Yves Lavandier es un ensayista, guionista y director de cine francés nacido en 1959. Padre de cuatro hijos, a mediados de los años noventa se propuso escribir una historia que homenajeara a las profesoras que veía durante años cuidando de sus hijos desde pequeños. Pensó que el trabajo que realizaban era admirable por dos motivos, principalmente: por ayudar a los futuros adultos a aprender a convivir juntos, y por tratar a todos los niños por igual, independientemente del género, del color de la piel, del origen social o de la agudeza intelectual. Como guionista, pensó que lo mejor que podía hacer era homenajearlas escribiendo una ficción en la que fueran protagonistas, mostrando dichos valores a partir de sus acciones y su determinación.

La semilla de la idea quedó plantada, pero tuvieron que pasar treinta años hasta que recuperara de nuevo el proyecto. En todo ese tiempo desarrolló una actividad intensa relacionada con el cine y la televisión, especialmente como guionista. Pero, sobre todo, es reconocido a nivel internacional por su ensayo autopublicado La dramaturgia: los mecanismos del relato: cine, teatro, ópera, radio, televisión y cómic (La Dramaturgie, 1994), de la que ha realizado diversas revisiones y ediciones hasta la actualidad (la edición en castellano es de 2003 y la última, de momento, en francés, es de 2017). La Dramaturgie es un ensayo dedicado al arte de la narrativa dramática a partir de definir los mecanismos fundamentales, estructurales y locales del arte de contar historias. Por cierto, el autor separa claramente entre lo que está escrito para ser visto y/o oído, y lo que está escrito para ser leído. Y las claves que proponía en su libro teórico se las aplicó a sí mismo en su nueva historia dedicada a homenajear a las maestras.

La primera decisión era evidente dada su experiencia previa y su objetivo final: debía escribir un guion de cine. Y, parafraseando al mismo autor: “Escribir una buena historia requiere tres elementos: conflicto, conflicto y conflicto”. Así que optó por no tratar temas contemporáneos que pudieran desviar el foco de atención (el homenaje implícito), y decidió situar la historia cronológicamente en un momento singular que permitiera a la protagonista mostrarse en todo su esplendor ante una situación extrema. Y la elección fue contundente: finales de junio de 1944, pocas semanas después del desembarco en Normandía de las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.

En su condición de ser medio bretón por parte de su familia, decidió situar la historia en la población ficticia de Ploménéac, cerca de Maël-Carhaix (un municipio de Côtes-d’Armor, en el centro de Bretaña). La investigación realizada para documentarse sobre la época le llevó a descubrir la existencia de varios grupos ultranacionalistas bretones, antifranceses desde el siglo XVI, que se convirtieron realmente en colaboradores de los nazis. A Lavandier le pareció muy interesante que los nazis no fueran exactamente soldados nazis, por los dilemas morales que podía introducir en la historia, puesto que aún hacía más incomprensible el comportamiento de los colaboracionistas compatriotas en la trama que había ideado. Por cierto, un comportamiento colaboracionista que se prefiere mantener en el olvido, incluso hoy en día.

Como quería mostrar cómo la profesora defendía la convivencia y la igualdad a través del ejemplo y las acciones, era evidente que la historia debería de involucrar a unos cuantos infantes de diversas edades en una pequeña escuela de un pequeño pueblo. Sea cual fuesen los motivos, la realidad es que no consiguió que ningún productor se interesara por rodar la película. Y ahí es donde pensó que podría ser el guion de su primer cómic… y acertó en la solución. Pero, aún debía de encontrar al artista que le acompañara hasta el final.

El editor francés que aceptó la propuesta fue quién le sugirió a la dibujante Carole Maurel, pensando que “la delicadeza de su estilo casaba muy bien con la sensibilidad que la historia requería”. La aceptación de la autora ha permitido, finalmente, la publicación de La Maestra (L’institutrice, 2022), publicada en castellano en 2023 por la Editorial Astronave, con traducción de Eva Reyes de Uña. La novela gráfica mantiene un ritmo cinematográfico (el guionista reconoce que no llegó a cambiar el guion original, aunque sí que le facilitó numerosa documentación adicional), y se beneficia del trabajo conjunto a cuatro manos durante todo el proceso de producción. Este hecho es importante, porque el guionista reconoce, sorprendido, que, en el cine o la televisión, una vez el guionista entrega el texto, dejan de ser solicitados sus servicios, cuando no, directamente, se olvidan de él incluso en el estreno.

La autora sorprende con su habilidad de transmitir con la expresión corporal y facial de los diferentes personajes emociones tan contradictorias como el miedo, la duda, la alegría, el orgullo, la comprensión o la intransigencia. Salva con virtuosismo las diferentes escenas en entornos muy diferentes, como una habitación, una clase o las cambiantes formas del bosque y la iluminación según la hora del día.

También sobresale en el diseño de los personajes: los de la resistencia (la maestra, un campesino y el sacerdote del pueblo), los infantes (17 de entre 5 y 12 años), y los milicianos colaboracionistas que pertenecían a diferentes comandos. Curiosamente, los autores decidieron que hablaran en bretón (como la abuela del guionista), para acentuar la contradicción cuando hablaban con la maestra, aunque para facilitar la lectura utilizaron un recurso ingenioso: pintar de negro los bocadillos de las viñetas y dejar las letras de color blanco, de esa manera se evitaba tener que leer la traducción a pie de página continuamente. La lengua como recurso para distinguirse y separarse y, a la vez, de complicidad y unión.

Pertenecer a la resistencia hace que la maestra conozca las últimas noticias del desembarco aliado, por lo que le sorprende que la milicia local se presente en la escuela para llevarse a un huérfano que llegó una semana antes. Poco a poco, descubriremos que se trata de un niño judío al que acaban de asesinar a sus padres en un campo de exterminio nazi, y que no solo deberá temer por los que le buscan, sino también por los compañeros de clase que piensan igual que sus padres respectivos colaboracionistas.

La fuga que realiza la maestra con sus alumnos, engañados por una falsa excursión, servirá para que, durante el viaje, aprendan lo que significa el respeto y la tolerancia, refrendadas en sentencias tan contundentes como que “la justicia es el derecho del más débil”. La perseverancia y la constancia manifestadas por la protagonista servirá como recurso pedagógico de la improvisada lección que, por una causa noble, deberá realizar al aire libre, mientras huyen todos de los nazis. Las armas de una maestra son poderosas en tiempos de guerra, pero infalibles e imbatibles en tiempos de paz, porque, quizás, puedan evitar que se produzcan las guerras en el futuro.

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