En 1977, el sexto presidente de la República Italiana Giovanni Leone le daba a un joven empresario milanés la medalla de Cavaliere del Lavoro en el Palacio del Quirinal, la sede de la presidencia italiana. Poco sabía ese cuadro histórico de la Democracia Cristiana que el galardonado, que entonces tenía 41 años y ya preparaba su salto del sector inmobiliario al mediático, que quince años más tarde, en 1994, Silvio Berlusconi se presentaría para ser primer ministro italiano y ganaría. Y que sería, además, no sólo el hijo bastardo de las cenizas de la Primera República (1947-91), sino que se convertiría en el hombre político más relevante de la historia reciente italiana, dejando legados de simpatía y suciedad.
Cuando le propuse al director de este diario, Guillem Pujol, escribir un artículo sobre este personaje, no pude evitar decirle también: “Tengo un sentimiento extraño, era un personaje tóxico y peligroso, a la vez que muy simpático, el típico amigo que sabes que no debes tener pero que sabes que te lo vas a pasar bien cuando salgas de fiesta con él”. Hubiera tenido que incluir: “y acabas embadurnado mientras él canta diciéndote que no hay que preocuparse por la suciedad”. Y es que no conozco a nadie que nunca haya dicho que Silvio Berlusconi era un antipático. Era un maleducado, un bestia, decía cosas sin ningún tipo de educación protocolaria, se reía de todos y de todos (sobre todo de los intelectuales de la izquierda italiana) con la arrogancia de saber que él era cien veces más rico que ellos, que había sudado más que muchos de ellos, que había creado un holding empresarial de primera magnitud en Italia y en Europa, que todo el mundo bailaba a su son… Pero… Era un tío muy simpático. Y ha dejado una serie de legados políticos que nos hacen entender la visión, perversa, pero visión al fin y al cabo, que tenía: cambiar para mantener.
¿Y quién podría votar a una persona así? En 1994, más de 16 millones de italianos. En 2001, más de 18 millones. Y en 2008, más de 17 millones. Las tres veces con participación de más del 80%. Silvio Berlusconi es el único político italiano que ha terminado una legislatura entera, desde 2001 a 2006. La media de tiempo de un primer ministro italiano es de 3 años a lo sumo, y las legislaturas duran unos cinco años constitucionalmente.
Repetimos la pregunta: ¿Quién ha votado a Silvio Berlusconi? Sobre todo hombres que le han idolatrado o querían copiarlo, hombres que, como él, tienen una empresa (a veces pequeña, a veces mediana) o son, directamente, autónomos (el primer ministro Berlusconi bajó los impuestos, sobre todo por los autónomos y las pymes, en 2001); hombres sin vergüenza, católicos pero cansados de tener que seguir la moral católica; hombres que quieren vivir bien, calcio las vísperas de los fines de semana, buenos almuerzos y cenas, pocos inmigrantes en las calles, pocos problemas; que se les reconozca que son la persona más importante de la casa, de la cocina y de la cama. Berlusconi era un gran vendedor, les había sabido vender (a estos hombres, pero también a muchísimas mujeres) que él (con una fortuna que había llegado a rondar los 5.900 millones de euros, según la revista Forbes) era como todos ellos, pero más y mejor. “Si yo lo he conseguido, vosotros también”. Y ha habido copias en todas partes: la última es la extrema americana Donald Trump. En España, Jesús Gil quiso copiarlo (experimento Marbella–Atlético). Y en Cataluña, su sosia más parecida podría ser Joan Laporta. Cada berlu tiene su molde nacional, al fin y al cabo.
Y volvemos a repetir la pregunta: Pero, ¿quién vota a ese hombre? ¡Cuántas veces hemos oído, o susurrado, esta pregunta! Una anécdota para entender un poco más al personaje: en el barrio europeo de Bruselas, a diez minutos a pie del Parlamento Europeo, hay un restaurante napolitano llamado Le Nouvel Artiste Da Enzo. Vincenzo Sorvillo ha sabido crear un pedacito de Nápoles en Bruselas, cocina fatta en casa, a veces tienes que pagar en especies “porque la máquina no funciona” (ay), pero siempre comes bien, bebes bien, te lo pasas bien: il Presidente, como le dice Enzo, durante su primera corta etapa de eurodiputado (1999–2001), cerraba el restaurante con decenas de personas, seguramente pagaba en cash, era el alma también de aquella fiest, y finalmente dejaba su huella con alguna foto de la que Enzo todavía está satisfecho y enseña a todo el mundo: “Aquí il Presidente Berlusconi venía y nos lo pasábamos muy bien!” (¡Ci divertivamo tantissimo!). Como no amar a una persona que te llena el local de vida, te paga más de la cuenta, te hace sentir importante porque con él verás a gente importante (políticos, políticas, empresarios, azafatas de televisión reconvertidas en políticas, altos funcionarios de Roma y de Bruselas…) y, además, ¡te incluye en todo este bullicio que ha montado en tu casa!.
Quizá sea en Bruselas donde veremos, de forma más explícita, su legado más relevante: la apertura a las nuevas derechas europeas, como Fratelli de Italia, la Lega, Reagrupamiento Nacional, Ley y Justicia, por parte de la derecha democristiana clásica (el Partido Popular Europeo). En economía, neoliberales como Reagan. En sociedad y valores, con Donald. Esto ya ha ido funcionando en Roma, con la actual primera ministra, Giorgia Meloni, que debutó como ministra, con la cartera de Juventud, en el último gobierno Berlusconi, de 2008 a 2011. Y ella, el lunes 12 de junio de 2023, ha glosado en Twitter la vida de una persona que le ha hecho de mentor político. Después de las elecciones europeas de junio de 2024, veremos la berlusconización final en la política europea: la democracia cristiana clásica ha terminado, es cosa del siglo XX. En el XXI, la derecha es más cruda, no está de acuerdo con la corrección política (o al menos la utiliza para dañar a la izquierda, que al mismo tiempo la manipula y exagera en su uso). En el siglo XXI, la derecha es más dura, es abiertamente xenófoba, ley y orden a la americana (al menos aún sin armas de fuego en casa).
Berlusconi, en realidad, es el gran importador de la americanidad en el modus vivendi europeo. Éste es su gran legado: todo es show business. Desde los clubs de fútbol que ha tenido (Milan, Monza); a las teles en toda Europa (Mediaset, que en España ha encontrado su versión más esperpéntica gracias, justamente, a una productora catalana: La Fàbrica de la Tele); y, cómo no, a lo público. Está por ver qué plataforma de streaming hará la serie de su vida, porque seguramente pondrá cucharada alguna de las empresas de su familia.
Y aquí deberíamos acabar: muerto el patriarca, veremos qué pasa con las dos estirpes que le suceden. Por un lado, el holding familiar Fininvest (Finanziaria de Investimiento), presidido por su hija mayor Marina. Seguramente será justamente aquí donde no veremos demasiados cambios, ya que últimamente han sido sus hijos Marina, Piersilvio, Paolo y Barbara quienes han gestionado, de forma discreta y eficiente, este imperio empresarial oligopolístico (o directamente monopolístico). En sus últimos tiempos, Silvio parecía gestionar directamente sólo el Associazione Calcio Monza, juguete que compró en 2018 y que consiguió que subiera de la Serie C a la B en 2020, y de la B a la A en 2022, quedando undécimo en esta última temporada. Será quizá su estirpe política, Forza Italia, que él gobernaba como una especie de empresa dentro de lo público, la que tendrá algunos quebraderos de cabeza, ya que no hay sucesor claro allí dentro, y todo el mundo acabará por comprender que Fratelli de Italia y la Lega son los nuevos lugares donde estar. Al fin y al cabo, Silvio Berlusconi fue el primer y principal actor en coligar las tres derechas desde 2001. Su legado perdurará en toda Europa.