Para la elaboración de la dramaturgia ha trabajado con Clara Roquet, una consumada guionista que, hace dos años, se estrenó como realizadora con Libertad en la Semana de la Crítica de Cannes, también ambientada en la Costa Brava. Por su parte, Martín sigue una evolución lógica desde que en 2015 se dio a conocer con Las amigas del Ágata (Les amigues d’Àgata), ya como protagonista, y que da el nombre de àgates a toda una nueva generación de cineastas catalanas. En 2017, Martín dirigió su primer largometraje, Júlia Ist, que era mucho más que autobiográfico sobre su escapada Erasmus a Berlín. Dos años después, protagonizó el cortometraje Suc de síndria (Zumo de sandía), de Irene Moray, con una temática ya muy parecida al actual largometraje dirigido por ella. Toda una evolución y aprendizaje, viniendo del teatro libre y pasando por otras experiencias como actriz (Como el vientoNosotros no no nos mataremos con pistolas, pronto Unicornio; las series Veneno y En casa) y como realizadora (capítulos de la serie Vida perfecta), que la sitúan definitivamente con Creatura (estreno en España el 8 de septiembre) como una cineasta de primer plano. Esta es la conversación mantenida al lado del mar de Cannes, antes de que Martín volviera a Barcelona, desde donde tuvo conocimiento del galardón.

¿Desembarcar en la Quincena de Cineastas, con una historia tan directa como esta, es como un exorcismo, no? Te das a conocer en el mundo entero con una película muy íntima…

Para mí, lo más fuerte es la exposición como actriz. A nivel de guion, la película no es autobiográfica. Se ha construido a través de experiencias de muchas personas. Hicimos un proceso de entrevistas que nos acabó de construir un Frankenstein, una Mila que pasa por imágenes del recuerdo de muchas personas. Pero sí que he notado, cuando hemos subido al escenario para el coloquio tras el pase de prensa, que aquí hay un plus de quienes me acaban de ver en pantalla durante una hora y cuarenta y ocho minutos. Yo, en estas cosas, quizás soy un poco inconsciente, pero me expongo mucho como actriz, emocionalmente y físicamente. Impresiona, pero tengo que decir que hay un punto que también me empodera. Me siento fuerte para decir: Sí, esta soy yo, ¿qué pasa?.

¿Estas cosas se pueden hacer porque tienes el ímpetu de la juventud? Cuando haya pasado más el tiempo, quizás te llegarán los prejuicios. Ahora, tienes menos…

¡No lo sé porque todavía no he vivido todos los años que me quedan por vivir! (risas)… Espero que sean muchos, que tenga la oportunidad de replantearme muchas cosas… Pero sí que noto, habiendo empezado a hacer teatro desde muy joven, cómo cambia la manera de crear. Recuerdo que con la compañía, VVAA Col·lectiu, empezamos con veinte años y es verdad que nos la sudaba lo que pensara la gente. Y que subíamos al escenario diciendo: “¡mira lo que hago y, si no te gusta, vete!”. Y ahora no es así. Todos los procesos son mucho más meditados”.

Una suma de experiencias como proceso

¿Cuánto tardasteis en el proceso de esta película?

Cinco años y medio, casi seis años. Ha sido un proceso de guión largo. Empecé primero yo, con un proceso de documentación y volcando ideas en la escritura, para las imágenes, con algunas escenas dialogadas, aunque muy salteadas. Y, cuando llegó Clara Roquet, fue muy importante que confiara en el proyecto, porque yo la admiro mucho. Ella me ayudó a poner orden y se implicó muchísimo. Seguimos el proceso de investigación juntas… Cuando yo me estrené como directora, con el largometraje ‘Júlia Ist’, tenía 24 años. Era una película hecha en el marco de la universidad, muy colectiva. Éramos cuatro autoras: Polo Rebaque, Marta Cruañas, María Castellví y yo. Y yo necesitaba aprender muchas cosas después de esta experiencia. Durante todo el proceso de ‘Creatura’, he estado trabajando para otras creadoras y creadores en televisión o como actriz. Esto ha hecho que el proceso avanzara poco a poco.

Dices que habéis puesto cosas de varias personas, ¿pero qué parte hay tuya?

Sí, hay una parte mía como hay de cualquier otra. Para mí, mi parte más importante es el interés sobre este tema. Siento que, por algún motivo, hay algo que resuena mucho en mí. Porque, si no, no me hubiera volcado tan a fondo en investigar. Proviene de estudiar cosas que habían surgido en el marco del teatro. Yo estaba haciendo performances con unas amigas y, de ahí, salieron estas conversaciones. Y quise seguir investigando. He sido muy tozuda y, afortunadamente, Clara se ha sumado a esta tozudez. Y, después, el resto del equipo. Y también Ari Ribas, con el montaje, que es otro proceso de escritura. Con la idea de perseguir esta investigación de entender la sexualidad femenina y su complejidad. Sin intentar buscar unas respuestas, un clímax, un conflicto único. Yo creo que esta es la parte que más me representa, más que las experiencias. Es que te diría que, incluso, las imágenes que vienen de mi recuerdo, que quedan algunas, están tan rehechas y mezcladas, ficcionadas y dramatizadas… .

Que solo lo sabes tú…

Le enseñé la película a mis padres el otro día. Y yo sufriendo, a ver si veían cosas… Y ellos estaban tranquilísimos. Aunque mi madre, yo creo que preocupada, me dijo: ¿Tú sabes que esto no me lo decías? Y, yo, respondiéndole: ¿Ah, no? Y, ella: No, no. Y, yo: Ya lo sé, es ficción. Y, ella: Vale, vale, solo saberlo… Creo que el hecho de que yo también actúe genera una sensación de identificación. Ves mi cara y te dices: Esto le ha pasado a esta chica.

Elena Martín, en el rol protagonista de “Creatura” que ella misma dirige.

El tabú de los pensamientos y los deseos

Como directora, actriz y guionista, es verdad que lo acabas pensando. Pero es cierto que hasta ahora no había tantas películas como esta. Da miedo hablar de la sexualidad femenina…

Yo creo que da miedo hablar de sexualidad en general. Me di cuenta haciendo entrevistas a mujeres, pero también a hombres, y había una sensación general de que se habla muchísimo sobre sexo. Te dices que el sexo es un tabú, pero todo está sexualizado. De lo que no se habla es de la intimidad del sexo, no se habla del deseo, no se habla de los pensamientos que uno tiene cuando se construye la manera de amar o de desear. No hablamos mucho de qué fantasías tenemos.

No hablamos de nuestros miedos cuando tenemos sexo…

Porque no hay ninguna situación social donde sea apropiado hablar. A nivel generacional, al menos en la mía, sí que se habla en algunos sectores, porque todavía está muy relacionado con el privilegio. Los que, afortunadamente, tenemos la suerte de poder hacer terapia, sí que hay un lenguaje que de golpe se abre. Y hay unos espacios de intimidad con tus amigos y amigas en los que puedes hablar de alguna de estas cosas. Pero depende del sector, de la burbuja en que estés. Porque yo tengo amigas y amigos, que no hablan con sus amistades íntimas sobre estos temas.

¿Crees que los catalanes somos pudorosos, por ejemplo si se tiene que hablar de ello con los padres?

Yo creo que gran parte de la población es pudorosa. En las entrevistas que hacíamos, más de una persona nos decía que eso sí que lo había hablado con sus padres. Pero añadían que, aun así, les pasaban cosas porque vivimos en un sistema. Con los catalanes, hay una cosa social y cultural de ser reservados y ser prudentes. Hay esto del ‘seny’ (la cordura). Pero es una cosa muy de forma. No sé si en una cultura que sea, aparentemente, más abierta o más sociable puedes hablar más de intimidad.

 

Entrevista entera en París-Bcn

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