Hay políticos a los que les gusta tanto la Fórmula 1 que hablan de la política como si fuera una carrera de coches. Un espacio de ruido y competitividad en el que sólo gana quien queda primero. Pero la política, pese a tener características competitivas, es más bien como el ciclismo en ruta, una competición en la que la colaboración entre los participantes es fundamental.
La normativa aplicable a los ayuntamientos dictamina que es alcalde quien logra el apoyo de la mayoría absoluta del plenario. Y, como opción secundaria, si ningún candidato lo ha conseguido, lo es quien ha obtenido la mayoría de votos, por muy débil que sea su mayoría en el plenario.
Por lo general, parece del todo preferible para la ciudadanía tener un gobierno amplio representativo de voluntades diversas expresadas en las urnas que un gobierno débil, encabezado por el candidato del partido más votado, pero incapaz de construir una mayoría de gobierno amplia y con un cierto grado de consonancia en sus objetivos.
En un contexto global de subida de la abstención, cierta ola conservadora y, en Cataluña, de desencanto del movimiento independentista, en Barcelona el candidato más votado ha sido Xavier Trias, un conservador que ha logrado 11 concejales evitando cualquier referencia al independentismo, reivindicando la herencia de Pujol y concentrando el voto de protesta contra el gobierno municipal. En particular, ha atraído a buena parte de lo que fue a parar a Ciudadanos.
Curiosamente, pese a este voto de castigo al gobierno municipal, los socios que lo conformaban han pasado, paradójicamente, de 18 a 19 concejales, ya que los Comuns han perdido un concejal y el PSC ha ganado 2, al superar a los Comunes por unos cientos de votos.
ERC, pese a su descenso electoral en Barcelona, similar al sufrido en toda Catalunya, tiene en sus manos hacer posible un gobierno progresista, con políticas valientes para garantizar el derecho a la vivienda o luchar contra la contaminación y el cambio climático, que dé continuidad a las ya acordadas estos 4 años con Comuns y PSC y que vaya más allá. La alternativa de actuar en clave de una unidad independentista, que saltó por los aires hace tiempo, representa subordinarse a un alcalde que quiere dar barra libre al turismo masivo y al lobby inmobiliario. Y que ha dejado en campaña perlas negacionistas como que los coches nada tienen que ver con el cambio climático, o propuestas estrafalarias como negarse a conectar el tranvía por la Diagonal.
Barcelona merece un gobierno progresista, como lo es la mayoría de su ciudadanía, y fuerte para hacer frente a los retos que tiene por delante. Así que la mejor opción parece ser un tripartito progresista formado por ERC, Comuns y PSC, cuyos componentes ya han llegado a grandes acuerdos de ciudad durante este mandato, entre ellos la aprobación de cada uno de los 4 presupuestos o la conexión del tranvía.
Evidentemente, es necesario encontrar una fórmula de acuerdo que agrade a las tres partes, así que confiemos en la imaginación de nuestros representantes. No olvidemos que su misión es conseguir llevar a cabo el máximo de políticas expresadas en su programa y en la campaña electoral y eso, casi siempre, es mejor hacerlo desde el gobierno que desde la oposición.