Los datos de pobreza en Cataluña siguen siendo graves, como en la mayoría de países de Europa y del mundo. Después de la pandemia de cóvid se ha mantenido el número de personas pobres, no ha disminuido. Y, evidentemente, la situación afecta a niños y adolescentes, afecta al alumnado presente en las aulas de nuestro país. Si en 2022 se atendieron, desde servicios sociales y otras entidades, unos dos millones de personas en situación de necesidad, esto implica que casi cuatrocientos mil niños viven en la pobreza o en riesgo de caer (un eufemismo utilizado para rebajar los datos absolutos)[1]. Comen mal, la comida saludable es demasiado cara. Por eso hay más obesidad entre los pobres que entre los ricos.

Aunque se constata una tímida mejora, sobre todo en el ámbito laboral, las cifras muestran un empeoramiento de las condiciones de vida de la población catalana. Crecen mucho los hogares en situación de pobreza energética, los que no pueden hacer frente a situaciones imprevistas, los que han retrasado el pago de los gastos relacionados con la vivienda y los que no pueden comer carne, pollo o pescado al menos cada dos días. Vivir en pisos con graves deficiencias de construcción, insalubres o convivir sin espacio tiene efectos sobre la salud, seguridad y bienestar de las personas.

La pobreza infantil es grave y más grave el futuro previsible. La mayoría de estas criaturas seguirán siendo pobres cuando sean adultas. Serán pobres porque la enorme desigualdad que tenemos en nuestras sociedades actuales, ricas y prósperas teóricamente, hará que el conjunto del país pierda aportaciones positivas de todo el sector pobre. La riqueza global sería mayor si estuviera bien repartida. Si sólo importa el grandioso beneficio de quienes ya tienen mucho (como está pasando) se está condenando a vivir precariamente a un porcentaje alto de las familias (entre un 25 o 30%).

¿Qué puede hacer el sistema de enseñanza? Consideramos dos perspectivas, económica y educativa.

De entrada, se gasta más en los niños ricos que en los pobres. Según datos de Unicef, en nuestro país se gasta más dinero público con el alumnado rico que con el pobre: ​​un 26% frente a un 15,8%[2]. Está en consonancia con el funcionamiento del sistema económico capitalista: se controla a los trabajadores y se da libertad de actuación a los empresarios.

La riqueza global sería bastante más alta si estuviera bien repartida.

El reciente invento del Departamento, dicho de Educación, de regalar 100€ a cada criatura de primaria para que las familias se los gasten en material escolar, es un ejemplo. ¿Todo el mundo lo necesita? ¿Todo el mundo lo utilizará para material escolar o para cubrir necesidades más prioritarias? Tratar a todos igual es confundir igualdad con equidad. Es favorecer a quien más tiene y seguir perjudicando a quien lo necesita de verdad. Dejamos aparte el debate sobre si toda la enseñanza obligatoria debe ser gratuita, incluyendo los gastos (material, libros, salidas, actividades extraescolares…). Pero siempre deberían tenerse en cuenta las desigualdades de acceso a los recursos, las desigualdades fruto del reparto de la riqueza que se ha creado entre todos y que se han apropiado unos pocos.

Como dice Jaume Funes, estamos en una sociedad en la que los ricos sufren de una manera (con acceso a medicamentos si necesitan y con compañía) y los pobres sufren de otra manera y a menudo no tienen acceso a todo lo que necesitan ni a la compañía adecuada, tranquila y con tiempo de dedicación. Siempre es importante la relación. La comunidad, las personas cercanas, cura más que la visita al especialista, y en enseñanza también; nos olvidamos, por ejemplo, que a veces un niño no lee porque no tiene a nadie que le escuche leer.

A nivel de aprendizajes, encontramos que la mayoría (o todo) del alumnado pobre es el que más repite. Como decía una buena profesora miembro del equipo directivo, compañera de instituto varios años, en las relaciones de necesidades de becas, de apoyos escolares, de dificultades en pagar las salidas, de alumnado repetidor… encontramos casi los mismos nombres; curso tras curso ha ocurrido lo mismo, desgraciadamente.

En situaciones de crisis, y estamos viviendo una, la enseñanza aumenta su importancia, el papel de la escuela es más necesario para compensar dificultades. Desde los centros escolares será importante implicar más a las familias, ayudarlas, animarlas.

En situaciones de crisis, y estamos viviendo una, la enseñanza aumenta su importancia, el papel de la escuela es más necesario para compensar dificultades.

Pensamos en el apoyo que pueden recibir desde casa este alumnado que tiene carencias socioeconómicas; el nivel de formación de los familiares no es demasiado alto. ¿Podrán ayudarles a hacer los deberes que se les mandan en la escuela? En otros artículos hemos escrito que los deberes pueden ser una fuente de desigualdad y bajar la autoestima de aquellas criaturas o adolescentes que constatan cómo sus padres no pueden ayudarles como sí lo hacen los de otros compañeros o compañeras. El cociente intelectual representa sólo un 20% del éxito escolar. La falta de capital social familiar y la pobreza económica disminuyen las propias expectativas, provocan inseguridad, ansiedad, y falta de perspectivas de futuro[3]. Repetir curso, aparte de ser costoso económicamente para el sistema, no ayuda mucho, más bien baja la autoestima y muchas veces cronifica la actitud del chico o chica. Porque a menudo la repetición de curso representa exactamente esto: volver a hacer lo mismo. Sin cambiar las metodologías o soportes que recibe el alumnado repetidor. Tengamos en cuenta que los datos de repetición en nuestro país triplican los europeos (7,6% frente a un 2,2%)[4], y si hablamos de éxito escolar los datos prácticamente se invierten.

¿Qué futuro les espera a las criaturas? Los aprendizajes son importantes, es el objetivo de escuelas e institutos; pero ayudar a tener un futuro mejor también lo es, y aquí intervienen otros elementos: vivienda, trabajo, alimentación, relaciones, racismos, estereotipos… Deberíamos poner nuestro grano de arena para compensar estas desventajas que afectan a buena parte del alumnado en situación socioeconómica precaria. La escuela no puede estar sola, aislada del conjunto de la comunidad, las estrechas colaboraciones con la red asociativa cercana, con los otros servicios sociales y sanitarios son necesarias para conseguir los logros educativos que buscamos. Los planes de entorno deberían potenciarse y evaluarse para que ayuden de verdad a mejorar el futuro de las criaturas y adolescentes que están viviendo en la pobreza.

Sin embargo, éxito escolar no es lo mismo que éxito vital. Formación y cultura no son conceptos sinónimos. Personas analfabetas tienen tanta o más cultura que algunas con títulos universitarios. Por tanto, no podemos desmerecer o menospreciar el apoyo que todos los familiares pueden dar y dan a sus hijos e hijas. Contar un cuento todas las noches es un bagaje de futuro que ayudará; dedicar tiempo a los niños es algo que les hará crecer y madurar. Niños poco cuidados o poco queridos crecerán con carencias frente a su éxito vital. Criaturas queridas y cuidadas tendrán más éxito en la vida adulta a pesar de que sus cuidadores no les hayan podido ayudar con los deberes escolares.

 

[1] https://www.social.cat/noticia/18799/save-the-children-alerta-que-hi-ha-378.500-infants-en-situacio-de-pobresa-a-catalunya

[2] https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/no-defendemos-educacion-publica_129_9945252.html

[3] Berliner, citat per Pilar Benejam. Perspectiva n. 420.

[4] https://www.elperiodico.cat/ca/societat/20230422/repetir-curs-educacio-secundaria-aixo-espanya-europa-86200429

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