En poco tiempo se han inaugurado dos exposiciones de clásicos contemporáneos catalanes; si en Chile se inauguró la exposición “Antoni Tàpies, obra gráfica” en el Centro de Extensión de la Universidad Católica de Chile, en el centro de Santiago, en China se inauguró “El Genio de Dalí”, en el International Fashion Center de Guiyang, una ciudad emergente del suroeste de China.

Ambos montajes son un trabajo quijotesco. Un trabajo que, pese a las distancias entre un proyecto y otro, tanto geográfica como de recursos, tan de formato como conceptual, dejará a los visitantes la huella y el conocimiento del fruto de una tierra culturalmente fértil como la catalana. Pero, atención, una fertilidad que, si las administraciones no abonan, cuidan y apoyan, convertirá nuestra cultura en un fósil más en un sequío de grandes dimensiones.

Trasladar y establecer un diálogo entre nuestros artistas y otros entornos culturales nos amplía la visión del mundo, y contribuye a superar los prejuicios que el anquilosamiento cultural comporta. Reafirma la importancia de la cultura como herramienta diplomática en la superación de conflictos.

“Antoni Tàpies, obra gráfica”, en el Centro de Extensión de la Universidad Católica de Chile (del 16 de marzo al 30 de junio de 2023)

En el momento de colgar los grabados de Tàpies en el mismo centro que hoy conserva gran parte de la obra plástica de Violeta Parra, a pocos metros de su malogrado museo, nos lleva a ver afinidades conceptuales entre ambos. Si desnudamos a Violeta del traje folclorista, descubriremos en ella una inquietud por la condición humana, las injusticias, la lucha por la igualdad… que también está presente en la obra de Tàpies. Los dos creadores tienen una mirada hacia lo que nos conecta con la tierra, con la riqueza de la pobreza, con la dignidad del individuo que vive con lo que tiene. Y tienen también en común una carga espiritual que rebasa la materialidad de las cosas, y que nos habla de la importancia de las cosas sencillas; de la fuerza expresiva de un muro o de una arpillera.

Mientras Tàpies construye a través de un gesto enérgico, a veces con rabia contenida, Violeta lo hace a través de la patada rabiosa, heredera de la tradición popular que construye figuras, formas y escenas; y que, como Tàpies, viene a referirse a la preocupación de un mundo que los dos ven que está colapsando. No es gratuito que Violeta fuera invitada y expusiera sus arpilleras en el Louvre en un momento en que el llamado Art Brut estaba en el punto de mira del mundo cultural europeo. La faceta plástica de Violeta Parra y Antoni Tàpies están mucho más cercanas de lo que aparentemente parece.

“Antoni Tàpies, Obra Gráfica”. Centro de Extensión de la Pontifícia Universidad Católica de Chile.

No es nuevo decir que Tàpies, a lo largo de su trayectoria, siente una fuerte afinidad hacia las filosofías y la cosmovisión de las culturas orientales; el Haiku, la pintura China, la poesía japonesa van cogiendo espacio de su biblioteca, y esa necesidad de contemplación mística que rodea a las expresiones culturales tradicionales orientales le van llenando. Así, la complicidad y -a la vez- la fuerza de un signo son para él elementos que ganan espacio en su obra. Un signo que nunca es unívoco, sino polisémico, porque Tàpies no impone, sino que invita a la reflexión.

“El Genio de Dalí”, en el International Fashion Center de Guiyang (del 27 de abril al 30 de agosto de 2023)

Del mismo modo que Tàpies es el silencio, Dalí es el ruido. El genio de Figueres no tardó en ver la importancia de la mediatización, tanto en la sociedad como en la creación artística. Rápidamente se preocupó y ocupó de los medios, y juega para hacerlos trabajar a favor de sus propuestas. Esta mediatización es una herramienta más en la creación de un mundo propio e histriónico de Dalí, que bebe de su capacidad de crear correspondencias y afinidades entre objetos, conceptos y visiones que parecen lejanas. Dalí es capaz de llevar un hallazgo azaroso a la altura de obra singular, artística o no, pero que interpela a la sociedad y al público.

Las crecientes ciudades chinas son muy dalinianas. Ciudades altamente tecnificadas, donde todo ocurre a través de la pantalla de un smartphone. Este apéndice humano se ha convertido en un elemento esencial para vivir en China, un país que, por ahora, es el paradigma de las sociedades mediatizadas.

“El genio de Dalí”. Guiyang International Fashion Center. | Raimon Ramis

Seguramente, si Dalí viviera hoy, haría de China su segunda patria en lugar de los EE.UU. Cualquiera de las ciudades emergentes del subcontinente chino sería un lugar adecuado. Una China moderna, llena de contradicciones, tiene una capacidad regenerativa que se asemeja mucho a la que tenía Dalí. El difícil equilibrio entre la fuerza de la tradición y el peso de la tecnología crea unos contrastes culturales y paisajísticos, sin olvidar lo social, que no dejan de ser un terreno fértil para las propuestas dalinianas.

Dalí encaja en este mundo que podríamos calificar como surrealista donde, como un palimpsesto o un cadáver exquisito, se sobreponen tradición y modernidad en un automatismo sin freno, generando paisajes imposibles, como lo son los paisajes dalinianos.

Resonar en el vacío

Más allá del propio relato de las exposiciones, ya interesantes por sí mismas, y del diálogo que se crea con las formas culturales locales de los municipios que acogen las exposiciones, por la difusión de la cultura catalana, con todas sus contradicciones y equilibrios, experiencias como las que aquí citamos son un activo que nos sitúa como territorio de creación y generación de formas culturales. Abierto a compartir y co-crear nuevas propuestas y lenguajes, potenciando así las relaciones culturales como un eje básico para la superación de perjuicios y conflictos.

La pervivencia de la cultura catalana no se conseguirá desde la mirada intimista e interior de nuestra cultura, sino desde una mirada abierta, generativa, dialogante y constructiva con ganas de aprender de los demás y de mostrarnos a los demás sin prejuicios; siempre desde una relación horizontal, de tú a tú.

Es importante ser receptivos con aquellos que, desde distancias o espacios culturales lejanos, se acercan a conocernos mejor. Debemos reconocerles su esfuerzo hacia el conocimiento y difusión de nuestra cultura. Y, es más, debemos abrirnos a establecer una relación continuada que pueda fructificar en propuestas conjuntas que construyan vínculos, relaciones y generen un conocimiento y formas expresivas mútuas.

Si queremos ser y pervivir como cultura, no podemos dejar que ésta se convierta en un espacio administrativo. Debemos luchar y crear espacios generativos de mirada amplia y atrevida. Malogrado esfuerzo hacemos en conservar un patrimonio siempre cerrado puertas hacia adentro.

Una lástima, Muy Honorable Presidente, que al pasar por delante hubiera visitado la exposición de Tàpies en Santiago de Chile un soleado sábado de marzo. Sus palabras hacia la cultura, como las que pronunció durante la presentación de los años Picasso, Dalí y Tàpies, hubieran tenido sentido. Pero, una vez más, resuena el vacío hacia la cultura. El mismo de aquellos que no ven más allá de la cicatriz del cordón que nos unía a la madre, se iluminan con fuegos artificiales, terminología anglófona o tecnología y nomenclatura sin sentido.

 

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