado internacional, donde ha destacado, especialmente, en el dibujo de historias de los superhéroes más populares en editoriales como Marvel y DC. El mismo Salón le otorgaba en 2008 el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona por su trayectoria profesional, gracias al cual pudimos disfrutar, un año después, de una gran exposición retrospectiva de su obra… Hasta que un día, se le apagó la luz.

Algunos dibujantes, después de una dura jornada de trabajo ante el tablero o el ordenador, para desestresarse y relajarse y poder desconectar de la presión de la entrega, lo que hacen es, ni más ni menos, que dibujar. Carlos Giménez lo califica como «Por el puritito gusto», que es como ha titulado a su prólogo de su última obra publicada en febrero de 2023, Cementerio estelar, que podemos disfrutar gracias a la apuesta del sello Reservoir Books por editarlo, puesto que el propio autor reconoce, sinceramente, que lo dibujó pensando solo en él, sin la idea de poner a la venta el producto final. Giménez afirma en su texto que distingue entre trabajar y dibujar, y que cuando toca trabajar, a veces, no siempre es divertido por la idiosincrasia de la página y la importancia de que se comprenda la historia que quieres contar, lo que obliga, evidentemente, a aplicar un método de trabajo consistente. Cementerio estelar no es trabajo, es una maravilla para el lector.

Pasqual Ferry no es diferente en este sentido. En su rutinario café matutino en un céntrico bar de Barcelona, le acompañaba siempre su inseparable cuaderno, donde garabateaba lo que le venía a la cabeza… hasta que un día apareció, de forma súbita, el personaje que bautizó, posteriormente, como Mr. Bulb. Una silueta esbelta con una gran expresión corporal y con una característica singular: la cabeza era una bombilla, y su brillo (o la ausencia de él) evocaba la fase de iluminación que escribió Wallas varias décadas atrás. El personaje se convirtió en recurrente para el autor a principios de la segunda década del siglo XXI, una época complicada para él por motivos personales y profesionales que tuvo consecuencias en la salud del creador y, consecuentemente, en su trabajo.

Con el tiempo, Ferry incorporó a las originales ilustraciones protagonizadas por Mr. Bulb aforismos, pensamientos y preguntas que funcionaban a modo de título de cada una de ellas. Y, con el tiempo, los dibujos se fueron haciendo más complejos, experimentales y singulares, creando un discurso propio con su protagonista principal y sus personajes secundarios que interactuaban, en cierta manera, representando las emociones negativas y positivas de Mr. Bulb, que no era exactamente el alter ego del dibujante, sino su fase tres según Wallas, o al menos es lo que aparenta.

La Editorial DQ ha querido recuperar la primera edición que Ferry diseñó en 2013, publicando Yo, Mr. Bulb. Entre la luz y la oscuridad (2022), ahora en un formato más próximo a la concepción de las ilustraciones (en formato apaisado en el cuaderno original), y acompañado de un nuevo texto que guía al lector en un viaje interior a través de la conversación entre Mr. Bulb y su editor, que hace las veces de abogado del diablo, actuando de forma más racional y, sobre todo, interrogativa, para comprender el comportamiento y la evolución de Mr. Bulb. El editor se permite preguntar por los monstruos que se interponían en su brillo, sobre los síntomas de la depresión, sobre el amor y el desamor, sobre el éxito y el reconocimiento, o sobre los efectos del síndrome del impostor.

En cierta manera, Mr. Bulb se convirtió en un catalizador para su creador. La propia existencia del personaje sirvió para recuperar la inspiración perdida y los aforismos y pensamientos le ayudaban a comprender mejor lo que estaba sucediendo. El libro Yo, Mr Bulb funciona, en cierta manera, como un exponente del concepto de Art Brut, acuñado en 1945 por el artista francés Jean Dubuffet (también conocido en su traducción como «arte marginal»). Aunque se fundamenta en la proclama de que el arte puede ser creado por personas ajenas al mundo artístico, sin necesariamente tener una formación académica, una de las singularidades de las obras catalogadas como Art Brut era que en su mayoría estaban realizadas por autores con problemas de salud mental en el momento de la gestación de las mismas. Wallas no vivió lo suficiente para poder observar cómo, a veces, no es necesario evaluar el resultado final. La cuarta etapa de verificación de su teoría sobre el pensamiento creativo salta por los aires en este caso, eso sí, dotando a la obra final de una gran frescura y originalidad, a la vez que introspectiva.

El pasado 11 de julio de 2022, el Consejo de Ministros acordó, a propuesta del ministro de Cultura y Deporte, «declarar el 17 de marzo Día del Cómic y del Tebeo, medida para impulsar el sector, reconociendo el papel de sus profesionales en la vida social y cultural». Este primer año, en 2023, se celebrará por primera vez, concebida como una jornada reivindicativa de la contribución primordial y fundamental del sector del cómic a la cultura, como motor creativo e industrial, generador de entretenimiento, de arte y de conocimiento. Pero, recuerden, sin los autores, no habría nada que celebrar. Lean Yo, Mr. Bulb y lo entenderán.

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