En los últimos años, el sistema universitario danés ha experimentado cambios significativos. Ya en 2018, el gobierno de Lars Løkke Rasmussen -en ese momento líder del partido liberal danés (Venstre)-, y con el apoyo de la extrema derecha, implementó una nueva normativa que tenía como objetivo reducir el número de plazas de estudios universitarios que tuvieran el inglés como lengua vehicular (alrededor de  unas 1200). Esta medida afectaba principalmente a todos aquellos estudiantes procedentes del resto de la Unión Europea que querían trasladarse al país a realizar estudios superiores. Los impulsores de la medida consideraban que el estado danés había financiado la educación de demasiados estudiantes no nacionales que, una vez terminados los estudios, volvían a sus países de origen sin “devolver” al estado danés esta inversión. El gobierno socialdemócrata posterior, durante su mandato (2019-2022), también implementó reformas en la SU, un beneficio económico mensual que reciben los ciudadanos daneses (y los de la Unión Europea bajo el cumplimiento de ciertos requisitos), mientras desarrollan estudios no obligatorios (universitarios, formación profesional), así como introducir una reforma para descentralizar los centros universitarios de las grandes ciudades del país y trasladar campus a poblaciones más pequeñas. La última de las medidas más relevantes, introducida por el gabinete de Mette Frederisken, fue la reducción de algunos másters universitarios de dos a un año para “mejorar la calidad de la educación e invertir en otras políticas juveniles”. Todo esto ha reducido la incorporación de nuevos estudiantes en muchos de los centros del país y las universidades están notando sus consecuencias, especialmente las económicas. Para hacer frente a esta situación, varios centros han notificado a su personal la drástica necesidad de reducción de la plantilla, proponiendo a los trabajadores acogerse a resignaciones voluntarias para evitar despidos no solicitados (a trabajadores con contratos temporales, pero también indefinidos) y reducir costes laborales. Pese a esta reestructuración de la universidad pública, ningún movimiento de reacción ni sindical ha traspasado a los medios de comunicación u otras esferas, más allá de los pequeños grupos informales.

¿A qué se debe esta pasividad ante la posibilidad real de que una parte del personal, incluidos aquellos en principio con contrato indefinido, sea despedida? Cuesta imaginar una reacción similar no sólo en Cataluña, sino en cualquier otro país de Europa. Así que, ¿cómo explicar este caso en Dinamarca? La respuesta es sencilla: la flexiseguridad.

La flexiseguridad es una característica clave de los mercados laborales nórdicos. Explicado de forma sencilla, supone la facilidad para las empresas (privadas y públicas) de contratar y la facilidad de despedir (easy hire, easy fire). Según sus defensores, este modelo dinamiza el mercado laboral a fin de que se adapten a las necesidades contextuales. Esto lo hace combinando una alta movilidad entre puestos de trabajo con una red integral de seguridad social para los parados y una política activa de mercado de trabajo (the golden triángulo). Este modelo, en lugar de proteger los puestos de trabajo, alega garantizar la ocupación. Bajo esta premisa, la Comisión Europea ha incluido la flexiseguridad en la estrategia laboral de la Unión Europea para que los países miembros adopten más extensivamente este modelo.

A pesar del apoyo que parece obtener la flexiseguridad, el modelo plantea muchas dudas, incluso en estados del bienestar generosos, como en el caso de Dinamarca. Los tres pilares sobre los que se sustenta el modelo requieren:

  1. Que el trabajador tenga conocimiento del funcionamiento del mercado laboral, para saber dónde ir en caso de ser despedido o querer cambiar de trabajo.
  2. Que el trabajador tenga derecho y acceso a beneficios sociales y laborales, muchas veces reservados a nacionales del país o condicionales de importantes trámites.
  3. Que el trabajador hable la lengua con fluidez suficiente y tenga el capital social necesario para poder beneficiarse de las políticas activas laborales, que básicamente se basan en la formación y en el aprendizaje de nuevas habilidades o skills para hacer más competente al trabajador a ojos de las empresas.

Estos tres pilares son fáciles de alcanzar por un nacional que ha sido socializado desde pequeño en este sistema y dispone de un capital social consolidado al que acudir en caso de encontrarse en esta situación. Sin embargo, coloca en una posición de clara desventaja a aquellos que se trasladan al país para ocupar un determinado puesto de trabajo. Para este segundo grupo, únicamente la primera parte del concepto “flexibilidad” parece cumplirse, ya que la “seguridad” se encuentra con muchos más obstáculos para ser alcanzada. Por lo tanto, nos encontramos ante un sistema desigual que deja desamparados a los no nacionales. La supuesta libre circulación de personas de la Unión Europea tiene siempre una inestabilidad de base que pone obstáculos a la movilidad laboral entre territorios.

¿Pero puede ser la flexiseguridad un modelo viable en Cataluña? Diferentes sectores económicos y políticos estrechamente ligados al tejido empresarial del país así lo afirman. Ven en el modelo la clave para el crecimiento económico y para la dinamización del mercado laboral, así como un medio para hacer frente al desempleo laboral. A la hora de la verdad, la implementación de un modelo de estas características supone que el Estado asume gran parte de los riesgos empresariales. Al mismo tiempo, el trabajador debe tener un papel activo en su formación profesional para hacer frente a posibles despidos y ser más atractivo ante futuros contratantes. ¿Y el empresario? Maximiza sus beneficios empresariales sin tener que invertir en capital humano, mejorar las condiciones laborales o innovar en su negocio. En un país donde el Estado ya hace muy a menudo de soporte de las empresas, la flexiseguridad sólo favorecería al capital y las grandes empresas en detrimento de sus trabajadores, sin cuestionar las desigualdades de base.

 

 

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