Escrutar es examinar y averiguar de forma exacta y diligente un tema determinado, para poder formar un juicio de ello. Eso es lo que se propuso el Dr. José Valenzuela, ingeniero técnico industrial en electrónica, doctorado en humanidades y ciencias cognitivas, y actual responsable de administrar y supervisar las actividades diarias del Laboratorio de Neurociencias de la Universitat de Barcelona… aunque lo conocemos, sobre todo, por su trabajo de divulgador científico. Y no, no se propuso escrutar algo relacionado con su trabajo, sino con algo del trabajo de su pareja, psicóloga clínica, profesional del servicio de salud mental de la sanidad pública.
Acostumbrado a publicar artículos en diferentes medios de comunicación, en esta ocasión, como herramienta de comunicación de su nuevo proyecto de divulgación, eligió la novela gráfica (quedaría pendiente, entonces, la tarea de encontrar al dibujante idóneo que le acompañase). La elección del medio la hizo teniendo en cuenta el brillante resultado de diferentes obras recientes que han apostado por esa forma de narración, a medio camino entre relato, documental y divulgación, impulsado por el poder pedagógico del dibujo como complemento esencial al texto y al relato. Como proceso de escritura de su futuro guion escogió el método científico: buscar las fuentes de datos, leer a los clásicos, escuchar a los expertos y entrevistar a los protagonistas. La capacidad del medio -la novela gráfica- le permitió diseñar un guion que oscilara entre la realidad y la fantasía, una solución que facilitaría la lectura al poder justificar más fácilmente las transiciones entre los numerosos temas tratados.
El detonante del proyecto de divulgación surge en una conversación rutinaria al final de la jornada, en el hogar con su pareja, sobre cómo había sido el día. En concreto, cuando le explica el caso real de un paciente que, tras una crisis en el trabajo, desaparece durante semanas y que, después de encontrarlo deambulando en la calle, se envía a su domicilio tras unos pocos días ingresado en el hospital. La respuesta del que no conoce esa profesión es obvia, es la que tendríamos todos nosotros, y es la que leemos en una de las viñetas en boca del mismo guionista que aparece dibujado como uno de los personajes: “Pero, ¿cómo se puede devolver a alguien así a la calle? O sea, ¿no os preocupa que vuelva a suceder algo parecido?”.
Las respuestas de la experta son tranquilizantes (se sobreentiende que si hubiera un riesgo potencial no se hubiera tomado la decisión de darle el alta hospitalaria), con una escueta y aclaratoria descripción del tratamiento y seguimiento, pero se malogra cuando expresa una respuesta lapidaria: “Eso es lo máximo que se les puede ofrecer en la sanidad pública“. De nuevo, los lectores de esa viñeta nos hacemos la misma pregunta que se hizo su pareja en ese instante: ¿si hubiera más recursos, la solución hubiera sido diferente? “Últimamente la salud mental está en boca de todo el mundo. Podrías publicar algo sobre el tema, ¿no crees?“. Y lo ha hecho.
Norma Editorial publica en castellano Locura. Un elogio de la diferencia (2023), mientras que la Editorial Comanegra publica la versión en catalán en Nou elogi de la follia (2023). La obra está realizada a cuatro manos, con guion del mismo José Valenzuela, y con dibujo de Alfredo Borés, que ya tenía una experiencia previa en una obra donde el tema de la salud mental era fundamental: Las voces y el laberinto (2018), una adaptación de la novela de Ricard Ruiz Garzón, donde relataba diversas situaciones reales relacionadas con la esquizofrenia (publicada en castellano como Las voces del laberinto, por Plaza y Janés en 2005, y como Esquizo. Històries reals, por La Campana en 2008).
Borés cumple con creces con un reto muy exigente, en la que el dibujante no solo tiene que asegurar una continuidad narrativa, sino que debe de acompañar las viñetas con datos, de cambiar de escenarios muy diferentes entre sí o plasmar lo que puede pasar por la cabeza durante una crisis de alguno de los protagonistas. Además, emplea el color para diferenciar la realidad con la parte onírica, y la intensidad del color está a medida de la necesidad de cada escena. Además, los dos autores son, en realidad, personajes de la propia novela gráfica que actúan como narradores (y protagonistas de la portada), con un cierto estilo empático con el lector, planteando las preguntas y las explicaciones de forma pedagógica y amena, que asegura la lectura hasta el final de la novela gráfica. Y lo que se explica es de máxima actualidad, algo que percibimos con las pinceladas sobre datos estadísticos relacionados con la salud mental, lo que permite dimensionar y contextualizar la magnitud del problema, algo que comienza a través de un clarividente prólogo escrito por Nuria Bendicho Giró.
El título de la obra en la versión catalana (que no se ha podido mantener en castellano por un tema de derechos), es un claro homenaje al clásico Elogio de la locura (1511), de Erasmo de Róterdam, una obra que se puede interpretar como una invitación del autor a exhortar a sus lectores a reflexionar sobre diferentes aspectos de la sociedad coetánea del filósofo, en pleno Renacimiento. Valenzuela y Borés plantean un objetivo igual de loable, y utilizan de cicerone a un personaje inspirado en un psiquiatra real que, por motivos obvios, pidió que no apareciera su nombre real (ni su imagen). El nombre con el que los autores lo bautizan también tiene mucho de simbólico: Virgilio. Nada más y nada menos que el nombre del acompañante de Dante en su obra la Divina Comedia (1304-1321), inspirado a su vez en el poeta romano del mismo nombre, autor de la Eneida, escrita entre el 29 a. C. y el 19 a. C.
Como en el clásico, Virgilio guiará a los dos autores de viaje a través de los recovecos de la salud mental, escogiendo los mejores interlocutores para mostrar casos reales, los conflictos cotidianos y las propuestas diversas en la ciencia, para facilitar que el lector de la novela gráfica comprenda la situación real, y percibamos, claramente, los prejuicios y la discriminación que sufren las personas con problemas de salud mental, y que los propios autores atribuyen al desconocimiento y la desinformación de la sociedad, que puede fomentar el aislamiento y la exclusión. Y si crees que la salud mental no tiene nada que ver contigo, os dejo una sentencia de un profesional que se recoge contundentemente en una viñeta: “España es el segundo país del mundo en consumo de psicofármacos en términos relativos y absolutos“. El tema algo tendrá que ver con nosotros, ¿no?