La caída de Baghouz llamó la atención del mundo sobre un problema importante que hasta entonces había recibido poca atención mediática: el destino de decenas de miles de afiliados a EI (hombres y mujeres, más sus hijos) que ahora se encuentran en las prisiones y campos de la Administración Autónoma del Norte y el Estado de Siria (AANES). Como ya avisaron las autoridades de AANES, con el tiempo, estos campos y cárceles se han convertido en un caldo de cultivo ideológico para un renacimiento del grupo terrorista. Además, el asalto a los centros de detención son una de las prioridades de EI. A pesar de los esfuerzos de las FDS y el apoyo de los Estados Unidos para desarticular las redes y células operativas de EI, la seguridad interna y externa de las instalaciones sigue siendo demasiado vulnerable. El asalto y fuga en prisión de Ghweiran, en la ciudad de Heseke, en enero de 2021, demostró que Estado Islámico sigue dispuesto a reconstituir el Califato.

En estas circunstancias, prevenir una mayor radicalización y alentar a los antiguos miembros de EI a desvincularse del grupo y reintegrarse a la sociedad civil constituye el reto más importante. Y es que las prisiones, pero especialmente los campos de detención de los miembros de EI, son el mayor remanente y la cantera de las nuevas generaciones de este terrorismo islámico.

Centros de detención superados

Durante la operación militar de Baghouz, miles de combatientes del ISIS y sus familias fueron evacuados y llevados a prisiones y campos que no habían sido diseñados para acoger a tan elevado número de detenidos. Más de 60.000 personas, según la agencia Rudaw, fueron evacuadas de Baghouz desde diciembre de 2018 hasta el final de la campaña militar. La mayoría de los evacuados eran familias de combatientes del ISIS, que fueron trasladadas a campos de detención, mientras que los combatientes varones se enviaron a centros penitenciarios. Por ejemplo, en el desgraciadamente famoso campo de al-Hol, en pocos meses la población pasó de su capacidad original de 10.000 personas en enero de 2019 a más de 73.000 personas en mayo. Con graves problemas de mortalidad infantil durante el primer año, el hacinamiento y la negativa generalizada a participar con los servicios de los campamentos por parte de mujeres afiliadas radicalizadas de EI hacen que la situación humanitaria actual siga siendo crítica. Justamente, para intentar reducir la población del campo y facilitar la monitorización de la situación humanitaria y de seguridad, durante el 2020 se trasladaron cientos de nacionales extranjeros “menos radicalizados” desde el anexo del campo de Al-Hol al campo de Roj. Las autoridades de los campos querían así mejorar el acceso a las mujeres menos radicalizadas en un entorno más tranquilo y seguro, además de facilitar posibles repatriaciones.

Prisioneros saliendo de la cárcel.

En enero de este año, el Rojava Information Center (RIC) contabilizaba cerca de 47.000 residentes en el campo d’al-Hol (la mitad ciudadanos de Irak), de los cuales 7.521 son mujeres combatientes y menores de “terceros países” (es decir, ni sirias ni iraquíes) alojadas en un anexo del campo. Por lo que se refiere al campo Roj, actualmente aloja a 2.246 mujeres combatientes y menores de nacionalidad de “terceros países”.

Los hombres combatientes de EI capturados también inundaron las capacidades preexistentes de las cárceles. Algunas escuelas se convirtieron en prisiones y barrios tranquilos pasaron a estar en zonas militares. Actualmente existen 27 prisiones para combatientes a cargo de las FDS. De los aproximadamente 10.000 hombres adultos detenidos en éstas, unos 5.000 son sirios, 3.000 iraquíes y 2.000 provienen de otros 60 países.

Las condiciones humanitarias en los distintos centros de detención son precarias, debido principalmente a la falta de recursos de la propia administración local y de la intermitente asistencia de ONG’s extranjeras, que se suspende periódicamente a causa de los ataques directos, a veces mortales, que sufren los trabajadores a manos de los miembros más radicalizados de EI. Por otra parte, dejar a los afiliados extranjeros de EI en prisiones y campos no es una buena opción en cuanto a la seguridad, ya que las autoridades de los campos y de las prisiones están sobrepasadas y las fugas son frecuentes.

Ataques dentro y fuera de los campos

Se han producido varias fugas desde los centros de detención durante asaltos de EI o por las operaciones militares de Turquía en el norte de Siria. Durante la invasión y ocupación turca del territorio de AANES, en torno a las ciudades de Sere Kaniye y Tel Abyad, en octubre de 2019, los bombardeos turcos en las inmediaciones del campo de Ain Issa permitieron que al menos 750 personas vinculadas a Estado Islámico huyeran del campamento, ya que muchos de los guardias y personal fueron llamados al frente ellos mismos, huyeron de los bombardeos o fueron abrumados por los propios prisioneros durante los disturbios. Sin embargo, el asalto a la cárcel de Ghweiran, en Heseke, durante 11 días, en enero de 2021, es el mayor ataque coordinado del ISIS desde la disolución definitiva del califato territorial, en 2019. Según las FDS, en ese momento la cárcel tenía una población carcelaria de 4.000 personas (700 menores), de los que 100 huyeron y volvieron a ser detenidos, y alrededor de 300 lograron escapar. Desde fuera, EI contaba con entre 100 y 300 asaltantes. El balance humano final fue de 374 miembros de EI fallecidos, 121 miembros de las FDS muertos y más de 6.000 civiles de los barrios consolidantes desplazados durante los combates.

Otro ejemplo lo encontramos durante la última operación militar turca sobre territorio del AANES, ocurrida en noviembre de 2022, cuando los drones turcos atacaron hasta tres veces un punto de control de las fuerzas de seguridad del campo de al-Hol. Durante el ataque fallecieron 8 soldados de las FDS, que eran guardias del campamento. Se produjo entonces un intento de escape, aprovechando la situación caótica. Según las FDS, 6 fugitivos, miembros de familias del ISIS, fueron capturados y devueltos al campo. Ante los ataques turcos, que parecen querer socavar los centros de detención de los combatientes de EI, las reacciones de la comunidad internacional han reconocido su peligro, pero absteniéndose de tomar medidas firmes para prevenirlos en un futuro.

Asaysh registran a residentes durante la operación “Humanidad y Seguridad” en el campo de al-Hol, Agosto de 2022.

Pero el peligro que supone una fuga masiva de los centros de detención de Estado islámico no es baladí, al contrario. El comandante de las operaciones estadounidenses en Oriente Medio, Michael Kurilla, tras una visita al campamento de al-Hol hace ocho meses, afirmó que, “con aproximadamente 80 nacimientos en el campo cada mes, este lugar es un caldo de cultivo literal para la próxima generación del EI. […] Los jóvenes son vulnerables a la radicalización”. A principios de este año, el asesor de seguridad nacional iraquí, Qasim Al Araji, declaró también que el campo “supone un peligro real para la región y el mundo“. En esta línea, las autoridades de AANES han declarado reiteradamente que la seguridad de los centros de detención no es un problema interno, sino internacional. Las FDS fueron las fuerzas de choque de la Coalición Global durante la operación especial para derrotar a EI, y desde entonces siguen siendo el muro de contención que retiene a los más 69.000 supuestos combatientes y a sus familias para evitar el resurgimiento del Califato. Si por un ataque externo o interno los prisioneros y detenidos de EI huyeran masivamente, sería posiblemente el pistoletazo de salida para una renovada amenaza de la yihad global.

La repatriación de los combatientes extranjeros de EI

Un número considerable de los detenidos en prisiones y campos son extranjeros o de “terceros países”. Estos individuos no pueden ser juzgados fácilmente bajo el sistema judicial instaurado por AANES –que ha juzgado a miles de afiliados locales del ISIS en sus propios tribunales– y, por tanto, plantean un reto específico al que hay que encontrar una solución a largo plazo. El número de mujeres y menores extranjeros detenidos en el NES (en el norte y el este de Siria) casi alcanza las 10.000 personas, además de los 2.000 sospechosos extranjeros de EI detenidos en las cárceles, según las cifras de AANES y organismos internacionales.

Pero los llamamientos de AANES a la comunidad internacional para repatriar a sus nacionales actualmente retenidos han sido constantemente ignorados por los países occidentales. Los países repatrían principalmente niños huérfanos o un pequeño número de mujeres y sus hijos, y al mismo tiempo se abstienen de dar el paso generalmente impopular de recuperar a un gran número de luchadores o mujeres que se adhieren o estaban expuestos a la ideología radicalmente islamista y violenta de Estado Islámico. Sólo un puñado de estados de Asia central han sido más proactivos en lo que se refiere a la repatriación y la creación de centros de rehabilitación. Hasta el mes de febrero de este año, un total de 2,586 extranjeros habían sido repatriados de los centros de detención de AANES en los últimos años. España se había negado hasta ahora a repatriar a ninguno de sus ciudadanos en centros de detención en el NES. Por último, en enero de 2023, 2 viudas y 13 menores de familias de EI fueron repatriados por primera vez a España.

Debido a que la comunidad internacional no ha respondido a las peticiones de la AANES para un mecanismo de justicia internacional para EI, en 2020 la AANES anunció que empezaría a juzgar a los sospechosos extranjeros del ISIS a través del su propio sistema penal, aunque la apuesta oficial es por un tribunal internacional. Sin embargo, hasta el día de hoy no se ha dado ningún paso en esta dirección.

La radicalización no se encarcela

Tanto dentro de los campos como en las cárceles, un número importante de los detenidos siguen activos y devotos en Estado Islámico. Las FDS y la administración de los campos han advertido constantemente a la Coalición Global, y a la comunidad internacional en general, que existe una fuerte presencia del ISIS especialmente en el campo de al-Hol, y que la actividad de EI dentro del campo está habilitada y coordinada con el exterior. Para prevenir ataques, las fuerzas de seguridad (Asayish) llevaron a cabo una campaña anti-ISIS junto a las FDS dentro del campo de al-Hol el pasado agosto, que se prolongó 24 días. En una declaración final, se anunciaron la detención de 226 presuntos miembros de EI, de los cuales 36 eran mujeres. Según los informes, encontraron un total de 25 túneles/trincheras, además de incautar armamento y diversas herramientas de tortura y dispositivos de comunicación.

Campo de al-Hol , al oeste de la ciudad de Heseke, Junio 2022. / RIC

Además, los Asayish descubrieron materiales educativos con el propósito de difundir la ideología de EI. Los hallazgos reafirman el campo de al-Hol como un lugar de radicalización, con numerosos testigos de niños reclutados para unirse a los llamados Cachorros del Califato. Es conocido por las autoridades que, en el campo, las mujeres más radicales hacen cumplir la ley de la Sharia a los miembros menos radicalizados de la población del campo, y muestran su lealtad a ISIS organizando marchas y manifestaciones pro-ISIS, o incluso elevando el estandarte negro vinculado a ISIS. También se han denunciado abusos sexuales a chicos menores para fecundar a mujeres como parte de una supuesta campaña de EI para “salir y multiplicarse“.

Durante los cuatro años de vida del Califato en Siria e Irak (2014-2019), la sociedad vivía bajo la interpretación salafista del islam, con la obligación de la población (masculina) de asistir a la mezquita. EI también extendió ampliamente su propaganda violenta a los espacios públicos para integrar su interpretación del islam en la vida cotidiana. Los niños eran objetivos particulares del adoctrinamiento de ISIS, para criar a la próxima generación de combatientes. En edad escolar, estaban constantemente expuestos a la ideología de ISIS, ya que se estima que 1.350 escuelas de primaria y secundaria de EI se transformaron en escenarios de reclutamiento, donde su currículum ideológico restringido se impartía a más de 100.000 estudiantes, hombres y mujeres. Jóvenes que habían recibido el entrenamiento militar – los “Cachorros del Califato”- fueron utilizados de manera destacada por ISIS en la propaganda y como combatientes o terroristas suicidas, y participaron en ejecuciones masivas.

Afueras del campo Roj, en el sur de la ciudad de Derik, Abril 2020. / RIC

Contrarrestar hoy en día la ideología de Estado Islámico requiere abordar todos estos aspectos para abolir la base sobre la que EI justifica y legitima sus acciones. Como recoge el RIC en su informe Hidden Battlefields: “Aunque es poco probable que los miembros de la línea dura de EI se desvinculen de sus convicciones, aquellos que fueron atraídos a la organización sin una comprensión total de sus tácticas y objetivos, debido a la carencia de alternativas materiales, o a una edad muy joven, pueden estar más abiertos a un conjunto de ideas diferentes si se muestra una alternativa creíble. Pasar de una normalidad autoritaria e hiperviolenta hacia un consenso social democrático requiere el desarrollo de un marco en el que puedan enseñarse y poner en práctica nuevas formas de vida colectiva y de toma de decisiones, en oposición a la rígida jerarquía de arriba abajo del Estado Islámico”.

La transformación de los marcos mentales y las prácticas cotidianas son críticos para las generaciones más jóvenes, socializadas bajo EI durante parte de su infancia. Sin embargo, es relevante recalcar que EI fomenta su legitimidad sobre la base de una interpretación particular del Islam, que se aleja extremadamente de la interpretación mayoritaria de la comunidad musulmana.

Implicación comunitaria y rehabilitación como única salida

Por todos estos motivos, las cárceles y campos de detención en los que hay hombres, mujeres y niños relacionados con Estado Islámico permanecen como puntos calientes para un potencial renacimiento de EI, que supone una amenaza para la seguridad regional e internacional. La evolución de la mentalidad de los detenidos en los distintos centros sigue siendo clave para reducir o aumentar el riesgo que suponen las personas que, en algún momento, han abandonado o abandonarán estos centros. Pese a las diversas condiciones adversas ya mencionadas, se han puesto en marcha diversas iniciativas en los campos y prisiones para evitar la propagación de la ideología de Estado Islámico y preparar a sus afiliados para la futura reintegración en la sociedad.

Por un lado, las políticas de AANES incluyen un programa de liberación patrocinado de individuos vinculados a EI para el retorno a sus comunidades de origen con la garantía de jeques (los jefes de las tribus), y amnistías que cubren tanto a los prisioneros de bajo nivel de EI como a mujeres y familias no acusadas formalmente de ningún crimen. Estos forman parte de los esfuerzos generales por mejorar la situación de seguridad en las prisiones y fomentar conexiones más estrechas con las comunidades árabes, cuyo compromiso activo es clave para garantizar una derrota duradera de la ideología de EI. Además, más allá de los muros de la cárcel, se están haciendo esfuerzos por difundir una cultura democrática y una interpretación democrática del islam, especialmente entre aquellas poblaciones que vivieron más años bajo el dominio de EI y estuvieron expuestas a sus programas de adoctrinamiento. Sin embargo, las propias autoridades admiten que las iniciativas han sido reducidas y restringidas a ciertos enclaves más favorables a la Administración Autónoma (las regiones de mayoría árabe de Tabqa y Raqqa).

Fuerzas antiterroristas de los Asayish (HAT) durante el asalto a la prisión de Gweiran (01/2022).

Por otra parte, los programas de rehabilitación han ido tomando forma en los últimos años. En los campos de Hol y Roj, los esfuerzos de rehabilitación los llevan a cabo ONG’s locales, centradas en desarrollar seminarios y otras actividades para adultos para establecer un diálogo con los residentes del campamento, y enseñar habilidades que faciliten el retorno futuro a la sociedad. También se han llevado a cabo programas educativos para adultos en las prisiones que tienen afiliados en el ISIS, como la prisión de mujeres de Derik. Pero lo urgente son los programas de rehabilitación para las nuevas generaciones crecidas en los campos de al-Hol y Roj. Según fuentes locales, hay aproximadamente 27.000 menores en los campamentos y centros de rehabilitación, en el NES. En los últimos años la Administración Autónoma estableció dos centros para rehabilitar a niños del ISIS (Hori y Halat), también con participación de las ONG locales, pero carecen de personal especializado y con experiencia en psicología infantil. Además, los métodos utilizados por las autoridades de los campos y centros para seleccionar a los menores destinados a los programas de rehabilitación han recibido recientemente críticas por parte de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y otras organizaciones de defensa de los Derechos Humanos. Sin embargo, es innegable la necesidad de buscar soluciones que frenen la radicalización de los menores, así como los graves abusos que algunos sufren por parte de sus propias familias y de miembros radicales de Estado Islámico.

Una responsabilidad local por un problema global

Pese a que desde los países occidentales se cree que Estado Islámico fue derrotado en la batalla de Baghouz, en marzo de 2019, la realidad que enfrenta a la población del Norte y del Este de Siria contradice esa lejana tranquilidad. Si bien el Califato ya no tiene un control territorial como el que se extendía desde Irak hasta Siria, la amenaza de su resurgimiento nunca ha llegado a desaparecer. Los 69.000 combatientes de EI y sus familias en centros de detención son una realidad imposible de omitir. De éstos, 12.000 son de nacionalidad de “terceros países”.

Aunque todavía es pronto para hacer un balance definitivo de las iniciativas puestas en marcha por la Administración Autónoma con el objetivo de reintegrar y rehabilitar a los combatientes y las familias de EI, lo innegable son los grandes esfuerzos con escasos recursos acumulados hasta ahora. Porque no sólo se trata de mantener y contener a los derrotados de la guerra contra el Califato, sino de desarrollar un sistema democrático que transforme verdaderamente las causas que hicieron posible la aparición de éste. Y hacerlo de forma justa.

Fuerzas antiterroristas de los Asayish (HAT) durante el asalto a la prisión de Gweiran (01/2022).

Pero, y si nos preguntamos: ¿nosotros qué esfuerzos hemos hecho? La gente del NES no duda en responder con claridad: nos sentimos abandonados por Europa, aquellos que una vez nos apoyaron para derrotar a Estado Islámico, ahora se desentienden. Es más, se pretende que la acosada Administración Autónoma ofrezca estándares occidentales en los centros de detención a la vez que se defiende de los ataques turcos, desviando los esfuerzos militares cuando no son directamente las fuerzas de seguridad de los campos los objetivos de los ataques. El asalto a la cárcel de Ghweiran, en Heseke, y los 121 miembros de las FDS fallecidos por contener una fuga masiva de prisioneros son difíciles de olvidar.

Así pues, sin un serio programa de repatriación de los combatientes extranjeros y de las familias de Estado Islámico, ni tampoco un mecanismo de justicia internacional para EI, parece que la responsabilidad occidental, salvo el apoyo militar que los Estados Unidos mantienen en las FDS, sí entiende de fronteras.

 

Datos de repatriaciones y población en los centros de detenciones del NES proporcionados por el Rojava Information Center.

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