Las asociaciones de vecinos en España tuvieron un rol especialmente singular durante las postrimerías del franquismo. Ante la imposibilidad formal de intervención política y democrática fuera de las arterias organizativas de la dictadura de Franco, una de las herramientas de las clases populares para intervenir en la realidad cotidiana eran las entidades del barrio, especialmente las asociaciones de vecinos. Tuvieron un rol democratizador y fiscalizador durante la década de 1970. Recientemente, cruzando a la otra orilla del Mediterráneo, en el norte de Siria, ocurre de nuevo el turno de las asociaciones de vecinos. Sin caer en paralelismos groseros y simplistas, pero buscando puntos en común, podemos observar cómo allí la asociación vecinal articula la acción local para mejorar las condiciones del vecindario, pero al mismo tiempo contiene una pulsión democratizadora y teje redes de apoyo ciudadano .
La larga guerra civil de Siria, iniciada por las revueltas contra el régimen del Partido Baas, es un remanente de la llamada Primavera Árabe de 2011. Después de casi doce años de conflicto, y sin haber superado las consecuencias de los mortíferos terremotos del 6 de febrero de este año, el concepto de reconstrucción democrática parece haber quedado relegado a los grandes manuales de resolución de conflictos. Y es que allí también buscaban salir de la dictadura, pero el dictador ni murió en la cama ni estaba todo «atado y bien atado» para una transición. Sin embargo, los pueblos de Siria decidieron salir a las calles para reclamar democracia, y hasta el día de hoy todavía se lucha por ésta, aunque ahora cada bando ya tiene una concepción propia de lo que es la Siria democrática.
En el norte Siria, en el territorio gobernado por la llamada Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES), esta democracia radica a nivel local en las comunas, las asociaciones de vecinos de cada barrio o pueblo. Aunque cuentan con una gran diferencia: están reconocidas y reforzadas oficialmente, no sólo como entidad político-administrativa por parte del gobierno, sino que constituyen uno de los pilares del nuevo sistema social y político.
Las comunas agrupan aproximadamente a 200 familias, que podríamos contar cerca de 1.400 personas -la estructura social y familiar de Siria es similar a la que había en España hace tres generaciones. Según fuentes locales, hay 4.464 comunas en el norte y el este de Siria. Las comunas son la unidad más básica del nuevo sistema democrático. Se establecen en el artículo 48 del Contrato Social de 2016 -una especie de constitución de la AANES-, que define el sistema comunal como “la forma organizativa básica esencial de la democracia directa. Es un sistema que establece un marco organizativo y administrativo en el que tomar decisiones y gestión. Funciona como un organismo independiente en todas las etapas de la toma de decisiones”. Así, contrariamente al sistema dictatorial que estableció el régimen de los al Asad, la legitimidad democrática radica en el nivel local, un sistema de abajo arriba.
De manera muy simplificada, después de las comunas encontramos los consejos de ciudad, distrito y esquina, y finalmente las siete regiones que conforman el territorio del AANES. La administración engloba a los órganos de toma de decisiones más locales (la común) hasta el más alto nivel de federación en las siete regiones del norte y el este de Siria. Todas las decisiones que sea posible se transfieren al nivel más local posible, y el nivel interregional sólo se ocupa de cuestiones que afectan a múltiples regiones, como la educación, la salud, la seguridad, el desarrollo, la unificación de los derechos de aduana y los precios del combustible, o las carreteras.
Para organizarse a nivel del municipio, ya sea en un barrio o en un pueblo, las comunas se sostienen sobre tres pilares básicos: la autodefensa, como gestión comunitaria de la seguridad local durante el día y la noche (se organizan en patrullas vecinales durante el día y la noche); la educación, para formarse colectivamente y discutir la nueva realidad que se ha ido desarrollando a lo largo de estos años; y la resolución de conflictos y construcción de consenso, para abordar los conflictos dentro y entre familias (a través de un comité de reconciliación o la derivación a las instituciones de justicia pertinentes). Además, corresponde a cada común establecer otros comités según sus necesidades como cultura, economía, salud, deportes, agricultura, etc. Por ejemplo, muchas comunas de pueblo han decidido tener un comité de agricultura, a diferencia de las comunas de ciudad.
Esta organización popular puede recordarnos cuando durante la llamada transición democrática las asociaciones vecinales se convirtieron en uno de los espacios de intervención política local más relevantes. En medio de una situación económica marcada por una fuerte inflación y las reclamaciones de un sindicalismo espoleado, la larga lista de demandas hacia los nuevos ayuntamientos era clara: vivienda digna, sanidad y escuelas públicas y equipamientos para los barrios. Diferentes capas populares se organizaron en una miríada de entidades locales de acuerdo a necesidades e intereses, en el que la asociación vecinal era un ágora y estándar de la lucha por la mejora de las propias condiciones de vida de los barrios. El conocimiento personal de los vecinos y vecinas favorecía el intercambio libre de opiniones, el encuentro intergeneracional y de origen diverso desembocaba en el fortalecimiento de redes de apoyo mutuo que dejaban atrás el gris y el silencio de la dictadura.
Así como sucedió con las asociaciones de vecinas en España, especialmente durante la década de 1970, las comunas han sido especialmente importantes para fortalecer la comunidad, reforzar la amistad y la cooperación entre personas de todas las creencias y etnias, y crear un consenso sobre las necesidades y soluciones del barrio o pueblo. De forma similar, el norte y el este de Siria engloban una amplia gama de grupos étnicos y religiosos. Algunas comunidades viven en la zona desde hace milenios, mientras que otras muchas se han establecido más recientemente. Las regiones de mayoría kurda se concentran en el norte –Afrin, Kobane, Jazira–, pero también existen zonas que contienen poblaciones árabes importantes. La composición étnica puede variar de una ciudad a otra, con minorías de armenios y turcomanos que viven en diversas ciudades. Hay pequeñas minorías de siris-asirios, yazidis, circasianos (descendientes de musulmanes caucásicos), chechenos y nómadas Dumi (Nawar) cuya presencia varía de una región a otra. La guerra, y la pobreza creada por la guerra y el embargo, podrían tener efectos sociales devastadores, creando una situación en la que nadie pueda confiar en otro. Con el establecimiento de las comunas se busca lo contrario: el fortalecimiento del tejido vecinal para reforzar los vínculos entre pueblos, religiones y culturas, tanto en sentido político como práctico.
Y es que, además de actuar como organismo democrático, la comuna es también la organización a través de la cual se obtienen y distribuyen las necesidades básicas. Después de más de una década de guerra y con una amenaza constante que se cierne sobre el futuro inmediato, las comunas son un punto de acceso al gas, gasóleo y al pan subvencionados, así como el primer puerto de escalada para muchas cuestiones administrativas. Actuaciones locales, como la compra de generadores por la electricidad (el sistema de generación y distribución de electricidad público funciona sólo algunas horas al día), la construcción de un parque o la pavimentación de una calle, también se deciden en la comuna del barrio, sin intervención de la administración municipal más que en la provisión de los recursos materiales.

En general, hay comunas que han desarrollado un alto nivel de organización colectiva y muestran una fuerte participación e iniciativa, con muchos proyectos comunitarios y económicos -sobre el papel, de las comunas surgirían cooperativas locales-, mientras que otros siguen manteniendo una actividad mínima. Actualmente, no hay gente suficiente que participe activamente en el sistema comunal para que cumpla al pie de la letra su función en términos de alimentación de decisiones democráticas a través del sistema de abajo arriba de AANES. De modo que muchas veces la comuna, más que un ágora vecinal, es una mera oficina administrativa para conseguir los productos subvencionados.
El éxito del desarrollo de las comunas se debe a menudo al trabajo de individuos clave que entienden la visión del sistema y fomentan un compromiso más amplio dentro de sus comunidades. En este sentido, los distintos liderazgos de las comunas son piezas clave en el engranaje democrático, y suelen ser personas reconocidas por las vecinas. Formalmente, en cada comuna hay un copresidencia, es decir, dos responsables: una mujer y un hombre. Los miembros de las comisiones también son elegidos en asamblea vecinal. A un nivel superior, en barrios de mayor tamaño o pueblos pequeños, de nuevo las comunas se reúnen en un consejo. En el consejo el 60% de los miembros son elegidos directamente y el 40% son representantes de entidades sociales, religiones y minorías. El consejo es elegido por dos años. De nuevo, estos consejos forman otro consejo de un nivel superior como la ciudad o la esquina (que agrupa a varios pueblos). Para asegurarse garantizar una democracia de abajo a arriba, y que participe toda la gente, se toman algunas medidas. Los municipios escogen su copresidencia una vez y los miembros de los comités una vez cada dos años. Estos copresidentes representan al municipio a nivel de consejo. Además, cada mes, el consistorio organiza una reunión con el municipio. En los ayuntamientos de nivel superior está representada la copresidencia de los ayuntamientos. Asimismo, a nivel de comités se está realizando este mismo sistema de abajo a arriba.
De este modo, se garantiza que haya un auténtico proceso de base y una auténtica democracia en la que todas las personas estén representadas y, lo más importante, participen activamente. Las elecciones tienen lugar en una reunión vecinal. Los candidatos anuncian sus nombres y se celebran sus votaciones. El proceso de nominación tiene en cuenta la participación e inclusión de todos los grupos y religiones -si es necesario, por cuotas- para que todo el mundo esté representado y cada grupo tenga derechos con total transparencia y equidad. A pesar de la representatividad y el relieve formal, los liderazgos de las comunas son muy sensibles a las personas concretas que ocupan la copresidencia. Sin embargo, dado que las comunas están directamente integradas dentro del sistema de la Administración Autónoma, no se da una disputa de los liderazgos vecinales por parte de los partidos políticos con fines electorales, como sí se ha producido históricamente con las asociaciones de vecinos en nuestro país .
Sin embargo, el balance de las comunas como pulso de reconstrucción democrática en el norte de Siria es esperanzador. El reto de la transición de un sistema dictatorial a una democracia de base pone a prueba la capacidad auto-organizativa del vecindario, que tiene ahora en sus manos no sólo la administración básica de su barrio o pueblo, sino la creación de un consenso social y político sobre el camino a seguir.
Si bien a pequeña escala las comunas se sustentan en redes vecinales más consolidadas, con la llegada de cientos de miles de personas desplazadas de otros territorios de Siria y la emigración de muchas familias por la guerra o las penurias materiales, la demografía de los barrios y pueblos se ha ampliado. En un origen, las comunas deberían ser conformadas por hasta 150 personas (mayores de 15 años), que era la intención original, pero actualmente las comunas tienden a ser de 100 a 300 familias, que se traducen en más de mil personas. Esta escala organizativa reduce el potencial de una auténtica democracia directa y dificulta la creación de un sentido de responsabilidad y compromiso colectivo. Otra preocupación es que las competencias de las comunas se han hecho más amplias de los tres pilares originales, lo que significa que las comunas pueden quedar magnificadas y no poder priorizar de forma efectiva sus roles y responsabilidades.
Un reto más amplio ligado a crear una nueva cultura política es que la gente no está acostumbrada a verse como parte del proceso político, a la oportunidad de una participación política abierta. Más bien, la gente estaba acostumbrada a trabajar dentro de un sistema en el que la élite del régimen tenía todo el poder y otros no. Esto ha conducido a situaciones en las que los copresidentes de las comunas puedan utilizar su posición dominante, ahogando la democracia. Al mismo tiempo, los vecinos de las comunas pueden no tener sentido de la responsabilidad individual y colectiva, viendo a las copresidentes como una entidad que les resolverá sus problemas y ofrecerá servicios. Esto puede conducir a una relación burocrática, sino de tratos de favor, con los copresidentes para recursos básicos como el diesel, el gas y el pan, así como la información en trámites administrativos. Justamente, éste es el mayor reto que enfrentan actualmente las comunas: construir un nuevo enfoque de la democracia a través de un cambio de mentalidad y cultura, no sólo mediante el cambio de estructuras políticas y económicas.
En el caso de las asociaciones de vecinos en nuestro país durante la restitución de la democracia, entre victorias vecinales para dejar atrás la carencia de equipamientos públicos y espacios verdes, especialmente la magra condición de algunos barrios de chabolas, se consolidaron otros canales de acción ciudadana. La inclusión de algunos liderazgos vecinales en candidaturas de los partidos políticos proyectó en su participación electoral un traspaso de la legitimidad democrática y la capacidad de intervención local. Con el tiempo y la innegable mejora de las condiciones de muchos de los barrios, las asociaciones vecinales se convirtieron, en muchos lugares, en una venerable entidad que todo el mundo conoce pero nadie habla de ella. El rol aglutinador como red de apoyo local, de intercambio de opiniones diversas y posiciones políticas, de herramienta de presión popular hacia la administración gobernante ha quedado en el mejor de los casos por escrito y en un cajón.
En perspectiva, las comunas del norte y el este de Siria se enfrentan a un reto similar al de las asociaciones de vecinos durante la Transición española: el paso de un régimen dictatorial a una democracia ha comportado ganancias materiales y políticas, pero también pone a prueba la continuidad del espíritu democratizador que originó ese paso. En nuestro caso, las asociaciones de vecinos conquistaron mejoras significativas para los barrios y pueblos, pero acabaron diluyéndose en el paso a las instituciones y las nuevas fórmulas democráticas. Sólo ahora, en momentos de necesidad o con el resurgimiento de los sindicatos de barrio y pueblo, nos damos cuenta de la potencialidad social y política contenida en el tejido vecinal autoorganizado. Las comunas del norte y el este de Siria, después de la dictadura, también han entrado en las instituciones, mejor dicho, constituyen su base; y tienen a su alcance la asistencia y decisión en muchos aspectos materiales de la localidad. Si serán capaces de construir una nueva cultura política, y así resistir la fuerza centrípeta del poder, es lo que lleva a sentarse juntos a las vecinas y vecinos en las miles comunes de aquellas tierras.