Poco antes de las 8 de la mañana del 30 de mayo, el buque Humanity 1 atracó en el muelle 56 del puerto de Livorno con 88 náufragos a bordo. Son originarios de Sudán, Pakistán, Siria y Egipto. Entre ellos había 11 menores, 10 de ellos no acompañados. Habían sido rescatados por la tripulación el 26 de mayo en la zona SAR maltesa (Search And Rescue, es decir, zona de búsqueda y rescate), después de que la embarcación con la que habían zarpado de Tobruk (Libia) -rumbo a Italia- sufriera una avería en medio del mar Mediterráneo.

Han pasado seis meses desde que, el 22 de diciembre, el gobierno presidido por Giorgia Meloni, al desembarcar en Livorno el barco de Emergency’s Life Support, inauguró una nueva estrategia con respecto a los barcos de las ONG que llevan a cabo actividades de búsqueda y rescate. Una estrategia que consiste en asignar, a través del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo (MRCC) -encargado de esta tarea- un puerto seguro en el cual desembarcar a los náufragos, lejos de la zona en la que fueron rescatados. También durante esas semanas se aprobó el Decreto-Ley nº 1, del 2 de enero de 2023, que redefinía el llamado “código de conducta de las ONG”, exponiendo al capitán y al armador del barco que hubieran desoído dichas indicaciones a detención administrativa, embargo y fuertes multas. Entre los requisitos figuraba la prohibición de realizar más de un rescate en una misma misión.

En este contexto, hay que leer la nota publicada el 26 de mayo, pocas horas después del rescate, por SOS Humanity, la ONG propietaria del buque Humanity 1: “Nos asignaron el puerto de Livorno, en Italia, a 1.400 km de distancia. Esto significa días de viaje. Los supervivientes informan de un segundo barco en peligro, pero las autoridades italianas nos ordenan volver a Italia”.
Desde el punto donde fueron rescatados, tardaron cuatro días de navegación hasta llegar a Livorno. Durante el viaje, a lo largo de casi toda la península italiana, el Humanity 1 pasó por decenas de puertos. Camilla, responsable de comunicación de la tripulación, relata la desesperación a bordo: “Cuando llegamos al estrecho de Mesina, muchos de los náufragos, al ver tierra, pensaron que habían llegado. Pero el viaje seguía siendo largo”. Días de navegación que pusieron a prueba, aún más, las condiciones psicofísicas de los náufragos: “Un chico de Pakistán estaba aterrorizado -continúa Camilla-, se tapaba los ojos con la camisa porque no quería ver más el mar. Antes de que llegáramos a rescatarlos pensaba que iba a morir en medio del Mediterráneo”.

En el muelle donde está atracado el Humanity 1, detrás del edificio de la Estación Marítima, Protección Civil ha instalado un campamento. Aquí se han llevado a cabo durante la mañana operaciones de desembarco, controles médicos e identificaciones policiales, con la presencia de intérpretes y trabajadores sociales. El prefecto de Livorno, Paolo D’Attilio, declaró que todas las personas desembarcadas serán acogidas en instalaciones de la región de Toscana. “A menudo, sin embargo -dice Camilla-, después de desembarcar en el norte, la gente es enviada de vuelta al sur en autobús, quizá a Calabria o Sicilia. Es absurdo, podrían desembarcarnos directamente allí”.
Tras las operaciones médicas a bordo, los náufragos desembarcan en pequeños grupos del barco, muchos abrazando y saludando calurosamente a la tripulación que los rescató, con la que compartieron los últimos y difíciles días de navegación. Dos chicos, descendiendo de la pasarela, se arrodillan en el muelle y besan el suelo.

Un fuerte aplauso llega desde detrás de las barreras que cierran la zona de desembarco, y alguien grita “¡Bienvenidos!”. Son unos diez miembros del equipo de tierra de la ONG Mediterránea, que han venido desde Florencia y otras ciudades cercanas para dar la bienvenida a los náufragos y apoyar a la tripulación. “Esta vez -dice una chica del grupo- había controles más estrictos a la entrada del puerto; al principio no querían que pasáramos, pero nosotros también estamos aquí para intentar aliviar esta tensión”.
Tres pancartas cuelgan frente al Varco Fortezza, en la verja que delimita la zona portuaria. El mensaje es claro: “No más desembarcos en puertos lejanos” y “Refugiados bienvenidos – desde 1591 nadie es extranjero aquí”, en referencia a las llamadas leyes de Livorno, que a finales del siglo XVI hicieron posible que personas de todas las naciones y culturas residieran en la ciudad, para fomentar el desarrollo del puerto franco. Unas decenas de personas participaron en la manifestación de solidaridad frente a la entrada del puerto, organizada por la red Livorno solidale e antirazzista. “Es bueno que haya estas manifestaciones de solidaridad y acogida”, afirma Camilla, “muchos de los náufragos tenían miedo de cómo serían recibidos a su llegada. Para ellos es una señal importante”.

Josh, capitán del Humanity 1, baja a tierra observando el final de las operaciones de desembarco. “Mi trabajo como capitán, cuando hay una llamada de socorro, es intervenir y poner a salvo a los náufragos – dice – la tarea del MRCC es coordinar los buques que pueden intervenir en el rescate, ayudar a los que, como nosotros, trabajamos en el salvamento y hacer más eficaces las operaciones”. Pero, dice el capitán, esta tarea está siendo desatendida “Como hemos visto también en este caso, el MRCC no está cumpliendo con sus obligaciones, con su papel, y hace imposible que el capitán lleve a cabo las operaciones de rescate tal y como exige la legislación marítima”.

Mirando de vez en cuando a la pasarela por la que desembarcó el último grupo de náufragos, Josh cuenta cómo fue: “Cuando rescatamos a estos 88 náufragos, ellos mismos nos dijeron que un barco como el suyo, y con un número similar de personas a bordo, había zarpado con ellos, pero que le habían perdido el rastro”, dice Josh. “Nos dispusimos a emprender la búsqueda y enviamos formalmente esta información por email al MRCC, haciéndoles saber la posible presencia de otra embarcación en apuros. El MRCC no nos respondió”, sigue Josh, “más tarde recibimos la orden de salir hacia Livorno ‘porque el capitán está poniendo en peligro la vida de las personas que hay a bordo’. Preguntamos si se harían cargo de eso, pero no respondieron”.
Cuando el Humanity 1 fue asignado al puerto de Rávena, el 20 de abril, a 1.600 km del punto de rescate, las ONG SOS Humanity, Mission Life-line y Sea eye decidieron emprender acciones legales ante el Tribunal Civil de Roma contra la política de puertos lejanos adoptada por las autoridades italianas. Al parecer, sólo los buques de las ONG son objeto de este trato, ya que a las unidades de guardacostas que participan en misiones de rescate se les suelen asignar puertos sicilianos o, al menos, cercanos.

“Asignar puertos lejanos”, explica Camilla, “significa mantener los barcos de rescate como el nuestro lejos de las zonas de operaciones, lo que impone unos costes muy elevados para realizar estos largos viajes”. Una vez finalizado el desembarco, ya se están preparando para partir con el fin de volver a estar operativos lo antes posible. “Nos gustaría partir dentro de media hora”, dice Camilla, sonriendo.