En una sociedad socialmente avanzada, las personas deberían tener un trabajo correctamente remunerado, que les permitiera unas condiciones de vida dignas y un acceso a servicios públicos de salud y educación de calidad. Para ello, es prioritario disminuir la desigualdad y la pobreza, conceptos que no siempre están relacionados nítidamente con la riqueza de un país. Las políticas propias de cada estado son principalmente las que determinan en qué condiciones viven sus habitantes. Los tres parámetros, riqueza de un país, desigualdad y pobreza, son cuantificables numéricamente, pero al haber diversas metodologías de cuantificación, las variaciones pueden ser importantes. Introduciremos brevemente estas metodologías y veremos qué resultados existen a nivel europeo y español.
Para cuantificar la desigualdad (en ingresos económicos), tomamos como ejemplo dos de los métodos más ampliamente utilizados, el índice Gini y el indicador S80/S20. El índice Gini se basa en la proporción acumulada de ingresos por la proporción acumulada de población. Para hacerlo divide la población en 5 partes iguales del 20%, y cuantifica los ingresos de cada una de estas 5 partes, es decir, valora qué proporción de ingresos tiene el 20% de la población con menos ingresos, después valora la proporción de ingresos del 20% siguiente de la población, y así sucesivamente hasta el 100%. Si todos los individuos de una sociedad ingresaran exactamente lo mismo, este índice sería 0 (máxima igualdad) y cuanto mayor es el índice, más desiguales solos ingresos, hasta llegar a un valor teórico de 1, que indicaría el máximo de desigualdad. El indicador S80/S20 mide la relación entre los ingresos del 20% de la población con más ingresos y el 20% de la población con menos ingresos. En todos los casos, cuanto mayor es el valor obtenido, mayor desigualdad existe. Cabe decir que estos índices pueden ser modulados teniendo en cuenta distintos factores como precio del alquiler, ayudas recibidas etc.
Vamos a la realidad, utilizando los datos de la OCDE, para cuantificar la desigualdad en dos estado bálticos (Letonia y Lituania) y dos estados mediterráneos (Italia y España), y podemos encontrarnos con lo siguiente: Con el índice Gini, Letonia (0,310) y Lituania (0,282) son sociedades menos desiguales que Italia (0,396) y España (0,356). En cambio, con el indicador S80/S20 ocurre lo contrario; Italia (6,0) y España (5,7) son sociedades menos desiguales que Letonia (6,7) y Lituania (6,5). Ante esto, ¿qué índice elegir para valorar la desigualdad? La respuesta es que no hay ninguno ideal, pero que a nivel global los resultados son bastante coincidentes. Cuando se analiza la desigualdad entre los 27 países de la Unión Europea, utilizando los datos de 2021 del EUROSTAT (oficina de estadística de la Unión Europea), el índice Gini y el indicador S80/S20 muestran una correlación con una gran significación estadística (p<0,0001), lo que indica que a pesar de algunas discrepancias, como las del ejemplo anterior, ambos índices permiten determinar la desigualdad de los distintos países de forma similar.
Centrándonos en estos datos, cabe decir que en el 2021 la media del indicador S80/S20 de los 27 miembros de la Unión Europea fue de 4,77 (Eurostat indica por error 4,97). En el mismo año, con los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), este indicador fue de 6,19 en España y 5,5 en Cataluña. Aclarar que el dato de España se obtiene del promedio de todas las CCAA sin tener en cuenta ponderación alguna por población, es decir, cuentan tanto Ceuta y Melilla como Andalucía o Cataluña. Esto tiene una afectación importante, ya que Ceuta (9,5) y Melilla (14,1) muestran unos valores muy elevados de desigualdad, provocando una distorsión al alza de la media española. Sin estas dos comunidades, el índice S80/S20 de 2021 en España es 5,6, casi un punto por encima de la media europea. En el EUROSTAT, los datos de 2022 no están completos todavía, y por eso se han utilizado los de 2021. Los datos de 2022 de Cataluña y España ya se conocen, y en relación al año anterior han descendido al 5,1 y 5,6 respectivamente, incluyendo Ceuta y Melilla. Estos datos permiten concluir que, tanto en España como en Cataluña, la redistribución de la riqueza es menos eficiente que en muchos países de la UE, y que son necesarias políticas que nos permitan, al menos, acercarnos a la media de la UE.
En la tabla siguiente se pueden ver los datos, publicados por el INE, y desglosados por CCAA, del índice S80/S20 del período 2008-2021. Los valores más elevados de desigualdad de cada CCAA durante este período están resaltados y corresponden mayoritariamente a los años 2011-15, en plena crisis económica. En la columna de la derecha se indica el promedio del período por cada CCAA, donde resaltan los valores superiores al promedio del conjunto de las CCAA (5,7), que corresponden a Canarias, Baleares, Andalucía, Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha y Cataluña. También puede observarse que en 2021 hubo un repunte, probablemente relacionado con la pandemia de la COVID.
En cuanto a cuantificación de la pobreza, también se puede realizar utilizando diferentes aproximaciones. La OCDE utiliza la Tasa de Pobreza, que es la relación entre el número de personas cuyos ingresos caen por debajo del umbral de la pobreza y los que están por encima. El umbral de pobreza se establece como la mitad de la renta familiar media de la población del grupo analizado. Con esta metodología, dos países con las mismas tasas de pobreza pueden diferir en lo que se refiere al nivel de ingresos relativo de los que están por debajo del umbral de la pobreza. En 2015, la Unión Europea aprobó la Agenda 2030 por el Desarrollo Sostenible, que toma los índices del año 2015 como referencia, al ser unos de los que mostraron peores indicadores de pobreza y vulnerabilidad desde que existen registros oficiales. A diferencia de la OCDE, en la UE se utiliza el indicador “En Riesgo de Pobreza y/o Exclusión” (AROPE). Se considera que una persona está en situación AROPE si cumple uno de los tres requisitos siguientes:
1.- Está en riesgo de pobreza; vive en un hogar con renta inferior al 60% de la mediana de la renta nacional equivalente a unidades de consumo.
2.- Está en privación material severa.
3.- Vive en un hogar con baja intensidad de trabajo.
Como puede verse en el gráfico siguiente, en la Unión Europea, España se sitúa como el cuarto país por la cola en cuanto a pobreza (AROPE). En el gráfico también puede verse la línea que muestra los valores del indicador S80/S20. A nivel Europeo, existe una fuerte y significativa correlación entre la desigualdad y la pobreza (p<0,0001).
La distribución de la pobreza (AROPE) y la desigualdad por CCAA en España, con datos de 2021 (los datos del S80/S20 de 2022 desglosados por CCAA aún no son accesibles), puede verse en el gráfico siguiente. La correlación entre ambos parámetros sigue siendo estadísticamente significativa (p=0,0139), pero menos intensa que en el caso de la UE.
Cataluña, en el 2021, era la séptima comunidad con menos pobreza. Los datos AROPE de 2022 son menores que los de 2021 en todas las CCAA, y la media española ha bajado de 27,6 en 2021 al 26,3 en 2022. El indicador AROPE de Catalunya también ha bajado del 22,1 en 2021 al 21,2 en 2022, séptima CCAA con menos pobreza, pero con 1 de cada 5 personas en situación de riesgo.
Como se ha comentado, la OCDE utiliza una metodología para calcular la pobreza diferente de la Unión Europea, y sus datos no están tan actualizados, pero tienen un componente visualmente interesante que se puede observar en este enlace. De los países de la OCDE, Chequia (5,6%) y Finlandia (5,7%) son los que tienen un porcentaje más bajo de población bajo el umbral de la pobreza, mientras que España (14,7%) ocupa el 13º lugar con mayor pobreza. En el siguiente gráfico podemos observar una comparativa de la tasa de pobreza de tres países bálticos y tres mediterráneos, extraídas del enlace anterior.
Como puede verse, la distribución de la pobreza por edades es totalmente contraria. Los mayores de 65 años muestran tasas de pobreza muy importantes en los países bálticos, mientras que en los menores de 18 años la pobreza se reduce por debajo de la población general. Sin embargo, en los países mediterráneos la situación es a la inversa, las tasas de pobreza de las personas mayores de 65 años son menores que las de la población general y las de los menores de 18 años son, en cambio, mayores.
Los datos, tanto a nivel europeo como español, muestran que las políticas de cada país y de cada CCAA tienen incidencia en la disminución de las desigualdades, y también de la pobreza. El economista Thomas Piketty ha publicado una serie de datos sobre desigualdades muy reveladoras, que van desde principios del siglo pasado hasta la actualidad. En dos de sus gráficos, que pueden verse en este enlace, muestra la relación entre el incremento de impuestos, el crecimiento económico y la disminución de las desigualdades de rentas. En el gráfico 23 se puede observar que en EEUU, desde el inicio del siglo XX, hubo un incremento de la renta nacional por habitante que alcanzó el 2,2% anual de 1950 a 1990, y que disminuyó en 1,1% de 1990 a 2020. Durante el mismo período, los tipos impositivos a las rentas más altas subieron hasta el 72% de 1950 a 1990, disminuyendo hasta el 35% en el período 1990 a 2020. Es decir, que el incremento de impuestos hasta niveles muy superiores a los actuales (¡más del 70% por rentas altas!!!) no perjudicaba el crecimiento económico, pues la renta por habitante también subió. Por el contrario, la disminución de los impuestos implicó también una disminución del crecimiento de la renta per cápita. En el gráfico 29 puede observarse la variación de la desigualdad de las rentas del 10% más rico de la población frente a las del 50% más pobre, tanto en Europa como en EEUU. En Europa, en 1900, el 10% más rico poseía el 50% de las rentas, mientras que el 50% más pobre poseía menos del 15%, es decir había 35 puntos de diferencia. A partir de 1940 empezó a disminuir el porcentaje en el total de la renta del 10% más rico, no sólo por la 2ª Guerra Mundial, sino también por el incremento de los impuestos a las rentas altas. Esta disminución siguió hasta 1980, cuando llegó a ser del 27%, cercana a la renta del 50% más pobre, que era de cerca del 25% (menos de 3 puntos de diferencia).
A partir de ahí, las políticas económicas de Ronald Reagan, en EEUU, y de Margaret Thatcher, en Reino Unido, de los años 80, rebajaron a menos de la mitad los impuestos que pagaban las rentas más altas. El resultado fue un nuevo incremento de las desigualdades; en 2020, el 10% más rico de Europa posee el 35% de las rentas, y el 50% más pobre apenas el 20% (15 puntos de diferencia).
¿Pueden tomarse medidas económicas para disminuir las desigualdades y la pobreza? Con sensatez, y pensando en el bien común, seguro que sí. Los datos del pasado siglo indican que los impuestos son una herramienta esencial para disminuir las desigualdades. En España y en Cataluña, las organizaciones empresariales y determinados grupos políticos poco comprometidos con el bien común insisten en eliminar el Impuesto de Patrimonio, como han hecho las CCAA de Madrid y Andalucía. Argumentan que en Europa somos el único país que tiene ese impuesto. De hecho, lo tienen también Noruega y Suiza. No dicen que otros países también gravan la riqueza; Francia aplica un impuesto a la “fortuna inmobiliaria”; Italia grava los inmuebles situados en el extranjero de personas físicas residentes; Países Bajos incorpora en la declaración de la renta, como una categoría, la riqueza neta del contribuyente; Bélgica grava las cuentas de instrumentos financieros (acciones, bonos, etc.), independientemente de si son de personas físicas o sociedades etc. Quienes piden suprimir el impuesto de patrimonio, con honestidad quizá deberían pedir aplicar alguno de estos impuestos que aquí no se aplican. Es así como estos países han conseguido parques de vivienda y alquiler social muy por encima de los que tenemos en Cataluña y en España. Tener una vivienda a un precio asequible hace que la renta dedicada a la vivienda sea una parte menos importante, disminuyendo la desigualdad y la pobreza. Últimamente, han salido muchos datos al respecto en los medios de comunicación, que no es necesario repetir, pero entroncando con el último gráfico, el Banco de España acaba de publicar un informe diciendo que el 48,9% de las personas que viven de alquiler son AROPE, es decir, están en riesgo de pobreza y/o exclusión, y que el 40,9% dedica más del 40% de su renta a la vivienda, frente al 21,2% de promedio en la UE. Pagar impuestos realmente progresivos, evitando el fraude fiscal en Cataluña y en España, que crece a medida que crece la renta, aflorar la economía sumergida que representa aproximadamente un 17% del PIB y pagar sueldos dignos son otras medidas necesarias para disminuir las desigualdades y reducir la pobreza.