En febrero de 2020, publicó “Fascismo persistente” (Edicions Saldonar). Aún faltaban casi tres años para que Giorgia Meloni, con un pasado vinculado al neofascismo, se convirtiera en primera ministra del país. Escritos Contextatarios ha editado el libro este julio en versión castellana. Alba Sidera lo ha actualizado con unas notas escritas justo cuando acababa de morir uno de los políticos que, según ella, ha influido mucho en el blanqueo del fascismo y la ultraderecha en Italia, Silvio Berlusconi. En 2022, publicó “Guia pràctica contra l’extrema dreta” (Pagès editors).

Se debate mucho sobre si se utiliza bien o no la etiqueta de fascista para describir determinados comportamientos y opiniones políticas y sociales. En el libro apuesta por la definición de la filósofa brasileña Marcia Tiburi: “El fascismo es el odio a los pobres”. ¿Es una definición suficiente o debería matizarse?

Es una de las muchas definiciones. A mí también me gusta mucho la definición del historiador Carlos Viñas, que dice que el fascismo es la aplicación política del odio. Evidentemente el concepto del fascismo parte del odio, de la división de “unos otros” contra “unos ellos”. Me gusta esta definición de Marcia Tiburi porque una de las cosas que más me molesta de esta nueva ola de extrema derecha es que quieren seducir a las clases populares, intentando enfrentar al último contra el penúltimo. Y me gusta recordar que el fascismo parte del odio a los pobres. No es una definición completa, pero es para mí el inicio. Lo que he visto en todos estos años que observo a los fascistas es que lo que más les molesta es que les recuerdes que sus políticas siempre favorecen a las clases poderosas. Esto les desmonta todo su argumentario, que se basa sólo en noticias falsas y en propaganda. Se aprovechan del desencanto general que existe, de ese sentimiento un poco de orfandad que hay en muchas clases trabajadoras con la izquierda que se ha descafeinado, e intentan pescar votos hacia allí. Por eso me gusta recordar que el fascismo es el odio a los pobres.

Fascismo y nazismo son conceptos que a veces se utilizan como sinónimos, pero no son lo mismo, ¿no?

Se utilizan a menudo de forma muy gratuita, tanto el fascismo como el nazismo. Son fenómenos históricos ligados a años concretos del siglo XX. Cuando hablamos de la época actual sería más adecuado hablar de neofascismo, de posfascismo o de neonazismo. En el caso de Italia, existe una clara distinción entre el fascismo y el nazismo, o al menos lo intentan. En Italia ha habido un proceso de blanqueo muy grande del fascismo y, en cambio, no del nazismo. Hay un consenso social en el que el nazismo es como el mal absoluto, y es muy difícil que alguien defienda a Hitler en televisión, pero, en cambio, el consenso en que el fascismo era algo malo se ha roto hace tiempo. De hecho, lo rompió ya Berlusconi cuando llegó al poder, en 1994, de la mano del partido fascista heredero de Mussolini, que es el partido de Giorgia Meloni. El otro socio que llevó al gobierno fue la Liga Norte de Matteo Salvini. Desde que Berlusconi llegó al poder ha habido un proceso de blanqueo del fascismo en Italia, que consiste básicamente en decir que Mussolini hizo muchas cosas buenas y que hay un fascismo bueno, que es aquél que existió antes que los nazis engañaran a Mussolini. Ésto es algo que puede parecer muy ridículo, pero que está muy extendido en la derecha y el centro-derecha italianos. Este tipo de discurso se escucha muy a menudo en televisión. En Italia sí que está muy clara la división entre fascismo y nazismo. En otros contextos puede darse el caso de que estén más juntos los dos conceptos.

A los fascistas lo que más les molesta es que les recuerdes que sus políticas favorecen a las clases poderosas

Meloni, ¿qué es? ¿Fascista? ¿Ultraderechista? ¿Qué etiqueta le pondría?

La extrema derecha es un cajón muy grande donde definimos a toda la derecha que está más allá de la derecha tradicional. Dentro de la extrema derecha tenemos la que, al menos teóricamente, acepta las reglas del juego democrático, -la extrema derecha parlamentaria, la más tradicionalista, la radical populista, hay diferentes tipos- y la extrema derecha que directamente no acepta las reglas del juego democrático y que, por tanto, no rechaza la violencia, y a ésta le llamamos ultraderecha. Es una convención. Cada lengua utiliza la suya. En catalán, en principio, hacemos esta distinción. La extrema derecha es toda en general y la ultraderecha es la que no rechaza la violencia. Aquí podemos encontrar a los grupos neonazis, estos que hacen comandos para apalear a inmigrantes por la calle. Son neonazis, neofascistas. Dentro de la extrema derecha parlamentaria, que en teoría acepta las reglas del juego democrático, encontramos diferentes familias, y Georgia Meloni es de un partido directamente heredero del partido fascista, pero se ha renovado; por eso diríamos que son posfascistas, no reniegan de la herencia fascista, pero han dado un paso más.

¿Y Vox? Vox ¿qué es?

Vox es un partido curioso, porque ha ido evolucionando. Nació muy claramente siendo una muleta a la derecha del Partido Popular. Era un partido de extrema derecha ultraconservadora, al igual que Fratelli de Italia, de Meloni. Lo que ocurre es que se han ido dando cuenta de que esta nueva extrema derecha populista, que es la extrema derecha de Salvini o de Marine Le Pen, que llamamos derecha radical populista, que intenta pescar votos también en la izquierda, tenía muchas ventajas. Y están flirteando con este tipo de estrategias, que son más como falangistas. Dentro de Vox hay distintas almas: la más falangista, la más conservadora o el sindicato Solidaridad, que intenta pescar votos engañando a la clase trabajadora, disimulando el hecho de que es un partido de señoritos. Por tanto, sí, es una extrema derecha conservadora, pero que también flirtea con el obrerismo, actuando como derecha radical populista.

Publicó Fascismo Persistente en 2020 para avisar de lo que nos venía encima en Italia y también en España. ¿Está ocurriendo lo que previó  hace tres años?

Sí. Fascismo Persistente lo envié a imprenta a finales del 2019 y salió publicado en febrero del 2020. Precisamente tenía que venir a presentar el libro la semana que se cerró el espacio aéreo en Italia, cuando empezó la pandemia. Desgraciadamente, y por eso hemos vuelto a reeditarla añadiendo simplemente una introducción al principio, todo lo que estaba avisando de que estaba a punto de pasar, ha acabado pasando. Las previsiones se han cumplido y, por tanto, el libro sirve para explicar todo lo que ha permitido que llegáramos a donde hemos llegado, todo el proceso que ha habido de blanqueo del fascismo, las complicidades por parte de todos los actores políticos, los que no consideraron que era necesario enfrentarse al fascismo, que no era un peligro, como por ejemplo Matteo Renzi. Hablo mucho en el libro del papel de la socialdemocracia, de los medios de comunicación, de todos los actores que han intervenido de forma nefasta y que han permitido que la extrema derecha fuese creciendo. Comparo la situación de Italia con la de España, y lo que en el 2020 estaba empezando a pasar, ahora es aún más claro. En España, hasta hace poco, decirle a alguien que era facha era un insulto; la palabra estaba mal vista, al igual que llamarle nazi. En cambio, en los últimos años, la extrema derecha está aprendiendo a reapropiarse de ciertas palabras, como facha, y la contraponen a progre e incluso la reivindican, algo que en Italia hace ya tiempo que pasa. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, dijo “seremos fascistas pero sabemos gobernar”, banalizando completamente la palabra, como bromeando. La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dijo en televisión que si te tratan de fascista significa que estás en el lado bueno de la historia. Claro, todo esto hasta hace pocos años era impensable porque nadie reivindicaba el fascismo, y esa banalización es el hilo conductor del libro. Explico que todo parte de esa banalización, de esa normalización, de ese proceso de blanqueo que ha habido del fascismo, que debe inscribirse también en un contexto mundial, porque la extrema derecha se alimenta gracias a una red muy extensa. No se puede analizar sólo porqué crece la extrema derecha en España o en Italia.

Vox es una extrema derecha conservadora que flirtea con el obrerismo y que actúa como derecha radical populista

¿Por qué una persona surgida del fascismo llega a primera ministra de Italia?

Meloni no sale de la nada. Fue ministra de Berlusconi, fue la ministra más joven de la República. Es una política que en Italia la conocemos desde hace tiempo, al igual que todos los peces gordos de Fratelli de Italia han sido ministros de Berlusconi. Son personajes que llevan muchos años normalizados y blanqueados en la política italiana. Volviendo a lo que decía al principio, en Italia ha habido un proceso de normalización de la extrema derecha que es lo que también parece que se está empezando a dar en España. ¿Cómo llegó al poder Meloni? El pasado otoño, cuando estaba a punto de ganar las elecciones, envió un mensaje a Santiago Abascal y le dijo que le deseaba mucha suerte cuando hubiera elecciones en España, y que le deseaba que siguiera los mismos pasos que habían seguido ellos. ¿Cuáles son esos pasos? Pues pactar con la derecha, o sea, llegar al poder gracias a pactos con la derecha. Fratelli de Italia hace muchos años, hace décadas, que gobierna en las regiones del norte del país, en coalición con la derecha de Berlusconi y la Liga. Después de muchos años de normalización de la extrema derecha, la derecha va cumpliendo su discurso hasta que, al final, la gente prefiere votar el original, no la copia. Cuando la derecha va copiando a la extrema derecha siempre acaba saliendo perjudicada. Cuando irrumpe una formación de extrema derecha con fuerza en el panorama de un país, todos los partidos se van derechizando, la izquierda deja de hacer de izquierda, la derecha se vuelve cada vez más de extrema derecha, y esto va legitimando sus discursos hasta llegar a que haya un consenso social tan amplio como para que esta extrema derecha esté gobernando con total normalidad.

Además, una mujer

En Alternativa para Alemania también hay una mujer al frente del partido. Marine Le Pen lidera la extrema derecha francesa. Existen diferentes extremas derechas que, aunque hacen políticas que perjudican a las mujeres, han puesto a las mujeres al frente. Y esto también podría responder un poco a esa estrategia, ese intento de limpiar su imagen. Que esté Meloni gobernando no es ningún progreso feminista, pero para que hubiese un progreso feminista debería hacer políticas que favorezcan a las mujeres y no las hace y no quiere hacerlas. Meloni es una furibunda antifeminista que ha hecho siempre mucha campaña contra el derecho al aborto.

Dice que Berlusconi empezó a normalizar la presencia de fascistas, de la extrema derecha en el poder, pero también acusa al centroizquierda de no haber sabido detener su crecimiento. ¿No supo? ¿No quiso hacerlo?

En los años en que ha habido el crecimiento de la extrema derecha, primero con Salvini y después con Meloni, quien estaba al frente del centro-izquierda en Italia era Matteo Renzi, que es un político que en España se identificaba con Albert Rivera. Se reunía con Albert Rivera y no es muy buen adivino, porque dijo que le pronosticaba un gran futuro en la política. La izquierda, que debería hacer frente a esta gente, estaba en manos de una persona que identificaba sus valores con Ciudadanos, con Albert Rivera. Era una izquierda muy poco izquierda y, por tanto, le puso muy fácil a Salvini o Meloni hacer este discurso de extrema derecha populista diciendo que están al lado de las clases trabajadoras. ¿Por qué? Porque Matteo Renzi, como primer ministro italiano, hacía políticas muy en contra de las clases trabajadoras. Hizo una reforma laboral que competía con la de Mariano Rajoy, con la del PP. Recortó muchos derechos de los trabajadores. Tenía a todos los sindicatos siempre en contra. Nunca se reunía con ellos. Estaba siempre con la patronal. La extrema derecha se dio cuenta de que aquí había un filón y daba mítines fuera de las fábricas, fuera de la Fiat, mientras Matteo Renzi se estaba reuniendo con la patronal. Se lo puso muy fácil. Además, mientras iba creciendo la extrema derecha y se iba normalizando el fascismo y las asociaciones antirracistas y a favor de los derechos del colectivo LGTBI avisaban de que estaba creciendo de forma exponencial la violencia contra todos ellos, Renzi decía que no, que el fascismo no era ningún problema. Incluso antes de las elecciones de marzo del 2018, que fueron las que llevaron al poder a 5 Estelle y la Liga de Matteo Salvini, hubo un atentado de extrema derecha.

La extrema derecha ha hecho mucha campaña en las redes, ha invertido mucho y ha ocupado unos espacios que la izquierda ha dejado abandonados

Luca Traini, un personaje que se había presentado a las elecciones de su pueblo por la Liga, que tenía un símbolo nazi tatuado en la cabeza, hizo un atentado, cogió una pistola y se fue a un barrio de Macerata, una ciudad que está en el centro este de Italia donde había muchas personas negras y empezó a disparar, porque había habido un caso de crónica negra en el que estaba involucrada -o decían que estaba involucrada- una persona negra. Fue allí a matar a tantos negros como podía. Por suerte, no tuvo buena puntería, pero hirió a varias personas. Y después de que ocurriera esto, Renzi dijo que el fascismo no era un peligro en Italia. O sea que se ha menospreciado totalmente, ha habido una ceguera total. Por un lado, el centro izquierda ha abandonado las políticas de izquierdas en Italia durante muchos años y, por otro, ha menospreciado totalmente el peligro que suponía la extrema derecha. Además, ha pactado con la derecha. Cuando Berlusconi estaba en su peor momento y se estaba hundiendo políticamente, Renzi le recuperó para pactar las reformas y volvió a ponerlo en la palestra política. Hacía unas políticas muy de derechas. De hecho, incluso decía que la palabra ‘izquierda’ debía eliminarse. Hubo muchas escisiones. El espacio político del centro se deshizo y todavía se está intentando recomponer. Lo que hizo Renzi cuando ya lo había deshecho todo fue enviar al traste el centro izquierda y formar un partido que realmente era más coincidente con sus ideales, un partido de centro derecha como Ciudadanos, que es el que tiene ahora, Italia Viva, que tanto puede pactar con unos como con otros.

La cara visible de la extrema derecha era hace unos años Matteo Salvini. ¿Por qué los italianos han preferido ahora a Meloni antes que a él?

Hay muchos factores. Son dos perfiles muy distintos. Meloni ha ido haciendo trabajo de hormiguita. Tanto Meloni como Salvini están presentes en la esfera política italiana desde hace muchos años, como socios de Berlusconi. En 2018, Steve Bannon, que estaba en la sede de la Liga de Salvini en la noche electoral, fue uno de los que empujó a los 5 Estelle a pactar con la Liga para que entrasen en el gobierno. El segundo partido más votado fue el Partido Demócrata de Izquierda, pero los 5 Estelle decidieron pactar con el tercero, que era la Liga de Matteo Salvini. Bannon quería que pactaran también con Georgia Meloni y que hicieran un gobierno populista. Pero Meloni dijo que no. Decidió esperar. Siempre ha seguido una estrategia política mucho más basada en la coherencia con su espacio ideológico. Hace mucho tiempo que se está trabajando este perfil. La extrema derecha está muy normalizada en Italia. El trabajo hecho para que hubiera un líder que pudiera gobernar, que pudiese ganar hacía ya muchos años que estaba hecha. Fue Salvini porque es el que había en ese momento, pero pudo ser otro. ¿Por qué ha terminado siendo Meloni la que ha ganado a Salvini? Ha habido dos factores clave. El primero es que Salvini ha tenido problemas internos en su partido. Su jefe de gabinete tuvo un escándalo muy turbio y desapareció. Era el que había creado el personaje Salvini, con un mecanismo de propaganda muy grande llamado La Bestia. Entonces llegó la guerra de Ucrania. Salvini había estado siempre muy vinculado a Putin, incluso había mantenido lazos económicos y políticos con su partido, mientras que Georgia Meloni se había acercado más a la extrema derecha de Estados Unidos, la parte más radical del Partido Republicano. Cuando estalló la guerra de Ucrania, todos los think tanks y todos los poderes fuertes que apoyan a una extrema derecha o a otra, empezaron a apostar más claramente por Meloni. Hay muchas fotos de Salvini con camisetas de Putin y siempre le había admirado mucho. Ahora, desde que Putin es el enemigo del país, está en una situación muy incómoda, claro. Es también un personaje muy impetuoso, muy dado a realizar salidas de tono. En cambio, Meloni se ha construido un personaje como más sólido y destinado a ser una primera ministra.

“Tenemos una ofensiva reaccionaria a nivel mundial y ahora veremos qué pasa en el estado español, pero en cualquier caso la extrema derecha está fuerte”.

¿Cómo lo está haciendo Meloni? Lleva ocho meses. ¿Se nota que es de extrema derecha? ¿Da miedo?

Sí, sí da miedo. Sobre todo a las personas que tienen un aspecto que puede parecer que son de fuera, que son personas inmigrantes, o a las personas LGTBI. El ambiente que hay en Italia es muy enrarecido. Quizás la gente que viene de vacaciones no se da cuenta, pero la gente que vivimos aquí sí. Que esté gobernando gente que piensa y dice barbaridades contra los inmigrantes hace que la situación cotidiana de estas personas sea mucho más difícil y mucho más peligrosa. Crecen los delitos de odio. A nivel de gobierno han hecho leyes que criminalizan la protesta, que hacen que sea más difícil manifestarse o, por ejemplo, han hecho una ley contra los jóvenes que protestan contra el cambio climático y ponen algo de pintura en algún monumento que les castiga con hasta tres años de cárcel. Están realizando una persecución ideológica contra el profesorado. Hubo una agresión de Azione Studentesca, las juventudes vinculadas a Fratelli d’Italia, el partido de Meloni. Fueron a hacer propaganda a un instituto de Florencia y apalearon a unos jóvenes que eran antifascistas. La directora de otro instituto de Florencia hizo una carta a sus estudiantes condenando el fascismo y el ministro de Educación dijo que esto no podía ser, que estaba haciendo política y que tomaría medidas contra ella. Ha habido una recogida de firmas de los profesores para denunciar la situación. La ANPI, la Asociación Nacional de Partisanos de Italia, define al Ministerio de Educación como Ministerio de Propaganda. La líder del movimiento ProVita, que sería el equivalente de Hazte Oír en Italia, Eugenia Rochella, dio mucho apoyo a Meloni durante la campaña y la han recompensado poniéndola de ministra de Familia, Igualdad de Oportunidades y Natalidad. La situación de las parejas LGTBI es muy difícil. No pueden adoptar hijos. Están haciendo de forma retroactiva que los hijos que las madres habían dado de alta en el registro civil sean sólo de la madre gestante. También corre peligro el derecho al aborto. En Italia hasta 2017 la tortura policial no era delito. Tras muchos requerimientos de la ONU, finalmente, desde 2017, es un delito, pero tanto Meloni como Salvini, durante la campaña, prometieron que harían que la tortura deje de serlo, para que la policía, dicen, pueda hacer bien su trabajo. Están saliendo muchos casos de torturas policiales, de abusos de la policía. Se están empezando a juzgar, y el gobierno quiere cambiar la ley para que estos abusos no se juzguen. Hace poco se descubrió que hubo un presunto caso de torturas en la comisaría de Verona. Un hombre mayor, sin hogar, explicó que le habían vejado, le habían humillado, le habían apaleado. Amnistía Internacional ha denunciado que la situación de Italia es muy grave porque existe un clima de impunidad. El hecho de que la extrema derecha gobierne hace que exista un clima de impunidad para este tipo de actos.

Vox hace campaña contra los inmigrantes marroquíes y en Alternativa para Alemania los inmigrantes que les molestan son españoles o italianos

¿Qué parte de culpa tienen los medios de comunicación en la normalización y ascenso del fascismo? Berlusconi, siendo primer ministro, controlaba los medios públicos y buena parte de las televisiones privadas del país. ¿Facilitó esto la consolidación social de la extrema derecha?

Tienen un peso decisivo. Casi todos los canales privados en Italia son de la familia de Berlusconi. Y los públicos están a favor, normalmente, del partido que gobierna. Ha habido bastantes dimisiones en la radio y la televisión pública desde que ha llegado este gobierno, con los trabajadores disconformes con los cambios que están haciendo. Están poniendo a personas de su confianza, personas muy de extrema derecha. Es muy importante no sólo cómo se explican las cosas sino también los temas que se eligen. Italia es uno de los países con mayor diferencia entre la cantidad de inmigrantes que hay realmente y la cantidad que la gente cree que hay. Si los políticos están todo el día diciendo que hay una invasión, que los negros nos están invadiendo, si los medios de comunicación están siempre diciendo esto, la gente acaba creyendo que es lo que está pasando, cuando en realidad no es así, ni mucho menos. La cantidad de personas inmigrantes que hay en Italia es muy inferior a la que la gente cree, y ésta es la percepción que existe gracias a los medios de comunicación.

¿Las redes sociales han tenido un peso importante en el crecimiento del apoyo a la extrema derecha?

A nivel mundial, la extrema derecha hace mucho tiempo que ha sabido ver que en las redes sociales estaba el futuro, y han apostado mucho por ellas. También ocurre en España. Entre los creadores de contenidos más seguidos hay muchos que son de extrema derecha o que defienden posturas de extrema derecha, que niegan la violencia machista, defienden posiciones racistas… En España es un tema que ha triunfado mucho y aquí en Italia ocurre lo mismo. La extrema derecha ha hecho mucha campaña en las redes, ha invertido mucho y ha sabido ocupar unos espacios que la izquierda ha dejado bastante abandonados.

¿Qué etiqueta pondría a Aliança Catalana, el partido de Sílvia Orriols, la alcaldesa de Ripoll?

Yo diría que es una derecha radical populista. Sería como Marine Le Pen o Salvini, esa extrema derecha que intenta pescar votos un poco de todas partes, que dice que no es ni de derechas ni de izquierdas. No es una extrema derecha que se reconozca directamente en una tradición fascista, como Meloni, pero es una extrema derecha que intenta pescar votos con un falso feminismo, por ejemplo, como hace Marine Le Pen, que instrumentaliza el tema del Islam haciéndose pasar por feminista, cuando en realidad lo que está haciendo es aplicar políticas racistas.

La extrema derecha es distinta en cada país. En el libro dice que es difícil que se coordinen los diferentes partidos de extrema derecha para crear un grupo único en la Unión Europea

Todas las extremas derechas están conectadas, y hacen muchas reuniones, con gente de todos los rincones del mundo, de las FAES, de Orban, de Trump… La extrema derecha mundial está conectada y se va reuniendo. Lo que ocurre es que, a la hora de ponerse de acuerdo, en la práctica, como por ejemplo crear un grupo único en el Parlamento Europeo, a la hora de defender los intereses comunes es más complicado. Uno de sus principales rasgos comunes es el racismo, y siempre habrá alguien que esté más al sur de otro. Quiero decir que es difícil hacer políticas conjuntamente con un vecino de un país del que tú quieres expulsar a los inmigrantes. Vox hace campaña contra los inmigrantes marroquíes y en Alternativa para Alemania los inmigrantes que les molestan son españoles o italianos. Hacen reuniones, pero un poco a escondidas, porque a Alternativa para Alemania no le interesa que la vean reuniéndose con los del sur, porque para ellos son unos vagos. La xenofobia que ha habido en Alemania durante muchos años ha sido contra los italianos y los españoles. Y, en cambio, aquí es hacia los marroquíes o la gente que viene de Libia.

Para combatir la extrema derecha hace falta que la izquierda haga de izquierda

¿El fascismo persistente del que habla persistirá durante mucho tiempo?

Hablo de fascismo persistente porque parecía ser un espejismo que se había ido, pero el fascismo o el franquismo simplemente estaban dormidos o más disimulados. En realidad, nunca se habían ido. Es en este sentido que es persistente, en el sentido que dura, que ha ido durando y que, desgraciadamente, todo apunta a que durará. Tenemos una ofensiva reaccionaria a nivel mundial y ahora veremos qué acaba pasando en España, pero en todo caso la extrema derecha está fuerte.

¿Tiene alguna solución, alguna propuesta, alguna idea para evitar que el fascismo persista?

Intento ir dando ideas. Debe combatirse la extrema derecha desde muchos ámbitos. Por ejemplo, que la izquierda haga de izquierda. Lo que se debe hacer es no dar excusas a la extrema derecha. Si se hacen buenas políticas es más difícil que la extrema derecha pueda aprovecharse del desencanto de la gente. Los políticos no deben desencantar a los electores, no deben traicionar sus promesas. La izquierda, si promete que hará una política a favor de los trabajadores, pues debe hacerla, debe llevarla a cabo, y así será mucho más difícil que la extrema derecha pueda pescar votos de los desencantados, porque no los habrá. Entonces también está el papel de los medios de comunicación. Se trata de no legitimar a la extrema derecha, no darle espacio cuando no le toca. Éste ha sido uno de los grandes errores que ha habido en España. En 2017 Vox no era nada. En el 2018, cuando se constituyeron como acusación popular en el proceso independentista, muchos medios les hicieron caso, les dieron mucho espacio, fueron su gran altavoz propagandístico. Vox hizo el trabajo de otros partidos que quizás no querían ensuciarse las manos. Les fue útil y ahora se llevan las manos en la cabeza porque la extrema derecha esté a punto de llegar al gobierno cuando, de hecho, la han legitimado. Cuando era la acusación popular del proceso, nadie decía que no había que escucharles porque eran de extrema derecha. También se tienen que hacer políticas desde los barrios. No dejarles espacios, porque esta nueva extrema derecha intenta colarse en las asociaciones de vecinos. Tener un fuerte tejido asociativo refuerza los lazos entre los barrios, entre los vecinos y hace que sea más difícil que puedan calar postulados racistas. Aplicar políticas que realmente funcionen y que los medios de comunicación intenten respetar la ética periodística y no estén tan pendientes de los clics y de las visualizaciones que les pueden dar la difusión de las barbaridades que dice y hace la extrema derecha.

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